martes, 14 de octubre de 2014

MI VECINO Y LA DOBLE NACIONALIDAD



ELIGIO DAMAS

            Hay un cuadro de Don Francisco Goya, llamado palabras más o menos, “Pelea a garrote”, donde dos personajes, aparentemente campesinos, gente del pueblo, de esos que la pintura renovadora del artista comenzó a tomar en cuenta y como decimos ahora visibilizar, se traban en combate; cada uno de ellos, armado de su respectivo garrote, con la particularidad que ambos combatientes tienen las extremidades inferiores hundidas en la tierra, casi a la altura de las rodillas. Con aquella imagen, el pintor zaragozano, influido por la etapa del romanticismo, expresa de los tantos valores, hasta poco ignorados en su tiempo, de la gente común, la entrega, entereza, limpidez, valentía y consecuencia con los principios. La expresión hoy muy usual de “rodilla en tierra”, pudo también haber tenido sus antecedentes en aquella imagen del gran artista español.
            Pero nosotros, en nuestro lenguaje coloquial, no ajeno a la poesía, cuando hablamos de los pies hundidos en la tierra, nos referimos a la naturaleza, profundidad, afinidad y amor del vínculo que tenemos con nuestro espacio y la gente, sus valores y cultura, dentro de los cuales nacimos, crecimos y hemos luchado toda la vida. Por supuesto, cuando termine de cuadrar mi idea, alguien pudiera decir “este es un viejo pendejo que vive del pasado”; otro más generoso y comprensivo, “se trata de alguien aún atrapado en el viejo romanticismo, ese mismo de Goya, que no vive la realidad”.
           ¿Y cuál es la realidad?
           Para mucha gente inteligente y práctica – no diré pragmática para no ofender – eso de la doble nacionalidad “es una ventajota”.
           Soy de aquí o de allá, o mejor, para decirlo a lo Facundo Cabral, “no soy de aquí ni soy de allá”. Pero para el excelente cantante y poeta argentino - era él un hombre del mundo - aquella condición no era para aprovecharse del pasaporte ni de ventajas, sino por amor a la humanidad y la creencia que ésta es una sola, mientras viajaba de aquí para allá en su diaria tarea de expandir la poesía y lo bello, con su pasaporte argentino y dejando regado por donde pasaba su amor a la pampa y el pampero, que en fin de cuentas tienen profundas raíces universales.
           Pero dije lo de “ventajota” y lo asocié a lo “practico”, por el ejercicio de la doble nacionalidad como quien tiene dos coches por si se le daña uno, y dos de cada cosa que deba necesitar habitualmente.
            Todo lo anterior – debo apresurarme para no cansar al lector – viene al caso por una ya habitual conversación con mi vecino que se produce automáticamente cada vez que al vernos, desde la puerta de la casa de cada uno de nosotros, nos saludamos como corresponde a gente normal. Sólo que en este nuestro caso, mi vecino siempre intenta conducirla hacia la política; esta vez derivó hacia el asunto de la doble nacionalidad.
            -“Buen día vecino. ¿Cómo está?”. Le expresé en voz alta debido a la distancia.
            -“¿Cómo voy a estar, vecino, con las cosas que estamos viviendo? Respondió como lo hace habitualmente, envolviendo su percepción política en una relación común que pretende y debería ser afectuosa.
            Pese todo, me hice el loco, como siempre e ignoré su intención y le pregunté por la familia y, al final:
            -¿Cómo están los muchachos? Mi vecino es nacido y criado en el exterior pero nacionalizado venezolano y sus dos hijos pues tienen doble nacionalidad.
            -“Bueno”, habló a su estilo, que quizás cree afectuoso y nada irónico, y dijo:  “esos si están bien”.
           Intenté seguir siendo cordial, como siempre y le dije:
            -“¡Claro! Es lo natural. Son dos muchachos todavía, ya profesionales y tienen buenos trabajos”.
          -“No, no es por eso. Es porque ya tienen sus pasaportes listos por si acaso.
         Entonces la ley del 99 creo una figura privilegiada, el tipo que por nacer aquí y ser hijo de quienes lo hicieron allá y aquí vinieron a vivir, sólo si les iba bien, tiene dos pasaportes.
         Hay quienes aquí vienen o van y vienen, usan su pasaporte venezolano, pero al llegar a Europa, por ejemplo, lo esconden porque ese documento les hace balurdamente “sudacas” y hacen uso del de la UEE.
         ¿Uno, nacido en Cumaná, hijo de cumaneses, nieto de manicuareros y cumaneses, biznieto de arayeros  o riocariberos, de dónde saca, sin salir nunca de aquí, esa figura para aprovecharla de la doble nacionalidad?
         El constitucionalista usó las figuras de la sangre y la territorialidad, expresadas por ellos de manera por cierto muy ridícula o mejor cursi en latín, para establecer por primera vez en Venezuela esa figura jurídica.
          Es un derecho humano tener una nacionalidad y lógico también el de escoger la que desee o le convenga. En la historia nacional, hasta 1999, los extranjeros que se nacionalizaban lo hacían como una manera de agradecer o expresar su amor a una tierra y gente que le habían permitido vivir con dignidad. Se era nacional por amor no por conveniencia. De esa manera, el mismo venezolano que adoptaba la nacionalidad de otro país por las mismas razones mencionadas, perdía aquella condición. De esa manera el juego se hacía limpio y cristalino.
        Porque la nacionalidad – esto lo dice un viejo pendejo y romántico que aun siendo joven, habiéndosele presentado la oportunidad de salir del país porque la represión y el hambre casi obligaban, optó por quedarse- es un constructo lleno de amor, vivencias hermosas, compromiso y disposición a luchar por el país en toda circunstancia. No es asunto de tener dos pasaportes para irse y regresarse según le vaya en sus naciones. ¿Qué hubiese sido o pasado, si Bolívar hubiese asumido el problema de la doble nacionalidad como una prebenda para disfrutarla, según las circunstancias?
        ¿Cómo puede ser venezolano, al estilo del cuadro goyesco, alguien quien por aquella resolución del 1 x 1 en radio, en materia de música, dijese que eso era un disparate porque aquí no había música?
        Quien lo dijo, eso cree. Por ignorante y porque pese haber nacido aquí y tener dos nacionalidades, nunca sus pies han tocado las entrañas de esta tierra.
        Entonces termino por repreguntarme, porque ya me lo pregunté cuando ese asunto se discutía en la Asamblea Nacional Constituyente, ¿eso de la doble nacionalidad no creó  un privilegio y hasta un arma de doble filo?

         No hay en esto ni un dejo de xenofobia, porque al fin, uno alumno de los revolucionarios y amigo del internacionalismo, que también canta con Cabral “no soy de aquí, ni soy de allá”, pero cree en la independencia y soberanía de cada pueblo, no puede concebir un pasaporte como un ticket para entrar a ver un buen partido de fútbol.


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 10/13/2014 04:04:00 p. m.

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