viernes, 20 de julio de 2012

FALLO DE ARIZONA EN EL TRIBUNAL SUPREMO ?QUIEN GANO?

Quién ganó?
Print

Por Max J. Castro
majcastro@gmail.com This e-mail address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it
Cuando hay elecciones, generalmente queda claro quién ganó y quién perdió. Como toda regla, tiene sus excepciones. Las elecciones presidenciales de 2000 en EE.UU. es una de esas excepciones. En ella, Al Gore obtuvo cientos de miles de votos más que George W. Bush. En cualquier democracia moderna, eso significaría que Gore ganó: fin de la historia. Pero una combinación de factores –la arcaica y antidemocrática institución del colegio electoral, innumerables trucos sucios en el estado de la Florida, y un Tribunal Supremo inclinado a la derecha– le sirvieron en bandeja una victoria a Bush que no se merecía en modo alguno.
Pero las elecciones presidenciales de 2000 fueron una chiripa. En general, las elecciones dan un ganador y uno o más perdedores. Eso es así hasta en semidemocracias en ciernes como Egipto, donde un candidato islamista acaba de derrotar al contendiente apoyado tanto por los militares como por las elites civiles. Sin embargo, cuando se trata de una decisión del Tribunal Supremo de EE.UU., la victoria a veces depende del cristal con que se mire. Considérense algunos de los titulares de los medios y las distintas declaraciones de importantes políticos a partir de la decisión tomada el lunes por el Tribunal Supremo acerca de la draconiana ley de inmigración de Arizona:
“Tribunal Supremo frena ley de inmigración de Arizona, pero mantiene las disposiciones clave” (Noticias Fox).
“Tribunal Supremo Elimina Disposiciones Clave de Ley de Inmigración de Arizona” (Radio Pública de Vermont).
“Tribunal Supremo de EE.UU. Rechaza Gran Parte de la Ley de Inmigración de Arizona” (La Voz de Las Américas).
“Gobernador Jan Brewer de Arizona acerca de la decisión de inmigración: Ganamos” (CNN).
“Tribunal Supremo apoya parte de estricta ley de inmigración de Arizona” (Boston Herald).
“Me complace que el Tribunal Supremo haya eliminado disposiciones clave de la ley de inmigración de Arizona. Lo que esta decisión deja indudablemente en claro es que el Congreso debe actuar en lo referente a una ley total de inmigración. Una mezcolanza de leyes estatales no es una solución para nuestro fallido sistema inmigratorio –es parte del problema. Al mismo tiempo, me sigue preocupando el impacto práctico de las disposiciones restantes de la ley de Arizona que requieren que los funcionarios policiacos locales revisen el status de inmigración de cualquiera que tan siquiera sospechen que estén aquí ilegalmente” (Presidente Barack Obama).
“Jan Brewer: Arizona pondrá en vigor cuanto antes la política de ‘muéstreme sus documentos’” (Los Angeles Times).
“Mitt Romney reiteró su apoyo al derecho de los estados a poner en práctica las leyes inmigratorias, pero no ofreció su opinión acerca de la decisión del Tribunal Supremo el lunes de eliminar tres disposiciones impugnadas de una controvertida ley de inmigración de Arizona. En su lugar, Romney acusó al presidente Obama de no avanzar en materia de reforma inmigratoria” (Noticias CBS).
¿Entonces quién ganó esta batalla y cuáles serán las consecuencias del fallo?
Claramente, con un Tribunal Supremo tan inclinado a la derecha como este y con un historial de hostilidad con respecto a la administración Obama, podría haber sido mucho peor. Si todas las disposiciones de la ley de Arizona hubieran sido ratificadas, eso habría alentado a muchos otros estados a diseñar sus propias draconianas reglas inmigratorias. Esta decisión brinda solo una estrecha ventana a los estados que se inclinan a copiar leyes. El Tribunal afirmó que la inmigración es en lo fundamental una responsabilidad federal, no algo con lo que puedan jugar los estados afligidos de xenofobia y, más específicamente, latinofobia.
Desde el punto de vista político, la decisión es una buena noticia para la administración Obama. Se hizo de la victoria en tres de las cuatro partes impugnadas. En cualquier deporte, un promedio de .750 es extraordinario. Para una administración a la que el Tribunal Supremo le ha dado más derrotas que victorias, es poco menos que un milagro.
El hecho de que el Tribunal ratifique una parte detestable de la ley –la que permite a la policía determinar el status de inmigración de una persona que ha sido detenida por un delito no relacionado con la inmigración, cuando haya una causa razonable para creer que el individuo está ilegalmente en el país, se le atraganta a cualquiera y de alguna manera disminuye la celebración. También permite a Jan Brewer cantar victoria y amenazar con ponerla en vigor tan pronto como sea posible.
Pero Brewer alucina. Esta no fue una victoria para los xenófobos de Arizona, el Partido Republicano o su candidato presidencial.
Obama ganó. Una derrota total hubiera reforzado la opinión entre muchos latinos de que Obama, quien recibió un masivo apoyo de la comunidad hispana en 2008, en el mejor de los casos es impotente cuando se trata de defender sus derechos. El hecho de que en esta oportunidad la administración bateó por ellos y dio al menos un triple, aunque no un jonrón, mientras que Romney se limitó a emitir una declaración aparentemente equívoca, pero que en esencia refirma su apoyo al derecho de los estados a hacer una ley de inmigración para complacer los prejuicios locales, aclara en buena medida quien se encuentra junto a la comunidad latina y quién no. La declaración de desacuerdo de Obama con el tribunal en relación con la disposición que se ratifica elimina toda duda.
Esa no es la única razón de que este fallo es una mala noticia para Mitt Romney. Desde que ganó la nominación, Romney ha tratado de inducir la amnesia entre los latinos y otros inmigrantes en relación con su rabiosa posición antiinmigrantes durante las primarias republicanas. Su principal táctica ha sido cambiar el tema a otros asuntos, culpando a Obama de la alta tasa de desempleo, en especial entre los latinos.
Ese tema de discusión de Romney no funcionaba incluso antes de la decisión acerca de Arizona. Las encuestas mostraron consistentemente que Obama aventajaba a Romney por un gran margen entre los hispanos.
Los latinos, ya sean indocumentados o norteamericanos nativos de cuarta generación, comprendieron a carta cabal la retórica antiinmigrante como un código racista fácilmente descifrable. El hecho de que el significado simbólico de este asunto para la comunidad latina trasciende el status migratorio de un individuo se demostró de manera dramática hace casi veinte años en California.  En ese estado, el gobernador republicano Pete Wilson logró que se aprobara la notoria Proposición 187, la cual pretendía negar casi todos los servicios públicos a los inmigrantes indocumentados.
Fue una victoria pírrica. Los electores latinos, que siendo ciudadanos no serían afectados adversamente por la medida, votaron masivamente en contra de ella. Y desde entonces han castigado al Partido Republicano. Para colmo, los tribunales fallaron en contra por casi todas las disposiciones de la Proposición 187 por considerarlas anticonstitucionales.
Republicanos como Jan Brewer y Mitt Romney no parecen ser capaces de comprender el mensaje. Al igual que el escorpión que va en el lomo de la tortuga cruzando el río y mata a su salvavidas y muere ahogado, no lo pueden evitar. Es su naturaleza. O más exactamente, es la naturaleza de la base del partido, la cual ha sido la beneficiaria del apoyo del sector más racista del electorado norteamericano desde que los demócratas se convirtieron en los campeones de los derechos civiles, allá por la década de 1960. En esta oportunidad, esa característica puede que les cueste la Casa Blanca a los republicanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario