jueves, 16 de agosto de 2018

OBSERVANDO LA TRANQUILIDAD

Crónicas Cubanas

Observando la tranquilidad…

Queridos lectores de Crónicas Cubanas, en Mallorca, en verano, comienza a oscurecer a las 22 horas y para ver la noche hay que hacerlo a partir de esos momentos, porque antes la luz del día e incluso el sol dan la impresión de que estamos en La Habana a las 6 de la tarde de nuestro verano caribeño. Así es que hace algunos días ya en la media noche balear, asomado al balcón del piso de mi hija Elenita y observando la intersección de dos importantes avenidas que precisamente en la esquina en donde se alza ese edificio se convierten en tres, mientras veía el tráfico nocturno, que por cierto en las horas del día es intenso y ruidoso, además por encima de las luces, los carteles lumínicos que son muchos, de gran tamaño y diría yo que deslumbrantes; me sucedió en aquellos momentos de media noche que mentalmente pude apreciar algo que asaltó a mi conciencia; y que incluso, en la vorágine del día es especialmente apreciable: una tranquilidad muy especial y característica.
Me refiero a una tranquilidad evidente y generalizada, que he comprobado que caracteriza a Palma de Mallorca en las muchas veces, circunstancias y períodos estacionales que la he visitado. La tranquilidad en mi criterio, cuando realmente existe; es posible apreciarla en medio del tráfico, de los ruidos de la calle, y en el andar de las personas, ya sea a la luz del día o en la noche oscura. La tranquilidad se manifiesta en una verdadera espiral horaria, tranquilidad y silencio que se “estiran” y “encogen”, disminuyen y aumentan de acuerdo con el transcurso de las horas del día.
Esa tranquilidad tiene una presencia espiritual inconfundible, que en mi criterio se convierte también en material porque me da la impresión que podría tocarla con las manos. Eso es algo que he podido observar que buscan y que parece que encuentran las muchas personas que visitan, viajan o incluso se han mudado para establecer su residencia definitiva en esta isla española del Mediterráneo. Personas que es posible encontrar en los más diversos ámbitos urbanos de esta ciudad e incluso de las poblaciones aledañas en donde lógicamente es mayor y más evidente la tranquilidad a que me refiero.
Las regulaciones sobre la música alta y los ruidos que producen artificialmente las personas, aquí se cumplen a raja tabla; y además se ha logrado, una educación ciudadana al respecto que en mi opinión mucho contrasta con lo que me encuentro en mi Centro Habana del alma, en donde los infractores del silencio imperan por la impunidad con que cuentan.
He pensado entonces que es un verdadero contraste que quiero testimoniar, porque he podido comparar en ambos ámbitos lo referido a la tranquilidad y al silencio, así como al respeto a las regulaciones establecidas en donde todo lo que no está prohibido se puede hacer, mientras que existe muy poca tolerancia, casi nula para hacer lo prohibido, en tanto que en mi Centro Habana en donde se trata de controlar todo y cualquier iniciativa necesita de aprobación, entonces sucede en consecuencia que no se controla nada con eficiencia; y muchas cuestiones como las que planteo se quedan en el limbo de la impunidad.
No obstante, considero que no debería sentirme satisfecho con lo que externamente he podido apreciar por aquí, porque en mi opinión en la mayor parte de las manifestaciones de este universo siempre se encuentra algo oculto en un fondo muy interno. Verdaderamente un trasfondo que, si queremos analizarlo e interpretarlo a profundidad, deberíamos buscar con más precisión el intríngulis de la sociedad, especialmente el de su sistema económico social.
Digo esto porque también hace algunos días, mientras caminaba rumbo al deslumbrante edificio de “El Corte Inglés” que se encuentra ubicado en una de las grandes avenidas que cruzan por el centro de la ciudad, en las aceras muy cercanas a ese importante y lujoso espacio comercial, me encontré con un verdadero espectáculo de pobreza extrema, en la persona de una mujer evidentemente en los inicios de la tercera edad, que tiene establecida su casa al aire libre en aquel lugar por donde transitan muchas personas a las distintas horas del día.
Durante mi breve paso por aquel ámbito tan contrastante, no pude conocer las causas específicas de lo que veía. Además, no me atreví a sacarla de su sopor para preguntarle algo al respecto de su situación, porque al ser un simple transeúnte extranjero no podía buscarle soluciones. Pensé entonces que sería una víctima de los desahucios que las derechas durante su paso por el poder del Gobierno de España provocaron. Eso no puedo asegurarlo, pero lo que sí puedo afirmar es que es una víctima que el sistema con sus luces y oropeles no me pudo ocultar.
Para mis adentros pensé entonces también, porque ya estaba meditando al respecto de escribir la presente crónica sobre la tranquilidad, que esta mujer tristemente me estaba mostrando la otra cara, el trasfondo de esta ciudad que me tiene impresionado. Lo hizo con su presencia en aquel lugar tan concurrido, sin decirme nada con palabras e incluso sin pedirme nada en específico, porque estaba dormitando sobre unos cartones improvisados que hacían las veces de una cama. Confieso que me evidenció la cara fea de la Ciudad que valdría la pena profundizar. Así lo pienso y así lo expreso con mis respetos para el pensamiento diferente y sin querer ofender nadie en particular.
Publicado en el periódico Por Esto! de Mérida, Yucatán, México, Sección de Cultura, el jueves 16 de agosto del 2018,

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