lunes, 22 de octubre de 2018

EL FRACASO DEL CAPITALISMO SALVAJE





El fracaso  del  capitalismo salvaje


Traducido desde el más allá por Max Lesnik 

flautista de hamelin
Ratones  del cuento del  flautista de Amelín


La receta de los ideólogos de la llamada “Democracia representativa” para los países en desarrollo  y subdesarrollados  de  América Latina es la del “capitalismo salvaje”,  es decir un sistema económico de “libre mercado”  en el que mientras menos intervenga el Estado en la regulación de la  economía mejor será para el desarrollo  de las naciones, reduciendo la  democracia formal   a la celebración de elecciones- o a farsas electorales- en las  que  cada cuatro años  se elige un  Congreso  y  un Presidente cuyas funciones  únicas  es servir  y garantizar  a  los  más ricos  el control  del poder de la economía de los países, dejando  para los  pobres de la tierra y las   ciudades, el hambre  y la miseria que solo  conducen a la desesperación, a la explosión social y al  éxodo masivo de sus habitantes, como  está ocurriendo en estos momentos  en la república  centroamericana de Honduras con una caravana de seres humanos que avanza  ya por  el territorio mexicano  en la esperanza ingenua  de llegar  a la frontera  de Estados Unidos- tal  flautista  de Amelín  como  el del famoso cuento infantil que llevó a miles de  ratones  que le seguían,   a una trampa mortal –  también en busca estos ratoncitos  de su   anhelado  “sueño americano”.
En  Honduras  hay elecciones cada cuatro años en las que se eligen  Presidentes,  Congresistas  y Senadores  de acuerdo a las reglas  de la  llamada “Democracia Representativa”. Pero  allí  no hay justicia social porque impera en la economía  “el capitalismo salvaje”. Por eso  en Honduras  hay  hambre,   miseria  y  desesperación. Por eso las “caravanas”  de hombres,  mujeres  y niños  famélicos que avanzan dislocados  en filas humanas  como  los  ratones  del cuento del  flautista de Amelín-
 Es el capitalismo salvaje. Es la  de nunca acabar.  Ahí se las dejo y los  pongo a pensar.
Y hasta la próxima  entrega de El  Duende que con mi gallo  me voy cantando a mi tumba fría. Bambarambay.

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