martes, 28 de agosto de 2012

DESAYUNANDO CON LA "DESERTORA" GLENDA MURILLO




Desayunando con la “desertora” Glenda Murillo



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Desayunando con la “desertora” Glenda Murillo
Por Aurelio Pedroso
Dos, tres, cuatro tazas de café expreso, que es mi desayuno habitual, y para nada recomendado a quien quiera cuidar de su salud, y por los cuatro puntos cardinales aparece una noticia sin precisiones necesarias que habla de una “deserción” más.
Mientras bebía la primera del aromático, no pude menos que recordar que, aunque no he sido un padre con calificación sobresaliente, siempre les dije a mis dos hijos varones que debían estudiar, ser respetuosos, educados, honrados,  aprender un idioma como única forma de merecer un sitio meritorio en la sociedad, de llegar lejos… Parece que no entendieron bien en cuanto al concepto de lejanía y hoy por hoy los tengo en EE.UU y Canadá.
La segunda taza, que también vino acompañada de un auténtico Coffe-mate proveniente no de un amigo o familiar radicado en el exterior, sino de la red de tiendas extendidas por toda la isla, fue volver a darle –o intentar- raciocinio a la palabra “desertar”, propia, en su primera acepción, a la terminología militar, y que también fue muy usada políticamente en los tiempos de la Guerra Fría –que al parecer por el titular se pretende mantener para Cuba--. Acto seguido me puse a hilvanar cuentas de los últimos “desertores” que, hasta donde conozco, ninguno alcanzó tan siquiera el grado de soldado, razón por la que, insisto, entrecomillo “desertora”. Si la noticia fuese inobjetablemente cierta estaríamos ante otro caso de Pie Seco: cubano (a) que ingresa a territorio de EEUU bajo el privilegio protector de la Ley de Ajuste Cubano, que suman miles.  
Francamente, mientras preparaba la tercera arremetida de cafeína, la información no me sorprendió. Una más, otra menos. La sangría del goteo, así de simple. Así de duro. Lo más preocupante de todo esto son las causas que mueven a tantos y tantos jóvenes a abandonar el país por razones que se entremezclan en la política y en la economía  y que al final confluyen en la política económica. Y resulta que no sólo están los que al final lo alcanzan, sino los que lo tienen en mente y muy poco les importa el rumbo que pueda tomar la nación de cara a los próximos años. A país con notable record de puro viejo en cada esquina vamos de cabeza y, obviamente, con un índice risible de natalidad.
La escapada vía México de la joven Glenda Murillo Díaz, hija del hombre que ostenta el cargo de vicepresidente del Consejo de Estado y miembro del Politburó (otra razón para que algunos la califiquen como “desertora”, magnificándola), pero que además es uno de los máximos responsables de enderezar la economía de la nación, es una cuenta más que se desprende del ya deteriorado collar de una juventud que para nada se parece a la de los primeros años revolucionarios donde primaba el fervor y la ilusión. Es, ni más ni menos, que una juventud del tiempo que vive.
Con la cuarta y última taza de color negro donde resalta la palabra “Cubita” y en su interior “Café de Cuba”, llegó la dosis de optimismo. En el apartamento de los altos, un recién nacido reclamaba con fuerza de adulto el necesario alimento matinal. Ayer, precisamente, les decía a sus padres que estaba ansioso de que ya comenzara a hablar para poder contarle un par de cosas de la vida que tendría por delante.
El chiquillo, que ya va para los ocho meses de llegada al mundo de la isla, espero me sepa entender cuando yo le suelte mi cantaleta de que tendrá que llegar lejos. Espero, deseo y aspiro a que me sepa entender: no se trata necesariamente de lejanía física, sino de crecimiento humano, personal, profesional, espiritual, en una sociedad y una Cuba capaz de seducir.

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