martes, 9 de abril de 2013

COSAS DE PALACIO


Cosas de Palacio
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
6 de Abril del 2013 21:03:03 CDT

El antiguo Palacio Presidencial, actual Museo de la Revolución, ocupa
la manzana comprendida entre las calles Refugio y Colón, Zulueta y
Monserrate. Su dirección oficial es Refugio No. 1, La Habana. Es una
zona que comenzó a urbanizarse luego de demolidas las murallas.

El general Ernesto Asbert, gobernador capitalino, dio inicio a su
construcción para destinarlo a sede del Gobierno Provincial. Pero a
Mariana Seba, primera dama de la República, le gustó el edificio y
convenció a su esposo, el mayor general Mario García Menocal, para que
fuera adquirido por el Estado y se destinara a Palacio Presidencial.
Hasta ese momento se pensaba que la sede del Ejecutivo la ocupara el
edificio que se construía donde está el Capitolio, mientras que la
residencia oficial del Presidente estaría en la Quinta de los Molinos.
El Palacio Presidencial radicaba hasta entonces en la vieja mansión de
los Capitanes Generales, en la Plaza de Armas.

El edificio de Refugio No. 1 fue inaugurado como Palacio Presidencial
el 31 de diciembre de 1920 por el mismo presidente Menocal y el baile
con que se abrió es uno de los acontecimientos sociales más
importantes de La Habana. La conocida Casa Tiffany, de Nueva York,
había tenido a su cargo la decoración del edificio y en su mobiliario
y adornos se invirtieron más de millón y medio de dólares. Oro, marfil
y mármol resaltan el estilo del Palacio. La vajilla era valiosísima y
tenía grabado el escudo de la República en cada una de sus piezas.

Desde ese momento fue sede del Poder Ejecutivo y residencia oficial de
los mandatarios cubanos. El Doctor Manuel Urrutia Lleó fue, ya en la
Revolución, el último presidente que tuvo su residencia en Palacio. Su
sucesor, el Doctor Osvaldo Dorticós Torrado, que siguió despachando en
ese edificio, acabó con esa práctica y siguió viviendo en Miramar,
cerca del Teatro Chaplin, ahora Karl Marx. En el Palacio sesionaba el
Consejo de Ministros, que encabezaba el Presidente de la República. En
febrero de 1959 Fidel Castro asume el premierato y en su calidad de
Primer Ministro pasa a presidir el Consejo, que sesiona, muchas veces
a partir de entonces, en la antigua sede del Tribunal de Cuentas,
actual Ministerio del Interior, mientras que el Premierato se traslada
desde su sede en Prado casi esquina a Trocadero para el edificio del
Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), actual Minfar, en la
Plaza de la Revolución.

En el Salón de los Espejos del Palacio prestaban juramento y tomaban
posesión de su cargo, cada cuatro años, los presidentes cubanos. El
Vicepresidente de la República no tenía sus oficinas en el Palacio
Presidencial, sino en el Capitolio: por disposición constitucional
debía sustituir al Presidente en caso de ausencia, enfermedad o muerte
y presidía el Senado.

Con todo, la segunda posición de la República correspondía, por el
poder que tenía en las manos y los recursos y dineros que controlaba,
al alcalde habanero. No era raro, en Cuba, que no existiesen buenas
relaciones entre el primer mandatario y su vice. Así pasó entre Grau y
Raúl de Cárdenas y entre Carlos Prío y Guillermo Alonso Pujol, a quien
el Presidente llegó incluso a retirar la escolta. Batista confiaba más
en Andrés Domingo Morales del Castillo, el secretario de la
Presidencia, que en su segundo, Rafael Guas Inclán. Se dice que,
cuando salía de viaje, le advertía a Morales del Castillo: «Mucho ojo
con el vice…».

El cargo de Presidente de la República desapareció en 1976. La
Constitución aprobada ese mismo año estableció el cargo de Presidente
del Consejo de Estado, quien es jefe de Estado y jefe de Gobierno.

PESE A SUS DEFECTOS

El Palacio es obra de dos renombrados arquitectos: el cubano Rodolfo
Maruri y el belga Jean Beleau, el mismo del Centro Gallego. Es un
edificio de cuatro pisos. Al parecer, cuadrado. De sillares de piedra
blanca, primorosamente labrada. Lo corona una linterna que se levanta
en su centro a considerable altura y cuya media naranja de terracota
con colores amarillo y azul se distingue desde muy lejos y tiene
pechinas con láminas de oro de 18 quilates.

En el primer piso se hallaban la mayordomía, la cochera, la sede de la
guarnición, la central telefónica y otras dependencias. En el segundo,
las oficinas del Presidente, la sala del Consejo de Ministros, el
local del telégrafo, el gran comedor para 46 comensales y el fastuoso
Salón de los Espejos, mientras que el tercero era ocupado por las
habitaciones privadas del mandatario y su familia. El cuatro piso
—afirman especialistas— destrozó las líneas del fino remate del
edificio, pero no es cierto que se le adicionara luego de estar ya en
uso el inmueble, pues aparece en los planos originales. Las numerosas
ventanas revelan el primitivo destino oficinesco del Palacio.

Su escalera monumental es de mármol de Carrara. Es muy bella, y menos
amplia de lo que pudiera suponerse, la terraza Norte. La fachada se
abre a la Avenida de las Misiones, lo que confiere una amplia
perspectiva al edificio.

Es expresión de una arquitectura ecléctica. Pone en evidencia
múltiples influencias. Así, los contrafuertes de las esquinas ornados
con trabajos de escultura parecen pertenecer a la arquitectura alemana
en lo que tienen de macizos y monumentales. Las torrecillas que lo
rematan parecen pertenecer a algunos edificios civiles y militares
españoles. La cúpula tiene mucho de española. La cornisa revuelta
sobre cada una de las pilastras recuerda también la práctica española
de decoración, especialmente en los edificios barrocos. Las arcadas
del basamento con arcos de tres o cinco metros, con columnas gruesas y
panzudas, no parecen españolas y tal vez se trate de una arquitectura
flamenca de la época del dominio español. Las arquivoltas con molduras
gruesas traen a la memoria los nervios del gótico y parecen flamencos
o alemanes.

Dice el urbanista Pedro Martínez Inclán: «Pese a sus defectos, que no
son pocos, cualquier arquitecto moderno pudiera vanagloriarse de haber
sido el autor de una obra que es constructivamente una de las mejores
de La Habana».

Por las obras artísticas que atesora es un museo en miniatura.

CURIOSIDADES

Grau, en su primer mandato (1933-1934), no juró la Presidencia en el
Salón de los Espejos, donde lo esperaban, para que lo hiciera, los
magistrados del Tribunal Supremo. Prefirió hacerlo en la terraza
Norte, ante el pueblo congregado frente a ella, para evitar hacer su
juramento sobre la Constitución de 1901 que contenía la Enmienda
Platt.

Manuel Márquez Sterling prestó juramento ante Federico Edelman,
presidente del Supremo, en la habitación 412 del Hotel Nacional.
Carlos Hevia, que sustituyó a Grau, había renunciado y Márquez debía
asumir la presidencia en su carácter de secretario de Estado. Juró a
las seis de la mañana del 18 de enero de 1934 y como no había
electricidad lo hizo a la luz de las velas que empleados del hotel
llevaron desde la sala Taganana. A las diez de la mañana salió para
Palacio y presidió la reunión que proclamó presidente a Carlos
Mendieta. Fue ese su único acto como presidente de la República.

Manuel Urrutia juró la Presidencia en la ciudad de Santiago de Cuba,
convertida en los primeros días del triunfo de la Revolución en
capital de la República. Su primer Consejo de Ministros sesionó en la
biblioteca de la Universidad de Oriente.

Había en Palacio una Casa Militar y un Servicio Secreto. Gerardo
Machado fue el primer presidente que contó con una escolta propiamente
dicha. Su jefe era el capitán Manuel Rodríguez Batista, ayudante de
Machado desde los días de la Guerra de Independencia. Le decían
Colinche y era de origen canario. Machado se movía en un Lincoln
blindado y, aparte de la escolta, contaba con la protección del
llamado Batallón Presidencial, al mando del tenebroso capitán Manuel
Crespo Moreno y destacado en el castillo de Atarés. Los soldados del
Batallón Presidencial viajaban detrás de la escolta en un camión. El
Batallón debía proteger también el Palacio Presidencial. Con el tiempo
esa función la asumió la Marina de Guerra, cuyo Estado Mayor radicaba
en el castillo de la Punta.

No se sabe con exactitud cuándo empezó a dársele el título de Primera
Dama de la República a la esposa del Presidente. Se supone que fuera
en tiempos del general Menocal, tercer presidente de la República.
José Miguel Gómez, su antecesor, fue el primer mandatario que dispuso
de automóvil. Machado fue el primer Presidente cubano que utilizó el
avión como medio de transporte.

SEGUNDO ASALTO

Es el 12 de agosto de 1933. El Palacio, tan concurrido en días
anteriores, está ahora casi desierto. Lo abandonan los empleados al
advertir la ausencia de la familia presidencial, y también los viejos
servidores que, ajenos a la política, pasan de un presidente a otro.
Solo una criada permanece en las habitaciones particulares del
mandatario; las arregla por amor al orden, mientras que ante la puerta
de la mayordomía el guardia da paseítos nerviosos y jaranea con la
muchedumbre que no tardará en arrollarlo. Machado renunció en la tarde
anterior y la multitud penetra en su cubil. Las fotos dan testimonio
del saqueo.

Meses después estalla la sublevación de la organización ABC. Al mismo
tiempo, la aviación militar se insubordina contra el Gobierno y la
jefatura del Ejército. Se sabe que atacarán el Palacio Presidencial y
se le pide al presidente Grau que abandone el edificio y busque
refugio en el Estado Mayor de la Marina, leal al Gobierno. Grau se
niega a abandonar el edificio. En la noche del 8 al 9 de noviembre,
las antiaéreas situadas en la azotea de la mansión y que son mandadas
por el presidente Grau en persona, alejan a los aviones que vienen a
bombardear el Palacio Presidencial. En la mañana del 9, la guardia
palaciega, sin derramar una gota de sangre, ponía en fuga a cientos de
abecedarios que intentaban apoderarse del edificio.

El 13 de marzo de 1957 tiene lugar el asalto al Palacio protagonizado
por el Directorio Revolucionario. Después de esa fecha, Batista
comenzó a recibir el desagravio de las corporaciones económicas, la
industria, el alto comercio, las asociaciones de profesionales, etc. A
eso los «apapipios» le llamaron «El segundo asalto a Palacio». Esas
visitas culminaron el 7 de abril con un acto de guataquería
insuperable frente a la terraza Norte.

El espectáculo debió terminar antes de lo previsto. Cuando militantes
del Movimiento 26 de Julio, dirigidos por Sergio González, "el
Curita", hicieron estallar petardos, regaron fósforo vivo y quemaron
colchones en las habitaciones que previamente reservaron en hoteles
cercanos a Palacio, se acabaron los discursos y Batista, más presto
que jerárquico, abandonó la tribuna con pies ligeros.

Todos los combatientes se registraron en dichos hoteles con el
apellido Castro y todos dieron un 26 de julio como fecha de
nacimiento.


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Ciro Bianchi Ross
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