miércoles, 20 de junio de 2012

EL ORACULO



“No tengo más que un unicornio azul.”

ELIGIO DAMAS

            Juancho y su mujer, se parecen en muchas vainas.
            El viejo Estanislao, siempre dice que hombre y mujer de tanto vivir juntos y sobre todo intercambiarse cosas interminablemente terminan siendo como hermanos. Como si se clonaran; o uno y otro se meten en los intersticios de cada quien y cuando se separan, escapan o emergen a la superficie, como en partos constantes, terminan siempre siendo dos, o parecen serlo, pero sin detallarles, lucen exactamente iguales.
           Usted les ve y escucha hoy peleando por alguna vaina, como lo hacen todos los días y a todas las horas, pero de repente, en cualquier momento, se encontrará que sobre aquel asunto que discutieron tan fuerte que casi se fueron a las manos, están de acuerdo. ¡Claro! Los dos piensan ahora, sólo por ahora, lo mismo, pero diferente a como cada uno de ellos antes concebía el asunto. Siempre hacen su síntesis. Un poquito para cada quien.
          “Vamos a hacer una vaina, me das algo, hago lo mismo y empatamos.” Así funcionan todo el día. Pero siempre dejan todo confuso y predispuestos quedan para el próximo encontrón,
          De tanto convivir, discutir y ponerse de acuerdo, porque Juancho y su mujer no suelen ser tercos en muchas cosas, comparten la idea que algunas medicinas sirven para un montón de enfermedades. No importan síntomas, ni nada parecido, siempre la medicina es la misma. Por ejemplo, la hoja de mango de pertinencia en casos que el pueblo bien conoce, para ellos debe tomarse en todo caso. Y no porque digan “lo que no mata engorda”, sino por seguros de “ni una u otra cosa, sino todo lo contrario”. Ese acuerdo, sobre particular asunto, les llevó largas y ásperas discusiones.
          Aparte de motivaciones culturales no muy bien manejadas, a ellos no sólo les motiva la pobreza sino también la agudeza derivada de aquel rico y persistente intercambio. Si no existe barrio adentro, por alguna circunstancia muy fortuita, llegarle a un médico privado es más que una aventura y cuesta un ojo de la cara. Además, éstos de ahora, no sólo no mandan medicinas en ramas que se puedan recoger por allí, sino las escogidas, de las costosas, en los catálogos que portan  dejados por los visitadores médicos. Pareciera que las medicinas, aunque tengan el mismo principio, son más efectivas si cuestan mucho y vienen en empaques cuchis. Por eso, a esos genéricos les califican como chimbos. Y a las cubanas, es mejor no decir lo que divulgan los galenos privados, porque da pena; no con Cuba sino con quienes hacen semejantes calificaciones.
          Juancho y su compañera, piensan más por lo que escuchan en boca del pueblo y la de éste es voz de Dios, pues no siempre se aferran a sus particulares discusiones, que entre médicos y laboratorios hay un contubernio y el hilo umbilical lo forman los visitadores o visitadoras médicos. Lo decimos así, porque hasta en esa actividad las mujeres han desplazado en gran medida a los hombres; por algo será. Ellas suelen, entre otras cosas, ser más persuasivas.
           Los dos, Juancho y su mujer,  también son algo perezosos para leer y hasta pensar. Como si hubiesen acordado en alguna de sus tantas discusiones que el conocimiento, alcanzado por aquellas lecturas juveniles y discursos escuchados en medio de estados febriles, se agota en ellos. En verdad saben muchas vainas porque para eso han vivido unos cuantos años, militado en partidos donde la gente discute y ya eso es un excelente ejercicio. Internalizaron frases que grabaron con fuego en su interior y les parecen como hojas de mango. Han hecho muchas cosas; acertado y errado. Por aquello de la “discutidera” en los partidos y en la intimidad, saben bien los motivos de sus pequeñas victorias y derrotas. Su tragedia mayor es no confiar en sus experiencias y conocimientos. Cuando uno habla con ellos, intuye que desconocen el alcance de sus sabidurías. Pareciera que las hojas de mango se interpusieran entre lo que saben y la realidad que circula allá fuera.
            Por esa manía, siempre andan como los viajeros griegos buscando un oráculo que les diga los números o animales que saldrán en las loterías y hasta el camino qué tomarán las aguas. Si aquél está muerto mejor. No importa si en su vida terrenal acertó o alcanzó su sueño. Les encanta pegarse de un oráculo y le atribuyen cosas que otros predijeron, enunciaron, juzgaron, escribieron y hasta hicieron. Viven en sueños bajo una mata de mango a cuyo pie y entre sus raíces está enterrado su oráculo.
          Las cosas pasan ante ellos, las ven, perciben, pesan y piensan con sus instrumentos nada despreciables. Aún pueden acceder a informaciones y opiniones en tiempo real. Y con todos esos recursos, más la voz de la multitud y otros más, pudiendo dar una respuesta con la palabra, gesto o acción, vuelven la mirada de cordero a su oráculo muerto, para que le indique el qué hacer, el qué decir. Pese a que en la intimidad compartida sospechan que ronda la respuesta.
         Aunque con prudencia, discreción, siempre discuten, opinan; generalmente discrepan, aunque lleguen acuerdos que los hacen parecer hermanos. Pero siempre terminan pegándose a su santo.
       -“Si él aquí estuviera, todo marcharía mejor”. “No hay que darle un pescado a un hombre para que coma un día, enseñémosle a pescar”, dicho por alguien en tiempo y espacio diferentes y distantes, sabiendo la verdad, se lo atribuyen a su oráculo, para que crezca como tal.
       Juancho, nacido en la costa oriental, criado entre pescadores, conocedor como nadie de cómo hacer una sopa de pescado, un buen día para dar muestra de su fe y hasta conocimiento del saber de su oráculo, divulgó entre amigos una receta, como la que cantó Luis Mariano Rivera, y se le atribuyó a aquél.
       Aunque ellos dos bien saben que cuando su oráculo, en veces y muy cruciales, en su tiempo, le tocó enfrentar su realidad se equivocó, porque fue un humano y es de humanos errar; pero también acertar. Por eso dijo Simón Rodríguez, “Inventamos o erramos”. En hablar, predecir, enunciar y hacer debería haber coherencia, para que el oráculo sea genuino.


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 6/20/2012 06:30:00 AM

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