domingo, 10 de marzo de 2013

LEGADO DE HUGO CHAVEZ


                              Legado de Hugo Chávez
                             Por Lorenzo Gonzalo, 10 de marzo del 2013
 
Para aquellos que durante toda la vida hemos hablado de transformar el sistema político imperante, al margen de los errores circunstanciales, el legado más importante que nos deja Hugo Chávez, es que volvió a poner sobre el tapete el término socialismo y la posibilidad de instrumentarlo como sistema.
 
Cuando se apagaban las fanfarrias en el Bloque Soviético y los discursos mesiánicos rodaban por el piso, los capitalistas sonreían y los fieles del templo del Mercado abarrotaban la iglesia situada en Wall Street, apareció Chávez y dijo socialismo y democracia, revolución con democracia, autoridad con democracia y autoritarismo frente a las agresiones y todos aquellos que no quieren respetar la democracia.
 
No sabemos si el nuevo camino conducirá a la justicia y al logro de libertades reales, con mecanismos capaces de ayudar al 99% de la población, con especial énfasis en ese 40% más desvalido. Pero es cierto que la aparición de Hugo Chávez despertó moribundas voluntades que habían perdido la fe en un nuevo amanecer de la humanidad e incentivó la marcha para descubrir nuevas sendas en la intrincada y complicada selva del conglomerado humano.
 
Supo ver al proceso cubano en su dimensión esencial e intuir y acomodar a su carácter las prácticas populistas de su liderazgo, siendo así como logró despertar a los desvalidos y levantó agotadas voluntades, que viven solamente para esperar el milagro de un negocio divino, que pueda sacarlos de la pobreza o de trabajos sin futuros.
 
Armado solamente con el afán de hacer bien, se entregó a la tarea de repartir la riqueza utilizando las ganancias provenientes de los bienes del Estado y la arremetió contra la manida prensa acostumbrada a servir intereses de capital, contra las empresas antinacionales y contra aquellas personas que detentan poder sin ser electos, pero que imparten órdenes y hacen temblar las editoras más poderosas.
 
Fidel Castro le dio reconocimiento de líder ante los revolucionarios latinoamericanos y la languideciente izquierda ávida de encontrar nuevamente un horizonte en la década del noventa. El inteligente y avezado líder de la Revolución Cubana, quien ya había comprendido la presencia de un mundo con  nuevas circunstancias, atisbó en Chávez el eslabón que garantizara engarzar el pasado socialista plagado de errores prácticos y conceptuales, con un presente que reafirmase ese ideal a la luz de nuevos derroteros.
 
Hacerlo no solamente era imprescindible para salvar el camino de luchas iniciado en Latinoamérica por la revolución cubana, sino para no matar las esperanzas sembradas  en el pueblo cubano, durante cincuenta años de prédica encendida y promesas que presagiaban cumplirse a poca distancia de las palabras. No se trataba sólo de salvar la revolución, sino de salvar a un pueblo de la desesperanza.
 
El líder innato que habitaba en Chávez, sus ideas sociales y su ética cristiana, copiaron el estilo del líder cubano, mejorándolo y adaptándolo a su pueblo y a su Hemisferio latino. El otro Chávez, el práctico, el pragmático, se encargó de garantizar elementales políticas económicas que permitieran la continuidad de la producción. Es cierto que se detuvieron algunas fábricas y se hicieron inversiones a medias e incompletas, en gran medida por culpa de las presiones de los capitales privados antinacionales y de los internacionales, pero a pesar de estos avatares, renovó los sueños y enseñó que ciertas realidades no se eliminan por decreto. Si bien es cierto que la Venezuela revolucionaria no avanzó más en el aspecto de las producciones sociales, no fue porque sus dirigentes desconocieran que las inversiones de estado son armas de doble filo, sino porque la tarea de atender las urgencias mayores de los desvalidos, obligaron a políticas de emergencia y dicha obra es demasiado grande para atender todos los rincones del conglomerado, especialmente si tenemos en cuenta que la estrategia por mantener el Poder es esencial para un desarrollo futuro estable lo cual obliga a disponer de mucho tiempo y posponer aspectos decisivos.
 
El espíritu de la revolución cubana, su ética, junto a la ética de un Chávez sin compromisos con ideología alguna, salvo con la solidaridad humana que lo estimulaba, su creencia en la equidad humana y su lucha por reducir las enormes desigualdades de las que era conocedor, formaron una mezcla que logró renovar los derroteros del socialismo.
 
De aquí que dijera con mucho tino que se trataba del Socialismo Siglo XXI.
 
Quizás Chávez no sentó cátedra de una nueva filosofía de la vida, de una teoría social para el análisis de nuestras sociedades, pero demostró que se puede labrar el porvenir en colectivo, con todos, con discusiones y debates y que las condiciones que permiten que todos participen de la obra son posibles y además es fundamental. Así actuó en vida. Por eso vemos tras su muerte, que la existencia de un mando colectivo se fue tejiendo durante su gobierno y ahora la continuidad parece ser fluida y presagia realizarse con una baja intensidad de confrontaciones.
 
Chávez solamente excluyó a quienes se anularon por sí mismo; a quienes se niegan a existir más allá de su propia piel, a los egoístas y a aquellos empresarios que no entienden que las empresas van más allá de sus esfuerzos y de sus propias existencias.
 
No existen muchas dudas que las empresas y las grandes concentraciones productivas, dentro de varias décadas tendrán características de dirección diferentes y que deben buscarse modos viables para que esas producciones sean eficientes y gananciosas, pero todas las soluciones deben conducir a que las mismas contribuyan al bien de todos, eso que Chávez llamaba Bien Común, término copiado de la concepción cristiana de la economía.
 
La simbiosis de Chávez con la Revolución Cubana, que con mucha mala intención hizo que algunos de sus enemigos lo tildaran de títere de Fidel Castro, en realidad dio por resultado un nuevo liderazgo para los procesos de cambios en Latinoamérica y aunque no sabemos si todos los dirigentes cubanos pudieron aprender de su estilo, su existencia ha dejado marcado derroteros y tareas a cumplir en la Isla.
 
La renuncia de Fidel Castro al Poder no dejó espacio para saber si el gran líder aprendió de Hugo Chávez, pero otros en Cuba definitivamente deben haber aprendido mucho. 
 
Hugo Chávez, sin asimilar el liderazgo del ejemplo cubano no hubiese llegado a segunda base en un juego de baseball que es definitivamente al duro y sin guantes, especialmente por la presencia agresiva de Washington, pero sin las experiencias de Hugo Chávez durante esos pocos quince años de revolución, Cuba no hubiese avanzado tanto en la recomposición de sus estructuras económicas y los inevitables planes de recomposición de la superestructura política.
 
El primer gran proceso revolucionario del mundo, por su aporte, su acabado y su eficiencia, ocurrió en el Norte de América con la fundación de Estados Unidos de Norteamérica. El segundo gran proceso revolucionario está teniendo lugar en Suramérica, tal y como lo hemos dicho en diversas oportunidades, pero ese proceso estará ligado indisolublemente a Hugo Chávez, a quien la vida le dio las cualidades personales y las circunstancias precisas, especialmente porque en el pleno de su liderazgo, coincidió históricamente con Fidel Castro y con una Revolución Cubana que pudo sobre vivir a la catástrofe de la Unión Soviética.
 
 Esto es, en resumen, cómo lo pienso yo y cómo lo veo.
 
Lo escribo para deleite de quienes entienden, para los que no quieren entender y para aquellos que nunca entenderán.
 

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