martes, 4 de septiembre de 2012

HE AHI EL ENEMIGO!


                                          ¡He ahí el enemigo!
                         Por Lorenzo Gonzalo, 3 de setiembre del 2012
 
Los organizadores de la campaña de Mitt Rommney expresaron en Tampa que la presencia de Clint Eastwood en la Convención Republicana “no puede ser juzgada a través de un lente político típico” porque no funciona juzgar “a un icono estadounidense a través de un lente político”.
 
Realmente todos pensamos que Clint Eastwood, magnífico actor, cuando simuló tener una conversación con el Presidente Obama delante de un audiencia que se reunía para elegir al candidato presidencial del único país con suficiente poderío armamentista para decidir cuando invadir un territorio o a cuál líder asesinar en el mundo, estaba asumiendo una posición política. O acaso le pagaron al actor para que fuera a entretener a la audiencia?
 
De que había un ambiente exclusivista, casi racial, lo evidenció la poca presencia negra y  latina, excepto por un grupo de personas de origen cubano, que evidentemente provienen del sector más blanco que existía en Cuba antes del proceso revolucionario.
 
No faltaron tampoco expresiones de algunos orates que no pudieron contenerse. Otros seguramente se esforzaron para no pasarse.
 
Hubo un incidente donde un par de invitados a dicha Convención, le lanzaron nueces a un camarógrafo negro que trabaja para CNN, al tiempo que gritaban “así es como nosotros alimentamos a los animales”, tildando obviamente de mono al camarógrafo. Aunque este suceso no significa que la mayoría de los asistentes a aquella Convención fuera de una naturaleza racista de semejante envergadura, sí agrega al clima de conservadurismo allí existente. La noticia de estos dos invitados no recibió cobertura. La CNN y el resto de la prensa, seguramente acordaron callarla.
 
Los conservadores dicen que el término los define tal y como se escucha: “verdaderos conservadores”. Ellos quieren conservar el sistema, lo cual implica no transformarlo jamás en sentido contrario.
 
Dice algunos doctrinarios, otros que no profundizan en la intrincada problemática de la dinámica social y los políticos, por el simplismo requerido para manipular las mayorías, que cuando los estadounidenses han introducido alguna reforma de carácter colectivo, ha sido “para salvar el sistema”. Como ejemplo de esto siempre acuden a los profundos cambios introducidos en el Estado durante el gobierno de Franklyn D. Roosevelt.
 
Los conservadores no piensan así y tienen razón, porque la sociedad en la realidad se transforma paso a paso y las cosas dejan de ser lo que son cuando se le introducen cambios sucesivos. No hay milagros de la noche a la mañana, en que una algazara de gente enardecida, asaltando la Bastilla o el Palacio de Invierno, dé al traste con un sistema y surja otro por obra y gracia del Espíritu Santo. Los conservadores saben que las transformaciones, si bien es cierto que mantienen las estructuras andando, también les van introduciendo factores que eventualmente las convierten en una sociedad y un Estado diferente. Por eso se oponen a las políticas que plantean cambios contrarios a la naturaleza del pensamiento individualista que en ellos predomina.
 
La prueba de lo dicho está en el tiempo que tomó desarrollarse el liberalismo en Europa, luego de la llamada Revolución Francesa. El otro ejemplo es válido sólo por su patetismo. Nos referimos a la URSS, cuyo poder, si no se hubiese corrompido, habría podido conducir los fracasos y las malas interpretaciones teóricas sobre la economía y el desarrollo de la sociedad, por caminos diferentes, preservando la voluntad de hacer las cosas dentro de la equidad y la justicia.
 
Clint Eastwood fue a la Convención a hacer política. De hecho fue alcalde de Carmel, una pequeña y bella ciudad en la rivera californiana, entre Los Angeles y San Francisco.
 
No sabemos lo que pueden hacer las personas a cargo del Estado en estas elecciones porque desconocemos con precisión, de qué lado está el balance del poder dentro de su estructura, en términos de los más y los menos conservadores. Sin embargo podemos decir lo que resultó obvio: la Convención Republicana nos ofreció la presencia de un sector sombrío dentro de la sociedad estadounidense, que utilizará todos los recursos por imponerse al medio, ya sea en las próximas elecciones o las siguientes.
 
Como el sector artístico, generalmente imbuido de sensibilidad y sentido humano, rechaza la política de inmovilidad que ellos representan, se buscaron a uno de ellos, quizás el único, que aunque buen actor, tiene fama de racista. Quizás no querían confesar, que la cultura, el arte y la ciencia, no son santos del templo que los cobija.
 
Los Estados Unidos no serán víctima de una revuelta orientada al “asalto del poder”, y luego no saber cómo utilizarlo, como siempre ha ocurrido cuando circunstancias inevitables han obligado a semejantes acciones. Pero no caben dudas que, durante el proceso ineludible de transformaciones que late en el sentir de mayorías bastante ilustradas y concientes de las problemáticas sociales del país, los conservadores, los nacionalistas desfasados y los sectores enfermos de individualismo, pudieran provocar una verdadera catástrofe.
 
Los revolucionarios, las izquierdas, las personas inspiradas en el pensamiento social dimanado de los movimientos cristianos nacidos en esta era, saben que el poder no hay que tomarlo por la fuerza, sino que es capaz de instalarse por su propia gravedad. Lo demás es cosa de un romanticismo nacido al calor de las grandes ideas y los grandes descubrimientos de una época.
 
La gravedad del asunto puede surgir por la agresividad de las llamadas derechas, por los conservadores que quieren mantener el carro en el atascadero para que nada cambie, de quienes sueñan con ser importantes adalides, héroes como Superman y Batman o imprescindibles personajes de la historia.
 
¡He ahí el enemigo!
 

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