miércoles, 11 de julio de 2012

SPD - 107



----- Mensaje reenviado -----
De: Perucho Figueredo <perucho1949@yahoo.es>
Para: Figueredo Perucho <perucho1949@yahoo.es>
Enviado: Miércoles 11 de julio de 2012 17:39
Asunto: SPD 107

SPD-107
No. 107 (29/año 4). La Habana, 11-julio/2012
 
“Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”.
Art. 53 de la Constitución
 
Boletín por un socialismo más participativo y democrático.
Artículos, notas, reseñas, publicaciones de interés.
Los autores son los responsables de sus escritos.
Reenvíe este boletín a todos los que estime conveniente.
Se autoriza la reproducción total o parcial en cualquier soporte.
Recopilación de Pedro Campos. CE perucho1949@yahoo.es
Se agradece críticas, comentarios, sugerencias y opiniones sobre forma/contenido
El boletín SPD se puede encontrar en el sitio http://www.cuba-spd.com/
 
ÍNDICE
Paranoia burocrática
Por Félix Sautié Mederos.
 
Unanimidad vs. Institucionalidad
Por Fernando Ravsberg
 
Las trampas en el camino
Por  Frank Josué Solar Cabrales
 
 
Entonces, dónde está el verdadero enemigo
Crear, inflar y alentar “enemigos”…solo puede servir a quienes pretenden desviar la atención de la verdadera contrarrevolución y hacerle el juego
Por Pedro Campos
 
CONTENIDO
           
Paranoia burocrática
Por Félix Sautié Mederos.

En Cuba, la paranoia de algunos que ven enemigos por todas partes, ha devenido un signo externo de los estertores de un proyecto socio político centralizado en su ejecución con evidentes manifestaciones de agotamiento. Escribo hoy sobre un problema agudo y complicado, más aún porque en los medios locales no es posible el derecho a replica que permita esclarecer de parte y parte las acusaciones que algunos se dedican a proliferar contra quienes opinen diferente. Es verdaderamente una manifestación de violencia contra la conciencia y el derecho de expresión, que da fundamento para las más agresivas expresiones perturbadoras del normal desenvolvimiento social. En mi criterio, forma parte de un doble rasero con el que se califican los derechos a la libertad de expresión en el mundo externo, porque mientras se destacan las luchas de los movimientos alternativos en otros países, en Cuba se le cierra espacio a cualquier opinión que no concuerde con el pensamiento oficial.

Es una situación que por días se hace más insostenible, junto con las prohibiciones absurdas vigentes con las que además medran funcionarios e inspectores; a lo cual se prestan muy especialmente los que podríamos denominar al decir del Che como “los alabarderos del pensamiento oficial”, entre los que se incluyen algunas personas que sin ser cubanas y sin vivir las realidades de nuestro país en los últimos 50 y tanto años, se dedican a darnos lecciones de cómo deberíamos comportarnos ante las ruinas, las incapacidades productivas, las burocracias y las corrupciones que ellos no viven y que como Saturno están carcomiendo por dentro los procesos revolucionarios y las ansias de un pueblo que ha luchado por lograr justicia social, equidad distributiva y paz.

Unos y otros que así actúan, en vez de prestarse como arietes desde posiciones de fuerza a esas artimañas, deberían tener el pudor de no justificar tanta desidia e inconsecuencias. Es triste su misión con la que adquieren una deuda impagable con la historia de un pueblo que lucha por su futuro. Es lamentable que deba expresarme con esta dureza porque para tales personas quizás no quepa ya el perdón por sus injurias, que una vez proferidas causan un daño indeleble de cuya autoría no podrán deshacerse. Pienso que lo mejor que pudieran hacer es mirar más objetivamente hacia las realidades de Cuba hoy que tanto perjudican con su controvertida agresividad. Pero parece que no tienen intención de detenerse y no cejan en aplicar sus violencias verbales como preludio de otras que pudieran ser más directas; utilizan para ello las tergiversaciones, las calumnias y las mentiras sin escrúpulos de ningún tipo. Sus acusaciones preferidas son las de estar al servicio del imperialismo; en tanto que por su conducta dan soporte a situaciones insostenibles de burocratismo, corrupción y falta de estímulos para el trabajo así como a sensibles limitaciones de las libertades de expresión, acceso a Internet, de asociación y de que los cubanos puedan viajar y/o regresar libremente a su país de nacimiento; que constituyen problemas que afectan a toda la población.

En los últimos días, en diversos medios de información oficiales y oficiosos-alternativos se ha comenzado una campaña en contra de la Red Protagónica Observatorio Crítico que agrupa un conjunto de proyectos socio políticos de izquierda; y además en contra de la publicación Havana Times. A ninguno de estos proyectos se le puede acusar de pro imperialistas, tal y como lo están insinuando e incluso profiriéndolo expresamente. Con ello, realizan una labor muy triste al descalificar e intentar dividir a la izquierda que no responde a sus intereses de mantener un sistema agotado que la población cubana ya no soporta y que se encamina hacia un restablecimiento de las más burdas y retrógradas expresiones del socialismo real ya fracasado y de un capitalismo de estado de nuevo tipo contentivo de las más primitivas formas de explotación del hombre por el hombre. Ellos no comprenden la urgencia de alcanzar la concordia, la paz, la real equidad distributiva, justicia social y efectiva participación de la población en los cambios, reformas necesarias así como en la eliminación de las prohibiciones absurdas que lo complican todo.

Considero que atacar indiscriminadamente a las entidades de la izquierda alternativa es “serrucharse el piso”, aunque quizás esas pudieran ser las verdaderas intenciones de quienes pretenden liquidar todo lo que queda del proceso socio político de 1959, principalmente lo que pudiera beneficiar a los trabajadores para, en cambio, dirigirse hacia un proceso que mantenga la explotación asalariada por parte del Estado y de sus beneficiarios.

En el documento sobre “La violencia en Cuba: pasado, presente y ¿futuro?”, publicado en el Boletín SPD que editamos los partidarios del Socialismo Participativo y Democrático entre los que me incluyo y asumo plenamente; y, que por demás, he estado comentando en mis dos últimas crónicas publicadas en Por Esto! (*), se ha planteado al respecto de estos problemas a que me refiero, que: “(…) No hay soluciones mágicas ni al parecer posibilidades de conseguirlo en unos pocos días; pero sí hay muchas maneras en que todos podemos contribuir a generar un espíritu contrario a la violencia y a sus manifestaciones. (…) Un aspecto que contribuiría a disminuir las tensiones, sería la eliminación de calificativos y epítetos denigrantes hacia las posiciones diferentes. Pero, básicamente, la creación de un clima de no violencia es responsabilidad principal de los que tienen el poder político-militar, económico, el control de los medios de divulgación, las escuelas y los centros de trabajo (…)”.

Los ataques contra los medios alternativos de izquierda a que me refiero se proponen todo lo contrario, ¿Hasta cuándo…? Así lo pienso, así lo asumo y así lo publico con mi mayor respeto hacia las opiniones diferentes. fsautie@yahoo.com
 
 
 
 
Unanimidad vs. Institucionalidad
Por Fernando Ravsberg | 2012-07-05
 
Varias veces el Presidente Raúl Castro ha criticado la falsa unanimidad, pero si alguien tiene el récord indiscutible en este sentido es el parlamento cubano: lograron legislar durante casi 4 décadas sin que jamás un diputado haya votado en contra.
 
Son 600 hombres y mujeres de todo el país, de diferentes extractos sociales, desde veinteañeros hasta abuelos en edad de retiro, tocan los más diversos temas de la vida nacional y curiosamente siempre terminan estando todos de acuerdo.
 
Se trataría de una rareza en cualquier parte del mundo pero, conociendo el alma controversial de los cubanos, aquí se podría definir como un verdadero milagro.
 
El problema es que muchos no se lo acaban de creer y sospechan que hay gato encerrado.
Pudo ser un aparato útil para gobernar de forma centralizada y pasar las leyes por la Asamblea Nacional como mero formalismo pero, si se pretende institucionalizar el país, el parlamento debería ser uno de los primeros lugares a transformar.
 
Los diputados fueron elegidos por el pueblo y deben defender los intereses de sus electores.
 
Les ayudaría invertir las cosas, dejar de considerarse funcionarios gubernamentales en sus comunidades y actuar como representantes de su gente ante el poder central.
 
Los informes al parlamento de los ministros o del presidente solo recogen el aplauso de los diputados. Pero no se trata de un concurso de popularidad sino de dirigir una nación necesitada de mentes críticas que corrijan permanentemente su rumbo.
 
La pasividad legislativa es tal que Cuba en vez de ser un país de leyes se ha convertido en una Estado de "resoluciones", "circulares" y "decretos", promulgados por los funcionarios de gobierno y algunas veces reñidos con la legalidad e incluso con la Constitución.
 
No tengo noticias de que algún diputado haya protestado en el parlamento por la prohibición anticonstitucional de entrar a los hoteles, ni representantes de las provincias orientales que debatieran las restricciones impuestas a sus votantes para emigrar a la capital.
Institucionalizar es poner orden en la casa para que cada uno haga lo que le corresponde dentro de las potestades que les otorga la ley. La tarea principal de un parlamento es legislar, además de ejercer, en nombre de los ciudadanos, un control sobre el Poder Ejecutivo.
 
Poco de eso ocurre en la actualidad y difícilmente se transformará el parlamento mientras siga dirigido de la misma forma que lo ha sido hasta ahora. En este sentido, la renovación generacional que ya se rumorea podría facilitar los cambios dentro de la institución.
 
También necesitarán otra mentalidad en el Partido Comunista, cuyos militantes ocupan el 90% de los escaños parlamentarios. Esos hombres y mujeres no pueden ejercer plenamente su función como diputados mientras estén sujetos a la disciplina partidaria.
 
El centralismo democrático les da a los comunistas la posibilidad de debatir internamente pero después los obliga a apoyar la decisión mayoritaria. Así que prácticamente les resulta imposible cuestionar en el parlamento a un ministro miembro de la dirección del PCC.
 
Nadie cree que, como ocurre en otros países, los diputados ocupen el cargo para enriquecerse pero eso no significa que gocen de gran prestigio entre los cubanos, pocos tienen la esperanza de que "su representante" vaya a resolver los problemas de la comunidad.
 
Para cambiar esa percepción necesitarían un parlamento vivo, que mire la realidad con ojo crítico, que permanezca vigilante ante el poder central, que no tema el debate público y que conforme el interés nacional como síntesis de los diferentes intereses locales que representan los diputados.
La tarea no es sencilla pero es imprescindible en un momento de trasformaciones que obligan a cambiar no solo las leyes sino hasta la propia Constitución. Muchos dicen que las reformas avanzan lentamente pero lo cierto es que ni así el parlamento logra alcanzarlas.
 
Puede que no dependa de ellos la aprobación de una nueva ley migratoria pero es que tampoco aprueban el Código de Familia que regulará los derechos de los niños, los ancianos y de la comunidad LGBT a pesar de que ya llevan 5 años "debatiéndolo".
 
El anuncio de la reunión del parlamento el próximo día 23 me puso a pensar en las potencialidades, capacidades y posibilidades de los diputados y diputadas de base. Conozco a algunos y sé que son personas de bien, decentes, dedicadas e inteligentes.
 
Evidentemente no son ellos el problema sino un modelo de gobierno, unos mecanismos y una mentalidad que les impiden actuar como representantes de sus comunidades y jugar así el papel que realmente les tocaría en un país institucionalizado.
 
 
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Las trampas en el camino
Por  Frank Josué Solar Cabrales*   08/07/12    
La Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba (PCC) celebrado en enero pasado fue una oportunidad única que se nos presentó a los revolucionarios cubanos para saldar cuentas con nuestro pasado, con la historia del socialismo en el siglo XX y  con el modelo socialista verticalista y burocrático que copiamos de los soviéticos en gran medida. Ella pudo haber sido el inicio para un debate que lleva mucho tiempo postergado en la sociedad cubana: el análisis de la experiencia de la Unión Soviética, de cómo una gran revolución fue traicionada y el poder le fue usurpado a los trabajadores. Del proceso de restauración capitalista en la URSS y Europa del Este podemos aprender mucho para saber por qué se produjo, enmendar los errores de ellos que repetimos aquí, y evitar el mismo destino.
Sin embargo, no se aprovechó el momento para una revisión a fondo de nuestro modelo político. Ya desde antes de la Conferencia era evidente que ella tendría un perfil inferior al del VI Congreso del PCC (abril de 2011). Inicialmente se había dicho que ambos eran momentos distintos, con igual nivel, de un mismo proceso de actualización, y que se separaban sólo para debatir con mayor profundidad los temas económicos en el Congreso, y los políticos, sociales y culturales en la Conferencia. Aunque en ese momento señalamos que la realidad social no se puede separar arbitrariamente, como si ella transcurriera en compartimentos estancos, teníamos la esperanza de que la reunión dedicada a los asuntos políticos produjera impactos tan trascendentes como la referida a la economía. Pero pronto se dijo que la Conferencia se concentraría en los asuntos internos del Partido, que su documento base no sería discutido con todo el pueblo, como se hizo con los Lineamientos, sino sólo con los militantes, y que no debían levantarse muchas expectativas sobre ella, porque ya las decisiones importantes se habían adoptado en el Congreso, y de lo que se trataba ahora era de adecuar el trabajo del Partido a las nuevas condiciones. 
Mucho más imperativa se torna esta necesaria actualización de nuestro funcionamiento político cuando ya empiezan a formar parte cotidiana de la realidad muchas de las contradicciones y tensiones sociales que advertimos iba a generar el rumbo económico trazado. Bajo su amparo van surgiendo nuevas constelaciones sociales, con intereses propios.
Un ejemplo de lo que decimos fue la tentativa de los transportistas privados en Santiago de Cuba de subir en diciembre pasado el precio del pasaje de uno a dos pesos, un aumento del 100%. El episodio, aunque no pasó del intento y duró sólo unos cuatro días, encendió varias señales de alarma y despertó otras tantas interrogantes.
La actitud de los transportistas durante esos días demostró que el sector privado tiende a actuar (y lo hará cada vez más en el futuro) corporativamente, concertando voluntades a fin de ejercer presión como grupo social que defiende intereses propios en contra de la mayoría. Ahora puede ser aislado, pero en otro momento pudiéramos estar viendo un acuerdo a mayor escala, y podríamos perder el control. Hoy lo harán para incrementar las ganancias, pero mañana será por objetivos políticos.
Por otro lado, también resultaron significativas las respuestas de las personas, con reacciones espontáneas que iban desde los reclamos directos ante los dueños de las camionetas, o las quejas ante los órganos locales del Partido y el Gobierno para que tomaran cartas en el asunto, hasta una suerte de resistencia pasiva que consistía en la negativa a abordar el transporte privado y pagar los dos pesos que se exigían. Al boicot privado se oponía un boicot social. Este tipo de iniciativas populares, que al final resultaron decisivas para hacer retroceder el aumento, debían servir de ejemplo para el diseño de estrategias de resistencia social ante las relaciones de contenido capitalista que empiezan a aparecer.
En uno de los mejores momentos del debate de la Conferencia Nacional del Partido que pudimos ver por televisión, un sencillo hombre de pueblo, trabajador por cuenta propia, exponía la contradicción existente entre la autorización a contratar fuerza de trabajo por los cuentapropistas y el principio socialista expresado en la Constitución de que el Estado cubano prohibía cualquier forma de explotación del hombre por el hombre. Vale la pena el análisis de las respuestas que se dieron en el debate posterior por los argumentos que ellas contuvieron.
La respuesta que planteó que no había contradicción porque los trabajadores de los cuentapropistas en Cuba no eran explotados no merece ningún comentario porque es insostenible desde cualquier planteamiento marxista medianamente serio. Las otras posiciones, que aún admitiendo la existencia de una contradicción, defendieron la medida por considerarla necesaria, tampoco me parecen válidas. La argumentación de que esa explotación en Cuba se halla “amortiguada” por toda la serie de conquistas sociales garantizadas por la Revolución, algo así como una explotación de baja intensidad, me recordó el cuento de la hija que para calmar la reacción airada del padre ante la noticia de su embarazo, le dijo que no se preocupara, que ella nada más estaba un “poquito” embarazada.
La explotación no depende de la mayor o menor cantidad de prestaciones o protecciones sociales, o de una mayor o menor distribución social de la riqueza, ni de la maldad o bondad de algún explotador, sino de la condición de asalariado, aquella que Marx llamó esclavitud moderna, en la que el patrón nunca paga al trabajador el valor total de lo que produce, siempre se queda con una parte, llamada plusvalía, de la que obtiene ganancia, viviendo así de la apropiación de trabajo ajeno. Esto es marxismo elemental. De la misma manera que una mujer sólo puede estar embarazada o no estarlo, se está explotado o no se está. Sencillamente, no puede ser que se esté sólo un “poquito” explotado.
Al final, al compañero le pidieron «tranquilidad», que no se preocupara porque la contradicción sería resuelta en futuras revisiones de la Constitución para adecuarla a las nuevas realidades que se van imponiendo. El principal problema no es ya que sea inconstitucional, sino que la prohibición de la explotación del hombre por el hombre es, junto a la abolición de la propiedad privada, un pilar básico del socialismo. Es cierto que durante el período de transición perviven elementos del capitalismo, pero ellos son referidos fundamentalmente   al funcionamiento de la ley del valor, el uso del salario como retribución y estímulo al trabajo, la existencia de la pequeña propiedad y de relaciones mercantiles. Pero pretender la construcción del socialismo con la utilización de la explotación del hombre por el hombre, es una contradicción en sí misma.
Todo esto que va sucediendo contribuye a desmontar en el pueblo la creencia ilusoria, ingenua, en el beneficio de medidas de corte capitalista. Como venimos advirtiendo desde que se empezó a pensar en ellas, con estas reformas una minoría se enriquecerá y saldrá ganando, pero la inmensa mayoría será la perdedora y se verá marginada de los beneficios económicos. De un socialismo obligado por las circunstancias a repartir la pobreza, ahora pasaremos paulatinamente a uno donde se acentuarán y profundizarán las desigualdades sociales.
Durante 50 años mantuvimos un consenso social basado en uno de los modelos redistributivos de la riqueza más justos y equitativos del mundo y en el disfrute universal y gratuito de derechos sociales básicos que sólo eran un sueño en cualquier otro país. A cambio, se aceptaban recortes importantes en los derechos políticos, y se depositaba todo el poder en un liderazgo histórico carismático, que se había ganado una enorme autoridad moral y política. Se entendía y aceptaba que el Estado actuaba siempre a favor y en nombre del pueblo, y garantizaba la permanencia de las conquistas revolucionarias. Entonces el control político estricto era visto como un arma contra la actividad subversiva enemiga.
Este modelo de control político riguroso ha sido efectivo para defender la Revolución frente al acoso imperialista y la contrarrevolución burguesa. Sin embargo, en las limitaciones a la participación política está el origen de dos fenómenos que ahora amenazan a la economía planificada: uno, en el terreno económico, el despilfarro, la corrupción,  el mal uso de los recursos, porque no existe ni el mecanismo de control que supone la libre competencia capitalista, ni tampoco el mecanismo de control que supone la democracia obrera; y dos, la falta de participación política real lleva a una situación de apatía, de aceptación de lo que viene de arriba, en la que se atrofia el músculo de la crítica por no ejercitarse, lo que finalmente puede llevar a la aceptación de medidas pro-capitalistas sin prácticamente contestación. El efecto económico de la burocracia se vio atenuado durante un tiempo, entre otras razones, por la relación con la Unión Soviética que hasta cierto punto creaba una situación de abundancia de productos básicos. Pero con la caída de la URSS se reveló con toda su fuerza.
Si a partir de ahora Cuba empezará a parecerse a los países “normales” donde el sector privado toma medidas para aumentar sus ganancias, y sube los precios guiado por la ley de oferta y demanda, entonces deberemos redefinir también los espacios y los mecanismos para que las personas puedan protestar y defenderse de los desmanes y abusos del sector privado, y ejercer presión en sentido contrario.
Mientras tengamos la enorme amenaza del imperialismo y la reacción capitalista necesitaremos el partido único como garantía de unidad de los revolucionarios y de supervivencia de la Revolución. Pero en el discurso de clausura de la Conferencia Nacional Raúl lanzó una advertencia a la que hay que prestarle especial atención porque reconoce una peligrosa debilidad: “La Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, que tanta sangre costó a nuestro valeroso pueblo, dejaría de existir sin efectuarse un solo disparo por el enemigo, si su dirección llegara algún día a caer en manos de individuos corruptos y cobardes.” Algo así fue lo que sucedió en la Unión Soviética. Allá también tenían un partido único y eso no los salvó de una restauración capitalista salvaje. Una militancia habituada a no funcionar democráticamente y a obedecer las órdenes que venían de arriba, asistió pasiva al derrumbe de las conquistas revolucionarias, decretado por los “individuos corruptos y cobardes” de la dirección, sin que se disparase un solo tiro. La única manera de evitar que nos pase lo mismo es contar con un partido unido, capaz de actuar como un solo puño, y que a la vez reconozca la existencia de cada dedo de la mano. Con un partido controlado por sus bases, no importaría que, por engaño o accidente, llegaran a la dirección “individuos corruptos o cobardes”. No podrían hacer lo que quisieran, porque el poder estaría abajo, y no arriba.
Raúl dijo que nuestro partido único debía ser el más democrático del mundo. Es nuestra responsabilidad convertir eso en realidad y establecer los mecanismos para llevarlo a la práctica. Pero la democracia no la podemos entender sólo como escuchar las opiniones de la gente y procesarlas adecuadamente, o las consultas con las masas, o discrepar “incluso” hasta de lo que digan los jefes (lo que debía verse como algo natural y no casi como un extremo). Democracia es que las bases tengan decisión y control sobre todos los asuntos fundamentales. Conservando intacta la unidad orgánica e ideológica del Partido, en su seno se debe brindar espacio al debate político entre distintas opciones y visiones revolucionarias.
Cuando existe un partido único, necesariamente todos los intereses de clase, de una manera u otra, intentan hallar expresión dentro de él. Más tarde o más temprano los elementos pro-capitalistas en Cuba, en la medida que consoliden su posición económica, aumentarán sus presiones e influencias sobre el partido, para verse reflejados en su seno. Por ese motivo es decisivo que los elementos revolucionarios, marxistas, el ala izquierda que representaría más directamente los intereses de los trabajadores, tengan la posibilidad de organizarse y dar la batalla. 
Raúl también advirtió sobre el peligro de la burocracia. ¿Pero cómo se combate la burocracia? No es un fenómeno individual, de personas malas, oportunistas o corruptas, que esperan agazapadas la oportunidad de hacer daño, que les gusta mucho el papeleo o la comodidad del buró y el aire acondicionado, o que se sienten felices mientras más trabas ponen a la gente común. Pensar que ellas puedan ser controladas o combatidas por otro grupo de burócratas, personas buenas, responsables, honestas, decentes, comprometidas con el pueblo y el socialismo, es una actitud totalmente ingenua, y que deja intacto el problema del poder burocrático. No se puede plantear el problema en términos éticos, donde un grupo de funcionarios honrados controla a otros que no lo son. La burocracia es un fenómeno objetivo, de un grupo dominante, que en condiciones de atraso y aislamiento de la revolución, escapa al control popular y crea sus propios privilegios e intereses.
Que dentro de ella no todos sean corruptos, oportunistas y arribistas, y que los haya revolucionarios y honrados, es un dato importante, pero secundario, para el análisis que nos ocupa. La burocracia no puede controlarse a sí misma. El único control efectivo que se le puede oponer para evitar que ella se convierta en un peligro contrarrevolucionario es el de los trabajadores y pueblo en general. La planificación socialista sin una completa democracia obrera es pasto para el despilfarro, la ineficiencia y el robo. Lamentablemente en la actualidad el discurso político no apunta en dirección de un mayor control democrático de los trabajadores, sino en el reforzamiento del papel de los jefes.
Ningún análisis que pretenda el avance del proyecto cubano de justicia, libertad e igualdad social, puede limitarse al ámbito interno, a lo que está en nuestras manos y podemos hacer aquí. Al final, el factor decisivo del que dependerá el triunfo o no del socialismo cubano será el desenlace de la lucha de clases a nivel mundial. Las condiciones actuales de crisis capitalista y los vientos revolucionarios y de indignación que recorren el mundo, desde Estados Unidos y Europa hasta el mundo árabe, nos permiten mirar con optimismo el futuro y nos reafirman que nuestra causa es lo suficientemente justa y válida como para no ceder ni un ápice frente al capitalismo, que hace aguas por todos lados.
No se puede aspirar a una sociedad superior si las riquezas obtenidas se alcanzan a través de relaciones de producción que fomenten la desigualdad, la explotación, la competencia. Frente a una vía de utilización de medidas de corte capitalista, que no tendrá otra puerta de salida que el capitalismo, hay alternativas. Además del cuentapropismo, válido y permisible sólo a una pequeña escala, debíamos estar pensando también en fomentar cooperativas socialistas para determinados servicios, y en la implementación del control obrero en todas las fábricas y empresas, entre otras medidas que promuevan prácticas y valores solidarios. La solución socialista de la encrucijada cubana pasa por la democracia obrera en el partido y las estructuras estatales y de gobierno, la participación democrática de los trabajadores en la planificación de la economía, y una política internacionalista que promueva la extensión de la revolución socialista por América Latina y el mundo.
*Frank Josué Solar Cabrales es profesor de la Universidad de Santiago de Cuba.
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Seguramente que muchos cubanos hemos oído en algún momento del pasado esta frase, u otra parecida, pronunciada con acento de noble preocupación, de “esa iniciativa cultural, material audiovisual u obra literaria, tiene su sentido aprovechable, pero tal vez para el futuro, por ahora el pueblo no está maduro como para entenderla y solo le haría daño a la sociedad”.
 
Tal tratamiento podía ser el último remedio aplicable para cerrar la divulgación de una película como Alicia en el país de las Maravillas, Suite Habana, escritos que incluso ganaran premios literarios nacionales; ensayos y trabajos filosóficos de interés; géneros musicales de distintas latitudes y otras manifestaciones artísticas que podían hasta ganarse el mote de “diversionismo ideológico”. Fue también una impenetrable barrera durante muchos años para las personas comunes, que requerían seriales televisivos libres de los pesados lastres del realismo socialista y utopista que sufrieron durante décadas ¬–y todavía padecen en buena medida– los productos de nuestros medios masivos de comunicación.
 
Después de muchos años, se ha producido una situación más bien incómoda.
 
El desarrollo tecnológico, la proliferación de aparatejos tales como DVDs, memorias USB, la mayor conectividad de algunos cubanos que se abre paso hacia el resto, ha inundado el país de materiales de calidad heterogénea, una masa amorfa en la que abundan, más bien desbordan, las películas de violencia y matazones; la acumulación de videos clips más bien pornográficos a la manera más obscena y vulgarizante posible de las personas involucradas; los libretos deficientes, plagados de sentimentalismos banales y de celebración del modelo consumista occidental. Ni la programación de la televisión oficial se libra ya de estos problemas. Y con frecuencia, aparecen voces airadas de periodistas o intelectuales que se preguntan por qué el público cubano ha llegado con tanta facilidad a este estado, en que se conforma y consume productos tan poco coherentes con otros valores culturales que mucho se extrañan. De morboso interés resulta que las autoridades políticas y administrativas participen ocasionalmente de estas protestas, se pregunten cómo hemos llegado a este punto y llamen a darle remedio. Pero sobre el camino que nos condujo a este paradero, hay más bien poca reflexión.
 
Las tecnologías modernas han vuelto obsoleta la filosofía aquella de regular mediante el monopolio, las posibilidades de lo que el pueblo cubano pueda ver en las pantallas de sus hogares, o del cine. Pero ha ocurrido que los decisores de la política de divulgación perdieron la oportunidad, a lo largo de treinta o cuarenta años, de contribuir a la educación y promover el producto profundo, crítico, con todas las riquezas desde los puntos de vista artístico, cultural y social. Todo su abrumador e incontestado poder se petrificó en una idealizado, maniqueo y monótono discurso que representaba un mundo supuestamente lineal y sin contradicciones, y el discurso se tornó incapaz de mantener la atención del público una vez que aparecieron otras opciones, por más que estas otras sean con frecuencia de la más pobre calidad artística y humana.
 
¿Cómo calificar la obra de esas autoridades durante estas décadas? Permítanme recapitular: un inmenso poder, sin contrapesos, sobre lo que todos los ciudadanos podían recibir, estancado y tratando al público como menores de edad incapaces de usar sus intelectos porque “todavía no estaban maduros”; hasta que pasó tanto, pero tanto tiempo sin que se alcanzara “la madurez” que, ahora, el ex monopolio perdió su oportunidad sin haber logrado ese objetivo “educativo” y el público, que “demuestra” así su “inmadurez”, hace lo que le da su real gana…
 
Aquellos cuadros hicieron transcurrir décadas con los caminos bloqueados a cualquier cuento que contuviera a un miliciano que hubiera sentido un poquito de miedo; a una canción sobre un marinero que robara comida aunque después diera la vida; a conflictos en cualquier escenario que mostrara facetas diversas y contradictorias de la vida, del arte, de la sociedad... todo en nombre de la espera de una madurez a la que llegaríamos de alguna manera nebulosa en un futuro no menos indefinido, sin necesidad al parecer de digerir todos los ingredientes amargos pero necesarios para desarrollarnos, crecer y perfeccionarnos en el dialéctico y difícil proceso de construir una sociedad de mayores justicia, solidaridad y libertad.
 
Todo ese tiempo perdido. Todo ese potencial desperdiciado. Todas esas generaciones obligadas a renunciar a sí mismas. Todo ese daño infligido a la nación que ahora, como resultado, vaga más o menos a la deriva, con muy poco criterio y presa de las peores banalidades del kitsch, las fiestas de quince, las candilejas de los reality shows, las vidas de la gente rica y famosa y todo aquello que hipoteque el cerebro para que el trabajador no se ponga a pensar en términos de clase. Todo eso no se puede calificar de otra manera que como una actitud deleznable, antipatriótica, anticubana.
 
Como si no fuéramos capaces de aprender la lección, ahora estamos viviendo la segunda parte de este drama. Y como señalara sardónicamente el viejo Marx, la repetición de un drama histórico se convierte en una farsa. Ahora, la misma clase que enajenó a la nación sus medios masivos tradicionales pretende convertir a las nuevas tecnologías como Internet, las redes digitales, etc., en un feudo sobre el que solo ellos claman dominio. El pueblo, podemos escucharles decir, necesita primero ser “educado”, “instruido” en las oportunidades y peligros de estas nuevas herramientas que, fuera del control de autoridades competentes –o sea, ellos mismos– no son sino armas nuevas del enemigo viejo del Norte.
 
Tendido el famoso cable de fibra óptica hasta la hermana república de Venezuela, el argumento de la limitación de la conexión por satélite se volvió obsoleto. De tal forma solo les queda, a los que hoy tienen el monopolio de esa tecnología en nuestro país, aferrarse a aquellos criterios que amenazan en base a los peligros reales o supuestos de dejar en manos del pueblo “inmaduro” sus enormes potencialidades.
 
Estas autoridades están bloqueando hoy, como lo hicieron en el pasado con los medios característicos de la época anterior, las posibilidades de desarrollo de las personas. Obstaculizan de esta forma el crecimiento económico e intelectual de la sociedad cubana. Dificultan las comunicaciones, las redes comunitarias, de solidaridad, todo ello sin delinear, consensuar o siquiera debatir públicamente un plan para ir extendiendo los tan necesarios recursos de una manera escalonada y a la vista de todos.
 
Sin ningún género de dudas, estas autoridades perderán mañana el monopolio sobre estas capacidades tecnológicas hoy novedosas, como ya perdieron el monopolio sobre las tecnologías menos recientes. Con el avance de las industrias electrónicas, informáticas, etc., no pasará mucho tiempo hasta que conectarse a las redes globales sea tan fácil como mirar la hora en un reloj de pulsera o escuchar la radio. Las personas se conectarán con dispositivos o acciones triviales, imposibles de controlar, limitar o verificar. Para ese entonces, se habrá vuelto a hacer tarde para que aquellos, que hoy tienen el poder monopólico gigantesco e incontestado sobre Internet, hayan aportado sustancialmente con ese poder al empoderamiento de los trabajadores, al desarrollo de las comunidades y los valores socialmente más apreciados.
 
Para ese entonces, los años malgastados, las frustraciones vividas, las potencialidades mutiladas y todas esas consecuencias de la mentalidad actual de control totalitario nos harán considerar, de manera inequívoca, que la actitud mantenida por estas autoridades habrá costado un precio doloroso y funesto para el país; se habrá causado un daño tal que nuestros hijos nos preguntarán cómo se puede haber sido tan anticubano.
 
Parece mentira, pero si algún grupo conocidamente pro-capitalista habla de promover la internet en Cuba, y le enseñan a algunas personas a manejarse en la WWW, podríamos cuestionarnos si no le estarán haciendo involuntariamente un favor a nuestra sociedad, al hacerle abrir los ojos a la necesidad de involucrarse más en ese asunto. Fíjense si no, que cuando el denostado Festival Clic, el gobierno cubano sintió la necesidad de realizar un “contra-festival” que, según la prensa nacional, convocó a muchos miles de personas en los Joven–Club para hablar de esos temas de los blogs, Facebook, etc. Le puedo dar todo el crédito a las noticias oficiales sobre este evento del gobierno, y todavía me río y lloro un poco al imaginarme qué le dio la motivación. Por mí, si para que el gobierno camine hacia delante y hacia la izquierda necesita que lo pinchen desde atrás y desde la derecha, pues venga, todavía resultará que otro artefacto subversivo del extranjero larga el tiro por la culata y al mismo tiempo nos hace caminar en la dirección correcta.
 
Y a aquellos que intentan enlodar a sitios alternativos, diversos, de izquierda, anticapitalistas, de personas honradas y trabajadoras, como los miembros del colectivo Havana Times, porque notan estas contradicciones, solo puedo recomendarles que recapaciten sobre los discursos del general en jefe, Raúl Castro, especialmente en sus críticas a aquellas manifestaciones autoritarias, burocráticas, de mentalidad obsoleta, que constituyen hoy los mayores peligros para nuestra República socialista, y que ya bastante la han perjudicado de las maneras que aquí se ha criticado.
 
Lo piensa
 
Rogelio M. Díaz Moreno
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Físico, poeta y cuerdo
Tribunero 4297 de la COCO
 
 
"Yo dono rosas, oro no doy"
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Entonces, dónde está el verdadero enemigo
Crear, inflar y alentar “enemigos”… solo puede servir a quienes pretenden desviar la atención, a favor de quienes pretenden restaurar el capitalismo privado y hacerle el juego
Por Pedro Campos
 
Una cierta prensa que se nos presenta como defensora de la “revolución” y que concentra sus ataques en la actividad “diversionista” de blogueros, periodistas, defensores de los derechos humanos y civiles y de intereses de distintos sectores de la sociedad cubana desde una posición independiente del estado y, en general dedicada a tratar de descalificar y difamar al pensamiento diferente, en verdad trata de desviar la atención pública de los problemas que ponen en el peligro el futuro del proceso revolucionario cubano y de sus causas sistémicas.
 
Se trata de un grupito de “periodistas” que en sus profusos artículos, con más calificativos que información comprobada, nunca o casi nunca abordan, y cuando lo hacen se quedan en la superficie,  los problemas del burocratismo, la corrupción, la excesiva centralización del poder económico y político, las dificultades derivadas de las absurdas políticas económicas monopólicas y la ausencia de control popular y de los trabajadores sobre los procesos que se pretenden “socialistas”.
 
No menciono nombres, porque todo el mundo sabe a quiénes me refiero, en qué medios  “escriben”, cuáles son sus motivaciones y además porque mi objetivo no es desacreditar a nadie en particular, sino poner al descubierto que tales métodos nada tienen que ver con el socialismo y la revolución, existiendo mejores causas a las cuales dedicarse.
 
Para estos consagrados a combatir al “enemigo imperialista y sus agentes”, reales o ficticios, hay que defender a capa y espada todo cuanto ha hecho “la revolución perfecta” –entendida ésta como la obra de un estado-, no importan sus resultados prácticos, sus “efectos colaterales”, ni que nos haya puesto al borde del abismo.
 
Para ellos el “socialismo de estado”,  burocrático, llamado “real”, de la URSS y el “campo socialista”, no se derrumbó a consecuencia de sus propias desviaciones y errores, de sus absurdas políticas en todos los órdenes, sino como resultados de la actividad enemiga del imperialismo y sus agentes, de la “traición” de Gorbachov y otros.
 
E identifican  la misma analogía para Cuba, no importa que Fidel y Raúl hace años ya hayan dicho  que en caso de desastre aquí, no  sería el imperialismo el culpable, sino la incapacidad de los propios revolucionarios cubanos para rectificar sus errores.
 
Y en verdad, lo único que están logrando es desviar la atención de sus lectores, de la realidad de lo que está pasando en Cuba. De la lucha de todo un pueblo, de sus trabajadores contra una burocracia que intenta secuestrar el proceso revolucionario, adueñarse del mismo para convertir el capitalismo monopolista de estado en que ha resultado el “socialismo estatal”, en un capitalismo cada vez más particular y de monopolios de grupos desprendidos del estado, con plena autonomía para explotar asalariadamente a sus trabajadores.
 
Crear, inflar y alentar “enemigos” que en verdad no comportan peligro de envergadura para el proceso de socialización y democratización de la economía y la política del país, aunque algunos de ellos sean partidarios del liberalismo burgués, cuando la burocracia retardataria, con poder real, que nada quiere cambiar, está obstaculizando ese proceso; solo puede servir a quienes pretenden desviar la atención a favor de los que procuran restaurar el capitalismo privado en nuestro país.
 
Son los burócratas estatalistas los que están impidiendo el cooperativismo, obstruyendo la participación real y directa de los trabajadores y el pueblo en los procesos de toma de decisión, obstaculizando la libertad de información-discusión-discernimiento y asociación del pueblo cubano, violando la propia Constitución Socialista y procurando privatizar los medios de producción, abiertamente, entregarlos al capital extranjero o a través del eufemísticas “autonomías empresariales”, sin control democrático de los trabajadores, a los grupos de poder creados al amparo del estado. Son ellos los contrarrevolucionarios más peligrosos.
 
Así por ejemplo, un conocido analista de la situación cubana, agente secreto de la Seguridad del Estado por muchos años, Manuel David Orrio, nada sospechoso de servir a la CIA y el Imperialismo, declaró recientemente en entrevista a Orestes Martí: “Mientras se “come de lo que pica el pollo” con “diversionismos ideológicos” como los de Yoani Sánchez o Antonio G. Rodiles, ese formidable “agente de la CIA” que es la inflación, o su extremo, la hiperinflación, minan las bases del sistema político criollo y ponen en peligro a la mismísima independencia de la Nación”. (Ver entrevista en la revista digital Hermes)
 
Y los estudiosos de Marx, saben que las causas de la inflación son sistémicas, propias de los modelos económicos sustentadas en el trabajo asalariado, el cual genera productos cada vez más caros, para compensar los altísimos e irracionales niveles de vida de los dueños del capital –sean privados o estatales-, para pagar los altos costos de las nuevas técnicas y maquinarias de producción que les permiten mantenerse en competencia y para engrosar los presupuestos que sostienen sus estados burocráticos y fuerzas militares y de seguridad.
 
Todo, desde luego, a costa del trabajo semi-esclavo de los asalariados. (Ver C. Marx. El Capital. T-III, Sección Tercera. Ley de la tendencia decreciente de la Cuota de ganancias. Buena parte de las explicaciones burguesas posteriores, hacen caso omiso de esta ley, descubierta por Marx, o la tienen en cuenta solo parcialmente).
 
Pero no, esos “combatientes de la palabra” que, por cierto viven todos mejor que los miembros de la “Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana”, que sí se jugaron la vida y muchos resultaron afectados de distintas maneras en batallas frontales contra el enemigo imperialista y no pocos tienen que comer en comedores malolientes,  subsidiados, que algunos tecnócratas y economicistas han pretendido cerrar, no analizan en sus escritos a los “agentes” de la CIA que menciona Orrio y mucho menos a sus responsables directos: lo que mantienen y alientan en Cuba la explotación capitalista asalariada de los trabajadores.
 
Es claro: inventar enemigos, inflar “fetiches contrarrevolucionarios”, culpar al imperialismo de todas nuestras desgracias, ha sido siempre una estrategia de la burocracia. El mismísimo Presidente Raúl Castro ha dicho que se deje de invocar al imperialismo como responsable de nuestras desgracias.
 
¿Quién tiene en Cuba la intención y la capacidad real de desviar el proceso revolucionario cubano hacia el capitalismo privado? ¿Quién es el verdadero y principal enemigo del proceso de socialización y democratización de la economía y la política, la esencia misma de la revolución, en esta Cuba de hoy?‘
 
“¿Entonces, qué piensan ustedes?”. Tal, era la manera, según me han contado, de provocar el razonamiento, de un destacado profesor de marxismo en el Curso Superior de la Inteligencia Soviética para altos oficiales de la Inteligencia Cubana, por allá por los años 80´. Por cierto, también me cuentan, que muchos en la Inteligencia Soviética y en el Departamento de Marxismo de la Academia de Ciencias de la URSS, a donde pertenecía aquel insigne profesor, eran partidarios de acelerar y profundizar la Perestroika de Gorbachov, pero no les hicieron caso y vino el golpe de estado de los militares, con todas sus consecuencias conocidas.
 
Socialismo por la vida.
 
La Habana, 11 de julio de 2012 perucho1949@yahoo.es
 

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