viernes, 31 de mayo de 2019

REGRESA MARIA VALERO

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 26 more Details
Regresa María Valero
Ciro Bianchi Ross

María Valero pervive en el imaginario del cubano de a pie. Los que
ahora nos movemos entre los 70 años y la muerte hemos escuchado su
nombre de manera reiterada, no para evocar sus condiciones
excepcionales de actriz que hicieron que se le coronara como la Gran
Dama de la Radio Cubana ni  para exaltar su papel en la Guerra Civil
española y su amistad con Tina Modotti, sino para rememorar las
circunstancias de su muerte, en la madrugada del 26 de noviembre de
1948, cuando en la Avenida del Puerto, frente al restaurante El
Templete, fue atropellada y arrastrada por el  automóvil que,
zigzagueante y a exceso de velocidad,  conducía un borracho.
    Desde su papel  en El collar de lágrimas, de Pepito Sánchez Arcilla,
que con sus más de 900 capítulos es la radionovela más larga en toda
la historia del género, María Valero se había convertido en la figura
femenina más popular de la radio. Su arte y su voz maravillosa eran la
admiración de los oyentes que seguían, devotos, sus interpretaciones.
Había hecho teatro en su patria y en La Habana el éxito le llegó más
temprano que tarde. Casi enseguida  pasó a formar parte,  como artista
exclusiva, del cotizado cuadro dramático de la firma jabonera Sabatés.
Asida del brazo del galán de moda Ernesto Galindo formó la pareja
romántica que hacía suspirar a jóvenes y mayores. Galindo y María
serían  los protagonistas de Doña Bárbara, la novela de Rómulo
Gallegos que, en versión de Caridad Bravo Adams y con la dirección de
Luis Manuel Martínez Casado, dos glorias de la radio nacional, se
trasmitió en el espacio La Novela del Aire, de RHC Cadena Azul.  Pero
CMQ, que ya había  iniciado su guerra a muerte contra la RHC,  quería
a María Valero  en sus predios como artista exclusiva  y le ofreció
un salario de 600 pesos mensuales, suma no alcanzada  por  actriz
alguna  en Cuba, y totalmente desconocida hasta entonces  en el medio
radial.  María aceptó la propuesta y se desbarató así la pareja que
formó con Ernesto Galindo. A rey muerto, rey puesto, sin embargo. Otra
pareja artística surgirá en CMQ: la de  María Valero y el primer actor
Carlos Badías. Juntos actuarían  en El precio de una vida, de Félix
B. Caignet, y en el momento del accidente asumían, como Isabel
Cristina y Albertico Limonta,  los protagónicos de El derecho de
nacer, la más célebre y recordada  de todas las obras del famoso radio
novelista santiaguero.
Corría el mes de noviembre de 1948 y un cometa se hacía visible desde
La Habana y  su visión era imponente e insuperable si se le observaba
desde la Avenida del Puerto, a las cinco de la mañana. María Valero
con un grupo de amigos y compañeros entre los que figuraba el primer
actor Eduardo Egea,  quiso vivir la experiencia. Diría entonces, en su
columna del periódico Información, aquel cronista notable que fue Luis
Amado Blanco:
«Iba a mirar una estrella, una estrella errante, de esas que pasan sin
dejar más rastro que su cola de luces esplendentes. Iba a mirar tan
solo eso, un rastro de Dios por la alta bóveda. Y se quedó ya para
siempre mirándola, destrozada por una brutal coincidencia, rotas su
voz y su mirada, donde dormían tantos lejanos y ajenos infortunios»
ESPOSA Y ENFERMERA. DIVORCIO A LA VISTA
ˊ«Es verdad que se le enaltece, justamente, solo como aquella leyenda
de las emisoras radiales RHC Cadena Azul y CMQ… Pero ¿dónde queda la
joven adelantada a su tiempo, la que se consagra al holocausto en la
lucha por su pueblo, en aquella desgarradora guerra civil española?
Por eso me anima al redactar estas líneas… la justeza de rememorarla,
también,  como la gran Mari de las brigadas rojas antifascistas, la
enfermera que cura tantas heridas en el cuerpo y en el alma, en las
ciudades y en los cuarteles de montaña durante la guerra española,  la
que ayuda en 1937, a organizar en Valencia el Congreso de
Intelectuales del mundo contra el fascismo», escribe Josefa Bracero,
otra gran dama de la radio cubana, en la introducción de su libro
María Valero, detrás de un rostro, de una voz, que acaba de aparecer
con el sello de ediciones En Vivo, una obra amena y bien escrita que,
sin páginas de más, nos da la imagen de «la actriz inigualable, la
mujer singular, la del combate por la vida». Un libro en el que su
autora combina con destreza el testimonio oral y las fuentes escritas
con agudas reflexiones personales.
    Era la de María Valero Sisteré una familia de artistas, Su bisabuelo,
don José, destacado actor y empresario, triunfa en sus presentaciones
en el Teatro Tacón y otros escenarios latinoamericanos y es el
protagonista  del drama Baltazar, de Gertrudis Gómez de Avellaneda,
que se estrena en Madrid  en presencia de la autora y de los reyes de
España. Su tía Pilar Bermúdez cimenta una sólida carrera actoral en la
radio y el teatro habaneros.  El abuelo, también actor, hace, con su
grupo, giras por México y Cuba, y es en una de ellas que nace en Pinar
del Río el padre de la actriz, también actor para no variar. Bajo la
orientación de su progenitor debuta María, con 14 años, como
declamadora, y  con 15 sale por primera vez a escena como actriz. La
muerte del padre, sin embargo, la lleva a abandonar las tablas.
Toca el amor a las puertas de María. Contrae matrimonio con un médico
y se convierte en su estrecha colaboradora en la consulta, el
quirófano y el cuarto de curas. Se estabilizan económicamente y viajan
a Cuba y a otros países latinoamericanos. La sociedad no ve bien  que
aquel profesional en ascenso tenga como empleada a su propia esposa.
Quiere él entonces relegarla a la  casa;  ella se niega y sobreviene
el divorcio. Decide trabajar como enfermera y encuentra empleo en el
Hospital Obrero de Madrid. Allí la sorprende la guerra.
LA CONDICIÓN HUMANA
El congreso de intelectuales antifascistas tendrá lugar en Valencia y
la Valero, que ha trabajado en su organización, acompaña  a André
Malraux y a Stephen Spender, dos de los 80 delegados al evento,  en el
viaje desde Barcelona. La fascina el  autor de La condición humana,
es, a su juicio, el más importante de los escritores participantes.
Sus tics nerviosos hacen que lo vea  más atractivo y le encanta la
forma en que fuma y el abandono con que lleva la gabardina.
    Después de un año como enfermera en la retaguardia, pasa al frente,
con el ejército. El final se acerca. La República está destrozada. Con
otros miles de combatientes debe llegar a Barcelona para después
trasladarse a Francia a través de los Pirineos. Es, escribe Josefa
Bracero, su misión más difícil en toda la guerra. Sin descuidar la
atención de heridos y enfermos, deberá recorrer a pie 50 kilómetros,
con un mínimo de alimentos y poca agua, bajo las nevadas de enero y el
asedio de la aviación. El futuro es incierto.  ¿La acogerá Francia o
la devolverá a España?  ¿La internarán en un campo de concentración?
Piensa en viajar a México, pero su tía Pilar Bermúdez mueva aquí sus
influencias, y el cónsul de Cuba en Saint Nazaire le comunica que «no
tiene usted inconveniente alguno para desembarcar en La Habana». Lo
hace al fin. Apenas tiene 27 años de edad, pero es una mujer triste y
prematuramente envejecida.
LA NOVELA DEL AIRE
Al comienzo fueron  solo pequeños papeles, más bien bocadillos, y
honorarios bajísimos. Pasa por Radiodifusión O’Shea y escribe pequeños
textos que lee ella misma en Radio Lavín. Se abre paso en el teatro.
Con la compañía de Nicolás Rodríguez, español exiliado como ella, se
hace aplaudir en los teatros Apolo, América, Principal de la Comedia.
«Pero Nicolás parte hacia México, dice la Bracero,  y María sube a las
estrellas. Su Doña Inés, en Don Juan Tenorio, de Zorrilla, fue, se
dice, sencillamente insuperable.  Logra entrar en el cotizado cuadro
dramático de la firma jabonera Sabatés, subsidiaria de Procter and
Gamble, empresa norteamericana que comenzaba a apoderarse de los
horarios estelares en la emisora más importante  que era todavía la
RHC Cadena Azul.
«Allí depositan la confianza y los recursos para crear una novela en
el horario nocturno de las ocho y media de lunes a viernes. En ese
escenario se inicia la novela diaria de continuidad, que después es
seguida no solo en Cuba, también en el resto de América Latina»,
escribe Josefa Bracero en su libro. Para hacerla posible se escoge lo
mejor. La escritora y el director son dos firmas de probada eficacia.
El protagonista, el galán de moda, y la voz femenina, nueva e
impactante, la pone María Valero. Luego, en CMQ, El derecho de nacer,
de Félix B. Caignet la convertirla en toda una leyenda.
VERSIÓN DE VERSIONES
Llegó así la madrugada del 26 de noviembre. El periodista Germinal
Barral (Don Galaor) de quien se comenta  que mantuvo una relación
amorosa con la actriz, pero que no la acompañaba en su noche fatal,
dice que el cantante Avelino Rangel llevaba del brazo a María y a
Emilia Aragón, su pareja en el dúo Emilia y De Flores. Cuando se
disponía a cruzar la Avenida, entonces en reparación, se percató del
auto que se acercaba a ellos a gran velocidad. Detuvo la marcha sin
imaginar la embestida que sufrirían. Emilia fue golpeada por el
guardafangos derecho y María Valero y Rangel fueron lanzados hacia
atrás. La ropa de la actriz se enredó en la defensa trasera y el auto,
en su loca carrera, la arrastró doce metros. Murió instantáneamente.
    El cadáver fue expuesto, en la funeraria Caballero, en lo que
después sería la Rampa habanera. Allí los fotógrafos captaron la
última imagen de María. La mantilla negra que había traído de España
le cubría la cabeza y parte del rostro maltratado por el accidente.
Tanta era la gente que quería despedirse de su ídolo que para entrar a
la casa mortuoria no quedó más remedio que formar una  fila que
arrancaba en Malecón y subía por 23, y otra desde la calle 27 hasta M.
Una multitud enorme, que se dio cita de manera espontánea, la acompañó
a pie hasta la necrópolis de Colón.
    Apenas queda espacio para recomendar la lectura del libro de Josefa Bracero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario