sábado, 13 de octubre de 2012

VALLEGRANDE EN TRES TIEMPOS

PUBLICADO POR: Hector Garcia Soto

VALLEGRANDE EN TRES TIEMPOS.

Por Froilán González y Adys Cupull.

En Vallegrande, Bolivia, permanecieron  por 30 años los restos del Comandante Ernesto Che Guevara y varios de sus compañeros.  Del  7 al 9 de octubre de este año se realizó un  Congreso Internacional de Solidaridad con Cuba  con la presencia de más de 200 delegados de Bolivia, Perú, Argentina, Chile, Brasil, Colombia, España, Canadá y Alemania.
 Los  participantes  condenaron los 50 años del bloqueo norteamericano contra Cuba, exigieron  al presidente Barack Obama la inmediata libertad  de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González, cinco héroes  antiterroristas cubanos prisioneros injustamente en Estados Unidos, debatieron el legado y la influencia del Comandante Guevara en los procesos revolucionarios  de los pueblos latinoamericanos.
Coincidimos con los presentes en Vallegrande que  la victoria que le otorgó el bravo pueblo venezolano al presidente Hugo  Chávez es el más grande  homenaje al Comandante Ernesto Che Guevara y cada uno de sus combatientes y con legítimo orgullo leímos  sobre el   emotivo acto en La  Higuera, donde junto al monumento al Che, con  la presencia de sus pobladores ,y  las  banderas soberanas de  Bolivia, Cuba y Venezuela se hizo entrega de reconocimientos a las brigadas médicas  y de maestros  cubanos que trabajan en  Bolivia.
Pero no podemos olvidar   aquel octubre de 1967:  Los crímenes cometidos en  La Higuera con la presencia de un agente de la CIA, la ocupación militar de Vallegrande, la presencia de asesores norteamericanos, agentes de la CIA de origen cubano, el control  de la única cábina teléfonica, el hospital Señor de Malta, la lavandería y la morge, el proceso de cortarle las manos,  la desaparición de los cadáveres, el temor de la población ante la posible  represión, las llegadas de  helicóperos  y aviones. La presencia de corresponsales de Guerra o periodistas de diferentes agencias de noticias.
Tampoco podemos olvidar nuestras visitas a  partir de 1983  cuando realizábamos las investigaciones histórica,  que dieron origen a nuestros libros La Nueva edición del Diario del Che en Bolivia (Ilustrado), De Ñacahuasú a La Higuera  y La CIA contra el Che. En aquellos años preguntar sobre los acontecimientos guerrilleros resultaba difícil.   La primera vez llegamos al atardecer después de transitar  casi 60 kilómetros por un camino polvoriento desde Mataral, donde existe un desvío  en  la carretera Santa Cruz- Cochabamba. Apreciamos   un paisaje sombrío, sobrecogedor,  de tristeza.  La torre de la iglesia,  el techado de tejas o pajas de las humildes viviendas, sus calles de tierra y piedras. La noche con su  oscuridad, las sombras de las montañas que rodean el valle,   el aire suave,  la luna, las estrellas,  el frío nocturno que aumentaba junto a la soledad, el silencio  y los recuerdos, 
Al amanacer recorrimos el parque, los mercados, observamos a sus habitantes vestidos en su gran mayoría de negro,  hablando en voz baja y un tanto mistoriosos,  los burros con sus cargas y las personas aglomeradas en el lugar donde arribaban las únicas   guagua o buses  procedentes de  Santa Cruz  o Cochabamba trasladando  parientes, amigos, noticias, cartas,  paquetes y aquel   silencio que parecia eterno.
A partir de ese viaje planificamos  cada visita con   llegadas  después de las diez de la noche cuando cesaba la única  planta que suministraba electricidad desde las seis de la tarde. Nuestro arribo se producía   siempre cuando  la  ciudad dormía y de igual forma el regreso.
En 45 años mucho ha cambiado Bolivia y América Latina. Razón tenían la escritora ecuatoriana   Nela Martínez y la española María Teresa León. cuando conocieron del asesinato y escribieron respectivamente:
“Vi su retrato  difundido bajo grandes caracteres gozosos de la prensa internacional y lloré. ¿Quién no se conmovió con la noticia? Hasta los propios cómplices del crimen buscaron maneras de limpiarse las manos. La máscara de Pilatos vuelve a ocultar los rostros de los verdugos a través de los tiempos.
”Tendido en una piedra de lavar su cadáver no era un cadáver. Los ojos abiertos nos miraban. En su rictus no se advertía el sello de la muerte. Desafiante su gesto en el último instante. Aquella sonrisa vencedora, de su otro triunfo, iluminaba el día. Su rostro de combatiente del mañana quedó impreso en Los Andes.
 
”Viejas leyendas, de los que regresarán para continuar la guerra comenzada, circularán de boca en
boca a oídas en el largo silencio del campo, en los caseríos de barro y paja, en la otra historia de los iletrados. ¿Cuánto tiempo anduvo Tupac Amaru haciéndole la guerra a la Corona de España, a la enemiga del indio? Largo fue el tiempo de la espera, hasta que no una, dos y cien veces, regresó. Toda la conmoción del levantamiento más grande en contra de la colonia no se perdió cuando su cuerpo fue partido y repartido en los cuatro puntos cardinales del Tahuantinsuyo. Nuevas epopeyas silenciadas, silenciosas por su propia naturaleza, han sacudido las entrañas de los pueblos del Ande.
”Los fuegos permanecen adentro, igual que en los volcanes. Cuando le sacuden al continente, se siente que la lava se les subió a los hombres hasta la conciencia [...]”.
 
En  Roma, miles de personas, llegaron hasta la sede diplomática de Estados Unidos para protestar por el asesinato del Che. En ese multitudinario acto, María Teresa León, en nombre de su esposo, el famoso poeta Rafael Alberti, y de los españoles en el exilio, dijo:
 
“Yo traigo el dolor y la pena de Rafael Alberti, y con la mía, la de todos los exiliados de España, y el dolor de los que se quedaron allá con la mirada vuelta hacia la libertad, el dolor de la juventud española que no doblan las rodillas y que había visto en el Che Guevara un héroe del rabioso tiempo presente de nuestra América Latina [...].
 
”Murió en su ley, próximo a la América más pobre, más abandonada, despojado de todo, menos de su esperanza. En el lugar en que lo asesinaron brotarán dos fuentes: la de la libertad y la de la justicia. Los indios bolivianos, los desheredados de un continente, murmurarán su nombre, dirán que está vivo, que golpea a sus puertas porque tiene sed y dejarán en las ventanas una jarra de agua para que el Che beba al pasar. Porque pasará y recorrerá todo un continente y su nombre será la fuerza del futuro, la alta estrella de la Cruz del Sur que llamará a toda la América a alzarse y luchar por su independencia política y económica contra todos los dominios extranjeros”.
 
 
 
 

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