sábado, 23 de marzo de 2019

LA TRASECNDENCIA DE O EFIMERO QUE ES LA VIDA Y LA NECESIDAD DE SER CONSECUENTE CON ELLO

La trascendencia de lo efímero que es la vida y la necesidad de ser consecuente con ello
HABANA22-1

LA TRASCENDENCIA DE LO EFÍMERO QUE ES LA VIDA Y LA NECESIDAD DE SER CONSECUENTE CON ELLO. ¿Cuál es y cómo sería alcanzada la verdadera felicidad?
DE LO QUE HE VISTO, DE LO QUE HE VIVIDO, DE LO QUE PIENSO Y CREO. 

Por Félix Sautié Mederos. 

Mi vejez pocas veces pensada cuando era más joven, se desenvuelve en un contrapunteo existencial de satisfacciones por el deber cumplido, insatisfacciones por lo pendiente no alcanzado y angustias por las injusticias, las traiciones y el futuro de todo lo que se deja detrás cuando uno se marcha definitivamente hacia el otro mundo a que estamos destinados desde nuestro nacimiento.
El frente frío extemporáneo, quizás el último de la presente etapa “invernal” para los cubanos que pongo entre comillas por las características sui géneris de nuestras estaciones del tiempo,   que se presentó a partir del Miércoles de Cenizas del presente año 2019 en los inicios de un marzo cargado de presagios y amenazas  en La Habana Maravilla que me acoge desde hace 80 años como Habanero de pura cepa, ha determinado en mi consideración personal una característica ambiental muy específica que quiero exponer como parte del testimonio que le debo a la vida; y, que en mi criterio, me propicia una intensificación del sentido espiritual de reconsideración con que desde niño he acogido la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua de Resurrección, dado mi educación religiosa en el Colegio de los Hermanos Maristas de la Víbora en La Habana.
En mi opinión, la Cuaresma constituye un tiempo litúrgico calendárico muy importante para la reconsideración de lo vivido, que posibilita la creación del ambiente propicio para la identificación personal interna de nuestros propios errores, pecados y deficiencias. Así como para con el firme propósito de la enmienda plantearnos la rectificación de esos errores y deficiencias identificados como resultado de la meditación en retrospectiva interna de lo que hemos vivido. Algo que para algunos es innecesario e incluso hay quienes lo consideran anatema con la presunción de que asumir y/o divulgar el análisis de los errores que se deberían superar; casi siempre según los que así piensan sería formar parte de los procesos propios de los enemigos que no entienden y/o se aprovechan del perfeccionamiento que es inherente a cualquier obra humana. Me refiero a la tergiversación de lo que constituye una necesidad propia de la vida misma, que en su movimiento perenne avanza en un contrapunteo humano entre logros, deficiencias, errores y rectificaciones. Porque si errar es de humanos, reconocerlo y rectificar es expresión de nobleza y virtud, lo que no quieren reconocer los susodichos que expresan y/o simplemente piensan estos criterios que considero aberrados.
En estos momentos que por las amenazas de guerra a que estamos expuestos atravesamos una complicada situación existencial, al respecto de lo cual he escrito profusamente crónicas y artículos en las últimas semanas publicados en Por Esto! y en Unicornio, confieso que me debato entre la decisión de escribir o no los testimonios referidos a mis sentimientos del momento, ya que me asalta la duda si en realidad son consideraciones tristes, subjetivas y/o propias solo de mi mente, de quien ha vivido mucho, de quien está llegando a las postrimerías de un azaroso peregrinaje existencial casi siempre durante ese espacio de tiempo influido por las amenazas  de destrucción de todo lo alcanzado, lo que se manifiesta con especial intensidad en los actuales momentos de mi emprendimiento de la etapa final de ese viaje definitivo que implica la existencia humana.
Pienso que mi preocupación con que me debato internamente entre escribirlo o no, lo que estoy confesando desde los inicios de este capítulo de La Espiritualidad Prohibida, LEP 484, quizás se deba también a un determinado exceso de sensibilidad personal y humana por el porvenir actualmente atacado en grado extremo por causa de las amenazas y las acciones de Mr. Trump y sus acólitos, sensibilidad que siempre desde muy joven ha sido un objetivo priorizado que le ha conferido sal y luz a mi existencia. En tanto que ahora de viejo, lo veo todo amenazado con especial saña, lo que no me debería resultar extraño porque desde que triunfó la Revolución el 1ro de enero de 1959 a la fecha, en realidad siempre hemos estado amenazados e incluso agredidos y así hemos sobrevivido 60 años.  Por otra parte, me preocupa especialmente que se pueda generar una percepción superficial al respecto de las motivaciones de mis dudas, que pudieran llevarme como respuesta personal a ahogar lo que siento en lo interno de mi conciencia y a no manifestarlo abiertamente al respecto.
Todo ello en mi opinión, podría coartar para siempre la ejecución del propósito esencial que me crea y desarrolla ánimos especiales en los tiempos culminantes de la existencia que me han tocado vivir. Por otra parte, comprendo que lo que estoy escribiendo puede resultar triste, pero también pienso que se inserta en una realidad que en definitiva coincide con mi tiempo existencial. En consecuencia, considero que no lo debo dejar sin testimonio, porque no sería honrado con mis propósitos con que inicié en el 2008 la publicación de La Espiritualidad Prohibida que con este capítulo llega a la entrega 484. Sería si no lo testimonio, un terminar abrupto de un proyecto que en realidad debe acompañarme hasta último día de mi existencia terrenal. Además, creo que siempre lo aquí testimonie podría ser de utilidad hacerlo y desnudar públicamente estos sentimientos, estas dudas tan internas y estas consideraciones tan sentidas porque expresarlos coadyuvaría en mi opinión al conocimiento de los vericuetos a que está expuesta la conciencia.
También quiero expresar que comprendo que los que desean no complicarse la conciencia y las sensibilidades existenciales con preocupaciones y testimonios de estos orígenes e índoles rechacen la lectura de mi capítulo. Ellos están en todo su derecho que muy especialmente se lo respeto, pero considero que respetarlo no debe determinar que no lo escriba y que no lo publique porque mis testimonios en estos casos los considero válidos en el sentido de que son la expresión fiel de lo que me ha acaecido espiritualmente ya sea en el área de los sentimientos humanos como en la de los hechos existenciales durante mi vida, lo que siempre pienso debe quedar escrito para que se conozca y se aproveche. Es muy importante expresarlo, además por parte de quién se conduzca en la actividad de cronista de su época. Los testimonios son testimonios y no se expresan y conservan para que gusten o no, porque en definitiva constituyen un deber esencial con la historia sin los cuales incluso apenas habría historia.
El registro desde que los seres humanos lo crearon, ha dado fundamento esencial al desarrollo y es una de las más importantes armas creadas por la humanidad para enfrentarse a lo efímero de la individualidad existencial intrínseco que nos acompaña desde los inicios del mundo. y los testimonios han sido y son parte esencial del registro. Por eso ejerzo el testimonio como una necesidad manifestada en el tiempo.
Me preocupa pues, y limita mis posibilidades actuales de felicidad y amarga sensiblemente mi realización personal lo que está sucediendo en un mundo que cada día se polariza más entre el bien y el mal, entre la explotación propia de un neoliberalismo engañoso colmado de falsos profetas y un socialismo que en definitiva le cuesta mucho trabajo alcanzar la necesaria perfección, porque todo lo que comporta el perfeccionamiento humano tiene muy especialmente un espacio en la conciencia y las voluntades que algunas veces evolucionan con mucha lentitud, las que actualmente están  atacadas con determinada efectividad virtual en los medios sociales controlados por unas derechas oligárquicas que para nada les importa la persona humana.
Lo principal que me preocupa que estos procesos virtuales, cuajados de “fake news” e injurias falsas que avanzan con determinada efectividad en las conciencias de muchas personas que han dejado atrás a la esperanza. En tanto que la verdad verdadera por decirlo de alguna manera avanza con mayor lentitud ante el empuje tecnológico ampliamente subvencionado de manera económica que les permite a los poderosos de la tierra controlar y manipular los más importantes medios de comunicación nacionales e internacionales, al respecto de lo cual escribí ampliamente en el anterior capitulo LEP 483.
En mi opinión ese es quizás el más importante problema a que tenemos que enfrentarnos en la actualidad.
Una preocupación ante todo lo que estoy exponiendo en estos capítulos podría ser plantearse algunas interrogantes esenciales al respecto de “¿Cuál es y cómo sería alcanzada la verdadera felicidad?”
En este orden de cosas comienzo por citar algunas definiciones clásicas de lo que es la felicidad:
… “Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”
En tanto que para algunos "la felicidad es el objetivo último del ser humano, y la riqueza (es decir, la propiedad libre, individual y absoluta), su principal baluarte…”

… “… La felicidad es reconocida como un momento de alegría y plenitud…”

…” La felicidad es un estado de ánimo positivo. Es subjetivo, por ende…”

…” La felicidad se puede definir como una combinación entre la satisfacción que una persona tiene con su vida personal (familiar, de pareja, trabajo) y el bienestar mental que siente en el día a día…”

Hay muchas otras definiciones conceptuales al respecto de la felicidad, pero estas me bastan por el momento para lo que quiero expresar. Ser más extenso al respecto, sería propio para un trabajo más completo que no es el propósito de mi capítulo LRP 484, por lo que estas definiciones que cito desde los puntos de vista semántico, filosófico y psicológico me bastan por el momento con una breve cita de lo que comporta la felicidad desde el punto de vista teológico cristiano dado las características muy esenciales que nos plantea Jesús al respecto de sus conceptos de lo que es una verdadera felicidad solo concebibles en la lucha y el enfrentamiento con el  mal.

Dijo Jesús al respecto en síntesis según la Biblia de Jerusalén, Marcos 10, 29, “…Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o haciendas por mí y por el Evangelio quedará sin recibir el ciento por uno… Pero muchos primeros serán últimos y los últimos primeros…”

En las Bienaventuranzas expresadas en Mateo 5, 3 al 11, traducción de la Biblia de Jerusalén, se expresa un ideal básico de felicidad cristiana, en mi opinión muy importante a tener en cuenta al respecto de lo que planteo:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia a la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados cuando os injurien y os persigan y digan con mentira de toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.” (Fin de la cita)

Y para terminar mis citas evangélicas al respecto del concepto de la felicidad quiero citar un pasaje muy importante y enigmático de Jesús en el que expresa declaraciones muy drásticas al respeto de lo que considera una verdadera felicidad. Ver en Mateo 10,34 y adelante: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz sino espada…El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá y el que pierda su vida por mí, la encontrará…”

O sea que la felicidad bíblica se encuentra en el enfrentamiento al mal, en el amor y en la lucha permanentes.
Habría mucho más que decir y quizás continúe en otro capítulo porque el tema no se agota y las circunstancias son propicias para continuar desarrollándolo como acicate al enfrentamiento contra las amenazas imperialistas que en estos momentos pujan por destruirnos.
Finalmente, para completar mis criterios al respecto en este capítulo, quiero citar una crónica al respecto de quienes alcanza la felicidad que publiqué en Por Esto! con fecha martes 19 de septiembre del 2017. Con el título genérico: La felicidad: ¿Son felices los más ricos?; nunca perder la esperanza. Cito textual a continuación:
“Queridos lectores de Crónicas Cubanas, por lo general cuando culminan las grandes contingencias por muy severas que hayan sido, desde que el mundo es mundo, la vida comienza a volver a sus cauces normales, lo mismo sea en la naturaleza como en la sociedad. Quedan las heridas y sus huellas, que la voluntad creativa de los seres humanos comienza a recuperar con menor o mayor eficiencia, porque es ley de vida que nos mostremos inconformes con los daños causados y adversidades provocadas. En tales circunstancias, muchas actividades específicas de lo social de nuevo comienzan a manifestarse; muy especialmente las dirigidas a la recuperación, así como a la necesaria sanación espiritual junto con los encuentros y relaciones interpersonales que de conjunto dan sentido a la razón social del momento y especialmente de ser de las personas. Ello no sólo sucede por su propio peso, porque constituye además una necesidad espiritual de primer orden que emerge de la voluntad humana de superación que nos es inherente.
Fue en estas coyunturas que describo, que Espacio Laical, llamó a un encuentro reparador del espíritu para debatir a profundidad sobre el concepto de la Felicidad, que considero fue un momento de fortalecimiento de nuestra afectada condición humana y en especial de nuestra espiritualidad intrínseca, en medio de las muy lamentables adversidades que hemos sufrido y que estamos sufriendo en las últimas semanas, por causa del paso del extraordinario huracán “Irma”, el mayor en muchos años por estos lares, que ha devastado buena parte de la Costa del Norte de nuestro país; incluyendo las severas afectaciones provocadas por las intempestivas entradas del mar y de los vientos huracanados en nuestra ciudad capital de todos los cubanos, La Habana Maravilla que con sus casi 500 años se resiste al paso del tiempo, a la desidia, a las inundaciones del mar y a los vientos huracanados. Todo lo cual ha provocado un “contra huracán” de masiva participación reconstructiva, que genera esperanzas en el presente y el futuro.
Me refiero a un sui géneris y muy positivo encuentro. En mi opinión algo que los dogmáticos y extremistas de siempre, posiblemente, no alcancen a comprender. El debate resultó ser amplio, profundo, participativo y enjundioso. Los 3 ponentes fueron muy importantes intelectuales cubanos que han estudiado a profundidad estos temas: el psicólogo y sociólogo Dr. Ovidio D’Angelo, el antropólogo Máster en Ciencias Dmitri Prieto Sánsonov y el muy conocido presentador del “Espacio Vale la Pena” de la Televisión Cubana, el destacado profesor de psicología de la Universidad de La Habana Dr. Manuel Calviño.
Todos amigos y conocidos míos de muchos años, unos más cercanos que otros, pero en definitiva conocidos con los que he compartido ideas y luchas, muy especialmente en lo referido a nuestra voluntad compartida de permanecer en Cuba muy activos socialmente apoyando los procesos socio políticos cubanos que enaltecen nuestra condición humana, así como la justicia social, la equidad distributiva y la paz del pueblo cubano, como denominador común que nos une.
Los que asistimos y participamos en aquel encuentro, en respuesta a la amable convocatoria de Espacio Laical, puedo decir según mi apreciación muy personal del conjunto con que me encontré en la ocasión que describo, representamos a una muy especial diversidad enriquecedora del diálogo que quizás en mi criterio muy personal, Espacio Laical en estos momentos de nuestra historia, sería de las pocas entidades sociales cubanas capaces de convocar en paz, respeto mutuo y armonía entre los participantes, tal y como considero que siempre debería ser.
El contenido del tema fue muy abarcador y no me es posible reseñarlo en una única crónica de dos cuartillas, quizás vuelva al tema. En definitiva, su transcripción completa próximamente será publicada en la Revista Espacio Laical y en el sitio de INTERNET que publica la Revista, con el título de “Espacio Laical Digital”: www.espaciolaical.org y recomiendo su lectura minuciosa.
En consecuencia, quiero referirme brevemente sólo al respecto de dos aspectos planteados en los que pude expresar algunas experiencias y criterios que extraje de lo mucho que he vivido, hasta el presente en que les escribo: Primero una muy interesante interrogante debatida ‘¿Son felices los más ricos?’; y otra además sobre la necesidad de: ‘nunca perder la esperanza’. En lo referido a si los más ricos son los que verdaderamente alcanzan la felicidad, no tuve que acudir a experiencias ajenas de ningún tipo, porque las tengo muy presentes en las esencias mismas de mi vida personal de las que en ocasiones anteriores he dado testimonios de vida.
Yo nací en 1938 en La Habana como parte de una familia bien acomodada, pero me faltó desde muy niño la salud, muy especialmente las posibilidades de caminar como los demás. Recuerdo que aquella niñez a pesar de contar con todo lo quisiera poseer porque mis padres no dudaban en facilitármelo, tuve unos años muy tristes y ansiosos de poder jugar como los demás niños, lo que no podía realizar mientras veía que mis hermanos sí podían hacerlo. No era feliz, aunque poco a poco fui recuperando mi andar con una terapéutica avanzada entonces en aquellos años 40 del Siglo 20, que se denominaba ‘toques eléctricos’ que eran muy dolorosos y estresantes, aunque quedé en definitiva inhabilitado de algunas posibilidades de locomoción hasta el presente en que poco a poco regreso a mi situación inicial. Recuerdo entonces, que en cambio mis momentos más felices fueron cuando me enrolé definitivamente en la lucha revolucionaria en 1957, por otra parte, desde 1955-1956 había comenzado a ser un desposeído de la fortuna material debido a la ruina de mi padre. Esa fue mi experiencia personal al respecto de la pregunta planteada, porque entre otras cosas anidaba en mí una esperanza de vida que motivó y dio razón de ser a mi paso por este mundo cruel, valle de lágrimas al decir de la Salve. Comprendí desde entonces que nunca se debería perder la esperanza, porque la esperanza es un motor esencial para que la vida en sociedad continúe adelante. En consecuencia, en estos momentos aciagos en que nos levantamos contra las adversidades de la naturaleza, reitero con toda la fuerza que me es posible que: ¡Nunca debemos perder la esperanza!

Así lo pienso y así lo expreso con mis respetos para el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular. 
fsmederos@gmail.com
(Fin de la crónica citada)
Continuaré con el tema en el próximo capítulo….
Publicado en el Semanario UNICORNIO de Por Esto! y en la sección de especiales del periódico Por Esto!, digital, el domingo 17 de marzo del 2019



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