viernes, 1 de junio de 2012

SPD 100

----- Mensaje reenviado ----- De: Perucho Figueredo Para: Sautie Felix ; Sautie Felix Enviado: Viernes 1 de junio de 2012 13:20 Asunto: SPD 100 SPD No.100 (23/año 4). La Habana, 1-Junio 2012 “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”. Art. 53 de la Constitución Boletín por un socialismo más participativo y democrático. Artículos, notas, reseñas, publicaciones de interés. Los autores son los responsables de sus escritos. Reenvíe este boletín a todos los que estime conveniente. Se autoriza la reproducción total o parcial en cualquier soporte. Recopilación de Pedro Campos. CE perucho1949@yahoo.es Se agradece críticas, comentarios, sugerencias y opiniones sobre forma/contenido ÍNDICE SPD anuncia: PRÓXIMAMENTE en Internet Blog de Félix Sautié Mederos POR UN SOCIALISMO PARTICIPATIVO Y DEMOCRÁTICO (SPD) Deben ser los trabajadores, no la burocracia, los que guíen el tren Se estaría acercando un convite muy peligroso entre el estado cubano y el imperio del Norte. ¿Cómo enfrentarlo? Por Pedro Campos Y, sin embargo, qué sería Arrecian las fuerzas anti-embargo. ¿Qué efectos traería la eliminación del embargo para la gente en Cuba? Por Miriam Celaya Soluciones y cambios solo desde la verdad Por Félix Sautié Mederos. El compromiso con la verdad Martes, 29 de Mayo de 2012, editorial de Espacio Laical CONTENIDO SPD anuncia: PRÓXIMAMENTE en Internet Blog de Félix Sautié Mederos POR UN SOCIALISMO PARTICIPATIVO Y DEMOCRÁTICO (SPD) -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Deben ser los trabajadores, no la burocracia, los que guíen el tren Se estaría acercando un convite muy peligroso entre el estado cubano y el imperio del Norte. ¿Cómo enfrentarlo? Por Pedro Campos “Renovemos todas las trabas que oprimen al proletario… Que nosotros mismos haremos nuestra propia redención… Tenemos que ser los obreros los que guiemos el tren…” De la Internacional (Un artículo de la opositora Miriam Celaya, sobre el eventual levantamiento del bloqueo imperialista a Cuba motivó estas líneas. Por elemental ética revolucionaria y periodística, ponemos dicho artículo a disposición de nuestros lectores en el boletín digital SPD). La burocracia podrá percatarse o no, hacerse la inocente o desearlo con impaciencia; pero quienes seguimos de cerca la política de EE.UU. hacia Cuba, apreciamos un movimiento paulatino de la línea de “presión y bloqueo” a la de “acercamiento y penetración”, para tratar de destruir desde dentro el intento socialista cubano, esquema que podría ampliarse en una segunda administración Obama. No por gusto discuten la oposición y el exilio sobre el eventual levantamiento del bloqueo y las inversiones en Cuba de capitalistas emigrados. Ellos lo ven venir. Apercibidos de la incapacidad del bloqueo para interrumpir el proceso revolucionario cubano, el imperialismo y sus tanques pensantes han venido estructurando hace años un conjunto de ideas sustentadas en sus experiencias contra las variantes socialistas intentadas en Europa y Asia. La batería va desde la distorsión de las ideas socialistas, la absolutización del estalinismo como socialismo, el “tendido de puentes”, la “convergencia” y la penetración económica hasta el lógico fomento y financiamiento de las alternativas políticas generadas por la propia inconformidad que crea el modelo de “socialismo de estado” o creadas artificialmente, de la misma forma que los “comunistas” convertidos en gobierno fomentaron y financiaron partidos y movimientos políticos en el seno de los países capitalistas. Mientras, la economía cubana no logra levantarse a pesar de las modificaciones introducidas por la “actualización” impulsada por el gobierno de Raúl Castro y su equipo de militares, refrendada por el VI Congreso del PCC celebrado hace ya un año. Seguimos importando gran cantidad de alimentos que podemos producir, la zafra azucarera no cumple su modestísimo plan, la población suma decrecimiento, el transporte público está de nuevo en crisis, el valor de la moneda cubana arrastra el piso, los salarios siguen bajando su poder adquisitivo y los precios aumentando, el fondo habitacional se continúa deteriorando, la construcción de viviendas se mantiene a bajos niveles. Y La Habana está más despintada, destruida y sucia cada día, no importa cuánto dinero entra a la capital vía turismo o impuestos. La prensa oficial no se oculta para informar de la corrupción e incapacidad de las administraciones y los cuadros designados desde arriba para impulsar los planes de las empresas estatales asalariadas, mientras que el sector propiamente socialista –(estatización, no es socialización)- de la economía, el cooperativista, con éxitos limitados en el área agropecuaria por las persistentes trabas burocráticas, no se acaba de extender a otros renglones de la economía, a la espera de experimentos que se propone el estado. De la cogestión entre los trabajadores y el estado y del desarrollo de empresas autogestionadas, ni se habla por el partido-gobierno, mientras que el trabajo por cuenta propia, se ha distorsionado, al abrir paso a la “contratación de trabajadores por privados” acelerando la expansión del capitalismo que explota trabajo asalariado en restaurantes, renta de habitaciones, transporte y agricultura, los que aumentan la recaudación de impuestos para el estado. Dineros que la burocracia maneja a su arbitrio, de lo cual se va cansando la gente. Así por ejemplo, en la última asamblea de rendición de cuentas del delegado del poder popular de mi circunscripción, ante la persistente postergación de arreglos de edificios multifamiliares, uno de los cuales ya se declaró inhabitable y fue apuntalado, en peligro de derrumbe, se planteó y fue aprobado por unanimidad de todos los presentes, que la forma en que se iba a invertir el dinero de los presupuestos municipales, debe ser discutida y aprobada por los ciudadanos de cada municipio, de acuerdo con sus necesidades concretas. La “actualización”, hasta ahora, no modifica, en fin, la esencia del capitalismo monopolista de estado que encubre el modelo actual, pues mantiene las grandes y medianas empresas productivas del país bajo régimen de explotación asalariada para el gobierno, además del monopolio estatal de gran parte del mercado y todo el control de las relaciones políticas, según el obsoleto esquema estalinista de “socialismo estatal” y “dictadura del proletariado”. Sus medidas están claramente orientadas a tratar de resolver prioritariamente los problemas macroeconómicos del estado, en especial sus finanzas, que carecen de toda transparencia, en lugar de poner en primer plano los asuntos que afectan e interesan directamente a los trabajadores, las comunidades y la población. El estado reduce plantillas, subvenciones y prestaciones sociales, buscando reducir sus gastos y centra las inversiones que obtiene de todas las utilidades que rinden las actividades económicas que realiza, en planes defensivos militares y de seguridad; en programas para garantizarse mano de obra barata, calificada y saludable para el trabajo; en infraestructura y en la ampliación de proyectos empresariales del sector emergente que le brindan divisas: turismo, comunicaciones, energía, biotecnología, mercado interno en divisas y triangulación mercantil internacional, básicamente. Todo, con la vieja justificación histórica, paternalista y “vulgar” de que con los dineros que produzcan los trabajadores de las empresas estatales “de todo el pueblo”, el estado creará “nuevos empleos asalariados” y resolverá “gratuitamente”, los problemas de salud y educación a cada ciudadano. ¿Hasta cuándo la misma fantasía del “socialismo” como distribución centralizada y vertical desde arriba y de la “construcción del socialismo” con las “armas melladas” del capitalismo? Si a todo esto se unen las modificaciones apuntadas en la política norteamericana y las ansias de la burocracia de recibir grandes inversiones, conjuntas o no, de capital externo y desarrollar pomposos planes –como el del Mariel- para el comercio triangular con EE.UU.; la creación de bolsones capitalistas con Zonas Especiales de Desarrollo para maquiladoras; explotación conjunta del petróleo en la plataforma norte con empresas imperialistas y gigantes proyectos turísticos con marinas, campos de golf y áreas residenciales para millonarios, no hay que ser muy avezado para darse cuenta de que se estaría acercando un convite muy peligroso entre el estado cubano y el imperio del Norte que nos apetece, pero nos desprecia. Y es respecto a ese convite, donde se cruza este artículo con el citado de Miriam Celaya; pues de darse tal comunión, cuando todavía en Cuba no predominen las relaciones de producción genéricas y horizontales del socialismo, de tipo cooperativo-autogestionarias, cuando todavía el sector propiamente socialista de la economía sea ínfimo y limitado en su capacidad de desarrollo, como hasta ahora, y sean el capitalismo de estado –la economía estatal asalariada- y el privado, los predominantes; el resultado lógico apuntaría a fortalecer al sector capitalista de la economía, antes que al débil socialista y, en consecuencia, a una especie de conexión, interconexión o anexión virtual, de la economía cubana predominantemente capitalista a la norteamericana de igual signo. Insertarnos –no queda otro remedio-; pero sin diluirnos, en el mundo capitalista internacional, sí; pero insertar el mundo capitalista aquí dentro, no. ¡Y ese peligro lo venimos advirtiendo hace años! (1) Más claro: el desarrollo concreto de la política de “acercamiento y penetración” del imperialismo, combinado con la “actualización” del gobierno cubano que solo podría verificarse en gran escala con el previo levantamiento del bloqueo, o al menos de sus medidas principales, comporta graves riesgos para la independencia de la nación y el futuro del socialismo en Cuba, debido a la imbricación que conllevaría entre “el capitalismo de estado” y el capital privado nacional y extranjero”, cuando aún el sector socialista de la economía es incipiente. Y efectivamente, la “actualización”, para lograr sus propósitos desarrollistas, depende del levantamiento del bloqueo, las inversiones, el turismo y amplio mercado de EE.UU., por lo que en ese aspecto, presenta rasgos neo-plattistas. Por cierto, ¿alguien pudiera informar al pueblo de Cuba, el monto de la deuda que se estaría contrayendo por el desarrollo de esos macro-planes y de qué forma se piensa pagarla, si no se levantara el bloqueo norteamericano? No, -dirá el honesto partidario de la “actualización”-, con ella se busca “desarrollar la economía” cubana, manteniendo la independencia política. Olvidando el honesto que la política es la extensión de la economía y que no hay economía sin política, ni política sin económica. Como no hay política por un lado y economía por otro. Desde Carlos Marx se llama Economía Política. ¿Alguien se cree que el “cuento chino” del desarrollismo capitalista, se puede repetir en Cuba, a solo 90 millas el imperio que ha tratado de absorbernos durante siglos, con culturas parecidas, con una tradición de dependencia neocolonial a EE.UU. hasta hace medio siglo, con dos millones de cubanos allá de apenas 13, con una historia reciente de odios y venganzas, sin que implique de hecho una anexión real o virtual a EE.UU.? Y ¿Alguien se cree que sin lograr nada a cambio, EE.UU. va a levantar el bloqueo, liberar a los 5, procesar a Posada Carriles y devolver la Base de Guantánamo para consolidar el poder de los que en Cuba permitieron la implantación de cohetes atómicos “rusos”, confiscaron todas las propiedades norteamericanas e impulsaron la lucha de todo tipo, en todo el mundo contra el imperialismo? Si lo hiciera, sería porque estaría convencido de que sería la mejor forma para acabar con sus tradicionales enemigos cubanos. Desde luego no creo que los estrategas de la “actualización” se propongan conscientemente la anexión real o virtual de Cuba a EE.UU.; pero ya sea por ignorancia de la economía política, por no haber sacados las conclusiones adecuadas de lo ocurrido en la URSS y el “campo socialista” o por pragmatismo burocrático, estarían llevando el país en esa dirección. Si se quiere en verdad “construir” el socialismo, habrá que ser consecuente con lo que al respecto pensaron los que a través de los últimos siglos fueron conformando el conjunto de concepciones que vinieron a constituir el meollo de la teoría revolucionaria contemporánea, bien expresados en las estrofas del himno de los trabajadores, La internacional, que encabezan este artículo. Mientras no sean los trabajadores y el resto del pueblo los que decidan en cada lugar, en cada centro de producción o servicios, en las comunidades, en los municipios, en la nación; mientras no sean ellos mismos los que se encarguen de su emancipación, mientras no sean los que guíen el tren, el socialismo seguirá siendo un propósito vacío de contenido. En estas circunstancias, la forma fundamental de evitar que el reencuentro, que pudiera ser inevitable, de las economías de Cuba y EE.UU. sirva a intereses ajenos al pueblo, a los trabajadores y al proceso socialista cubano, está en lo que parte de la izquierda cubana viene planteando hace ya más de 20 años y que cada día parece más obvio, aunque desde el poder algunos traten de ignorar: Urge al proceso de socialización y democratización de la economía y la política en Cuba, avanzar a formas superiores de producción cooperativas-autogestionarias, basadas en la propiedad colectiva directa de los trabajadores sobre los medios de producción o en usufructo cogestionado con el estado; a los presupuestos participativos autónomos en municipios y regiones y a la democratización del sistema político, especialmente incluidas la libertad de expresión, asociación y elección, y el sometimiento de todas las leyes importantes a debates públicos horizontales y a referendos, de manera que los trabajadores y el pueblo sean los que decidan directa y democráticamente sobre todo lo que les concierne. ¡Deben ser los trabajadores y no la burocracia los que guíen el tren! ¡Abajo el capitalismo! Socialismo por la vida. La Habana, 1 de junio de 2012 perucho1949@yahoo.es Nota 1-Ver, entre otros, el ensayo Alerta Cuba: EE.UU. puede cambiar su táctica política, no sus fines estratégicos, de julio de 2007, donde se abordan la estrategia y las tácticas políticas de EE.UU. hacia Cuba, sus antecedentes, aristas y perspectivas, así como la forma de enfrentarla. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Y, sin embargo, qué sería Arrecian las fuerzas anti-embargo. ¿Qué efectos traería la eliminación del embargo para la gente en Cuba? Por Miriam Celaya. 10 de mayo de 2012 La extrema prolongación de los conflictos en la arena política tiende a magnificarlos de forma tal que, con el tiempo, superan las causas que originalmente los generaron y pasan a convertirse en fuente de nuevos y complejos conflictos. Es el caso del muy manipulado embargo del Gobierno estadounidense contra el Gobierno cubano —mal llamado "de EE UU contra Cuba"—, que constituye en la actualidad uno de las dilemas más importantes para la Isla por las consecuencias que pueden acarrear tanto su permanencia como su revocación, de cara a un eventual proceso de transición. Es un hecho que la situación actual no es ni remotamente parecida al escenario en que se impuso la controversial medida. Tampoco es menos cierto que se trata de una pieza obsoleta que no ha logrado cumplir el objetivo para el que fue concebido, pese al medio siglo transcurrido. Por su parte, el Gobierno cubano, supuesto destinatario, ha tenido la habilidad de utilizarlo en su beneficio, de forma tal que resulta casi imposible concebir la supervivencia del régimen sin la apoyatura que su ideología y política han encontrado en el embargo. Por esa causa, y teniendo en cuenta que las víctimas directas del conflicto siempre han sido los cubanos comunes y no el Gobierno, siempre me he manifestado contraria al embargo y he abogado por su derogación. En tiempos recientes, las fuerzas anti-embargo parecen arreciar con mayor empeño, reforzadas por otros intereses que se incorporan al clamor: los grupos de empresarios cubano-americanos que aspiran a invertir capitales en la Isla. Diríase que la vieja política restrictiva va quedando cada vez más aislada. Sin embargo, a la luz de la realidad actual, la disyuntiva que ofrece el conflictivo embargo parece resultar contraproducente en cualquier caso: por una parte, la permanencia de la medida continuaría nutriendo los argumentos del Gobierno cubano y de quienes lo apoyan desde el exterior; por otra, su eliminación incondicional podría traer consecuencias nefastas para el futuro de los cubanos a mediano plazo, toda vez que la liberalización de las inversiones extranjeras, actualmente frenadas por la medida, producirían un efecto directo económicamente beneficioso para el régimen y sus sucesores de la nomenklatura. Pocos se atreven a debatir este tema. Es, por así decirlo, un campo minado en el cual puede detonar cualquier explosivo, ya sea con la etiqueta de "traidores" o con el rótulo, casi siempre despectivo, de "dialogueros". De cualquier modo, vale preguntarse —parodiando el título de un excelente artículo del académico Alexis Jardines que establece una aproximación al futuro de Cuba a partir de lo ocurrido en las transiciones de los años 90 tras los regímenes socialistas de Europa del Este—, ¿a quién beneficiaría actualmente el levantamiento incondicional del embargo? Habría que buscar una respuesta a partir del proceso que se viene gestando en los últimos años, luego de la toma del poder "por asignación" del General Raúl Castro. Algunos de los rasgos de este proceso son: la declarada falta de voluntad política del Gobierno para promover cambios democráticos en el país; el incremento de la represión, fundamentalmente contra los activistas de la sociedad civil alternativa y los líderes de la oposición; la insuficiencia e incapacidad de las medidas económicas que se han estado implantando para paliar la crisis socioeconómica nacional, agravadas por las altas tasas de impuestos a los cuentapropistas y otras limitaciones inherentes al sistema; la deliberada estrategia oficial dirigida a impedir el surgimiento de una clase media próspera capaz de ganar espacios de autonomía; y más recientemente, la alianza entre el Gobierno y la alta jerarquía católica a espaldas de la población y desconociendo como interlocutores a los diversos componentes activos de la sociedad civil y la oposición. Ante esa realidad, no parece probable que el levantamiento del embargo traiga beneficios reales a la población cubana. Más bien, favorecería el afianzamiento de las elites de la nomenklatura, ya apropiadas de las más importantes y promisorias plazas de la economía, y, en consecuencia, daría lugar a una seudo-transición preñada de deformaciones, a la vez que coadyuvaría a la legimitización de las exclusiones. Simultáneamente, un nuevo potencial actor —un sector de empresarios cubano-americanos— ronda la escena, animado ante la perspectiva de un mercado prometedor y casi virgen para adelantar su capital y tener asegurada la plaza cuando finalmente se precipiten los pedazos del fracturado modelo socialista. De cara a un futuro mediato, mientras la crisis económica se profundiza con más celeridad que los anunciados cambios y reformas gubernamentales, el panorama se dibuja poco promisorio para todos los que aspiran a una Cuba democrática. La debilidad de la sociedad civil emergente, unida a la total indefensión ciudadana, a la supervivencia impuesta por las precariedades cotidianas, a la desinformación crónica y a la escualidez de las estructuras cívicas, entre otros factores, constituyen el caldo de cultivo perfecto para que, efectivamente, se reproduzcan en la Isla los patrones de las transiciones de los países de Europa del Este. Los destinos políticos del país estarían en manos de los mismos tecnócratas del actual Gobierno, debidamente renovados y maquillados para el nuevo escenario. Ciertamente, el embargo es una política fracasada y anacrónica, uno de cuyos males fundamentales ha sido ofrecer la justificación idónea al Gobierno cubano para desmontar la sociedad civil y sofocar todo atisbo de inconformidad o civismo. Pero todo cambio extremo entraña riesgos, y el costo político y social de una promesa económica puede resultar extremadamente alto. Hoy los cubanos están más desamparados y huérfanos de derechos que 50 años atrás, y no ocupan lugar alguno en la lista de prioridades de los artífices del viejo conflicto ni de los nuevos conciliadores. Más aún, las alianzas y cabildeos se están urdiendo entre bambalinas, justamente entre aquellos que no más ayer eran enemigos acérrimos: el Gobierno totalitario, la Iglesia Católica y un sector de empresarios de la diáspora, otrora siquitrillados y despojados por este mismo Gobierno. Los cubanos de acá no estamos invitados al ágape. Obviamente, ya pasó la época de las quejas y las denuncias y urge a la sociedad civil cubana ejercer sus derechos sin tutelajes. La democracia no va a venir de la mano de las alianzas ni de un súbito gesto amistoso de este u otro gobierno. Malo es ya que nos excluyan, imperdonable sería que nos autoexcluyéramos. Nota. Este artículo se publica en SPD, con el consentimiento de la autora. -------------------------------------------------------------------------------------------------------- Soluciones y cambios solo desde la verdad Por Félix Sautié Mederos. La Revista Espacio Laical ha publicado un editorial con el título “Compromiso con la verdad” correspondiente a su No. 2 del 2012, circulado en el suplemento 178 de Mayo del 2012; al que no puedo dejar de referirme porque lo considero significativamente importante, así como con una redacción que se distancia de la ironía y el sentido exclusivista hacia las opiniones diferentes manifestado por algunos al respecto del tema. El planteamiento de Espacio Laical no intenta hacer valer el respeto por la verdad o enfrentar criterios manipuladores ubicándose sectariamente dentro de un ámbito cerrado y excluyente. Tampoco parten del concepto de ser los únicos dueños de la verdad, que es per una categoría filosófica y existencial con acceso universal para todos los que con buena voluntad y recto criterio la busquen. Solo Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdaderos, consubstancialmente con sus esencias divinas se proclamó como el camino, la verdad y la vida, lo que ningún humano podría plantear sin convertirse en un farsante. En su editorial Espacios Laical no se atribuye exclusividad alguna en relación con los aspectos doctrinales, lo que considero muy acertado, porque sobre doctrina todos podemos opinar e incluso dar lecciones si en este caso lo hacemos con conocimiento de causa, buena voluntad y fines altruistas. En mi criterio, la Doctrina Cristiana no es un coto exclusivo para los ungidos o consagrados. En este sentido, es conveniente recordar que el Magisterio de la Iglesia constituye interpretación de la doctrina cristiana planteada con un fraterno espíritu de amor por el prójimo, a partir de su autoridad institucional en las instancias correspondientes; lo contrario podría ser aberrante anulando los propósitos de lo que Jesús le dijo a Pedro cuando le planteó que sobre esa piedra edificaría su iglesia y que, si Él como su Maestro no podía lavarle los pies, Pedro no podría ser su discípulo. Expresión suprema del mandato cristiano de Servicio y amor al prójimo, sin distingo alguno. En consecuencia, para mí es atinado el enfoque de caridad cristiana y el respeto que percibo en el editorial a que me refiero. Pienso que aunque hayan aspectos discutibles desde la diversidad de opiniones en el concepto que la Iglesia es “Casa de todos” sin exclusiones, lo que deberían haber afirmado explícitamente, en el documento se plantea un conjunto de acciones a favor de la reconciliación y del diálogo realizadas por la Iglesia desde hace más de 30 años, y específicamente por el Arzobispo de La Habana Cardenal Jaime Ortega y Alamino, que como mortal no está exento de cometer errores ni tampoco es infalible, incluyendo consideraciones esenciales de tipo doctrinal y pastoral que se corresponden con la verdad histórica, que no deberían ser negadas ni mucho menos manipuladas, a partir de contingencias circunstanciales por muy importantes que pudieran considerarse. En uno de sus párrafos esenciales con que el que estoy plenamente de acuerdo, plantea el editorial de Espacios Laical que: “Desde hace más de 30 años la Iglesia Católica en Cuba ha venido cincelando una propuesta de diálogo entre todos los cubanos, como metodología imprescindible para avanzar hacia una mayor concordia nacional. En estas tres décadas la Iglesia ha pensado esta propuesta desde las condiciones cambiantes del país. Así lo atestiguan la celebración de la Reflexión Eclesial Cubana, la realización del Encuentro Eclesial Cubano, la carta Pastoral El amor todo lo espera, los cientos de pronunciamientos de los Obispos cubanos, la labor desplegada por el laicado desde varias publicaciones eclesiales, el magisterio de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI en nuestra Patria, las muchas iniciativas de discernimiento compartido que han abarcado a toda la geografía nacional, y el reciente diálogo de la jerarquía de la Iglesia con el Gobierno cubano. Es posible afirmar que en los escenarios cubanos no ha existido otro actor social que se haya comprometido de forma tan radical en la construcción de una alternativa global de cambios positivos para Cuba.” (Fin de la cita) La Iglesia Católica local es una genuina entidad de la sociedad civil en Cuba que actúa y se manifiesta con independencia y personalidad propia, que ha mantenido una actitud sostenida a favor del diálogo, el reencuentro y la reconciliación entre los cubanos; y, aunque como institución humana tampoco está exenta de errores, en mi criterio dados sus fines, propósitos y labor pastoral, debería concitar el respeto de todos los cubanos más allá de creencias, concepciones filosóficas, políticas, sociales o económicas. Por otra parte, los cambios y las reformas que considero imprescindibles en Cuba, solo podrían ser eficaces y efectivos, si se plantean desde la verdad dejando a un lado las manipulaciones, las contingencias divisionistas de unos contra otros en el seno de la incipiente sociedad civil cubana, así como las manifestaciones de sectarismo, rencores, pases de cuentas y odios que lo complican todo; porque como expresa el editorial de Espacios Laical: “ De lo que se trata no es solo cambiar políticas o incluso instituciones, sino de lograr una solución armónica capaz de enaltecer la cultura cívica cubana”. Incluso considero muy especialmente como también expresa Espacios Laical, que: “Es necesario reconocer que nuestra realidad es compleja, y que lecturas simplistas y unilaterales de la misma dificultan la aceptación y realización de esa senda de entendimiento nacional”; a lo cual le añadiría que eso es necesario para todos sin que la propia Iglesia o personas dentro de la Iglesia sean una excepción. Me uno y estoy muy de acuerdo con el llamamiento de Espacios Laical de unir esfuerzos a favor de estas aspiraciones. En medio de las actuales coyunturas, no me oculto para expresar mi rechazo a las manipulaciones de los que estando a favor o en contra del sistema socio político cubano, se plantean desde adentro o en el exterior de nuestras fronteras dividir y/o borrar a la Iglesia Católica local y sus obispos, en especial el Arzobispo de La Habana, del ámbito nacional, así como desconocer o tergiversar sus gestiones a favor del diálogo y la reconciliación entre los cubanos. Esto es más importante que una persona en sí misma. Así lo pienso y así lo afirmo con mi respeto a quienes piensen diferente. fsautie@yahoo.com Publicado en Por Esto! de Mérida , Yucatán. México, Sección Opinión el lunes 28 de mayo 2012. http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=169216 Nota. Se adjunta artículo de Espacio Laical, al que responde éste de Félix Sautié El compromiso con la verdad Martes, 29 de Mayo de 2012 Revista Espacio Laical, Editorial del número 2 - 2012 Desde hace más de 30 años la Iglesia Católica en Cuba ha venido cincelando una propuesta de diálogo entre todos los cubanos, como metodología imprescindible para avanzar hacia una mayor concordia nacional. En estas tres décadas la Iglesia ha pensado esta propuesta desde las condiciones cambiantes del país. Así lo atestiguan la celebración de la Reflexión Eclesial Cubana, la realización del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, la Carta Pastoral El amor todo lo espera, los cientos de pronunciamientos de los Obispos cubanos, la labor desplegada por el laicado desde varias publicaciones eclesiales, el magisterio de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI en nuestra Patria, las muchas iniciativas de discernimiento compartido que han abarcado a toda la geografía nacional, y el reciente diálogo de la jerarquía de la Iglesia con el Gobierno cubano. Es posible afirmar que en los escenarios cubanos no ha existido otro actor social que se haya comprometido de forma tan radical en la construcción de una alternativa global de cambios positivos para Cuba. Una personalidad clave en este camino, siempre crispado y zigzagueante, ha sido el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana. Teniendo claro que se trata de un camino largo, y haciendo gala de la paciencia y la moderación que le son habituales, el Cardenal se ha consagrado a la construcción de una hoja de ruta que prefigura un camino de cambio gradual, pacífico, inclusivo, sin traumas para el país. Él ha sido el artífice de la reconstrucción de las estructuras pastorales y de los mecanismos de diálogo social y político en la Arquidiócesis de La Habana. Las revistas y estructuras pastorales le han permitido al Arzobispo desplegar una agenda de diálogo amplia, en constante interacción con muchos ciudadanos, intelectuales, académicos, grupos de la sociedad civil, otras denominaciones religiosas, miembros del Gobierno cubano y del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, la Santa Sede , gobiernos de otros países, la Iglesia que peregrina en Cuba y en otras partes del mundo, así como con actores sociales y políticos cubanos situados en el exilio de Miami y en otras regiones del mundo. Todo ello lo ha llevado a conseguir una posición de liderazgo que ha desbordado lo estrictamente pastoral para convertirse en una propuesta de transformación ordenada y gradual del orden nacional. Esta gestión del cardenal Ortega nunca ha representado una aceptación acrítica de lo mal hecho por las partes del espectro nacional. Unas veces en público y otras en privado, ha cuestionado el quehacer político opositor dentro y fuera de Cuba, que suele caracterizarse por criticar, condenar e intentar aniquilar, sin proyectos claros y universales para el destino de la nación. Desde su amor indiscutible a Cuba libre y soberana, la Iglesia no puede comulgar con proyectos monitoreados y acoplados, en muchos casos, a agendas dictadas desde fuera de la Isla y sin un distanciamiento crítico claro sobre las medidas de bloqueo contra nuestra Patria. Por otra parte, desde principios asentados en la Doctrina Social de la Iglesia , el cardenal Ortega fue la única voz que, desde la Iglesia , condenó, sin ambages, el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y de otros oficiales de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, los ataques del comandante Fidel Castro contra monseñor Pedro Meurice y los llamados actos de repudio, entre otros ejemplos. Además, ha tenido un protagonismo destacado en la preparación de todos los documentos episcopales emitidos sobre la realidad del país, y en especial en la preparación de la Carta Pastoral El amor todo lo espera (acciones que hoy muchos quieren escamotearle). Asimismo, ha intercedido anónimamente por la liberación de miles de presos políticos y comunes que no forman parte de esta última oleada conocida públicamente. Es necesario reconocer que nuestra realidad es compleja, y que lecturas simplistas y unilaterales de la misma dificultan la aceptación y realización de esa senda de entendimiento nacional. No obstante, el Cardenal y muchos otros cubanos, dentro y fuera de la Iglesia , siempre han vislumbrado que la solución definitiva para Cuba pasará por una metodología política signada por el encuentro, el diálogo y el consenso. Pero esto no es aceptado por muchos que, cargados de odio, de prejuicios y en algunos casos hasta de escasísima inteligencia política, prefieren derrocar al actual Gobierno y conseguir un triunfo que nuevamente excluya a los adversarios. Este tipo de victoria, por supuesto, podría conducirnos hacia un cambio político y económico, pero no hacia el necesario equilibrio nacional de inspiración martiana, en tanto muchas veces sus promotores parecen empecinados en excluir a todos aquellos que de alguna manera apoyan o han apoyado a la dirigencia de la Revolución. Dicha pretensión podría cincelar nuevos mecanismos electorales, que tal vez satisfagan a ciertos sectores políticos, pero serían reglas deficitarias de un verdadero contenido democrático y reconciliador. De lo que se trata no es solo de cambiar políticas o incluso instituciones, sino de lograr una solución armónica capaz de enaltecer la cultura cívica cubana. En tal sentido, ciertas facciones han urdido una estrategia que tiene el propósito de eliminar al Cardenal y deshacerse de la línea política que éste ha promovido. Para lograrlo se ha concertado un frente que se propone atacar al Arzobispo de La Habana y a los proyectos que desde la Iglesia intentan darle cuerpo a esta línea pastoral, que posee implicaciones políticas y sociales. No se trata solo de ataques personales contra el Cardenal. La actual maniobra, que se viene gestando desde hace unos meses, resulta una guerra contra toda una línea evangélica que aspira a cambios positivos y serenos, graduales e incluyentes, ordenados y pacíficos, que logren articular un renovado modelo sociopolítico para Cuba. En medio de este panorama nacional, y desde hace ocho años, el equipo gestor de la revista Espacio Laical ha venido trabajando para impulsar el encuentro, el diálogo y el consenso entre cubanos con posiciones políticas disímiles. Aspiramos a que se profundicen las reformas económicas y sociales en curso y, además, abogamos por una reforma del Estado nacional que permita a la ciudadanía consensuar un proyecto inclusivo de país donde tengan cabida todos los cubanos. Para lograr este objetivo hemos brindado nuestras páginas y nuestros espacios de diálogo a cubanos de la Isla y de la Diáspora, de la izquierda, del centro y de la derecha del espectro político nacional. En tal sentido, seguiremos aunando esfuerzos con actores y proyectos de la nación para discernir, cincelar y proponer reformas políticas, institucionales, económicas, jurídicas y sociales, entre otras, capaces de conseguir un verdadero bienestar general. Algunos han estado ausentes, pues no han sido capaces de asumir un quehacer y un discurso bien fundamentado, sereno, propositivo e inclusivo. Quienes no consigan la madurez suficiente para alcanzar estos atributos, se autoexcluyen de aportar al objetivo principal de nuestro proyecto. No estamos ni estaremos dispuestos a renunciar al respeto y la transparencia, el diálogo y el consenso. Esa metodología de la virtud y la piedad, que se asienta en el mensaje del Evangelio, es el único camino que sacará al país de la crisis actual. Existen otras metodologías políticas con una preferencia por lo contencioso y divisivo, implementadas durante décadas tanto desde el gobierno como desde la oposición, las que han demostrado ampliamente su incapacidad estructural para transformar el país. Igualmente tomamos distancia de los mesianismos políticos, oficiales y opositores, que pretenden autoproclamarse únicos portavoces de la sociedad civil y la vida política nacional. Gracias a Dios Cuba es hoy más plural y policéntrica que nunca. Esto último reclama de todos una perspectiva de mayor apertura, humildad, inteligencia y universalidad. Por otra parte, también se hace necesario señalar que nada favorece más al descrédito que pueda tener ante algunos esta propuesta de diálogo y comunión entre todos los cubanos que la rémora del Gobierno, particularmente de algunos de los funcionarios de la burocracia estatal-partidista, en implementar cambios necesarios de mentalidad y para el bienestar de la nación toda, y que son de amplio consenso nacional. Las reformas económica y social son insuficientes y no marchan al ritmo debido. Además, algunas autoridades han expresado públicamente que no consideran la posibilidad de gestionar transformaciones políticas encaminadas a canalizar la pluralidad existente en la nación. Por esta razón, tampoco han apoyado la institucionalización debida de los mecanismos necesarios para realizar ese diálogo nacional que reclama nuestra angustiosa crisis. En tal sentido, no han faltado altos dirigentes de la burocracia político-partidista dispuestos a obstaculizar las iniciativas ciudadanas que buscan procurar este encuentro. Podríamos citar un ejemplo cercano, vinculado a la campaña de obstáculos desatada por el aparato ideológico del Partido Comunista contra espacios del Arzobispado de La Habana , con el objetivo de bloquear la participación en los mismos de muchos académicos e intelectuales cubanos; espacios que, por otro lado, algunos opositores políticos irresponsablemente tildan de “progubernamentales” y “afines al oficialismo”. Esta realidad expresa una disyuntiva nacional entre un sendero de cambios signado por la moderación martiana, la serenidad y la inclusión desprejuiciada, para beneficio de la nación o la imposición de minorías rapaces, presentes en casi todas las partes del espectro político cubano, las que pretenden perpetuar los conflictos y reeditar las hostilidades históricas en su deseo de controlar el poder. Esta última posibilidad de seguro enrumbaría a la nación hacia otra polarización atroz, que haría más difícil conseguir la justicia y la libertad desde una adecuada democracia: el sueño que pretendemos construir desde que el padre Félix Varela inició la tarea de fundar una patria virtuosa hace casi 200 años. Llamamos a todas las fuerzas patrióticas de la nación, que aspiran a una Cuba serena y conciliada, justa y soberana, democrática e inclusiva, próspera y equilibrada, a aunar esfuerzos en pos de la consecución de una metodología que haga posible estas aspiraciones. Powered by Web Agency Actualizado ( Martes, 29 de Mayo de 2012 14:30 )

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