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Ciro Bianchi Ross
El ya desaparecido central Toledo es el más antiguo de los ingenios
azucareros cubanos conocidos y el único que operó en la capial de la
nación.
Refiere Guillermo Jiménez en su libro Los propietarios de Cuba (2004)
que existen evidencias de que ya el 12 de diciembre de 1675 funcionaba
allí el ingenio San Andrés, propiedad de Diego Franco de Castro,
director del coro eclesiástico. En 1762 Juana Sotolongo compró la
finca y fundó en ella el ingenio Nuestra Señora del Carmen, que en
1783 quedó bajo el control de Gabriel González del Álamo, cuyos
herederos lo mantuvieron hasta el siglo XIX. En 1850, el Conde de
Santovenia lo vende a Marcelino del Allo y ocho años después lo
adquieren Francisco de Durañona y dos socios. Dicha sociedad se
disuelve y el predio queda en las manos únicas de Durañona, que lo
bautizó como Toledo por ser esa su ciudad natal. Sus herederos lo
vencieron en 1909 a Juan Aspuru Isasi y a su fallecimiento pasó su
hijo Manuel que lo retivo hasta después de 1959.
Situado en el barrio de Los Quemados, en Marianao, contaba con 4 200
trabajadores y disponía de 1 102 caballerías de tierras propias. Su
capacidad de producción lo situaba en el lugar 23 entre todos los
centrales azucarreos cubanos.
En sus áreas se construyó la Ciudad Universitaria José Antonio
Echeverría, —Universidad Teconológica de La Habana—,que celebró ya 55
cumpleaños y donde se graduaron unos 62 000 profesionales.
LA ESQUINA DE TEJAS
Se dice que lo que dio nombre al lugar fueron las numerosas casas de
tejas francesas que se alzaban en la zona. El Bodegón de Tejas y la
fonda El Globo de Tejas son de los establecimientos que consolidaron
el nombre de esta esquina. El Bodegón fue demolido en 1926 para
construir allí un edificio de dos plantas donde se instaló (planta
baja) el Bar Moral, hoy una cafetería.
Había en esa esquina una espaciosa casa quinta, aunque de bajo puntal.
Había sido la residencia de Claudio Martínez de Pinillos y Ceballos,
Conde de Villanueva, Intendente General de Hacienda entre 1825 y 1851
y uno de los habaneros más útiles de su tiempo. En 1912 la habitó José
Trillo, que utilizó los terrenos que rodeaban la vivienda para el
cultivo de flores que comercializaba en su acreditado jardín La
Gardenia. Dos edificios altos ocupan ese espacio.
En 1914 se arrendó el lugar para establecer una sala cinematográfica
que tuvo diferentes nombres hasta que quebró. Entonces, ya en 1919,
sirvió de escenario a los espectáculos llamados Garden Play, con
muchachas vistosas y rollizas que atraían a adolescentes y
valetudinarios por la posibilidad que les brindaba de sorprender
alguna rodilla desnuda cuando la tenista daba una carrera apresurada
para contrarrestar un remate.
Con posterioridad se instala allí el cine Ofelia, destruido por un
incendio, y en 1921, el cine Valentino, cuyo nombre quiso aprovecharse
de la fama del actor. Al lado se instaló la Valla Nacional, uno de los
más importantes lugares que tuvo La Habana para las lidias de gallos.
90 AÑOS DE RADIO PROGRESO.
Desde los años 20, la fiebre de la radio anidó en Domingo Fernández,
dueño de un establecimiento de efectos eléctricos sito en la Calzada
de Monte No. 139. Se llamaba El Progreso Cubano, nombre que le dio
también a su emisora radial cuando la inauguró en su comercio de la
calle Monte, el 15 de diciembre de 1929.
A comienzos de la década del 40, la emisora fue trasladada para los
bajos del Centro Gallego (San José 104) y a los Fernández les pareció
incongruente que una emisora que trasmitía desde la cuna misma de la
colonia española, continuara llamándose El Progreso Cubano. Por eso le
llamaron Radio Progreso. Fue una emisora que se distinguió por su
programación musical, pero que llegó a tener un buen cuadro de
comedias, lo que la llevó a ocupar uno de los primeros lugares de
audiencia.
El propietario era Domingo Fernández, pero la responsabilidad del
negocio estuvo siempre en manos de sus hijos Manolo y Ovidio,
asesorados en la parte técnica por Ventura Montes, primero, y luego
por el ingeniero Carlos Estrada. Estando aún en San José 104, Manolo y
Ovidio deciden montar el primer trasmisor (Westinghouse) de 50 000
watts que se instala en Cuba.
El 17 de noviembre de 1949, los hermanos Fernández constituyen la
entidad Estaciones Radiodifusoras Radio Progreso S. A. Cuando aparece
la TV en Cuba, Radio Progreso, con la ayuda de algún que otro
anunciante, está ya en condiciones de ampliar el negocio y sus
propietarios se ponen en una disyuntiva: se convierten en una
televisora o persiste como emisora radial. Se confió en el ingeniero
Estrada la decisión sobre la conducta a seguir. Estrada viajó a EE UU
para conocer sobre el terreno el mínimo de inversión necesario para
sostener una planta de TV. A su regreso, recomendó ampliar la emisora
de radio con la construcción de un edificio destinado a ese efecto,
teniendo en cuenta el recién estrenado edificio Radio Centro.
Oscar Luis López en su libro La radio en Cuba, de donde tomo estos
datos, precisa que el ingeniero Ventura Montes, que tuvo a su cargo el
diseño y el montaje de los equipos de Radio Centro, reveló al
ingeniero Estrada los errores cometidos, tanto acústicos como de
cualquier otro tipo, que se detectaron luego de la inauguración de
Radio Centro, debido a que esa era la primera emisora, después de la
PWX, de la Compañía de Teléfonos, que se construía en Cuba. Eso
explica, dice Oscar Luis, el por qué los estudios de Progreso tienen
condiciones técnicas de la que carece la CMQ. El 28 de noviembre de
1953 al inaugurarse el edificio de Infanta 105, Progreso se convierte
en la tercera Cadena Nacional Telefónica. Fue costeada con capital
enteramente cubano.
Ya en su nuevo edificio y con un alcance mayor gracias a sus plantas
repetidoras a través de la Isla, Progreso refuerza su cuadro de
comedias, aunque continúa predominando lo musical en su programación,
lo que justifica el slogan de La Onda de la Alegría. Pese a su
audiencia y condiciones técnicas, sus propietarios no quisieron que la
emisora ocupara el primer lugar en las encuestas. Decían que ese
lugar obligaría a Progreso a invertir un dinero que dejaría de
engrosarse como utilidad. En realidad, no quisieron nunca enfrentarse
a los hermanos Mestre, de la CMQ, con los que sostenían las mejores
relaciones.
AVENIDA DEL PUERTO
Los estudios para construir el Malecón desde el castillo de la Punta y
hacia el sur, hasta la Capitanía del Puerto, datan de 1921. Esta
avenida se uniría con el tramo del Malecón ya construido dándole un
fácil acceso al puerto desde el Vedado. El proyecto comprendía ganarle
111 mil m2 al mar, de los cuales gran parte se destinaron a parques y
soluciones viales. Las obras del muro, sin el relleno, las ganó en
subasta la firma de contratistas Arellano y Mendoza a un costo de 2
millones 101 mil pesos y se calcula que el relleno
costó otro millón de pesos adicionales.
Escribe el doctor Juan de las Cuevas que para realizar la obra se
colocaron a lo largo de la línea donde se construiría el muro dos
hileras de tablestacas de hormigón armado, también se hincaron pilotes
en profusión cada 2.50 metros. Sobre las tablestacas y los pilotes, se
corrieron arquitrabes de hormigón armado.
El muro se realizó a base de unos grandes bloques huecos de hormigón
armado, prefabricados en una planta que hicieron al efecto los
contratistas en la Ensenada de Guasabacoa. Estos bloques, aunque de
dimensiones variables, tenían como promedio 5 x 4 metros de área y 2
metros de altura y
descansaban sobre un fondo preparado con una base de hormigón
y después se rellenaban con hormigón dejando fuera cabillas que se
empataban con todo el muro fundido a lo largo de la línea los bloques.
En este tramo se gastaron 17 mil toneladas de cemento Portland, 22 mil
m3 de arena, 45 mil m3 de piedra picada, 35 mil m3 de rajón, 4 mil 200
toneladas de barras de acero, 295 toneladas de vigas de acero y un
millón de pies de madera.
La obra se comenzó en marzo de 1926 y se terminó en 1929.
PARQUE METROPOLITANO
Con la construcción del puente del río Almendares sobre la Avenida 23
comenzó a pensarse en la necesidad de dotar a La Habana de un gran
parque urbano. Tiempo después, a iniciativa del presidente Machado y
de Carlos Miguel de Céspedes, su ministro de Obras Públicas, el
urbanista francés Jean Claude Nicolás Forestier, entonces conservador
de los parques de París, traído con el propósito de que diera a la
ciudad un aspecto moderno y funcional, concibió la realización de un
gran parque nacional, un espacio abierto y vivo de unas dos mil
hectáreas que estaría limitado, al norte, por el cementerio de Colón,
El Vedado y el reparto Kholy y al sur, por el río Orengo. El Jockey
Club y las costaneras del Almendares, lo limitarían por el este
mientras que los repartos Alday, Los Pinos, Miraflores y La Víbora
serían su valladar por el oeste. Esa concepción moderna del parque,
aseguran los especialistas, tendría como protagonistas el río y el
árbol.
Por razones largas de enumerar, el proyecto quedó en nada, aunque se
habló del fomento de un Bosque de La Habana que en 1940 cae en el
olvido, si bien hace crecer en algunos la idea de un Parque de La
Habana y de leyes que lo amparen. Grau impulsa desde la Presidencia un
pujante plan de Obras Públicas y los ojos se vuelven hacia el
Almendares y parece que va a retomarse la idea del Bosque y el Gran
Parque, pero ya es muy tarde para acometer el plan de Forestier, y el
gran proyecto se reduce, bajo Grau, al Zoológico de 26 y al Parque
Forestal. En 1959/60 una nueva intervención animó la ribera oeste del
río desde la desembocadura hasta los jardines de la Tropical. Ya lo
veremos oportunamente.
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Ciro Bianchi Ross
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