lunes, 8 de octubre de 2012

Y SI NO CABEMOS TODOS, ?HABRIA UNA REPUBLICA POSIBLE?


 
ATENCIÓN FRANK

Y si no cabemos todos, ¿habría una república posible...?

Crónicas cubanas



Por Félix Sautié Mederos

En múltiples ocasiones aparecen planteamientos excluyentes de unos contra otros, que niegan espacios a quienes se conducen o expresan a favor de determinadas ideas o tendencias sociopolíticas, culturales, religiosas, de orientación de género u otras. En este sentido, específicamente ha habido quien ha planteado y parafraseo, estamos de acuerdo con una nueva Cuba, pero no una Cuba donde quepan todos, refiriéndose en este caso a la izquierda en sus diversas expresiones.

Es como si otra república excluyente en la que no quepamos todos, fuera lo esencial para resolver las crisis en que nos encontramos inmersos, cuando en realidad esas exclusiones son causa importante de tales crisis que hoy nos angustian, porque entorpecen la convivencia, la concordia y la paz social, creando desesperanza y hastíos generalizados. En esas situaciones se hace muy difícil acometer los proyectos de vida para el presente y el futuro que tenemos por delante.

Considero que los criterios excluyentes constituyen una consecuencia dañina de los sectarismos de grupos y de las pasiones desenfrenadas de quienes así se manifiestan situándose por encima de la razón. Pienso en consecuencia que para avanzar hacia el desarrollo y la paz, necesitamos respetarnos todos en nuestras ideas, nuestras formas de ser y nuestros principios, porque sin ese respeto generalizado se entorpecerían objetivamente las posibilidades de convivencia pacífica. El pensamiento diferente forma parte de la biodiversidad social, que es propia de la condición humana y en sus esencias enriquece y le da colorido a la sociedad. Si nos enfrentamos a su negación, no deberíamos conducirnos de una forma excluyente y en cambio hacerlo de manera inclusiva.

Si en la república que nos proponemos desarrollar en nuestros proyectos sociopolíticos no cabemos todos, con ello justificamos de por sí que también se nos excluya por causa de nuestras propias ideas. En esas circunstancias se estaría propiciando una especie de círculo vicioso existencial, que podría encadenar las revanchas y los rencores en una espiral interminable. Con el odio y el rencor no es posible combatir a la injusticia, porque en sí mismas esas actitudes niegan las posibilidades de vida a los demás y viceversa. En tales circunstancias, se hace necesario desmarcarse de las sinergias autoritarias, represivas y violentas de cualquier índole que sean, para poder avanzar hacia un futuro de convivencia pacífica y de verdadero desarrollo. Excluir a los demás que piensen diferente, es intrínsecamente una forma de violencia social vengan de donde vengan esas exclusiones.

La república constituye de por sí misma el marco de referencia dentro del cual debemos convivir los ciudadanos; y ese marco de referencia, no debería ser propiedad de nadie en específico, sino que debe ser de todos por igual dentro de una amplitud acogedora capaz de dar seguridades a la libertad (que si no es para todos no es) y a la creatividad, intrínsecas de la condición humana que nos diferencia como criaturas únicas en nuestro planeta. Porque cuando la república se hace exclusiva para unos excluyendo a otros, por muy justas que puedan ser las concepciones de vida de esos unos que niegan a los otros que piensan diferente, no podría justificarse como espacio de convivencia, concordia y paz. Oponerse a esa concepción de república excluyente con otra concepción también excluyente es convertirlas en no válidas para la convivencia social a una y a la otra.

Me estoy refiriendo a un asunto conceptual de fondo, que muchas veces percibo que es negado intrínsecamente en sus esencias básicas. La libertad y la democracia que ponen a la persona por encima de todo, son inclusivas de por sí mismas, porque lo excluyente es una manera de negarle la libertad a los demás y de esa forma no sería posible una verdadera democracia garantía de la paz social.

En este orden de pensamiento, puedo decir que incluso el diálogo de todos con todos sin exclusiones onerosas de ninguna índole, cuando se desvía hacia las alusiones personales, las descalificaciones y los insultos en actitudes excluyentes de unos contra otros, se desvirtúa en sí mismo y se convierte en un espacio de confrontaciones estériles que poco podrían aportar a las soluciones que necesitamos y de por sí mismo justificaría entonces entre otras cosas al inmovilismo en que nos encontramos inmersos.

La sociedad civil que se estructura desde la base en virtud de la diversidad y de los intereses de las personas debe ser por sí misma diversa, para dar cabida a todos de acuerdo con sus propias concepciones de vida, formas de ser así como de sus actividades sociales, profesionales, económicas y/o políticas. Una pretendida visión civil a partir de un único criterio ideológico, político y económico, nunca podría representar a la sociedad en su conjunto, aún en medio de una mayoría generalizada que excluya a las minorías que también tienen derechos a la vida.

Detener la violencia de cualquier índole, incluyendo a las descalificaciones y los insultos personales, es una necesidad imprescindible para cualquier entendimiento pacífico que conduzca hacia la razón y la verdad que posibiliten una república en la que quepamos todos, como garantía esencial de una paz social que pueda coadyuvar a conducirnos hacia el desarrollo y el futuro que tenemos por delante. En resumen, mi criterio para responder a los que piensan de manera excluyente, es que si no cabemos todos no habrá tampoco república posible. Así lo pienso y así lo afirmo con mi mayor respeto para quienes piensen diferente. fsautie@yahoo.com

Publicado en Por Esto! el lunes 8 de octubre del 2012.


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