sábado, 15 de julio de 2017

CUANDO LOS "PRANES" SE VOLVIERON OBSOLETOS. ¿ODEBRECHT, VENTILADOR O REGADERA?




ELIGIO DAMAS

            ¡Duérmete muchacho del carajo porque si no voy a llamar al loco!
              Las madres y hasta los hermanos, llegados al hastío por un carajito que pese lo avanzado de la noche no se dormía y para más vainas no cesaba de llorar, usaban ese recurso como un somnífero. ¡Y vaya! “Sorpresas que da la vida”, como dice una vieja canción tropical, en buen número de casos daba resultados excelentes.
           En Europa, hay muchos cuentos sobre eso; se amenazaba con el lobo, el mismo que en las noches, allá en las montañas hacían notar su presencia con sus largos y penetrantes aullidos. En alguna parte de Estados unidos asustaban a los muchachos con “Pie Grande” un personaje mítico, tan grande como una montaña, que muchos dicen haber visto. Quizás hoy lo hagan con Trump.
           Pero la intimidación a dormir para lo cual se podía invocar al loco, el lobo, también el “jinete sin cabeza”, el “encapotao”,  “la llorona”, y  el “silbón”, como hacían por allá por el lado centro occidental de Venezuela, tanto que hasta la gente dejaba de salir en horas tempranas de la noche, en las fechas que, según el viejo calendario popular, hacían sus apariciones muchas de esas extrañas criaturas, en la política de ahora consiste en señalar a alguien o un familiar suyo, no importa cuán lejano pueda ser, en relaciones sospechosas con Odebrecht.
          -“Si haces o no haces, haré pública tu relación con Odebrecht. Por lo menos aquí tengo un documento probatorio que el cuñado del tipo que se acuesta con tu mujer, recibió una comisión de esa empresa”.
            A los políticos de ahora, como gente muy moderna, lo que no quiere decir muy juiciosa y entendida, porque muchos de ellos como que si no se la llevan muy bien con los libros, no se les pueden amenazar como aquellos inocentes muchachitos y hasta del pasado y menos con las mismas boberías.
            Ahora no. El capitalismo está tan “ríspero” y preparado para defenderse, aparte del armamento, lo que contraría lo que muchos llegaron a viejos pensando es una papayita salir de él, porque es como un anciano, decrépito, quejumbroso e inestable, pero que hasta ha creado redes, carnadas, si no sutiles, por lo menos muy atractivas como tentar al más “pintao”. Y si con alguien no pueden lograrlo, porque como en el mundo hay de todo, hasta abundantes hombres incorruptibles, como el agua, se meten en cualquier grieta. A alguien a su alrededor impregnan con el delicioso sabor de sus ofertas, no sólo para conseguir lo que materialmente buscan, una entrada, un visto bueno, un contrato, acceso al personaje que definen como primordial para alcanzar sus fines y hasta simplemente para dejar una huella, un simple mojón, entendido este como señal, pero para que sirva en última instancia para embarrar a alguien, empezando a ese personaje que, en el futuro pudiera convertirse en una piedra en el zapato u objetivo a destruir. Es decir, la treta  es como una puya de raya, rasga al entrar y más al salir. En sí, sirvió para que una camada de personajes que al inicio apoyaron a Chávez hoy sean hasta financistas de quienes sus ideas combaten.  De lo demás, de hacer ver la inventiva como lo verdadero, se encargan los medios que forman parte de la misma comedia o del negocio. Y todavía queda mucho de eso por allí.
            Odebrecht, es una empresa que se encarga de muchas cosas y en grande. Opera en medio mundo, pese haber nacido en Brasil y en Venezuela también se metió como perro por su casa. Es su naturaleza, la del capital, viajar como las aguas de aquí para allá con la ventaja que puede hacerlo contra la corriente o mejor dicho, donde ella se ubica, la corriente se voltea a su favor.  Sus motores si prenden y arrancan duro, distintos a los del gobierno de Maduro. Es un capital con un gran poder de movilidad y hasta como omnipresente, pues está aquí y allá al mismo tiempo.
            Pero ella, hablamos de la empresa o firma, es como un ventilador que puede lanzar sus bocanadas de aire con gran fuerza y desplegándose en abanico. Tanto que suele  dejar un mojón, en el sentido que ya le dimos, o  sea a alguien marcado, tentado por sus generosas contribuciones, entre el ventilador y alguien importante que pudiera convertirse en enemigo de ella o de quienes de esta se valen para lograr sus metas, de manera que el aire que sobre quién caiga, y es el objetivo,  lo  embarre y hasta destruya con su carga nauseabunda. Eso intentan con Lula. Claro, hay otros como Temer o su carnal Cunha, que están allí por ellos mismos, con su firma y todo y hasta desvergüenza.
            En todas partes del mundo, empezando por Brasil, pareciera que Odebrecht hubiera “encaratado” a mucha gente. Políticos brasileños se  acusan y acusan unos a otros de lo mismo, es decir, de haber sido sobornados por esa empresa o señalan a familiares de estos, como si esos delitos no fuesen responsabilidad personal de quienes los cometen. Y uno observa, como la firma tantas veces nombrada, pareciera como la misma que propicia tales denuncias. Pero es frecuente que los acusados por alguien, a su vez, se vuelvan acusadores de este u  otros, usando la misma firma. Lo que parece indicar que Odebrecht o de verdad se encargó de “empatucar” a todo aquél que se le puso por delante sin un poquito de pudor y les guarda la factura o se presta “desinteresadamente” para otorgar cartas de complicidad forjadas con fines inconfesables, como la de manchar la honorabilidad de quien sea y sobre todo deje de servirle o  sea un enemigo para sus oscuros fines.
            En Venezuela, no podía ser de otra manera, han empezado a salir nombres inventados o no, a quienes se les menciona presuntamente envueltos en asuntos relacionados con la empresa brasileña. No es extraño que esa práctica, la de asociar a personas en relacionas pecaminosas con ella, aparezca en Venezuela, tomando en cuenta que sus capitales por aquí llegaron, sobre todo para obras como muy suntuosas que están adornando espacios desolados. Y aquí sobra gente dispuesta, desde el fondo de la historia, ganada para que en esas listas les pongan, que no son las mismas negras, “Black List”, como metieron en “Mene”  de Ramón Díaz Sánchez, a Teófilo Aldana, por envalentonársele a un “musiú”.
            En Brasil y muchas partes, ahora en Venezuela, la empresa brasileña, ha estado siendo nombrada con ruido y demasiada frecuencia, pero no como constructora ni nada que se parezca a lo que ella se dedica en virtud de sus cuantiosas cuentas y portentoso capital, sino como ventilador para impregnar con los malos olores que impulse o embarrar con toda la porquería que pudiera lanzar o regadera que transporta fluidos densos, mal olientes y contaminantes.
            De un lado u otro mencionan personajes que, según quienes lo hacen, tuvieron relaciones impúdicas con la firma brasileña. La más parece un cartel de la droga, en el sentido que toda relación con ella pareciera indigna. Por ello, a los políticos ahora, no se les asusta con el loco o la llorona, como a los muchachos; lo de relacionar un político con un “Pran” o jefe de algún cartel de la droga, hasta parece cosa de niños, pasada de moda, con la misma velocidad de obsolescencia que afecta a los teléfonos móviles; ahora, para eso, está Odebrecht.
           Lo extraño y hasta edificante de todo esto es que, cuando se denuncia a alguien, como si fuese figura del movimiento revolucionario, de estar o haber estado en negocios turbios con Odrebecht o haberse llevado una buena cantidad de millones de dólares, como suele suceder, no aparecen pilares como Eduardo Samán, Fernando Soto Rojas, Julio Escalona, Rómulo Henríquez Navarrete, Vladimir Acosta  y, además, otros tantos, que son miles, aunque no gocen de la simpatía del gobierno,  sino nombres de personas que nada han tenido que ver con las luchas del pueblo por el cambio, la justicia social y todas las nobles causas de la Gran Patria Americana nuestra.
             A esos revolucionarios de siempre no los asustaron y menos chantajean con aquellas figuras míticas y hasta folclóricas y tampoco con esos inventos, trampas deliciosas, bombas caza bobos del capitalismo como la de una oculta factura de Odebrecht.

            Por todo lo arriba indicado, ya uno no sabe qué es Odebrecht, nombre por demás complicado; por lo que a ella se le nombra a cada instante parece más bien un ventilador para lanzar basura o una regadera para verter aguas negras. ¡Y pensar que en todas partes, empresas privadas y el gobierno, como el nuestro mismo, no se les arruga el hocico al negociar con la brasileña! Los corruptos son  aquellos que la firma utiliza. Ella no, es sólo Odebrecht. Es insignia capitalista. ¿Cuál será su secreto? ¿Las exquisitas y pronunciadas curvas de las mulatas? ¿Bien guardado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario