viernes, 23 de agosto de 2019

MIENTRAS PIENSO EN BIRDEAU, BARRETO Y MARIN LARA , INTENTO DORMIR CON DOS DIENTES DE AJO BAJOLA ALMOHADA

Mientras pienso en Birdeau, Barreto y Marín Lista, intento dormir con dos dientes de ajo bajo la almohada.

Eligio Damas

            Encontré una nota por allí en las redes y luego también específicamente en Aporrea, donde recomiendan a los insomnes colocar dos dientes de ajo bajo la almohada como receta apropiada para dormir. Como soy insomne o con la intención de decirlo mejor, padezco de insomnio, hijo de dos que padecieron lo mismo, me interesé en el asunto, tanto que tomé los dos únicos dientes de ajo que había en casa, pues por lo caro que eso está es poco frecuente que lo podamos comprar, les pelé, pues pienso que eso debía hacer y antes de acostarme, como recomienda la nota, les coloqué bajo la almohada. Hice lo habitual, buscar en mis recuerdos, y de inmediato apareció aquella novia que se casó con otro sin tomarse el trabajo de romper conmigo, lo que bien hizo, pues yo andaba del timbo al tambo, sin darle tampoco explicación alguna, de clandestino por una revolución que hasta ahora sigue siendo esquiva. Fueron los primeros instantes de poner la cabeza sobre la almohada, como acostumbro a hacerlo, pues a mi edad, es fácil comprenderlo, estoy bien entrenado para ese asunto de buscar el sueño mientras me embriago con esos recuerdos,  que es como un pre calentamiento para entrarle a lo que viene.
            Luego se me vino el artículo de Javier Birdeau y Juan Barreto en el cual se esmeran con mucha “pedagogía”, propia de sus “rangos académicos”, como ellos se cuidan de poner por delante y a lo qué derecho tienen, en “explicarle” a Marín Lista su visión sobre el acontecer venezolano y la necesidad de participar en el debate que ellos intentan promover con la altura debida. Porque Marín Lista al parecer, digo así porque siendo el debate demasiado denso, uno no puede llegarle al meollo, la cogió con mezclar también sus citas con descalificaciones, cosa muy habitual entre la gente que más que convencer o enseñar procura vencer. ¿Acaso se necesita que el perraje entienda de esas vainas? Eso sería descalificar lo que está asignado a los ungidos para “conducir la revolución”.
            Mientras pensaba en eso, paralelamente lo hacía sobre los dos dientes de ajo bajo mi almohada y como la molestia que pudiera acarrearme el olor que de ellos emanaba, según la advertencia de la nota, por el contrario, por ser este tenue, se me hacía agradable.
            Y pensé en algo que dije en un trabajo anterior, como los académicos, pese serlo, tienen la idea que quienes pudiéramos ser sus alumnos, como quien esto escribe, un simple maestro de escuela, estamos en capacidad de entender sus explicaciones tomadas, eso sí, con mucha originalidad de sus fuentes de saber. Extraen la pócima después de exprimir los libros, la ingieren y a uno se la tiran encima con pureza, sin contaminación. Porque están convencidos que la realidad, lo concreto, es otra vaina que debe ir por el lado que le toca. Cada quien le reza al santo de su gusto y satisfecho se queda.  ¿Por qué no pensar que siendo como ellos creen, no tendríamos necesidad de ayuda y fuésemos a abrevar al mismo sitio? ¡Ah! Porque quien no entiende a los clásicos que se quede como está, pues el académico no se va a joder para ponerse como los mecánicos explicarles a sus aprendices cómo se monta un caucho, piensan ellos y razones tienen, pues para eso se quemaron las pestañas. Esas citas van por un lado y la realidad por la otra y por eso nunca se encuentran ni en sueños de ajo. Les voy a decir una vaina, esa es la falla de los educadores de academia y adultos, no saben cómo enseñar lo que mucho saben y esperan que los alumnos aprendan solos, ellos están allí como por simbolismo. ¡Si no lo supiera un alumno de academia! ¿Cuánta chácharas insustanciales tuvo uno que calarse de académicos! https://deeligiodamas.blogspot.com/2009/05/citas-de-marx-en-barbacoas-o-anos-de.html
            Cuando llegué aquí, seguía percibiendo el agradable y tenue olor del ajo pero no aparecía por ningún lado siquiera un bostezo, síntoma que el sueño venía a buscarme y atraparme en sus redes.
             Pensé un rato si no sería mejor hacer lo habitual a esa altura, intentar quedarme en blanco, hasta donde eso era posible, tal como me aprendí de aquel sabio psiquiatra que fue Jesús María Mata De Gregorio, pero aun era temprano y me quedaba tiempo.
           Volví al trabajo mencionado y recordé que Birdeau y Barreto, donde como le corresponde a cualquier académico y pedagogo, reclamaban a Marín Lista no descalificase el debate usando adjetivos para llamarles, como es habitual desde que era carajito, revisionistas, reformistas, salta talanqueras y pare usted de contar; le faltó “pequeños burgueses y lacayos del imperialismo”. Y le reclamaban aportase algo denso al debate. Y tienen toda la razón del mundo, tanto que esa misma cosa vengo oyendo y leyendo desde cuando el “peo de Atanasio”.
            A mi lado, mi compañera, quien suele quejarse de insomnio, como es costumbre a esa hora, dormía placenteramente y dejaba escapar leves ronquidos.
            Recordé como en anterior artículo, atrevidamente, dicho así porque no tengo pergaminos para eso, creyendo poder ayudar para no se insultasen, lo que ya venía venir y dije que a mi parecer, Birdeau y Barreto querían contribuir, como quiero yo también, sólo que no estoy calificado, a promover un debate que pase por revisar el pasado y dentro de este la conducta de la izquierda y se venga a definir la coyuntura en vista que parecemos trabajar con una realidad inventada y construida a conveniencia, placer y hasta una impuesta del pasado, sin que nos demos cuenta. Y me llamó la atención que los mencionados, académicos y docentes universitarios para nada se acordaron de Simón Rodríguez y menos del educador brasileño Paulo Freire, cosa bastante extraña en ellos, y prefirieron aquella estrategia pedagógica según la cual “la letra con sangre entra” y la de las discrepancias se resuelven en un duelo a muerte y vete mucho al carajo.
            Porque en este último artículo, los académicos mencionados, intentan que Marín Lista tome el carril que en verdad parece haber perdido, pero por el mismo camino que éste traía y vuelven a los tiempos como cuando a uno le acusaban de agente del imperialismo y hasta de la CIA por discrepar de la nota oficial, acusándole de haberse fusilado a Josu Landa, un profesor de la UDO y Universidad Autónoma de México, como si eso puSiese el debate donde ellos quieren esté.
           A todas estas, sólo de vez en cuando y mientras por momentos dejaba de  recordar aquel debate, se me colaba a mi escenario virtual el tenue olor del ajo, y me percataba que el sueño nada que llegaba y ni siquiera un bostezo me daba señales que por allí rondaba.
           Y estando en esas cavilaciones me llegó el habitual momento de ir al baño sin haberme despertado, como corresponde, porque no me había dormido. Y volví a la cama a revisar el mismo debate sin profundizar mucho porque no puedo y, además, pese pretenda compórtame con audacia, no me está permitido, pues para discutir el por hacer en Venezuela y sobre todo desde el bando de esa izquierda, hay que tener una buena carga de citas aunque uno no las entienda y en verdad con esta de preocupaciones que da el hambre, de la cual hasta ni los académicos se salvarían, tal como nos lleva Maduro, no hay para más.
            Y en esto se me vino la gana de volver al baño, por lo que supe que eran las seis y media de la mañana y no había dormido ni un segundo, cosa que no me sucedía desde hace muchos años. Al regresar a la cama, habiendo mi compañera encendido el televisor por las noticias, levanté la almohada y allí estaban los dos granos de ajo y también el olor tenue. Esta noche repetiré el tratamiento, si me da resultados hablaré de ello; en caso contrario me callaré para no herir susceptibilidades y tampoco desacreditar al ajo.
           Eso sí, procuraré pensar en las cosas que están a mi alcance, pues esta manera de impulsar una revolución, el cambio, la construcción del partido revolucionario, teniendo que cargar tantas citas y números de páginas es para los académicos y no para uno; menos para quien sufre de insomnio. Lamentablemente, pese todo, como decía aquel grupo publicitario llamado “Publicidad ARS”, “déjeme pensar por usted”, parece no ser un buen método para impulsar los cambios. Y no lo es porque quienes impulsarían y materializarían los cambios, lamentablemente, no serían los académicos.
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