martes, 3 de julio de 2012

SPD 106


----- Mensaje reenviado -----
De: Perucho Figueredo <perucho1949@yahoo.es>
Para: Figueredo Perucho <perucho1949@yahoo.es>; Sautie Felix <fsautie@yahoo.com>; Sautie Felix <fsautie@yahoo.com>
Enviado: Martes 3 de julio de 2012 17:46
Asunto: SPD 106

SPD-106
No. 106 (28/año 4). La Habana, 3-julio/2012
 
“Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”.
Art. 53 de la Constitución
 
Boletín por un socialismo más participativo y democrático.
Artículos, notas, reseñas, publicaciones de interés.
Los autores son los responsables de sus escritos.
Reenvíe este boletín a todos los que estime conveniente.
Se autoriza la reproducción total o parcial en cualquier soporte.
Recopilación de Pedro Campos. CE perucho1949@yahoo.es
Se agradece críticas, comentarios, sugerencias y opiniones sobre forma/contenido
El boletín SPD se puede encontrar en el sitio WWW.cuba-spd.com
 
ÍNDICE
 
El burocratismo
Por Graziela Pogoloti.
 
Prioridad 170
Siga la burocracia olvidándose del estimulo al trabajo, mientras siguen aumentando los precios, que el trabajo va a terminar olvidándose de de la burocracia.
Por Pedro Campos
 
El modelo de la agricultura estatal cubana ha demostrado durante décadas su improductividad. La agricultura más productiva de Cuba es la de los pequeños campesinos y cooperativistas.
Por Fernando Ravsberg
 
 
Eficiencia y disciplina de ordeno y mando 
Por Félix Sautié Mederos
 
CONTENIDO
El burocratismo
Por Graziela Pogoloti. Tomado de Juventud Rebelde
El fenómeno del burocratismo ha sido objeto de crítica desde la consolidación del Estado moderno y la formación de las grandes empresas.
Con el surgimiento del realismo, los escritores advirtieron la aparición del minúsculo personajillo acuartelado en sombrías oficinas, siempre deseoso de disfrutar una parcela de poder y redondear su magro salario con los beneficios, más o menos jugosos, del soborno. Gogol, Balzac y Maupassant ofrecen una galería de retratos ejemplares. En la Cuba colonial emergió Mi tío el empleado de Ramón Meza.
Las ciencias sociales siguieron los pasos de la literatura. Una considerable bibliografía elaborada en el amplio espectro ideológico que se extiende desde la derecha anticomunista hasta la izquierda crítica ha considerado el problema con el instrumental de la economía, la sociología, la politología.
Sin lugar a dudas el burocratismo fue un factor digno de consideración en el análisis de las causas que condujeron a la caída del socialismo europeo, instalado en territorios que heredaron rasgos culturales del imperio de los zares y del imperio austro-húngaro. Los dirigentes cubanos advirtieron el peligro desde fecha temprana. Abundan las reflexiones de Fidel y el Che al respecto.
Como ha ocurrido en el análisis de este y otros problemas, el planteamiento conceptual no ha sido asimilado en toda su profundidad por los estratos intermedios encargados de aplicar las medidas necesarias atendiendo a las características propias de cada área de la producción y los servicios. Por otra parte, al cabo de un tiempo, el tema ha pasado al olvido sin tener en cuenta que la naturaleza del burocratismo incluye la capacidad de reproducirse y adaptarse a las circunstancias. Al igual que la mala yerba, nunca llega a extirparse por completo.
Vinculado al ejercicio de alguna instancia de poder, el burocratismo genera un tipo de mentalidad, reconocible en los más variados sectores de la sociedad. Muy fácil de identificar, el pequeño funcionario recoge migajas y choca diariamente con quienes acuden a oficinas de trámites o centros de servicios para cualquier diligencia. Genera colas, demoras infinitas, idas y vueltas a través de la ciudad, ofrece información insuficiente, fabrica razones de irritación y de pérdida de credibilidad en el papel y la eficacia de las instituciones.
Sin embargo, el personaje más dañino permanece oculto e inaccesible tras bambalinas, embargado siempre en interminables reuniones, a pesar de las advertencias formuladas por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro. Tiene una poderosa coraza defensiva. Teje una extensa red transversal a través de toda la sociedad por vía del compromiso personal, la amistad y el nepotismo. Habituado a la rutina, aguarda las indicaciones metodológicas, sin evaluar propuestas propias, atenidas a las especificidades de su esfera laboral. Frena la iniciativa y la creatividad. Olvida la función que le corresponde en beneficio de la agricultura, la construcción, la educación o la cultura para cumplir de manera adecuada en lo formal las metas cuantitativas prefijadas, desacatando la atención debida a la calidad, factor indispensable de eficiencia económica. Evita buscarse problemas. Ducho en la elaboración de informes, ha instaurado la peculiar retórica del «no obstante» y del «estamos trabajando en esa dirección». Con ese espíritu, se llevan a cabo periódicas y panglossianas asambleas de balance, ocasiones perdidas para la revitalización del análisis colectivo.
Para movilizar el comprometimiento responsable de los trabajadores, antídoto del acomodamiento mental, hay que abandonar, asimismo, la relación de objetivos profusos y difusos a favor de definiciones concretas sustentadas en la concepción realista y precisa del punto de partida y el punto de llegada. Y, sobre todo, replantear una y otra vez por qué y para qué se hacen las cosas.
Para paliar la inercia, la crítica eficaz en los medios y la atención a las quejas del pueblo son instrumentos necesarios, pero insuficientes. Hay que rescatar la verdadera función de la autocrítica. Los filmes japoneses incorporaron la palabra haraquiri al lenguaje cotidiano. En su origen, se trataba de una inmolación voluntaria en pago de una culpa. En nuestro contexto, el término se desvirtuó. Devino fórmula para salir de un atolladero.
Porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, la autocrítica implica, en primer lugar, el análisis aleccionador de las causas y razones del error cometido. La autocrítica no es acto de contrición ritualizado en un ceremonial. Es instrumento de examen para profundizar en los motivos de los problemas y despejar obstáculos en el camino de una realidad cambiante, donde las fórmulas de ayer pierden validez con el inevitable poder transformador del tiempo. En el plano de la subjetividad, se integran al aprendizaje enriquecedor del tránsito por la vida.
En el combate permanente contra la capacidad reproductiva del burocratismo, crítica y autocrítica se complementan con el rescate del profesionalismo. Al hacerse cargo del Ministerio de Industrias, el Che tuvo que apelar a la colaboración de administradores que apenas habían vencido el sexto grado. Con la mirada lúcida capaz de perforar las esencias del presente y del porvenir, sabía de la enorme complejidad del proceso de edificación de la sociedad por el hombre y para el hombre. Prestó atención prioritaria a las vías de superación de cuadros y trabajadores. Para las mayorías, había que implementar escuelas. En cambio, para quienes compartían con él altas responsabilidades, diseñó programas alternativos a fin de incentivar la capacidad de análisis y la incorporación de conocimientos indispensables para elaborar concepciones estratégicas. Como se sabe, quiérase o no, en el día de hoy se construye simultáneamente el mañana.
A mi edad ya provecta, se acrecienta mi facultad de admirar, allí donde es reconocible, la grandeza de los seres humanos. En este complejo siglo XXI, la utilidad del ejemplo del Che sigue creciendo. Fue el guerrillero que unió pensamiento y acción. Fue el intelectual preclaro, de sólida formación humanista que no desdeñó el papel de la teoría. Léase su carta a Armando Hart, cuando sobre el costillar de Rocinante firmaba ya con el pseudónimo de Ramón. Puede encontrarse en la recopilación de sus textos filosóficos recién publicada por Ocean Press y por el Centro Ernesto Che Guevara.
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Prioridad 170
Siga la burocracia olvidándose del estimulo al trabajo, mientras siguen aumentando los precios, que el trabajo va a terminar olvidándose de de la burocracia.
Por Pedro Campos
 
Resumen: la más clara referencia a estimular el trabajo en los lineamientos del VI Congreso se encontrará en el lineamiento 170. Y hasta él evidencia que su objetivo principal no es ese, ni  satisfacer las necesidades de los trabajadores, sino generar  productos y servicios e incrementar la producción y la productividad”. Los fines y medios se trastocan. Los lineamientos, confiaron el  aumento de la producción a medidas tecnocráticas, fundamentalmente. Olvidaron lo más importante: si no hay estímulo al trabajo, no hay aumento en la producción. Los salarios de los trabajadores, -para no hablar de que el socialismo es el camino a la abolición del trabajo asalariado-, no están en la prioridad de la burocracia. Ahora, a cuatro años de iniciada la “actualización” se vuelven a aumentar los precios al por menor en las tiendas por divisa, para compensar los déficits económicos del estado, creados por sus propias políticas. De nuevo, la ineficiencia del sistema estatalista caerá sobre los hombros del pueblo, de los trabajadores. Por desgracia, el gobierno-partido sigue aferrado a los viejos esquemas dogmáticos neo-estalinistas del trabajo asalariado estatal, la disciplina impuesta, la “planificación” centralizada, el monopolio estatal de los mercados y el sistema político de la “dictadura del proletariado”: el control absoluto por el estado-gobierno-partido de toda la vida política del país.  Todavía nuestros “leninistas” no entienden a Lenin, cuando expresó que el socialismo era el cooperativismo generalizado; ni su marxismo les permitió comprender que la revolución era el cambio en las relaciones de producción, que en las cooperativas estaba el nuevo modo de producción, que el trabajo asalariado era el modo de la existencia del capitalismo y que los trabajadores debían abolirlo y luchar por establecer el trabajo libre asociado y la República Democrática de los trabajadores. Los precios aumentan y la producción disminuye, a causa –dicen- del aumento de los precios internacionales de los alimentos. Olvidan que Cuba siempre fue productora-exportadora de alimentos y que toda la filosofía económica del estado centralizador de la propiedad, vida y haciendas de los cubanos, la llevó de gran exportadora a gran importadora de alimentos. Entonces ¿Dónde está el problema, en los precios internacionales de los alimentos o en la filosofía y  las políticas económicas? Siga la burocracia con sus políticas estadocéntricas y olvidándose del estimulo al trabajo, que el trabajo va a terminar olvidándose de de ella y, después, no le echen la culpa al imperialismo, y a la “contrarrevolución” restauradora del capitalismo, que ya cuesta trabajo identificar, dónde está. Si no saben hacer socialismo, déjenlo a los trabajadores.
 
Artículo completo:
 
Por mucho que se busque el estímulo al trabajo en los lineamientos aprobados por el VI Congreso del PCC, la más clara referencia se encontrará en el lineamiento 170.
 
Éste expresa textualmente: “Asegurar que los salarios garanticen que cada cual reciba según su trabajo, que este genere productos y servicios con calidad e incremento de la producción y la productividad y que los ingresos salariales tengan un reflejo efectivo en la satisfacción de las necesidades básicas de los trabajadores y su familia”.
 
Y hasta en este lineamiento se evidencia que su objetivo principal no es estimular el trabajo, satisfacer las necesidades de los trabajadores, sino generar  “productos y servicios e incrementar la producción y la productividad”.
 
Lo que debía ser fin: satisfacer las necesidades de los trabajadores, aparece,  básicamente, como medio. Y lo que debía ser medio: generar productos y servicios, aparece fundamentalmente, como fin. Un trastoque total entre fines y medios. Para el capitalismo el fin es la ganancia para lo cual hay que aumentar la producción. Para el socialismo el fin debería ser satisfacer las necesidades de los productores.
 
En ese lineamiento, se hace referencia dos veces al salario –que caracteriza la forma capitalista de producción- y jamás, en ningún lineamiento, se habla de distribución de una parte de las utilidades de las empresas entre los trabajadores, tal y como se propuso expresamente por Fidel en el programa del Moncada, La Historia me absolverá, nunca concretada.
 
La repartición de una parte de las utilidades entre los trabajadores es fundamental, estratégica, la base real de una distribución socialista. Nunca es tarde.
 
Los que concibieron e impulsaron la aprobación de los lineamientos, evidentemente confiaron el  aumento de la producción al “perfeccionamiento” de los mecanismos y sistemas de control del estado, al ahorro, a la “eficiencia”, a la introducción de la técnica, a la compactación de ministerios y reducciones de plantillas y subsidios, a las política inversionista, fiscales, monetarias y de precios, a la inversión de capital extranjero: en fin a medidas tecnocráticas, fundamentalmente.
 
La movilización interesada, real y efectiva de los trabajadores, sin la cual es imposible cualquier obra social de consideración, brilla por su ausencia en los lineamientos.
 
La repartición burocrática de tierras a campesinos individuales, con su enfoque pequeño burgués, desligado de la cooperación entre productores, ha estimulado sobre todo el trabajo asalariado en el campo para los campesinos ricos, cuando debió realizarse sobre el fomento del cooperativismo. Es verdad que se exige a los nuevos campesinos incorporarse a una CCS, “Cooperativa de Créditos y Servicios”; pero todos sabemos que estas CCS facilitan el trabajo asalariado y están preñadas de controles burocráticos y enfoques mercantilistas, que distorsionan el cooperativismo socialista.
 
Olvidaron lo más importante, a lo que se debieron dedicar varios y más priorizados lineamientos: para que haya producción tiene que haber estímulo, si el productor no tiene un interés directo en producir, en trabajar mejor, si no hay estímulo al que trabaja, no hay aumento posible de la producción. Los tecno-burócratas piensan así:; “para aumentar salario,  primero hay que aumentar la producción”, como si ésta fuera posible sin estímulo.
 
Artículos anteriores han explicado como el valor de la fuerza de trabajo empleado en producir una mercancía, va incluida en el precio. Esto se conoce desde antes de Marx. Pero algunos de nuestros burócratas, disque comunistas, el socialismo no considera mercancía la fuerza de trabajo y por tanto no está interesado en producir “mercancías” para el mercado interno, pero para el externo, en busca de divisas, sí venden hasta su alma, como si no existiera ninguna relación entre ambos mercados.
 
Esa visión dicotómica del mercado explica y justifica muchas cosas. Ya se ha explicado, también, cuan dañino ha sido dar máxima atención al mercado externo y considerar al interno una simple distribución de productos. Hasta el presente, ninguna sociedad ha generado un solido mercado externo, sin haber desarrollado primero el interno.
 
Es parte de la satanización del mercado, por el “socialismo” trasnochado, cuando el diablo está en el trabajo asalariado.
 
Hoy, cuatro años después de haberse iniciado la aplicación de las medidas de la actualización, aprobadas por el partido cuando ya se estaban aplicando, lo evidente es una disminución general en la producción nacional y se anuncia un nuevo aumento de los precios en los productos de masivo consumo popular en divisas, para compensar los déficits económicos del estado, creados por sus propias políticas, con su consecuencia directamente proporcional en la disminución del poder adquisitivo de los salarios.
 
De nuevo, la ineficiencia del sistema estatalista caerá sobre los hombros del pueblo, de los trabajadores. No hay derecho. No es justo. ¿Por qué no se reducen las prebendas de la burocracia, sus carros cómicos, sus cuotas de gasolina, sus tiendas y cuotas especiales, sus vacaciones en instalaciones turísticas de divisa pagadas a un peso cubano por un CUC?
 
Es ella la responsable de la situación, no el pueblo ni los trabajadores.
 
Es claro: hasta ahora, las medidas estadocéntricas de la actualización, concentradas en la disminución de los empleos y subsidios estatales, la liberación de algunas absurdas prohibiciones y en promover un limitado numero de actividades por cuenta propia y la contratación de trabajadores por éstos, no están alcanzando los impactos esperados en el aumento de la producción y en la solución de los principales problemas que agobian al cubano medio.
 
Y es que de haberse aplicado siquiera medianamente, ese aislado lineamiento 170, -quizás el número indique la prioridad-, la situación hoy no sería la misma.
 
Pero no, el lineamiento 170 no está priorizado. Los funcionarios públicos están enfrascados en otros asuntos y no en “Asegurar que los salarios garanticen que cada cual reciba según su trabajo… que los ingresos salariales tengan un reflejo efectivo en la satisfacción de las necesidades básicas de los trabajadores y su familia”.
 
Los salarios de los trabajadores, -para no hablar de que el socialismo es el camino a la abolición del trabajo asalariado-, no están en la prioridad de los dirigentes ministeriales y partidistas, pues ni se mencionan, como si la gente tuviera que trabajar por agradecimiento para el estado.
 
En sus visitas ocasionales a centro de producción o servicios, a obras de infraestructura, centran su atención en el cumplimiento o incumplimiento de los planes, en los cronogramas de inversión y otros por el estilo. Y las causas las de los problemas las “encuentran” en la “actitud” de los trabajadores y del “cuadro” designado para dirigir los planes.
 
No se ha visto en la prensa que alguno se preocupe de cómo se refleja lo que gana o deja ganar la empresa, en los ingresos de los trabajadores. Ni siquiera parecen percatarse del nivel de deserción actual de los empleos técnicos, profesionales y de servicios en el estado, que emigran al sector privado, con mejor paga.
 
¡Qué fomento arbitrario del capitalismo más primitivo! Si se lo hubieran propuesto, no lo hubieran hecho mejor.
 
No saben que, probablemente en menos de un  año, la cifra de desertores del trabajo estatal por voluntad propia, dejará chiquita la de millón y medio de trabajadores que pensaban despedir, y no precisamente de los empleos que se proponía reducir el estado, si éste mantiene los salarios y precios actuales.
 
Una conversación con dos jóvenes profesionales, un ingeniero y un informático, por separado, desertores del sector estatal fue elocuente: “trabajamos varios años para el estado y no tenemos nada. Empezamos hace poco en el sector privado -uno por cuenta propia y otro para un pequeño capitalista- y ya sentimos la diferencia en nuestras condiciones de vida, ganamos más, tenemos más tiempo y nos sentimos más libres”.
 
El discurso burocrático, no por conocido y esperado sigue sorprendiendo: “hay que trabajar más, hay que exigir más, hace falta más disciplina, más control de los responsables”. ¿Hasta cuándo la misma cantaleta voluntarista de los años 70-80?
 
Los dirigentes de la economía siguen enfrascados en la macro-economía, el marketing y el estudio de cuanto best-seller aparece de economista burgués contemporáneo.
 
Los que nunca entendieron qué cosa  es el socialismo ni cómo se construye,  tarea histórica que corresponde a los trabajadores y no a ellos, parece que no se percatan realmente de que con sus “des”-medidas están impulsando una transición al capitalismo privado. ¿O sí?  No han faltado advertencias. La historia hablará.
 
Por desgracia, el gobierno-partido sigue aferrado a los viejos esquemas estado-céntricos, dogmáticos,  neo-estalinistas del trabajo asalariado estatal, la disciplina semi-militar impuesta, la “planificación” centralizada con el dinero y los recursos que él no produce, el monopolio estatal de los mercados, el sistema político de la “dictadura del proletariado” que concentra en la jerarquía de unos pocos, todas las decisiones sobre la vida política del país y otras lindezas que cada vez nos están acercando más al abismo atisbado por el propio Presidente Raúl Castro.
 
Todavía nuestros “leninistas” no han estudiado o no han entendido a Lenin, cuando expresó que el socialismo era el cooperativismo generalizado. Ni su marxismo les permitió comprender qué quiso decir Marx cuando escribió que la revolución era el cambio en las relaciones de producción, que en las cooperativas estaba el nuevo modo de producción, que el trabajo asalariado era el modo de la existencia del capitalismo y que los trabajadores debían abolirlo y luchar por establecer el trabajo libre asociado y la República Democrática de los trabajadores, que no puede ser indirecta y representativa como la burguesa, sino directa y participativa.
 
El lineamiento 170, una nueva ley de la empresa socialista que contemple la participación efectiva de los trabajadores en la dirección, la gestión y la repartición de las utilidades de cada empresa, y una ley cooperativa que estimule también  a los cuentapropistas a auto-organizarse en forma cooperada, se siguen difiriendo, mientras los precios aumentan y la producción disminuye, a causa –dicen- del aumento de los precios mundiales de los alimentos.
 
Parecen olvidar que Cuba siempre fue productora-exportadora de alimentos y que toda la filosofía económica del estado centralizador de la propiedad, vida y haciendas de los cubanos, en este medio siglo la llevó de gran exportadora a gran importadora de alimentos.
 
Y no solo exportábamos azúcar, se exportaban cantidades significativas de maíz, frijoles, café, cacao, pescado, almidón de yuca, frutas frescas y en almíbar, hasta hongos comestibles  y una miscelánea de otros productos alimenticios.
 
Entonces ¿Dónde está el problema, en los precios internacionales de los alimentos o en la filosofía y  las políticas económicas nacionales que destruyeron nuestra capacidad productora y exportadora de alimentos?
 
Hasta 1989-90 la economía cubana dependía de la URSS, hoy el partido-gobierno pide a dios, a todos los santos y orichas que Chávez se recupere y gane las elecciones, no solo por admiración.
 
Siga la burocracia olvidándose del estimulo al trabajo, que el trabajo va a terminar olvidándose de de ella y, después, no le echen la culpa al imperialismo, al bloqueo y a la “contrarrevolución” restauradora del capitalismo, que, por cierto, cada día, cuesta más trabajo identificar claramente, dónde está.
 
Si no pueden o no saben hacer socialismo: dejen correr la iniciativa de los trabajadores, los verdaderos encargados de hacerlo.
 
Socialismo por la vida.
 
La Habana, 2 de julio de 2012
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El modelo de la agricultura estatal cubana ha demostrado durante décadas su improductividad. La agricultura más productiva de Cuba es la de los pequeños campesinos y cooperativistas.
Por Fernando Ravsberg / junio 21, 2012
 
Es comprensible que los comunistas intenten potenciar la propiedad social sobre la privada dado que esa es la esencia de su ideología.
 
Sin embargo, no es menos cierto que los manuales de marxismo aseguran que la práctica es el criterio de la verdad.
 
Puede el Estado cubano seguir haciendo esfuerzos para que sobrevivan algunas granjas estatales pero la terca realidad demuestra que representan el modelo agrícola más improductivo que hay en la isla, tal y como reflejan las propias estadísticas oficiales.
 
La práctica nos dice que tras el reparto de tierras a los campesinos la agricultura creció de forma sostenida hasta alcanzar casi un 10% en el primer semestre del 2012. En ese mismo periodo la cosecha estatal de papa cayó vertiginosamente.
 
El Ministro de agricultura, Gustavo Rodríguez, justifica las pérdidas empezando como siempre por el clima, sigue con la falta de previsión organizativa, problemas fitosanitarios, en el riego, al alistar la maquinaria, en el muestreo de suelos y agua, y en la capacitación de los trabajadores.
 
Sorprende semejante cúmulo de imprevisiones, desorganización e ineficiencia cuando se trata de un ministerio con más de 1 millón de empleados, dirigido además por personas que proclaman su adhesión a la “economía planificada” como modelo económico.
 
De todas formas, una parte de las 11 000 toneladas de papas desaparecidas la pueden encontrar en los alrededores de todos los agromercados. Eso sí, tendrán que pagar mucho más a los especuladores que la acaparan y revenden que a los guajiros que la sembraron.
 
Pero el ministerio de la agricultura se dedica a “evaluar las causas del incumplimiento” y a hacer análisis de los errores. Es como si la Defensa Civil durante los huracanes gastara más tiempo en evaluar los daños que en proteger a los ciudadanos.
 
Y aun con tanto análisis ni siquiera llegan a comprender lo que sucede. Confiesan públicamente que no entienden por qué “unos productores rebasen las 27 toneladas por h. y otros siquiera lleguen a las 15, con apenas una guardarraya de por medio”.
 
Para la revelación de semejantes misterios de la agricultura cubana les ayudaría dar 3 pasos: dejar el aire acondicionado de la oficina, ensuciarse un poco de fango los zapatos y, sobre todo, acercarse a los campesinos para oír lo que piensan.
 
Recuerdo que Don Alejandro Robaina –uno de los mejores productores de Cuba- me contaba que hay un pedazo de tierra en su finca en el que no se da el tabaco pero los técnicos del gobierno siempre lo presionaban para que lo sembrara.
 
Cada agrónomo que llegaba insistía en cultivar allí y él les explicaba que no se puede “porque ya mi abuelo y mi padre habían hecho la prueba”. Nunca logró convencerlos pero tampoco lo podían obligar porque la finca no era estatal sino de su propiedad.
 
Una amiga recuerda que hace décadas un grupo de agrónomos soviéticos consideraron que era necesario cambiar los métodos de trabajo de los campesinos de Guantánamo, profundizando más con el arado y evitando que el agua corra y se pierda.
 
Estudios posteriores afirman que esa acción removió y saco la sal de la tierra, con el agravante de que ya el agua no podía arrastrarla porque estaba contenida. Si hubieran oído al guajiro tal vez ahora no tendrían tan graves problemas de salinidad en esa región.
 
Al campesino solo van a darle orientaciones, a imponerle prohibiciones, a fijarle precios y a adoptar “medidas administrativas con los incumplidores”. Curiosamente no hablan de sanciones a la jefatura del ministerio que fue incapaz de dirigir acertadamente.
 
Pero seguramente la mayoría de los cubanos están de acuerdo con el Ministro de la Agricultura cuando dice que “no hay derecho a repetir los errores en la campaña papera, todavía necesitada de una mayor integralidad en su concepción y control”.
 
Lo malo es que cada año tras los fracasos se da una consigna parecida. Es verdad, no hay derecho a repetir errores cuando se trata de la comida de la gente, pero los primeros que deberían creérselo son los oficinistas que dirigen a los campesinos.
 
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Eficiencia y disciplina de ordeno y mando 
Por Félix Sautié Mederos


Los reiterados llamamientos y reclamos en los medios locales al aumento de la disciplina, a una mayor eficiencia y a desarrollar un sentido de pertenencia en el trabajo, colman la atención de los cubanos. Es como si estas palabras fueran mágicas y pudieran lograr por sí mismas los objetivos propuestos. Otra expresión importante es el persistente tono de increpación y advertencia hacia una población a la que implícita y explícitamente se le considera la principal culpable de las incapacidades, de los errores y de las deficiencias administrativas de una burocracia que siempre se atribuye tener la razón y que se considera la encargada de educar al pueblo que, en el año 54 de la Revolución, aún no lo encuentra a la altura del proceso sociopolítico cubano y no sabe cómo comportarse.

En este orden de cosas, sucede que cuando observamos objetivamente a la sociedad cubana contemporánea, podemos percibir que la equidad distributiva contradictoriamente con sus esencias intrínsecas mantiene vigente determinadas categorizaciones de nivel, que poco tienen que ver con la ley básica de la economía socialista de que cada cual aporte según su capacidad y reciba por la cantidad y la calidad de su trabajo. En tales circunstancias, subsiste una clasificación de niveles de acceso y posibilidades, sumergida en lo más profundo de la sociedad cubana que se rige por conceptos ideológicos, políticos, de lealtades incondicionales así como de ubicación en los niveles institucionalizados propios de unas estructuras políticas y gubernamentales centralizadas. Esta es una realidad evidente que por días se hace más destructiva de la esperanza de un posible futuro de prosperidad.
Mantener la práctica de ordeno y mando en la economía cubana sin un desarrollo verdaderamente horizontal y sin dar una participación más efectiva a los trabajadores, es un camino expedito para un derrumbe total cuyos efectos secundarios podrían ser de consecuencias incalculables principalmente para los más pobres.
 
Esos conceptos tienen que ver con la práctica de la violencia como partera de la historia y como motor social, encaminados en nuestro caso a establecer un sistema centralista que se declara jurídicamente inamovible y que en definitiva ha demostrado ser en realidad un factor de desmovilización social y del hastío que se extiende cada vez más entre la población cubana. En la práctica es causa de un desestímulo permanente para que se asuman por parte del pueblo las reformas que plantea la dirección del país. Considero que no habrá soluciones realmente efectivas mientras que aparezcan cotidianamente en los medios de comunicación las advertencias autoritarias y conminatorias a ser más eficientes y a desarrollar un mayor sentido de pertenencia para cumplir con lo establecido, así como que buena parte de las culpas de los incumplimientos se continúen atribuyendo sutilmente a una población que debería ser más receptiva a lo que se le orienta. Conceptos esenciales de una economía de ordeno y mando que se fundamenta en el autoritarismo y, por tanto, en la violencia en su más amplia acepción.

Por otra parte, en estos días se ha presentado en La Habana la publicación de un libro con el título “Mirada a la Economía Cubana” muy interesante, porque expresa criterios y enfoques de múltiples economistas cubanos en los que entre otros muchos criterios esenciales se refieren a los posibles impactos o efectos secundarios de las reformas económicas sobre los sectores más necesitados mientras que no se ponga en vigor un nuevo sistema de apoyo y subvención a las personas en vez de a los productos. Son estudios y enfoques que más allá de que se esté de acuerdo o no con lo expresado por sus autores, considero imprescindible leerlos y analizarlos contrastándolos con otras posiciones que sobre estos temas también están expresando reconocidos economistas y estudiosos de adentro y del exterior, dedicados al análisis de la sociedad cubana.

Además, se ha publicado un muy importante artículo de mi colega Pedro Campos Santos en el Boletín SPD que es editado por los que somos partidarios de un Socialismo Participativo y Democrático, con el título “La violencia en Cuba: pasado, presente y ¿futuro?” que asumo plenamente y que comencé a comentar en mi anterior crónica en POR ESTO!: “A ¿qué se está esperando…, a una mayor violencia?” (*); y vuelvo a su análisis, enfocado ahora hacia el tema que me ocupa en esta crónica sobre la eficiencia y la disciplina de ordeno y mando.

En mi criterio, si no se logra una activa y real participación del pueblo en la economía y en la política sobre la base que se cree una correspondencia efectiva entre los intereses generales y particulares, ninguna reforma o cambio que se proyecten realizar obtendrán efectos alentadores y positivos. En esta declaración sobre la violencia en Cuba, se expresa en su apartado No. 3 que “Es necesario encontrar las vías no violentas para cambiar las bases del actual modelo socio-político-económico, generador de violencias”. Este acápite sería muy extenso citarlo y recomiendo que se estudie en detalle.

Finalmente, en esta crónica, deseo significar que la Declaración propone algunos pasos importantes entre los cuales se encuentra el que plantea: “Cambiar paulatinamente, las bases socio-económicas de la violencia actual, con una apertura amplia a una mayor participación directa de los trabajadores en todas las decisiones importantes en los centros de producción y servicios, en la dirección, la gestión y en la distribución de una parte de las utilidades, con plena transparencia, de manera que se vaya avanzando a formas de trabajo, cogestionadas, que junto a una ley cooperativa por establecer, vayan desplazando las formas de explotación asalariadas, sean por privados o el estado, que generan autoritarismo, verticalismo, abuso y explotación, para hacer a las personas más libres y auto-responsables, más capaces de decidir ellas mismas sobre sus propios destinos” Así lo pienso y así lo afirmo con mi mayor respeto hacia las opiniones diferentes. fsautie@yahoo.com
 
 
 
 
 

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