domingo, 9 de septiembre de 2018

PANCHO MARTY, teatrista y negrero

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 53 more Details
Pancho Marty, teatrista y negrero
Ciro Bianchi Ross
ciro@juventudrebelde.cu

De don Pancho Marty —Francisco Marty y Torrens— hemos escrito en este
espacio en no pocas ocasiones. Llegó a Cuba, como muchos españoles, en
alpargatas y con un baúl enorme de ilusiones que logró materializar
pues se convirtió en uno de los hombres de mayor caudal e influencia
de su tiempo, con acceso libre y directo al entorno íntimo de los
Gobernadores Generales. Estos cambiaban de cuando en cuando, pero la
ascendencia de don Pancho no sufría menoscabo. Y es que fue uno de los
más grandes comerciantes de esclavos y una concesión del capitán
general Miguel Tacón le permitía explotar en su provecho el trabajo
de los reclusos de la Cárcel de La Habana.
Con trabajo de presos, precisamente, edificó el Teatro Tacón, el más
importante y concurrido de la capital, y se convirtió en su empresario
—lo era asimismo de los teatros Diorama y Principal— lo que le
permitió esquilmar a los autores que allí veían representadas sus
obras.
Poseía, entre otros bienes, varias fincas rústicas y extensas
propiedades inmuebles, así como dos astilleros, donde se reparaban
buques destinados a la trata negrera. Ahí no acababa la cosa: don
Pancho ejercía asimismo el monopolio del pescado en La Habana,
privilegio vitalicio concedido por Tacón, pese a las protestas del
Ayuntamiento habanero. Para ello contaba con la llamada Pescaderìa del
Boquete, con nevería y locales para el expendio de productos del mar y
avíos de pesca, y donde, pese a todo su dinero, tenía su casa, antes
de radicarse en el Paseo del Prado entre Ánimas y Trocadero. El
Boquete abrió sus puertas en 1836, detrás de la Catedral de La Habana,
y estuvo allí hasta 1895, muchos años después de la muerte de Marty,
que falleció el 29 de mayo de 1866.
ÁBRALE LA BARRIGA AL PARGO
De Marty se repiten sus ocurrencias, algunas de las cuales recogió
Álvaro de la Iglesia en sus Tradiciones cubanas.
Como la del pargo que el 2 de octubre de 1840 obsequiò a doña María
del Rosario Fernández de Santillán, sevillana, hija de los marqueses
de Motilla, y esposa del Capitán General de Cuba, don Pedro Téllez
Girón, Príncipe de Anglona. La víspera, don Pancho preguntó a la
Princesa qué quería que le regalase por su santo. No supo ella qué
contestar, pero al fin se decidió. -Pues bien, Marty, mándeme un
pargo para el almuerzo -dijo.
Se comprometió don Pancho y al día siguiente, temprano en la mañana,
llegó al palacio de los Capitanes Generales un negro de su dotación
que portaba, en una bandeja de plata maciza y cubierto por una
servilleta de fino encaje, un ejemplar magnífico de los llamados
pargos de San Rafael. Lo acompañaba este mensaje: «Doña Rosario: Que
los pase muy felices. Ábrale la barriga al pargo».
La nota provocó primero la carcajada de los príncipes de Anglona y
luego la curiosidad. Examinaron el pargo de un extremo al otro, lo
sopesaron. Algo raro había en aquel animal: pesaba mucho, parecía de
plomo. -Este pargo tiene algo dentro —comentó entre dientes don Pedro
y ordenó que lo abrieran.
¡Y vaya si lo tenía! De su interior cayeron en la bandeja no se sabe
ya cuántas onzas de oro, peluconas legítimas, que dejaron con la boca
abierta a la encumbrada pareja. Regalo del acaudalado Marty a la
esposa del Gobernador.
A otro Capitán General, don Federico Rocali, Conde de Alcoy, Marty lo
salvó de la penosa situaciòn de tener que pasar la noche del día de su
toma de posesión, en uno de los butacones del Salón del Tronco porque
su antecesor había dejado vacío el Palacio de gobierno. .
A Leopoldo O’Donnell, Conde de Lucena, el relevo le llegó antes de lo
previsto y sin causa que lo justificara. Recibió a Roncali con
evidente desprecio y no intercambió con èl media docena de palabras
durante la ceremonia de trasmisión de mando. Aún faltaba lo peor.
Cuando la Condesa de Alcoy, como dueña de casa, recorrió el Palacio,
advirtió que salvo el Salón del Trono y las dos piezas principales,
que lucían en todo su esplendor, en el resto de las habitaciones
faltaba no solo aquello que representa la comodidad y el lujo, sino
los objetos más indispensables, como si la mansión acabara de sufrir
los efectos de una mudada. Y algo de eso había porque O’Donnell, a
quien apodaban el leopardo de Lucena, antes de cesar en el gobierno se
había establecido, junto a su familia, en la Quinta de los Molinos y
se empeñó en convertirla en una casa de vivienda digna para el primer
funcionario de la Colonia. Para ello invirtió 20 000 pesos en su
transformación y se llevó de Palacio hasta los clavos. Ya sustituido
siguió viviendo en la Quinta, sin prisa alguna por retornar a España.
No dejó ni una cama donde los condes de Alcoy pudieran reponerse del
largo viaje desde España. Para salir de aquel trance el Conde y la
Condesa se vieron obligados a recurrir a don Pancho Marty, que ajeno
al protocolo, visitaba Palacio y veía al gobernador cuando le venía
en ganas. Marty se pintaba solo para solucionar un asunto como ese,
solución que redundaría en su influencia y valimiento. -Cosas de don
Leopoldo, señora, dijo a la Condesa. Todo se arreglará. Y se arregló
en efecto.
¿Quién fue ese personaje? El escribidor encontró una buena semblanza
biográfica de Francisco Marty y Torrens en el tomo 1 de La Habana
artística; apuntes históricos, de Serafín Ramírez. Es una edición del
Museo de la Música, de La Habana, dedicada al doctor Eusebio Leal en
ocasión su 75 cumpleaños, y que se enriquece con las notas de Zoila
Lapique Becalli.
¿QUIÉN ERES TÚ?
Ramírez dice que a Marty nunca se le vio vacilar en la realización de
sus planes. Tenía vista de lince para los negocios, si bien carecía de
ilustración y no era adicto al ceremonial de las costumbres de la
época. Era agradable en su trato. Su llaneza no afectada daba mayor
realce a su chispeante conversación. No ocultó nunca su oscuro
origen, antes bien alardeaba de sus humildes comienzos para demostrar
hasta dónde podían llegar los caprichos y veleidades de la fortuna.
Marty nació en Barcelona el 11 de junio de 1786. Con veinte
años sentó plaza de artillero y sirvió en el ejército hasta que su
quebranta salud lo obligó a licenciarse. Corría ya el año de 1809
cuando vino a La Habana. Una vez que superó un ataque de fiebre
amarilla, carenó buques en Casablanca hasta que con mucho esfuerzo y a
costa de grandes sacrificios y privaciones, logró adquirir una pequeña
embarcación de pesca que le permitía, expresaba, «hacer algo» y ya
en 1812 abastecer de agua la casilla del Morro.
Hacia 1817 abrió una fonda en la esquina de Reina y Galiano. Dos años
más tarde, Marty hizo reproducir en una de las paredes de su modesto
establecimiento la imagen del buque Neptuno, la primera embarcación a
vapor que circuló en los dominios españoles y aquella casa de comidas
comenzó a ser conocida por El Vapor, nombre que la larga adoptaría la
plaza en la que estaba enclavada y donde se erigiría el mercado de
Tacón.
No levantaba cabeza nuestro personaje. Las cosas le iban de mal en
peor. Murieron de fiebre amarilla la esposa y la hija. Abrió una
pequeña bodega en la esquina de Consulado y Virtudes, y se la destruyó
un incendio, con lo que quedó en la más completa miseria. No se
amilanó por ello. Hombre de espíritu indomable y de una constancia a
toda prueba, con quinientos pesos prestados, levantó de nuevo su
comercio, pero la mala suerte hizo que otro incendio lo devorara.
Volvió entonces a la pesca, y con las ganancias que obtuvo de ella
adquirió un terreno en la calle Virtudes, escenario de sus
desdichas.
Todo cambió a partir de entonces. Lo nombraron subdelegado de Marina
de La Chorrera y aunque su jurisdicción se extendía entre la Punta y
la playa de Santa Ana, se le veía aparecer, en servicio del Apostadero
e implacable con los defraudadores del fisco, en cualquier punto de la
costa. Fue tan eficiente en su gestión que el Conde de Villanueva,
Intendente de Hacienda, lo autorizó a perseguir a contrabandistas y
confiscar toda la mercancía que intentaban introducir en la Isla, así
como los medios de transporte de los que se valían. Se le autorizó
además a moverse a Cayo Hueso «en diligencias propias», lo que no fue
más que un ardid para facilitarle la vigilancia y apresamiento del
balandro La Tonta, capitaneado por Antonio Mariño, desertor de la
Cabaña y prófugo de la cárcel de Santiago de Cuba, que sembraba el
terror y la muerte en poblaciones costeras. Marty lo sorprendió en
cayo Cruz del Padre, el 2 de enero de 1831; el enfrentamiento fue
violento entre las partes y Mariño cayó fulminado cuando intentaba
escapar del tiroteo. Los piratas sobrevivientes fueron traídos
prisioneros a La Habana.
Ese hecho, unido a su enfrentamiento al contrabando, valió a Marty un
grado militar y todo género de consideraciones y la más decidida
protección y confianza del gobierno, lo que le permitió operar con
plena libertad en lo que al tráfico de negros y yucatecos se refiere
Murió lleno de honores y condecoraciones: capitán de navío honorario,
Gran Cruz de Isabel la Católica, Comendador de la Orden de Carlos III,
secretario de cámara de Su Majestad, ayudante militar del distrito de
la Chorrera…
Entre otras muchas propiedades, legó a sus hijos unos dos millones de
pesos. En cuanto al Teatro Tacón, que les legó también, dispuso que su
propiedad nunca saliera de la familia. Ya con el edificio en posesión
de los herederos se decidió que el primogénito, Francisco Marty y
Gutiérrez, se hiciera cargo de su dirección y administración. En
definitiva, terminó por comprarles las acciones a sus hermanos y, a
su muerte, ya poseía el 94 por ciento de las que estaban en juego. Su
viuda e hijos heredaron una deuda inmensa junto con el teatro. Se
disolvió al fin la sociedad anónima. Compró la familia Marty la
totalidad de las acciones con tal de retener el Tacón y la operación
la sumió en la insolvencia. Petra Pérez Carrillo, viuda de Marty
Gutiérrez, no podría cumplir con el deseo de don Pancho de que el
coliseo se mantuviera siempre dentro del dominio de los suyos. En
enero de 1899, junto con todas sus edificaciones anexas, lo vendió por
solo 300 000 pesos a una compañía norteamericana.




--
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
http://cbianchiross.blogia.com/

1 comentario:

  1. en otros escritos se dice que marty gasto 200000 en su construccion y lo vendio en 700000. no se a quien creer. por lo demas muy interezante , ramon marty.

    ResponderEliminar