miércoles, 15 de enero de 2020

EL MALECON EN QUE VIVO

APUNTES DEL CARTULARIO

El Malecón con que vivo
Ciro Bianchi Ross

El Malecón es la primera avenida que merece ese calificativo en la
capital cubana. Comenzó a construirse en los días de la primera
ocupación militar norteamericana y, se dice, no se hizo con la
intención de mejorar el tránsito, sino por razones de salubridad y
ornato público.
    Antes de construirse el Malecón, los arrecifes, verdaderos basureros,
aparecían cubiertos de toda suerte de inmundicias mientras que el
viajero que venía por mar veía, al entrar en la bahía, el feo y
deprimente espectáculo de los fondos y los patios de las casas de la
calle San Lázaro.
    Con el Malecón, la ciudad ofreció muy pronto, a su entrada, un amplio
semicírculo bordeado de nuevos edificios y aseguró a toda hora, pero
especialmente por las noches, un paraje dotado de singular hermosura.
    Esa avenida se construyó por tramos y aunque cada uno de ellos tiene
su nombre, los cubanos la han conocido siempre por el nombre genérico
de Malecón.
    El primer tramo se extendió desde el extremo del Paseo del Prado
hasta el parque Maceo. Se le dio a esta vía, primeramente, el nombre
de Avenida del Golfo. Con posterioridad, y de manera sucesiva, este
tramo recibió los nombres de Avenida de la República, en 1902, Avenida
del General Antonio Maceo, en 1908 y en 1909 Avenida Antonio Maceo,
que es su nombre oficial actual.
    A partir de 1921 el Malecón se extendería hasta el lugar que ocupa el
monumento al Maine, a un costado del Hotel Nacional. Se denominó ese
tramo Avenida Washington.
    A partir de 1930, Carlos Miguel de Céspedes, ministro de Obras
Públicas del presidente Machado a quien apodaron El Dinámico por el
ritmo que supo imprimir a las construcciones, lleva el Malecón hasta
la calle G o Avenida de los Presidentes. Se dio a este tramo el nombre
de Pi Margall, en homenaje al político republicano español que tanto
simpatizó con la independencia de Cuba.
    Desde 1950, con  los gobiernos de Prío y Batista, el Malecón se
extendió hasta lo que se considera su término natural, esto es, en las
inmediaciones del castillo de La Chorrera, junto a la desembocadura
del río Almendares. Este tramo recibió el nombre de Avenida Aguilera.
Mide en total unos ocho kilómetros.
    Pero el Malecón no solo creció hacia el oeste. También se extendió en
sentido contrario, desde Prado hasta el comienzo de los muelles, donde
se hallaba la vieja Capitanía del Puerto, que desaparece entonces.
    Ese tramo se inició en 1927 y fue obra también de Carlos Miguel.
Carece de la belleza del mar abierto que regalan los tramos restantes,
pero tiene el encanto de la vegetación y su amplitud que permite que a
su vera se extienda el parque Luz Caballero, y donde encuentra cabida
el Anfiteatro Municipal, bello auditorio al aire libre de estilo
griego. Este tramo lleva el nombre del Padre de la Patria, Carlos
Manuel de Céspedes.
    Veamos ahora algunas curiosidades del Malecón.
Cuando ocurre un ras de mar es por la calle Galiano donde primer
penetra el agua debido a un desnivel bastante profundo que existe en
dicho lugar. Sin embargo, cuando el ciclón del 26, el agua llegó, por
Prado, hasta la calle Colón. Y cuando el ciclón del 19, llegó, por
Campanario, hasta la calle Ánimas, con la alarma consiguiente de los
vecinos.
De los cuadrados que tiene el Malecón, el comprendido entre las calles
San Nicolás y Manrique es por donde más fuerte baten las olas a causa
de lo bajo del muro y del pequeño espacio que ocupan los arrecifes. El
muro del Malecón que empieza en la calle Lealtad es más bajo que el
resto.
En Prado y San Nicolás vivió el cronista Enrique Fontanills, aquel
que, si la ocasión lo merecía, remataba sus notas para el Diario de la
Marina con un rotundo «asistiré» que atraía sobre el suceso la
atención de los lectores. En la esquina de Perseverancia residió hasta
su muerte, en 1956, el coronel Cosme de la Torriente, ex canciller en
tiempos de Menocal, y presidente de la Sociedad de Amigos de la
República (SAR) desde donde condujo, a nombre de la oposición
política, el llamado Diálogo Cívico con personeros de la tiranía
batistiana. En la esquina de Lealtad se alzaba la casa de Octavio
Averoff, ministro de Machado y rector de la Universidad de La Habana,
«visitada» por el pueblo y saqueada a  la caída de la tiranía. En el
número 605 radicaba doña Regla Socarrás, capitana del Ejército
Libertador y madre del presidente Carlos Prío. El mandatario  llamaba
a esa morada «la casa de mamá»
¿Y la glorieta del Malecón que tantos buenos momentos propició a
nuestros a abuelos?  En aquella pequeña glorieta de cemento, de
discreto estilo griego, se situaba la banda municipal para ofrecer
conciertos varias veces a la semana. Pero aquel lugar, que se
convirtió en uno de los más concurridos de la ciudad, fue demolido en
mayo de 1927. No quedó otro remedio cuando el Malecón empezó a
extenderse hacia el puerto.
Frente a ella se alzaba el hotel Miramar. Pero se descomercializó y
dejó de funcionar como establecimiento hotelero. El edificio fue
demolido y en el espacio que ocupó, junto con el del primitivo Centro
Vasco, se edificó el lujoso hotel Paseo del Prado.





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Ciro Bianchi Ross
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