viernes, 23 de marzo de 2012

CUBA: LA RESTAURACION CAPITALISTA NO TIENE REVERSION

ROBERTO COBAS AVIVAR
La gesta de la renuncia

El país no lo destruye el pueblo cubano, su economía y su sociedad han sido minadas desde el poder del Partido-único, cuya misma Dirigencia histórica hoy, sin amargura alguna, encarama a la nación en el carril de la contrarrevolución capitalista. Las premisas están dadas y son descarnadas.

La economía permanece y permanecerá empantanada en el cronicismo de su inconfundible dolencia genética. El modo de producción – las relaciones de propiedad, de producción y de intercambio - desmoraliza al trabajador, convertido en un verdadero superviviente bajo la explotación asalariada estatal, el burocratismo de la gestión y la penuria de la infraestructura técnico-tecnológica de las empresas. El mercado burocratizado reproduce relaciones de intercambio enfermas bajo un sistema de relaciones económicas degradante sometido a la dictadura del seudo “productor” estatal. El sistema bancario-financiero estatal enajena de manera inmoral los recursos de un pueblo económicamente despojado. La precariedad material de las mayorías, como en sus mejores días, ya crea una subcultura del consumo propia de neocolonias tercermundistas. La desigualdad social se instala para quedar, no importa el acceso universal a los servicios de salud y educación, cada vez más menguados por el deterioro funcional e inversionista.

La dirección del país se recrea en la ineficiencia estructural del sistema político. Los comunistas, minoría apoderada, nunca lo han sido, Marx está de testigo. La burocracia estado-partidista se reproduce tras las mieles del poder (Fidel Castro) a todos los niveles de la “granja estatal”. Los aparatos policiales se desbordan en el ejercicio de garantizar el estatus quo del sistema de poder antidemocrático. Los intelectuales, hábiles en las artes del pensar, cada vez más enemistados con el ser-intelectual revolucionario, se han convertido en elites en sí y para sí. Hace mucho que han dejado de ser fuerza renovadora del espíritu de la nación, para no ser más que gremios dependientes de los favores del estado paternalistamente autoritario. Los socialistas marxianos sin salir de las trincheras de ideas agitan las banderitas blancas sobre sus cabezas, sin reconocer la lucha social por el poder económico y político que ya está inequívocamente planteada. Los trabajadores acosados por la precariedad de la existencia, el autoritarismo del Partido-Estado y la languidez de expectativas se desdoblan en masa sin conciencia de clase ni en sí ni para sí. La juventud a la desbandada o emigra o se aliena o a todo dice que sí. Las nuevas derechas criollas en su insondable mar de leva toman posición ante la lucha de clases que permea la realidad política del país. Sin tener mucho que perder asumen el desafío que los revolucionarios ciegos y los izquierdistas tuertos prefieren no descifrar.

La Revolución, como la del 33, se va a bolina y no es socialista el viento que la empuja.

Se equivoca definitivamente el Líder de la Revolución cuando afirma que “el pueblo no sabe muchas cosas”. Lo que a nivel de calles y veredas sí sabe el pueblo es que, obligado a acatar, entre el “socialismo” fidelista pasado y el capitalismo raulista en marcha es mejor un malo por conocer que un malo conocido.

Declarando en 2005 en el Aula Magna de la Universidad de la Habana que los que sí podían destruir la Revolución eran los propios cubanos, Fidel Castro no asumía el diálogo consecuente con el pueblo sobre los significados de una aseveración que consternaba a la nación. El Jefe de la Revolución ilumina a las masas. “Mi deber es llamar la atención para que la gente piense” - expresará 5 años más tarde en el descarnado contrasentido que lo libera del imperativo del debate verdaderamente democrático con el pueblo[1].

El modelo socioeconómico cubano se ha postrado en sus propias presuposiciones orgánico-funcionales. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Todos los cubanos lo ven porque lo han venido sintiendo en carne propia. No lo ha querido ver Fidel Castro ni la cúpula bajo su mando. Ha transcurrido medio siglo y ahora el único ciego le deja ver a la sociedad cubana y en especial a la juventud que el problema se reduce al peligro que representa la corrupción. Por el camino, sin embargo, han sido políticamente defenestrados los militantes del propio PCC que se han atrevido a semejante aseveración pública. El poder absolutista no admite críticas, aunque en la crítica revolucionaria se juegue la suerte del país. Sin embargo, Fidel Castro hace su denuncia sin exponer, como Jefe de Estado, análisis serio ni fundamentado sobre el parecer, a saber: la dimensión, las causas y las implicaciones del fenómeno que estimaba como determinante de un definitivo fracaso de la Revolución. No alude a la corrupción de “cuello blanco” de la burocracia estado-partidista-empresarial que al amparo de contratos económicos gubernamentales malversa significativos recursos del erario público de la nación. Sobre esa corrupción se entera el pueblo a cuenta gotas por la prensa extranjera, y cuando el secretismo del PCC no resiste la presión, el pueblo puede leer las escuetas notas del órgano oficial del PCC, el diario Granma. Empero nadie tiene el valor de someter a crítica públicamente la falsedad ideológica, no hay tribunas ni calles que lo permitan, a pesar de que dichos espacios les pertenecen a los revolucionarios. El culto a la personalidad del Líder, ayer por comprensible euforia revolucionaria y hoy por comprensible instinto de conservación, corroe a la sociedad cubana, a pesar de la certeza popular a pie de calle de que, una vez más, el pensamiento único no tiene la razón.

No es casualidad que el dramatismo de la insinuación sobre la corrupción terminare en la creación de brigadas juveniles para controlar los desvíos de combutible en las gasolineras de la Habana. En convención de guerra de guerrilla el PCC arma el combate a la corruptela contra la propiedad y los bienes de la economía estatal. La “corruptela” no es patología criminosa, sino efecto del estado de necesidad generalizada de la población. Dada la disfunción crónica de la economía y el propio estado, el pueblo permanece en estado de pronunciada alienación por la ausencia de sentido de pertenencia socio-productiva. A ese proceso de redistribución díscolo, provocado por la precariedad material crónica en que ha sumido a la población el sistema económico estatal, la lógica policiaca de la burocracia política del PCC le llamará robo. La óptica represiva del pensamiento único del Partido ha sido una constante en la percepción de la realidad sociológica. La lucha contra las consecuencias y no contra las causas estructurales de la disfuncionalidad del sistema será el reflejo condicionado de la burocracia política apoderada del pensamiento y las razones.

Evadiendo el análisis crítico del fondo del problema, el PCC en la palabra de su Jefe histórico embarga al pueblo con la máxima responsabilidad por el declive crítico del modelo de desarrollo que se ha llamado Revolución cubana. La “falta de exigencia, de disciplina laboral y social” se instala en el discurso político de la burocracia política cual estigma acusatorio perenne.

Desde su advertencia en la Universidad de la Habana sobre el previsible fracaso del sistema socioeconómico pasarán 5 años para que el Líder de la Revolución declare la certidumbre como un hecho. Esta vez, desde su convalescencia médica, declara a la prensa internacional que el modelo cubano ya no le serve ni a los propios cubanos. No se lo declara directamente al pueblo. Tratará incluso de desmentir al medio de prensa extranjero al que le ha hecho la declaración supuestamente privada (agosto 2010)[2]. En un ejercicio de manipulación política, apoyado por el acriticismo de los medios internos supuestamente revolucionarios, dice haberse referido a lo inservible del capitalismo. Las declaraciones eran trascendentales para la suerte de la transición socialista y de lo que ello significa para la nación cubana. Por lo tanto, al Líder de la Revolución había que tomarle en debate democrático la palabra en lo que dijo y en lo que (talvez) quiso decir. A saber: el modelo socioeconómico ya no le sirve a los cubanos, pero el capitalismo es inservible para Cuba (RCA, 09.2010)[3]. Pero no hay reflexión crítica ni debate, el PCC obedece órdenes y a través del estado de la burocracia las impone al pueblo – esa ha sido la esencia del modelo político que representa.

La presunción de inocencia en política no existe cuando los hechos hablan por sí solos. En el 2010, en consecuencia, sin que hubiese mediado debate social democrático alguno, el Líder de la Revolución manifesta su apoyo político - desde la informalidad de su desactivación en el ejercicio directo del poder - a medidas del Gobierno que pautan la reforma estructuralista liberal del modelo socioeconómico que ya se da por inservible. Esta vez la “solución” es de signo contrario a la formulación política que el mismo Líder decide contra la crisis de 1991, cuyo impacto devastador en la nación llega a golpear los cimientos del estado y el propio poder del PCC.

En ese entonces (1991) la emergente respuesta política de Fidel Castro a la crisis se atenía, no obstante, a la idea y al marco estructural del «socialismo de estado». La reformulación política de la transición socialista no le interesa al máximo Líder. Sin embargo, la reforma liberal (2011) de Raúl Castro a la crisis actual decide cuestionar los fundamentos del «socialismo de estado», pero, igualmente, lo hace sin plantear el debate revolucionario sobre el derrotero socialista. Ambos mandatarios coinciden ideológicamente en cuanto a desestimar la transición socialista en Cuba. La novedad es que ahora el camino hacia el pragmatismo neocapitalista queda abierto de manera exprofesa y sin derecho a apelaciones.

Asumiendo el mando del Partido único gobernante y haciéndose eco del rigor de una crisis socioeconómica que el pueblo “no aguanta más”, el General Raúl Castro declara la necesidad de emprender cambios conceptuales y estructurales (julio 2007) para presuntamente sacar a flote el sistema económico infartado. Obedeciendo a la hegemonía personalista creada por el sistema de poder único, el nuevo Jefe del PCC tampoco entiende necesario exponer al pueblo las ideas que podrían sostener un anuncio sin precedente de cambios en el modelo socioeconómico cubano. Pronto se devela que tras la intención política se esconde el reacomodo economicista del estado de la burocracia. No se va a permitir el debate revolucionario que abogue por cambios conceptuales y estructurales verdaderamente socialistas. En tales circunstancias la desgastada propaganda sobre la necesidad de la unidad mal disfraza el dictad del poder único.

En efecto, como en una feria de apuestas, donde la diferencia está en que se trata de la suerte de una nación, los máximos dirigentes de la Revolución cubana se permiten la “filtración” de declaraciones “informales” sobre los cambios que desde la exprofesa ambigüedad política van a acuñar con el motto de “actualización del modelo económico”.

Es así cómo el mismo Fidel Castro le declarara al pueblo cubano, siempre desde la posición del legítimo “caudillo revolucionario”, sin apego a derecho ni apelando al debate democrático, que dada la situación crítica a la que el PCC ha llevado el modelo y a la nación - hasta el borde del precipicio, como más tarde reconoce públicamente Raúl Castro -, no existe otro camino para reencaminar el “socialismo” en Cuba y garantizar una supuesta prosperidad del pueblo que el de la nueva gran marcha que China le demuestra al mundo.

“Vale la pena estudiar a China” – insiste sistemáticamente el Líder de la Revolución cubana. La prensa oficial (Granma y JR) ha venido en los últimos años realizando una campaña mediática encomiástica sobre la marcha "socialista" china. Las dos máximas figuras del PC y el Estado han graneado al pueblo con semejantes opiniones sobre el imponente "desarrollo socialista" chino. El convulso proceso de alienación social bajo las reformas neocapitalistas en China no les interesa a los Dirigentes cubanos, en sus miras está el modo de acumulación de capital articulado por sus homólogos del PCCh.

El PCCh opta por un proceso de acumulación soportado en la profunda depreciación del valor social del trabajo en función de la valorización del capital. El capital se concentra en las manos de los nuevos propietarios privados (70% de la propiedad) y de la burocracia estado-partidista. El modelo económico asume el derrotero del desarrollismo mercantilista afincado en la exportación de trabajo vivo barato. Las inversiones de capital bruto industrial pasan a segundo plano y la economía adquiere carácter de gran maquiladora mejicana sin valor tecnológico añadido (Diario del Pueblo – marzo 2012, digital chino en español). La especulación inmoviliaria se incorpora como factor del crecimiento y el despojo extorsivo de tierras a los campesinos se convierte en regla del capital financiero sino-foráneo. La estratificación de la sociedad china en burguesía propietaria, gran burguesía burocrática y privada, proletarios precarios y campesinado subdesarrollado se instala como distintivo del neo capitalismo de estado que dirige el llamado PCCh. Hoy - marzo del 2012 – desde el Gobierno y el PCCh se declara la necesidad de cambios políticos porque la paz social está en peligro. Pero el PC cubano no estudiará nunca con el pueblo cubano las contradicciones del rumbo capitalista y la realidad sociopolítica del “milagro chino”.

Por su parte, la intelectualidad orgánica al PCC ha procurado calzar la propaganda de la virtud confuciana. En noviembre del 2009 la revista cubana TEMAS publica el ensayo de un reconocido intelectual orgánico al poder político, C. Alzugaray, donde se expresa sin ambages la idea del enrumbe capitalista, tras la variante china (RCA, 02.2010)[4]. Encomiando las enjundiosas declaraciones de Fidel Castro sobre el rumbo capitalista de China, el diplomático y académico expone, préstese atención: “…, para lograr las metas propuestas, varios aspectos del proceso de reformas implantado en China tienen vigencia para Cuba”, y entre cuatro factores el intelectual destaca, cito:

“En tercer lugar el énfasis en los resultados como criterio para definir la política económica a partir de la famosa frase confuciana de Deng Xiaoping: «Da igual que el gato sea blanco o sea negro, lo que importa es que cace ratones».“En cuarto lugar, el reconocimiento y utilización de las relaciones monetario-mercantiles mediante la fórmula de «economía de mercado socialista»”.Póngasele el cascabel al felino, que la suerte de los roedores es cuestión del azar. A pesar de que la idea de economía de mercado socialista no es más que un truco tecnocrático de los “comunistas” con ambiciones liberal-burguesas, hace mucho tiempo desnudado por el saber fundamentado, sin vergüenza política alguna se aprovecha la falta de debate democrático para venderle gato por liebre al pueblo cubano.

Será el destacado sociólogo cubano A.Alonso quien - como otrora Lech Wałęsa en Polonia alentando la contrarrevolución capitalista con su “enriqueceos” - se desplante la clarinada: ¿qué aberrado hay en que “la gente haga dinero”?[5]. A tal loa del fetichismo capitalista del dinero le saldrá al paso la voz de una intelectual revolucionaria cubana residente que pronto será arrinconada[6]. Los “macetas” de ayer, así estigmatizados dado su afán por el dinero “fuera de la ley”, hoy han de ser respetados como nuevos empresarios privados “dentro de la ley” - es lo que se extrae de una carta cerrada a los militantes dirigida por la dirección del PCC sobre la legitimidad de la nueva moral del cuentapropismo explotador de trabajo ajeno. ¿De qué eticidad axiológica hablan los socialistas mogigatos?. Pongan los pies en la tierra. O es que acaso no se sabe que el capitalismo, al fin y al cabo, ha alcanzado el desarrollo gracias a que el primer millón privado es por definición fruto del robo descarado y los otros siguientes de la estafa camuflada al trabajo.

Ejerciendo su magisterio político el Líder de la Revolución le reitera a los estudiantes en la Universidad de la Habana (nov. 2010) que “La gran nación (china) partió de una experiencia comunista, socialista, rectificó lo que tenía que rectificar y actualmente es el país que más y más sostenidamente ha crecido, por encima del diez por ciento por año” (subrayados RCA). Falseando la idea de “comunismo” al reconocer la experiencia maoista como tal, Fidel Castro la hace sinónimo de socialismo, para dejar así en tinieblas el objeto de la supuesta rectificación.

Al concierto de declaraciones políticas voluntaristas se une el Presidente de la ANPP Ricardo Alarcón. Tras una reunión con su homólogo chino Wu Bangguo, el Pdte. del parlamento cubano declara que (2010): “Cuba está preparada para aprovechar la experiencia de desarrollo en reforma y apertura de China” – así lo recoge y catapultea al mundo la agencia estatal de noticias Xinhua. Es el mismo alto dirigente cubano que, sin embargo, no atina a contestarle con coherencia a un estudiante cubano, quien en una intervención fuera de guión en la Universidad de Ciencias Informáticas en la Habana le inquiere sobre la ineficiencia económica del Gobierno. El Jefe del Parlamento, listo para la reforma y la apertura a la china, achaca el sin sentido de sus respuestas a que su terreno era la política y no la economía (sic.).

De modo que, desde las máximas instancias de poder que rigen los destinos de Cuba se está “cocinando” de facto el cambio del pacto social con el pueblo que ha mediado durante 50 años[7]. Los máximos dirigentes conocen que habrán de violar en sus preceptos fundamentales la Constitución vigente; pero ¿quién perderá tiempo en discusiones vanas sobre esa reminiscencia burguesa llamada estado de derecho en un sistema político bajo dominio irrestricto de un partido único? El socialismo de estado es socio-antropológicamente machista, se gobierna a golpes de decretos-leyes.

De espaldas al propio Partido, de espaldas a los poderes institucionales de la República, de espaldas al pueblo, las tres figuras superiores en la jerarquía del poder único en Cuba deciden el rumbo que pone en juego el destino de Cuba y los cubanos: del imperativo histórico del «socialismo real eurosoviético» el PC cubano asume con igual ductilidad el imperativo histórico del «capitalismo de estado chino».

Mediante la política de hechos consumados comienza la implementación de reformas economistas de naturaleza liberal que tapian la posibilidad de cambios estructurales revolucionarios socialistas en el sistema socioeconómico y político cubano.

La Gaceta Oficial “legaliza” y pone en juego un primer grupo de medidas que el PCC le ha informado al pueblo como de futura implementación, cuyo alcance se irá ampliando con la sistemática suma de otras tantas. Son las medidas que embrionan - tal como expongo en setiembre de 2010[8] - el golpe de timón del PCC hacia el reformismo liberal-burgués:

1.La remoción de sus puestos de trabajo de no menos de un millón de trabajadores.
2.La declaración de vía franca a la formación de la economía privada capitalista.
3.La entrega a intereses espurios capitalistas foráneos de tierras en usufructo por 99 años.
4.La extensión de la edad de jubilación de las mujeres a 60 años y a los hombres a 65.
La corriente pequeño-burguesa dentro del PCC gana el pulso esta vez sin tirar un tiro. La política de hechos consumados crea precedentes necesarios para forzar el recetario de reformas que ya equipos de tecnócratas preparan y darán a conocer en mayo del 2011 como “Lineamientos de Política Económica y Social del PCC” (LPES)[9].

La sensibilidad política de los cubanos pudiese estallar de indignación, esa capacidad humana a la que el Che le atribuía la convicción del credo revolucionario. La contrarrevolución se fragua con total impunidad política delante de sus ojos. Los máximos dirigentes del partido-único apoderado “conversan” entre ellos en la superestructura sobre el destino de la nación cubana y toman decisiones políticas incontestables. El poder sobre el Estado les servirá, ahora más que nunca, para ejercer la subordinación política. Han llevado el modelo del «socialismo de estado», incubado en la filosofía política del “real socialismo eurosoviético”, hasta su definitiva implosión embebidos en el más autista de los voluntarismos políticos, y desde el autoritarismo del poder y el pensamiento único, se arrogan todas las prerrogativas para imponer un recetario liberal de salvación al pueblo.

“Tenemos el derecho a corregir los errores que hemos cometido” – sin empacho político declara el Jefe del Partido en 2011. El caso es que lo han hecho más de una vez desde la imposición del pensamiento único. El “proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” declarado en 1986, según Fidel Castro constituía “una revolución en la revolución” porque el Partido se estaba echando a perder y la Revolución se salía de su rumbo[10]. Si hace 24 años la decisión de “la rectificación” respondía a la lógica de reproducción del socialismo de estado, cuando su implosión hoy descalifica esa lógica del pensamiento único, el mismo pensamiento asume la “actualización” del modelo según la lógica del reformismo liberal burgués. En ambas proyecciones domina el instinto político de un Partido empotrado en el dogma del dominio omnímodo.

El actual proceso emprendido por el PCC no es la “rectificacion burocrática” de ayer, sino la “actualización liberal” en boga. Pero han prohibido a la sociedad cubana el debate democrático sobre el rumbo y los derroteros, teniendo el cuidado de censurar desde el monopolio político sobre la información y la comunicación entre los cubanos toda idea que planteare la transición socialista como condición sin la cual no. El pueblo no saldrá a las calles en el ejercicio de la democracia protagónica, su capacidad de reacción revolucionaria ha sido castrada por el régimen de dominio absolutista - en Cuba, dicta Raúl Castro, se discute en su momento, en su lugar y por el canal debido. Y a ese inmovilismo social desde el PCC le llaman sin sonrojo “compromiso y lealtad” del pueblo.

Si antes «Ellos» no sabían cómo se hace el socialismo, hoy presentan el mismo dogma con diferente cubierta: declaran que la clave está en la esfera de la distribución. Si antes «Ellos» no atinaron siquiera a plantearse que el núcleo a transformar en una cualidad social superior estaba en el modo de producción, hoy repiten como supuesta sabiduría lo que ayer sentían como mero pálpito. Y hablan de «evolución» desde todas las tribunas que monopolizan. Quitándole la «r» a revolución visten con ropa nueva la vieja propaganda – los viejos espíritus, dirá Marx en el Brumario sobre la revolución perdida – acerca el supuesto socialismo. Sin vergüenza política se repite el mantra ideológico de que en Cuba el socialismo realmente existe. El socialismo de la distribución patriarcal. El socialismo asumido desde la ideología pequeño-burguesa de la “justicia social” del llamado estado benefactor. Pero con el socialismo pegado en el discurso no hablan de Noruega o Suecia, sino de China. ¡Qué horror ese modelo de inspiración socialista el de la socialdemocracia capitalista!. Mirad, es el modelo neocapitalista chino el que nos queda por el camino. ¿Cómo puede haber socialismo sin el poder de un partido único? Lo que importa es el régimen de poder económico y dominio político de una elite auto denominada “comunista”. Y aunque las experiencias historio-concretas los devalúen en tanto enajenaciones del materialismo dialéctico, incluido el desastre propio, el partido-único seguirá como farol y guía del largo y tortuoso camino hacia el socialismo.

Si la Revolución ahora ya no está en condiciones de ofrecer todo lo que venía ofreciendo, pues presenta el mismo “perro con distinto collar”: preserva la potestad de apoderarse del producto del trabajo del pueblo y decidir sobre la distribución. El estado suprasocietal monopolizando el capital “hace justicia” al costo de conculcar la emancipación del trabajo. Trabajar no será un incentivo de espiritualidad humana y solidaridad social de una ciudadanía libremente asociada para para producir y reproducir su existencia, sino una carrera de roedores por la subsistencia privada. La falsedad ideológica de seguir pregonando que “seremos como el Che” es válida en tanto, en cuanto se censuran sus ideas socialistas subversivas, a saber: deben ser los trabajadores los que decidan sobre cuánto destinar al consumo y cuánto a la acumulación. Demasiado marxiano para ser políticamente adecuado al socialismo según el Partico “comunista” cubano.

«La distribución justa de las riquezas materiales y espirituales, que el hombre es capaz de crear por el fabuloso desarrollo de sus fuerzas productivas, es ya la única alternativa posible”» - declara Fidel Castro en la Escalinata de la Universidad de la Habana en 2010 (subrayado RCA). Lo justo se decide siempre desde arriba y la alternativa es la que impone el Partido-Estado. La opinión personal, sin asumir el debate democrático con el pueblo – medios de información y comunicación empotrados (embeded) en el departamento ideológico del Partido - condiciona el dogma sobre el que se desliza la concepción liberal-burguesa de las reformas economistas que emprende el PCC”[11].

El socialismo de las relaciones de producción e intercambio socializadas no es objeto de devoción del Líder de la Revolución cubana. Nunca lo ha sido, según su propia reiteración (2010) ante los estudiantes universitarios, esa arcilla que habría de seguir construyendo el socialismo. Se le ha hecho “ver” al pueblo que revolución social es sinónimo de revolución socialista. Esa concepción vulgar sobre el socialismo que el Líder de la Revolución toma e impone como bandera de la transformación sociopolítica pos 1959 no es un error de inmadurez teórica o de inexperiencia política. La revolución que se abre en 1959 es una revolución nacionalista-popular, de ahí la convicción voluntarista del revolucionario sin sustento teórico explícito alguno. El ideario sobre lo socialista que se le conoce al Líder de la Revolución no posee tampoco sustento de elaboración ideo-histórica. De ahí que en su posterior personal extensa producción política discursiva no aparezca una sola idea que invite a pensar el socialismo en Cuba desde la dialéctica marxiana y el materialismo histórico. El marxismo-leninismo del PCC no será más que un lumínico de cartelera tomado de la puesta en escena estalinista. El Partido “comunista” cubano se convertirá hasta nuestros días en una fábrica de producir “cuadros” al servicio de un pensamiento único circunscripto a la filosofía política del poder y el dominio sobre la sociedad.

El desarrollo y el compromiso con el pensamiento propio político y filosófico marxiano, en cambio, se ha coercionado y cuando no ha resultado, se ha reprimido por medios abiertamente ilegales. Al pueblo ha habido que imponerle que “crea” lo que el Partido le profesa, porque hay ideas políticas demasiado socialistas como para permitir que se lean. Uno por uno caerán y han caído mutilados por el PCC los centros de pensamiento independiente que desde el compromiso intentaron y han intentado ver más allá del doctrinarismo del poder partidista. Caerá y ha caído una insondable cantidad de revolucionarios pensadores bajo el azote de la coerción y la ignorancia beligerante de la burocracia política al servicio del régimen de partido-único que la nobilita y le asegura su estatus de clase para sí. Ese homicidio cultural del pensamiento político y social creador del pueblo ha constituido la lápida que lastra letalmente toda la revolución sociopolítica pos 1959.
“Nosotros hemos hecho los Lineamientos (...) el pueblo no sabe muchas cosas (...) tenemos que explicarlos” – le declara el Líder de la Revolución a un grupo de intelectuales cubanos y extranjeros en la Habana (feb. 2011)[12]. Como en las operaciones militares el terreno se ablanda con el bombardeo previo y la maquinaria del PCC se pone en marcha sin contrapartida democrática revolucionaria. Los Lineamientos (LPES) van, y «al que no le guste que se tome un purgante».

No se conoce estudio cubano crítico alguno que radiografíe desde su constitucionalidad las reformas economistas que “actualizan” el modelo. La organicidad revolucionria que define lo socialista ha dejado de ser un reto, siquiera dialéctico, para el poder. Y el poder lo sabe. Los juristas cubanos identificados con la Revolución callan como si la prohibición del debate democrático les tocara el instinto de conservación. La intelectualidad revolucionaria del gremio jurídico no cree como deber político pertrechar al pueblo con el conocimiento que lo arme ante la violentación de las garantías constitucionales.

La incertidumbre en el seno de la sociedad cubana es total. El pensamiento de la nación esperará y cumplirá indicaciones, según el reflejo condicionado del “ordeno y mando” que por decenios ha impuesto el poder omnímodo del Partido. De esa forma se consuma la pulverización del poder constituyente en tanto fuente de todo poder legítimo soberano.

La restauración capitalista no tiene reversión, a menos que la clase trabajadora tome el poder económico y asuma el poder del estado bajo un régimen de democracia protagónica. La lucha por el empoderamiento del pueblo pasa por el llamado a una Constituyente socialista.

RCA

No hay comentarios:

Publicar un comentario