jueves, 23 de febrero de 2017

MIRANDA, BOLÍVAR Y SUCRE O "TRÍO LOS VENECOS", TAN GRANDES QUE LES QUEDAMOS CHIQUITOS


ELIGIO DAMAS

            Francisco de Miranda no fue nunca un bolsa romanticón, pese que se formó en pleno desarrollo e influencia del romanticismo en todas sus expresiones. A comienzos del siglo diecinueve, cuando ya ha concebido el proyecto de independencia de “su patria”, que iba más allá de lo que entonces era “La Capitanía General de Venezuela” y habló de la “Colombeia”, el romanticismo estaba en su apogeo. Vio y estudió cómo los nacientes imperios se engullían cuanto territorio y cultura se les atravesase para incorporarlo a su cadena comercial e intercambio de mercancías.  Quizás por eso, pudo haber pensado en aquella hazaña que exigía su proyecto con la visión de los románticos. Pero también es cierto, que se movió en las cortes europeas, conoció en abundancia de la historia pasada de los viejos imperios y los nuevos, los motivos que originaron a  aquellos, de donde pudo aprender que la independencia de una sola y pequeña nación, en medio del inmenso territorio que poseían en América los países colonialistas, y sabiendo el peligro que representaba la recién nacida gran nación del norte, del cual fue general y como tal pudo tener acceso a las ideas que se manejaban,  era más que una vaga ilusión, algo insostenible. Supo bien de los intereses que movían a los gobernantes y grandes mercaderes de su tiempo, en lo económico y político. Porque fue, además de un observador cercano, un hombre de más cultura de la mayoría de los europeos y norteamericanos con los cuales se rozó. Por eso pensó en la gran nación americana que llamó Colombeia e intercambió ideas y proyectos con amigos e hijos de la ansiada patria grande como el chileno Bernardo O´higgins. Es decir, aquel “Veneco”, pudo percibir que los bloques daban fuerza y vocerío, por eso miró más allá de su comarca.
            Pero este “Veneco”, con justicia llamado el precursor, pese a las discrepancias habidas entre ambos, como producto de ese difícil ejercicio de la política, halló justamente en otro “Veneco” y también caraqueño como él, un tal Simón Bolívar, alguien apropiado para continuar su obra y dado el caso concretarla.
            Pero este otro “Veneco”, tan influido por el romanticismo como aquel, pese a alguien se le ocurra hablar entre otras cosas del Bolívar racionalista, actuó no sólo casi en el mismo propósito estratégico de su antecesor, sino que se movió por las mismas causas. Haber dicho, “que ojalá el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo mismo que el de Corinto para los griegos” y “Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar a América de miseria en nombre de la libertad”, son muestras de haber comprendido a plenitud las “ideas entonces borrosas, difusas o difíciles de entender” para el común de los americanos de su tiempo. ¡Y pensar que esa realidad todavía vigente! Tanto que Colombia se presta para que allá se instalen siete bases militares, precisamente por lo que previeron los “Venecos” aquellos. Hay en ello una simbiosis del racionalismo y lo romántico. ¿Quién duda que para Santander y la oligarquía colombiana el tal Simón Bolívar fue el primero de los “Venecos” de quiénes había que deshacerse? ¿Acaso no fue un colombiano, el general Obando, el primer señalado como autor intelectual del asesinato del “Veneco” Antonio José de Sucre? ¿No sabían bien que esos “Venecos”, hacían peligrar sus mezquinos planes, los mismos que la oligarquía colombiana de hoy apoyan ?
            Aun cuando lo que vamos a decir pareciera ser una herejía y hasta una vuelta atrás, o un meter una vaina a la fuerza donde no cabe,  aquel debate o idea, empata con la más moderna, encerrada en la interrogante ¿es posible, sobre todo en nuestros espacios, el socialismo en un solo país? ¿No sigue vigente como primera tarea a realizar aquella que dejaron inconclusa los libertadores? ¿No habrá en esto más romanticismo que racionalismo y percepción científica del mundo de hoy? ¿El socialismo calificado de humanista no es redundante o una simple excusa para justificar los excesos de romanticismo, con toda la carga que esto implica? ¿Cuál es el verdadero, profundo sentido del “Socialismo del Siglo XXI? ¿Después de acuñado este concepto, el discurso posterior no volvió a las viejas ideas que con él se intentaba borrar o hacer olvidar?
            Si alguien me preguntase, con ánimo que mi opinión trascendiese, cuál es el mayor acierto o aporte de Chávez, mi respuesta posiblemente disgustaría a muchos y hasta me atraería muchos improperios.
            Pienso, y eso lo planteo con frecuencia entre amigos con el vicio de pensar y discutir densamente, sin caer en el facilismo de evadir o atropellar a quienes con sus dudas o preguntas pudieran moverle el piso o su plato de sopa, que la propuesta de Chávez de dedicarnos a construir el socialismo pareciera – pareciera - no haber sido acertada. Lo que nada tiene que ver que se haya declarado personalmente como tal. Porque también es importante que al hacerlo retomó e hizo que gran parte del pueblo retomara una bandera como desechada. Sobre esto hablaremos después; lo he mencionado porque trato de exponer lo que creí en él lo más acertado.
           Haber derrotado la propuesta del ALCA de Bush en Montevideo, que luego se empató en una política de acercamiento íntimo, hasta donde eso era posible con los países de América Latina hasta llegar a formar un frente sólido contra Obama en Trinidad, lograr que la OEA cambiase de actitud contra Cuba y la invitase a su seno, pese ese país ignoró esa opción* y finalmente lograr constituir la CELAC, destinada a sustituir la OEA, tarea que parece postergada por los nuevos tiempos, son para este humilde maestro de escuela las tareas más importantes cumplidas por Chávez. En lo que también cabe, haber implementado una generosa política de acercamiento hacia las pequeñas repúblicas del Caribe, sobre todo a través de PetroCaribe, que les ganó definitivamente para sentirse integradas a nuestro mundo y dejar de mirar hacia Europa donde estuvieron los poderes que les esclavizaron por años.
            Porque Chávez, como Francisco de Miranda y el otro genial loco, tan genial y loco como “El Quijote” mismo, también fue en el lenguaje, no sé si coloquial o corrosivo, oligárquico y pedestre colombiano, otro insignificante o maligno “Veneco”.
            En los tres, Miranda, Bolívar y Chávez, no me cabe duda, lo racional y hasta revolucionario se fundieron con lo romántico. Lo primero es como la clave para el entendimiento del movimiento y las tendencias, lo conveniente y necesario y lo segundo como la fuerza, en veces irreflexiva que mueve las grandes acciones. Por algo alguien dijo, “lo importante no es hacer un buen diagnóstico sino cambiar o mover el mundo”. Pero una cosa y otra no sólo no deben excluirse, sino que para que lo que se haga tenga concierto, certeza y resulte asertivo, es necesario fundir o asociar diagnóstico y el hacer. Nada sirve un buen diagnóstico si en eso se queda. Pero si vale, sólo en producir pérdidas y dolores, actuar a lo loco o como solemos decir “a como venga”. Lo que sucede es que por esa pesada carga romántica que todavía nos empapa, que se cubre de generosidad, abundamos en exaltar a quienes gusta ponerse en movimiento prescindiendo de la brújula, como de los boxeadores que tiran golpes a lo loco que hasta se golpean a sí mismos.
            Los tres “Venecos”, o los cuatro con Sucre, no pudieron completar la tarea que se asignaron o les asignó la historia y no a lo loco. Quizás se sobrestimaron, subestimaron al adversario o no midieron lo mejor posible el escenario, las posibilidades, fuerzas y los tiempos. Quizás era de demasiada magnitud y poco el tiempo de la vida del hombre concreto. Pero los tres pueden sentirse felices de haber, cada uno en su tiempo, poner a rodar la rueda de la historia hacia una meta, aunque en veces parezca su movimiento lento, pero no hay duda “que camina la espada de Bolívar por América Latina”. El segundo, el caraqueño de San Jacinto, halló la rueda detenida, puesta antes en movimiento por su paisano y compatriota. Se paró de nuevo por largo tiempo, quizás hasta estaba enmohecida, porque los revolucionarios de los nuevos tiempos, de todo el continente, no entendieron para qué servía aquella rueda. El tercero, el mulato de Sabaneta, la halló quizás entre las cosas de la abuela, dejada allí en el patio del rancho por uno de los tantos guerreros llaneros que por allí pasaron, la tomó, lijó, hasta la lustro con aceite de palma y la puso de nuevo en movimiento y pese todo el pesimismo que a alguien pueda embargar ante una inmediata o sospechada derrota, ahora después de su muerte, sigue girando en el Caribe, Centro América y hasta la Patagonia. Porque ella por donde pasa, porque como dije gira de nuevo y más fuerza, llama a la unidad de aquellos románticos precursores. Hoy, aquí y allá, desde el norte México, el espacio de Pancho Villa hasta la Patagonia, entre los Mapuches, se habla de esa rueda en movimiento o antorcha que va de pueblo en pueblo de nuevo y con mayor significado.
            Por eso, para la oligarquía, somos “Venecos” o “coños de madre”, pero para muchos, como nosotros mismos hemos sido por demás generosos y envidiables “suertudos”, como diría un mexicano, de ser paisanos de Miranda, Bolívar, Sucre y Hugo Chávez.

*Creo importante pensar y buscar explicación, cómo Cuba no acepta la invitación de incorporarse a la OEA pero opta, casi al mismo tiempo, iniciar conversaciones bilaterales con EEUU y hasta llegar acuerdos. ¿Era y es más ventajoso? Solo pregunto.


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 2/23/2017 06:24:00 a. m.

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