domingo, 23 de noviembre de 2014

PEDRO VARGAS EN LA HABANA


Pedro Vargas en La Habana

Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
22 de Noviembre del 2014 19:43:52 CDT

Pedro Vargas y Benny Moré cantarían a dúo en La Habana. Días antes de
la grabación, el mexicano da al cubano las partituras de los números
que interpretarán con el propósito de que las estudie. Llega el día
del encuentro y ya a punto de comenzar a grabar, Vargas quiere
examinar la música con el Benny a fin de marcarla y establecer quién
entrará primero y quién después y quién será voz prima en determinados
pasajes y quién la voz segunda.
Benny Moré, el llamado Bárbaro del Ritmo, rechaza el ofrecimiento del
Tenor de las Américas.
--Maestro, eso es chino para mí... Yo no sé música --dice Benny y sonríe.
--¿Cómo cantaremos a dúo entonces? Si no sabe música, ¿cómo sabrá en
qué momento tiene usted que entrar? --inquiere Vargas.
--Cuando me lo pida el cerebro, Maestro --responde Benny, pero los
entendidos están de acuerdo en que dio al mexicano una respuesta
incompleta. Debió haber dicho el cerebro, el corazón, el sentimiento...
hasta la última partícula de aquel ser intrínsecamente musical que era
Benny Moré. Contestación truncada aparte, el caso es que en aquella
ocasión grabaron Obsesión y Perdón y lograron con estas dos de los
mejores dúos de la música popular.
El escribidor trae a colación esa anécdota con motivo del homenaje
que, meses atrás, rindió Cuba a Pedro Vargas en ocasión del
aniversario 25 de su fallecimiento. Se le recordó en las jornadas de
la XXV edición del Festival Internacional Boleros de Oro. En presencia
de familiares allegados del artista, venidos para la ocasión, se dio
su nombre a la suite del Hotel Nacional en la que se alojaba
generalmente durante sus estancias habaneras, se exhibieron algunas de
sus películas y un busto del cantante quedó emplazado en la Avenida
del Puerto, muy cerca de la estatua que recuerda al compositor Agustín
Lara, su gran amigo.

Un mexicano casi nuestro
Vargas fue una especie de puente musical entre Cuba y México. A partir
de 1940 visitó la Isla por lo menos una vez al año. Por eso Cristóbal
Díaz Ayala, musicógrafo cubano radicado en Puerto Rico, lo define como
<<casi nuestro>>. Siempre que se disponía a venir, pedía a Lara y a
otros compositores importantes que le entregasen sus últimas
producciones para estrenarlas en Cuba, e igual pedido hacía a
creadores cubanos al regresar a México. En 1946, el compositor cubano
Bobby Collazo, autor, entre otras melodías, de Tenía que ser así y
Vivir de los recuerdos, está en México y se dispone a viajar a Santo
Domingo. Vargas le pide una canción y Collazo se la escribe a la
carrera. Cuando Collazo llega a su destino ya La última noche es un
éxito. Otro cubano, Fernando Mulens, compositor de esos boleros
emblemáticos que son Qué te pedí y De corazón a corazón, fue su
pianista acompañante durante años.
Cuba, en los años 30 del siglo pasado, fue invadida por el tango.
Conocerá a lo largo de la década siguiente la irrupción de la música
mexicana. La encabeza Jorge Negrete, muy famoso gracias al cine y que
visita la Isla en dos ocasiones. Le siguen y gozan de amplio arraigo
Tito Guizar, Pepe Guizar y sus Caporales, Pedro Infante, Chucho
Martínez Gil, Los Cuate Castilla, Toña la Negra, Amalia Mendoza y
Miguel Aceves Mejía, entre otros muchos. Los Pancho, que generaron una
legión enorme de imitadores, contaban, aún en los 70, con un programa
fijo en la radio nacional y cualquier cubano podía repetir sin la
menor vacilación Noche de ronda, de Agustín Lara, y tararear aquello
del propio compositor de <<en tus ojeras se ven las palmeras /
borrachas de sol>>. Antes había estado en La Habana José Mojica. Vino
por primera vez en 1931 y volvió al menos tres veces en los años 50.

También del otro lado
Pero si hubo una presencia en Cuba de la música mexicana, la cubana se
hizo sentir del otro lado del golfo. El ya aludido Díaz Ayala analiza
el fenómeno en su libro Cuando salí de La Habana (Puerto Rico, 2001).
El cine mexicano cobró importancia a partir de la cinta El rancho
grande (1936). Explotaba el paisaje y la música del bello país. La
producción cinematográfica azteca se incrementó y extendió su fama por
todo el continente; incluía cantidades generosas de música en cada
película. Filmes que abordaban en su mayoría el tema rural y se valían
de rancheras y corridos. La cosa se complica cuando la temática se
amplía al tema urbano y se da entrada al bolero. En los años 40 se
producen en México casi mil películas. Los compositores del patio eran
prolíferos, pero no daban abasto, más cuando aparte de boleros debían
crear guarachas y rumbas necesarias en cintas que, en su mayoría, se
ambientaban en cabarets.
Cuba, escribe Díaz Ayala, acudió a llenar el vacío. El cine y la
escena mexicana se desbordaron con rumberas cubanas como María
Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Lina Salomé, Olga Chaviano, Rosa
Carmina, Amalia Aguilar, las Dolly Sisters y muchas más. Para ellas, y
también para la rumbera mexicana Meche Barba y Tongolele, de origen
tahitiano, se necesitaba la percusión que aportaron los cubanos.
Intérpretes mexicanos como Juan Arvizu y Toña la Negra grabaron discos
con el respaldo de orquestas cubanas. También lo hizo Pedro Vargas,
que utilizó agrupaciones como Casino de la Playa, Riverside y
Cosmopolita para realizar sus discos con la Víctor.
Un artista cubano o de paso por Cuba no se sentía enteramente
consagrado si no se hacía fotografiar por Armand --Armando Hernández
López-- el más famoso retratista cubano de los años 40 y 50 del siglo
pasado, conocido como El fotógrafo de las estrellas. Pedro Vargas, en
una de sus estancias habaneras, no resistió la tentación y visitó al
artista del lente en su estudio de Línea entre H e I, en el Vedado.

Capricho cubano
Las presentaciones iniciales de Vargas en La Habana deben haber tenido
lugar en el viejo Teatro
Neptuno, de Heliodoro García, donde también actuó Agustín Lara. Supone
el escribidor que actuó en la capital cubana por última vez en marzo
de 1959, en el cabaret del hotel Capri. Presentaba ese centro nocturno
la producción Capricho cubano, con las actuaciones de la
puertorriqueña Lucy Fabery y los cubanos Fernando Álvarez y Raquel
Bardisa, y la presencia de Vargas, durante dos semanas, propició allí
un lleno completo.
Entre una presentación y otra, actuó muchas veces en el Teatro
América. Pedro Urbezo, historiador del coliseo de la calle Galiano, en
su libro El teatro América y su entorno mágico (2011) recoge
puntualmente las presentaciones del mexicano.
El América se inauguró el 29 de marzo de 1941. Poco después, en la
semana del 22 de septiembre, el primer espectáculo o variedad musical
que acogió ese teatro estuvo a cargo del famoso tenor, acompañado por
el pianista Pepe Agüero y la orquesta de Alfredo Brito. Hizo, de lunes
a sábado, dos apariciones diarias: una a las 5:30 de la tarde y la
otra a las 9:30 de la noche, y el domingo, además de esas
presentaciones habituales, otra a las dos de la tarde.
Tanto éxito tuvo, dice Urbezo, que pese a sus compromisos con
radioemisoras cubanas volvió al escenario del América para una función
especial, el 3 de octubre de ese año.
Vargas hace una nueva presentación el 23 de enero de 1942, otra vez
acompañado por el pianista Pepe Agüero y la orquesta de Alfredo Brito.
Escribe Urbezo: <<Los asiduos al América daban muestras de admiración y
cariño al tenor mexicano con repetidos aplausos>>.
En 1945 llega Pedro Vargas de nuevo a Cuba. Está de paso. Pero no
quiere dejar de hacerse presente en el espectáculo de variedades que
artistas de la CMQ presentan, durante una semana, en el América.
Participa en las jornadas del sábado y el domingo. Ese día, en la
función de la noche, se despide del público habanero que, de pie, lo
aplaude a rabiar. La ovación emociona al artista que, con voz
entrecortada, expresa su habitual <<muy agradecido, muy agradecido, muy
agradecido>>, promete volver en cuanto sus compromisos se lo permitan.
Vuelve realmente. No podía dejar de cumplir su promesa. Lo hace en la
semana del 21 al 27 de enero de 1946. Lo acompañan en la escena
Ignacio Villa (Bola de Nieve), Fernando Mulens y la orquesta
Cosmopolita.
Tiene compromisos ineludibles con el Circuito CMQ y sale de la
cartelera para ser sustituido por Libertad Lamarque. La Novia de
América se despide de su público en la función de las 9:30 de la noche
del domingo 3 de febrero, luego de haber provocado llenos completos en
el teatro. En la semana del 4 al 7 regresa Pedro Vargas. Lo acompaña
el cubano René Cabel y hace con él un dúo ocasional que, escribe
Urbezo en su libro aludido, <<arrancó exclamaciones de entusiasmo y
admiración>>. Añade: <<Retemblaron las paredes del moderno coliseo con
los gritos de entusiasmo y los atronadores aplausos. ¿Estaría
escuchando Enrique Claudín, el Fantasma, desde los sótanos del
teatro?>>.
Prosigue Pedro Urbezo:
<<Y, para cerrar aquel ciclo memorable, la siguiente semana, del 11 al
17, cantó Pedro Vargas con otra grande de la escena que por primera
vez actuaba en el América: la actriz y cancionera cubana Rita
Montaner. Intervinieron en el show, además, René de Montemar, Fernando
Mulens y la orquesta Cosmopolita con la animación de Rolando Ochoa>>.

Su chorro de voz inagotable
Pedro Vargas amó mucho a La Habana. Dejó, con su presencia y sus
canciones, un buen recuerdo en la Isla, en los que tuvieron el
privilegio de escucharlo en vivo, en los que lo conocieron.
Rosa Fornés, que durante siete años consecutivos fue la primera
vedette de México y que dejó de serlo solo cuando la prensa mexicana
la proclamó como la primera vedette de América, compartió con Vargas
el escenario del teatro Tívoli, de la Ciudad de México. Hoy, en su
residencia habanera, la Fornés vive rodeada de sus recuerdos mexicanos
y conserva en uno de sus salones las fotos de mucha de la gente a la
que quiso, entre ellas Cantinflas, que tanto y tan en vano la
pretendió, Jorge Negrete, Pedro Infante y, por supuesto, Pedro Vargas,
fijo aún en la mente de la estrella con <<su chorro de voz inagotable>>.












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Ciro Bianchi Ross
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