lunes, 22 de enero de 2018

VIDA DE JESUS

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Vida de Jesús
Ciro Bianchi Ross
ciro@juventudrebelde.cu

La posibilidad de que atentaran contra su vida crecía por días.
Compañeros y amigos lo alertaban del peligro, y, consciente de ello,
sabía bien a lo que se exponía. Pero no podía salirse del camino
emprendido, ni siquiera aflojar en sus propósitos. No quedaba más
alternativa a Jesús Menéndez Larrondo que la de enfrentarse a la
muerte.
Héctor Cabrera Bernal y Gabriel Cruz Martín que investigaron el paso
del líder azucarero por Guayos y otras zonas de la región central de
la Isla, refieren en su libro Jesús Menéndez: tabaco y azúcar, que en
una ocasión en que el incorruptible líder azucarero confraternizaba
con los trabajadores de la colonia cañera del Bajío y compartía con
ellos el desyerbe de los surcos, algunos le advirtieron que se
anduviera con cuidado. La respuesta de Jesús vino rápida:
—Para qué voy a cuidarme, si de todos modos un día de estos me pueden matar.
Otro testimonio incluido en la obra citada da cuenta de la
conversación que el dirigente sostuviera con un amigo. Sabía que su
cabeza tenía precio y expresó su sospecha de que el viaje que
emprendería por la zona oriental del país no tendría regreso. Dice el
informante: «Jesús estaba convencido de que iban a matarlo. Sus
enemigos no podían dejar que viviese. Sabían que a él lo seguía el
pueblo y que no había otra forma de callarlo. Jesús no dio un solo
paso atrás, continuó adelante y por eso lo mataron». El viaje a
Oriente fue en efecto un viaje sin regreso. Lo balearon en la estación
de trenes de la ciudad de Manzanillo, el 22 de enero de 1948, hace
ahora setenta años.
EL INSOBORNABLE
Nació en Encrucijada, en la antigua provincia de Las Villas, el 14 de
diciembre de 1911, hijo de un capitán del Ejército Libertador. Comenzó
a trabajar apenas concluyó la enseñanza primaria. Cortó caña en áreas
del central Nazábal y en el central Constanza fue purgador de azúcar,
esto es, el operador de la centrífuga que en el proceso industrial
separa el azúcar de la miel, mientras que en el llamado «tiempo
muerto» trabajaba en las escogidas de tabaco de su pueblo natal. Eran
los días de la dictadura machadista cuando se inició en la lucha
sindical, lo que le valió persecución y cárcel. Encabezó el sindicato
del central Constanza y participó en la creación de la Federación de
Trabajadores de Las Villas. Estuvo entre los organizadores del Primer
Congreso Nacional Azucarero de donde surgió la Federación Nacional
Obrera Azucarera que dio paso a la Federación Nacional de Trabajadores
Azucareros (FNTA) al dar entrada a oficinistas, técnicos y demás
empleados de la industria. Era ya un dirigente de relieve nacional. En
dos ocasiones fue electo a la Cámara de Representantes.
Bajo su liderazgo consigue el sector mejoras tangibles. Hay para los
trabajadores aumento de salarios y garantías para la jubilación con
la creación de la Caja de Retiro. Mejoran sus condiciones de vida
cuando consigue que el Presidente de la República disponga, por
decreto, medidas sanitarias y de higienización en los bateyes. Impone
la presencia obrera en los conclaves donde se negocia la venta de la
zafra azucarera… Su participación es decisiva en la confección del
decreto con el que el presidente Grau implementa el llamado
Diferencial Azucarero que estipulaba, vinculados al precio
internacional del dulce, incrementos salariales para los trabajadores
del azúcar y también en las ganancias de colonos pequeños y medianos
y los propios hacendados. Por gestiones de Jesús Menéndez Larrondo se
introdujeron en la Ley de Coordinación Azucarera las cláusulas de
garantía que protegían al consumidor nacional del aumento en los
precios de los productos alimenticios y materias primas que se
importaban de Estados Unidos.
En 1946, el Diferencial aportó ochenta millones de pesos a la
economía doméstica, y de ellos, los trabajadores recibieron en forma
de anticipo, el 21 de diciembre, veinte y cinco millones. Diría
entonces el propio Jesús: «Esto para que pasaran la mejor de las noche
buenas que recuerda nuestra historia… El comercio todo recibió una
sensible inyección, dándose casos en el interior del país de bodegas y
tiendas que durante los días de pascuas y año nuevo agotaron todas
sus existencias de mercaderías». No parece haber sucedido así en 1947
a juzgar por la moción del Ayuntamiento de Marianao impulsada por el
concejal Juan Manuel Márquez en la que solicita al gobierno el pago
del Diferencial sobre la base de hasta el ocho por ciento como pedían
los trabajadores del azúcar y no del tres por ciento como querían el
presidente Grau y los patronos.
Militante comunista y hombre hecho por sí mismo, sorprendía por sus
profundos conocimientos de las cuestiones azucareras. Partidarios y
adversarios políticos coincidían en calificarlo como insobornable,
contándose al respecto numerosas anécdotas reveladoras, como la de
aquel cheque en blanco que le pusieron en las manos las grandes
corporaciones para que desistiese de abogar por el Diferencial y que
devolvió sin vacilaciones para hacer saber que el Diferencial había
que ponérselo en la punta de la mocha.
Sus enconadas polémicas con José Manuel Casanova Diviñó, el llamado
zar del azúcar, vocero y guía de la clase empresarial cubana, Senador
de la República y presidente de la Asociación Nacional de Hacendados
de Cuba y del Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar, fueron
notorias y cuantas veces debieron entrevistarse, Jesús concurría al
encuentro como si nada hubiese ocurrido entre ambos, advirtiendo con
criolla sorna a su antagonista: «Tú me atacas como lo haces porque
defiendes los intereses de los tuyos, y estás en tu papel: yo, por mi
parte, cumplo con mi deber defendiendo los intereses de los míos… Así
que tengo que atacarte también, pero no puedo pelearme contigo,
Casanova, porque tenemos que seguir discutiendo sin distanciarnos
personalmente».
Casanova fue también un hombre hecho por sí mismo. Nació en la
pobreza. Con 14 años fue jornalero en el central Bramales, en Cabañas,
del que llegó a ser propietario, el primero de los varios centrales
que poseyó. A partir de 1933 y hasta su muerte, en 1949, tuvo el papel
más relevante en la política azucarera y en la creación de sus
organismos corporativos. Fue, escribe Guillermo Jiménez en su Los
propietarios de Cuba, 1958, el intermediario e inspirador del pacto de
los hacendados con el entonces coronel Batista, y ponente de la
trascendental Ley de Coordinación Azucarera que selló dicho pacto y
que definió la economía y la sociedad cubana hasta el triunfo de la
Revolución.
MUERTE EN MANZANILLO
Tres hombres descendieron en el pueblo de Yara del ómnibus que los
llevó desde el central Estrada Palma. Jesús, Manuel Quesada,
organizador de la FNTA y Paquito Rosales, ex alcalde comunista de
Manzanillo y también Representante a la Cámara, debían esperar el tren
que los llevaría a Bayamo, pero ya en el paradero supieron, primero,
que el tren venía con dos horas de retraso, y después que iría con
destino a Manzanillo. Estaban eufóricos por el resultado de su gestión
en el ingenio azucarero donde en asamblea de trabajadores lograron
que se normalizaran las labores de zafra luego de la concertación del
convenio colectivo entre el sindicato y la patronal. Aunque lo
comentaron, restaron importancia al soldado que en Yara se interesara
por conocer el rumbo que llevaban. Eran cerca ya de los ocho de la
noche cuando escucharon la cercanía del tren. Lo mejor sería abordarlo
y comer y dormir en Manzanillo, y seguir para Bayamo al día
siguiente. Casi al mismo tiempo que Jesús y sus compañeros, subió al
vagón un oficial del Ejército. Era el capitán Joaquín Casillas Lumpuy.
El parlamentario y el militar quedaron conversando en la plataforma
del vagón. En forma amigable el capitán se interesó por saber qué
hacía en la zona el dirigente obrero. Explicó este que recorría los
centrales buscando soluciones a conflictos existentes, casi siempre de
salarios. Fue satisfactoria la gestión en el Estrada Palma, puntualizó
Jesús, no así en el Mabay, donde volverían al día siguiente.
Casillas dejó a un lado la amabilidad que hasta entonces signó sus
palabras y preguntó con hosquedad sobre el carácter de aquellas
gestiones. Todo lo hago dentro del marco de la Constitución, comentó
Jesús. Eso depende, adujo el militar: yo puedo estimar que usted está
cometiendo un delito. Puede que todo eso no sea más que comunismo y
un atentado a nuestras instituciones. Por eso, continuó, cuando
lleguemos a Manzanillo, usted me acompaña al cuartel. Llamaré a Mabay,
y si hay delito, lo dejo arrestado a usted y a sus acompañantes. Jesús
y Paquito recordaron estar amparados por la inmunidad parlamentaria.
-Si violo la inmunidad, que proteste la Cámara y si violo la
Constitución, lo hago bajo mi responsabilidad, pero yo te llevo preso,
vivo o muerto.
En este punto de la discusión, el tren entraba en Manzanillo. Bajaron
al andén Quesada y Paquito. Capitán, dijo Jesús a Casillas, lamento no
acompañarlo.
Lo que sigue es la versión de la muerte de Jesús Menéndez que ofreció
en su momento el periodista Enrique de la Osa en su sección En Cuba
de la revista Bohemia. No es la única, pero es la más extendida y
aceptada.
. «Rápidamente el militar bajó tras de Jesús Menéndez, ya con la pistola
de reglamento desenfundada, y agachado y apoyándose en la escalera del
vagón, disparó arias veces contra el líder obrero, quien, de espaldas
hacia su agresor, había caminado varios pasos por el andén con
dirección a la calle. Allí quedó desplomado, en tanto que su
victimario gritaba: ¡Yo te dije que ibas vivo o muerto!
«Sin pérdida de tiempo volvió el arma hacia el lugar donde se hallaba
Quesada, entre dos soldados. Afirmase que uno de los disparos fue el
que hirió a uno de estos. Rosales y Quesada aprovecharon la confusión
para desaparecer».
EL ASESINO
No fue casual el encuentro de Casillas con Jesús. En la misma mañana
del 22 de enero salió de Manzanillo con destino a Holguín y allí, en
la sede del escuadrón número 13 se enteró de que el dirigente obrero
se entrevistaría con el administrador del central Mabay. Ordenó que lo
retuvieran en el cuartel de la localidad, pero no lo encontró al
llegar. Se trasladó en avión a Pilón, pero allì no había estado su
perseguido, y entonces, en la misma avioneta, voló a Manzanillo,
donde, desde el central Estrada Palma, recibió informes de que había
salido rumbo a Yara para continuar hacia Bayamo. Así, se encaminó a
Yara donde, al ascender al tren, fingió encontrarse con el que sería
su víctima.
Ya para entonces se le acusaba de la muerte del millonario Madrazo,
por órdenes de José Eleuterio Pedraza, jefe del Ejército, y Alejandro
Gómez Gómez, jefe de la plaza militar de Santa Clara. En el caso de la
muerte de Jesús, el militar fue llevado a juicio y quedó absuelto al
alegar haber actuado en defensa propia. Recuerdan vecinos viejos de
Cabaiguán, de donde era oriundo, que su madre le dijo: «Hijo, ojalá
que esa sangre no caiga un día sobre tu cabeza».
El 1 de enero de 1959 el ya coronel Joaquín Casillas, disfrazado de
campesino, fue detenido por una tropa rebelde. Murió en un intento de
fuga.

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