miércoles, 7 de noviembre de 2012

NO GANO EL PROGRESO PERO TRIUNFO LA ESPERANZA

  No ganó el progreso pero triunfó la esperanza
                              Por Lorenzo Gonzalo, 7 de noviembre del 2012
 
A partir de la Segunda Guerra Mundial, no todos los sucesos en el campo de la política, han tenido trascendencia universal, porque esas realidades generalmente se circunscriben de manera muy particular a regiones y países.
 
Sin embargo, algunos de ellos han tenido esa connotación y entre ellos podríamos mencionar la Conferencia de Yalta, donde tres naciones decidieron el destino del mundo de aquel entonces; el triunfo revolucionario insurrecto de los cubanos sobre las fuerzas represivas del dictador Batista, la cual tuvo trascendencia crucial en el balance de las fuerzas políticas de América; la Crisis de los Misiles, consecuencia de la colocación de cohetería nuclear en la Isla de Cuba proveniente de la Unión Soviética; la Guerra de Vietnam; la disolución del mal llamado Bloque Socialista; las agresiones bélicas a Medio Oriente iniciadas con el primero de los Bush a comienzos de los años noventa y continuadas hasta nuestros días y el derrumbe de la Torres Gemelas de New York. En general, con pocas excepciones, estos han sido quizás los hechos de mayor trascendencia luego de terminada la Segundad Guerra Mundial, por las consecuencias que cada una de ellas tuvo para el resto del Planeta Tierra.
 
La elección presidencial de Estados Unidos de América, realizada el 6 de noviembre del 2012, también es otro de esos eventos de trascendencia universal, porque a pesar de cuánto pueda disgustarle a algunos reconocer el enorme poderío e influencia que la humanidad ha recibido de ese país en los últimos doscientos veinte y seis años, su estabilidad y la ponderación de sus gobernantes es la diferencia entre Guerra y Paz.
 
Cuando la ciudadanía estadounidense, aquellos que votaron porque se negaron a ser apáticos, eligieron a Barack Obama como Presidente del país en el año 2008, a todos nos pareció que eso representaba por vez primera, un distanciamiento del pasado prejuicioso que por más de una centuria manchó la cara buena, trabajadora y creativa de la historia de los Estados Unidos de América. Pero en ese entonces aún no sabíamos cuánta solidez contenía ese suceso y en múltiples ocasiones las dudas nos agobiaron y las pesadillas nos despertaron.
 
La reelección de Obama, ayer martes 6 de noviembre, no deja dudas que el país comienza a presentar una cara ciudadana distintas, más preocupada por los asuntos de su gobernación.
 
No se trata de un movimiento definido, coherente y orientado con claridad en la búsqueda de nuevos horizontes, pero su reelección no deja dudas que las bases de una nueva cultura política subyace en el más profundo sentir de quienes votaron a su favor.
 
Anoche no ganaron las corporaciones, aunque tampoco significa que perdieron sus privilegios y que sus grandes dueños, los ejecutivos, los tecnócratas esenciales al sostenimiento de las intrincadas maquinarias productivas de hoy y el ejército de sicarios de cuello blanco que le sirve de garantes, vayan a perder algunos de sus inmerecidos beneficios. Tampoco ese triunfo cambiará la composición de un Estado de burócratas que ni siquiera las monarquías absolutistas fueron capaces de concebir y que tienen patente de corzo para devorar el erario público y asegurar estilos de vida nunca imaginados por faraones y sátrapas.
 
No se trata de haber alcanzado una nueva era sino del comienzo de otra.
 
Las sociedades avanzan de esa manera.
 
Las revueltas de personas enfurecidas por las injusticias y los éxitos efímeros obtenidos por algunas de ellas, ayudan en ocasiones a cierto despertar de las conciencias, pero el proceso de decantación que surge entre la ira y la ponderación, es el único que al final logra impulsar con los menores costos sociales, el carro evolutivo de la historia.
 
En las elecciones presidenciales estadounidenses recientes, la elección de Obama representó un triunfo de las libertades esenciales del ser humano, especialmente la libertad de pensamiento y escogencia. Las supuestas libertades de comercio y la también supuesta preponderancia de las empresas sobre la sociedad, quedaron relegadas.
 
Entre los tantos horizontes que pueden abrirse con el desenlace de estas elecciones, está la posibilidad de que la ciencia y la tecnología tengan una mayor posibilidad de desarrollarse dentro de la ruta del trabajo creador, en lugar de ser contenidas en los marcos de ideologías y creencias que responden exclusivamente a criterios personales. No veremos en estos cuatro años más del gobierno de Obama, un desarrollo pleno en ese sentido, pero seguramente quedarán sentadas sólidas bases, que difícilmente podrán erradicarse una vez que muchos de sus frutos comiencen a madurar.
 
Aunque no se acabó la guerra con la elección de Obama, también en este aspecto veremos surgir nuevos horizontes y la paz podrá convertirse en una real posibilidad.
 
Es difícil el fin de una guerra cuya dinámica se tejió durante muchas décadas y cuyas raíces están profundamente contenidas en la milenaria historia de la humanidad.
 
La victoria de Obama en estas elecciones va más allá de una simple casualidad y de la elaboración fantasiosa de conspiradores de palacio.
 
La maquinaria popular creada por Obama para las primeras elecciones, se mantuvo, se desarrolló y creció, haciendo posible que la gente realizara un trabajo de calle, puerta a puerta, negocio por negocio, centro comercial por centro comercial, de manera voluntaria, lo cual también contribuyó a destacar otro aspecto importante para un proceso democrático: la participación.
 
No estamos hablando de unos Estados Unidos de América esencialmente diferentes a partir de esas elecciones, pero sí de una sociedad formalmente distinta y eso de por sí representa un gran cambio.
 
El gobierno no será fácil para Obama, porque el sistema de los tres poderes contiene un cuerpo legislativo corrupto que no funciona de la manera en que fue concebido y donde los intereses de grupos han hecho su labor de zapa, transformándolo en mero símbolo de lo que puede ser una verdadera democracia. Hace ya muchas décadas que ese cuerpo funciona de manera contraria a los principios que le dieron vida.
 
Son muchos los aspectos que podríamos mencionar con motivo de estas elecciones, pero lo dicho creo que representa con cierta precisión, el significado de un evento que llevó a un segundo mandato presidencial a un hombre negro, en el país de crueles y contradictorias discriminaciones.
 
Esto no fue simple casualidad ni tampoco la decisión de elegir el color de la piel como símbolo de la protesta de algunos contra el estatus quo. Ayer Estados Unidos no eligió un color, sino la ratificación del cambio, aun cuando nadie sepa exactamente cuál es ese cambio.
 
El progreso no triunfó de manera contundente en estas elecciones, aunque sí podemos asegurar que el mundo vivirá con una mayor esperanza de paz o al menos con una mayor confianza en la ponderación de un país de temeroso poder, con una errante y agresiva historia.
 
Los negros, los latinos, las mujeres y el respeto a los criterios y las conductas personales, han ganado una gran batalla y seguramente, tal como lo ha demostrado la participación voluntaria que le otorgó el triunfo a Obama, esa tendencia continuará.
 
Quizás el progreso no ganó definitivamente, pero por primera vez, triunfa con solidez la esperanza. No ha sido un triunfo casual, sino la repetición de una tendencia iniciada hace una década, materializada en el año 2008 y confirmada en estas elecciones del 2012.

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