domingo, 9 de diciembre de 2012

ES UN DISPARATE DECIR QUE LA TEOLOGIA DE LA LIBERACION ES MARXISTA

CHILEMUNDO
FROM: PIA
 
 
Es un tremendo disparate el decir, o escribir que la teologia de la liberacion es marxista
El que escribio ese disparate no ha leido el libro
titulado la cuestion judia de marx
[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[[+]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]]

Marx se murio y el Comunismo termino podrido,
La iglesia esta igualita al primer dia ...
Asi que entre lo que dice la Iglesia y lo que dicen estos adoradores de cadaveres no enterrados me quedo con la primera
-----------------------------
Pero EN ESTA NOTA hay un buen tema para tratar la esclavitud y la iglesia catolica
TAMBIEN DIJERON
"La Biblia no es un libro de liberacion,
es todo lo contrario, es un ideologia de opresion, de dominio y de esclavitud,
------------------------------------------
-LA ESCLAVITUD Y LA IGLESIA CATOLICA
La Iglesia catolica empleo para la abolicion de la esclavitud no solo un sistema de doctrinas y sus maximas y espiritu de caridad, sino tambien un conjunto de medios practicos.
Punto de vista bajo el cual debe mirarse este hecho historico.
Ideas erradas de los antiguos sobre la esclavitud. Homero, Platon, Aristoteles
. El cristianismo se ocupo desde luego en combatir esos errores.
Doctrinas cristianas sobre las relaciones entre es­clavos y señores. La Iglesia se ocupa en suavizar el trato cruel que se daba a los esclavos.
AFORTUNADAMENTE la Iglesia catolica fue mas sabia que los filosofos, y supo dispensar a la humanidad el beneficio de la emancipacion, sin injusticias ni trastornos: ella regenera las sociedades, pero no lo hace en baños de sangre.
*********************************************
Veamos, pues, cual fue su conducta en la abolicion de la esclavitud.
Mucho se ha encarecido ya el espiritu de amor y fraternidad que anima al Cristianismo; y esto basta para convencer de que debio de ser grande la influencia que tuvo en la grande obra de que estamos hablando. Pero quizas no se ha explorado bastante todavia cuales son los medios positivos, practicos, digamoslo asi, que echo mano para conseguir su objeto.
Al traves de la oscuridad de los siglos, en tanta complicacion y variedad de circunstancias,
-----Sera posible rastrear al­gunos hechos que sean como las huellas que indiquen el camino seguido por la Iglesia catolica para libertar a una inmensa porcion del linaje humano de la esclavitud en que gemia?
----Sera posible de­cir algo mas que algunos encomios generales de la caridad cristiana?
---Sera posible señalar un plan, un sistema, y probar su existencia y desarrollo, apoyandose no precisamente
en expresiones sueltas,
en pensamientos altos,
en sentimientos generosos,
en acciones aisladas de algunos hombres ilustres, sino en
hechos positivos,
en documentos historicos, que manifiesten cual era el espiritu y la tendencia del mismo cuerpo de la Iglesia?
SIi: y no dudo que me sacara airoso en la empresa lo que puede haber de mas convincente y deci­sivo en la materia, a saber:
los monumentos de la legislacion ecle­siastica.
140 Y ante todo no sera fuera del caso recordar lo que se lleva ya indicado anteriormente, que cuando se trata de conducta, de desig­nios, de tendencias, con respecto a la Iglesia, no es necesario suponer que esos designios cupieran en toda su extension en la mente de ningun individuo en particular, ni que todo el merito y efecto de semejante conducta fuesen bien comprendidos por ninguno de los que en ella intervenian: y aun puede decirse que no es necesario suponer que los
***primeros cristianos conociesen toda la fuerza de las tendencias del Cristianismo con respecto a la abolicion de la escla­vitud.***
Lo que conviene manifestar es que se obtuvo el resultado por las doctrinas y la conducta de la Iglesia; pues que entre los catolicos, si bien se estiman los meritos y el grandor de los individuos en lo que valen, no obstante cuando se habla de la Iglesia, desaparecen los individuos; sus pensamientos y su voluntad son nada, porque el espi­ritu que anima, que vivifica y dirige a la Iglesia, no es el espiritu del hombre, sino el Espiritu del mismo Dios.
Los que no pertenezcan a nuestra creencia echaran mano de otros nombres; pero estaremos conformes, cuando menos, en que mirados los hechos de esta manera, elevados sobre el pensamiento y voluntad del individuo, conservan mucho mejor sus verdaderas dimensiones, y no se quebranta en el estudio de la historia la inmensa cadena de los sucesos.
Digase que la conducta de la Iglesia fue inspirada y dirigida por Dios, o bien que fue hija de un instinto, que fue el desarrollo de una tendencia entra­ñada por sus doctrinas; se empleen estas o aquellas expresiones, ha­blando como catolico o como filosofo,
en esto no es menester dete­nerse ahora;
pues lo que conviene manifestar es que ese instinto fue generoso y atinado, que esa tendencia se dirigia a un grande objeto, y que lo alcanzo.
Lo primero que hizo el Cristianismo con respecto a los esclavos fue disipar los errores que se oponian no solo a su emancipacion uni­versal, sino hasta a la mejora de su estado:
es decir que la primera fuerza que desplego en el ataque fue, segun tiene por costumbre, la fuerza de las ideas.
Era este primer paso tanto mas necesario para curar el mal, cuanto acontecia en el lo que suele suceder en todos los males, que andan siempre acompañados de algun error, que o los produce o los fomenta.
Habia no solo la opresion, la degradacion de una parte de la humanidad; sino que estaba muy acreditada una opinion erronea, que procuraba humillar mas y mas a esa parte de la humanidad.
La raza de los esclavos era, segun dicha opinion, una raza vil, que no se levantaba ni de mucho al nivel de la de los hom­bres libres; era una raza
degradada por el mismo Jupiter,
marcada con un sello humillante por la naturaleza misma, destinada ya de antemano a ese estado de abyeccion y vileza.
Doctrina ruin sin duda, desmentida por la naturaleza humana, por la historia, por la expe­riencia; pero que no dejaba por esto de contar distinguidos defen­sores, y que con ultraje de la humanidad y escandalo de la razon, la vemos proclamar por largos siglos, hasta que el Cristianismo vino a disiparla, tomando a su cargo la vindicacion de los derechos del hombre.
Homero nos dice (Odis. 17) que "Jupiter quito la mitad de la mente a los esclavos".
En Platon encontramos el rastro de la misma doctrina, pues que si bien en boca de otros como acostumbra, no deja sin embargo de aventurar lo siguiente: "se dice que en el animo de los esclavos nada hay de sano ni entero, y que un hombre prudente no debe fiarse de esa casta de hombres, cosa que atestigua tambien el mas sabio de nuestros poetas": citando en seguida el pasaje de Ho­mero, arriba indicado. (Plat. l. de las Leyes).
Pero donde se encuen­tra esa degradante doctrina en toda su negrura y desnudez,
es en la Politica de Aristoteles. No ha faltado quien ha querido defenderle, pero en vano; porque sus propias palabras le condenan sin remedio. Explicando en el primer capitulo de su obra la constitucion de la familia, y proponiendose fijar las relaciones entre el marido y la mujer, y entre el señor y el esclavo, asienta que asi como
--la hembra es naturalmente diferente del varon
AGREGO YO:Y SI!!! MUY SUPERIOR AL VARON,( NO TENER EN CUENTA ES UNA BROMA MIA)asi
--el esclavo es diferente del dueño;
he aqui sus palabras: "y asi la hembra y el esclavo son dis­tinguidos por la misma naturaleza".
Esta expresion no se le escapo al filosofo, sino que la dijo con pleno conocimiento, y no es otra cosa que el compendio de su teoria.
En el cap. 3 continua analizando los elementos que componen la familia, y despues de asentar que "una familia perfecta consta de libres y de esclavos", se fija en particular sobre los ultimos, y empieza combatiendo una opinion que parecia favorecerles demasiado.
"Hay algunos, dice, que piensan que la es­clavitud es cosa fuera del orden de la naturaleza; pues que solo viene de la ley el ser este esclavo y aquel libre, ya que por la naturaleza en nada se distinguen".
142 Antes de rebatir esa opinion explica las relacio­nes del dueño y del esclavo, valiendose de la semejanza del artifice y del instrumento, y tambien del alma y del cuerpo, y continua:
"Si se comparan el macho y la hembra, aquel es superior y por esto manda, esta inferior y por esto obedece, y lo propio ha de suceder en todos los hombres: y asi aquellos que son tan inferiores cuanto lo es el cuerpo respecto del alma, y el bruto respecto del hombre, y cuyas facultades consisten principalmente en el uso del cuerpo, siendo este uso el mayor provecho que de ellos se saca, estos son esclavos por naturaleza".
A primera vista podria parecer que el filosofo habla solamente de las fatuos, pues asi parecen indicarlo sus palabras; pero veremos en seguida por el contexto que no es tal su intencion. Salta a la vista que si hablara de los fatuos, nada probaria contra la opinion que se propone impugnar, siendo el numero de estos tan escasos, que es nada en comparacion de la generalidad de los hombres: ademas que si a los fatuos quisiera ceñirse,
de que sirviera su teoria, fundada unicamente en una excepcion monstruosa y muy rara?
Pero no necesitamos andarnos en conjeturas sobre la verdadera mente del filosofo; el mismo se cuida de explicarnosla, revelandonos al propio tiempo por que se habia valido de expresiones tan fuertes, que parecian sacar la cuestion de su juicio.
Nada menos se propone que atribuir a la naturaleza el expreso designio de producir hom­bres de dos clases:
unos nacidos para la libertad,
otros para la escla­vitud.
El pasaje es demasiado importante y curioso para que podamos dejar de copiarle.
Dice asi: "Bien quiere la naturaleza procrear dife­rentes los cuerpos de los libres y de los esclavos: de manera que los de estos sean robustos, y a proposito para los usos necesarios, y los de aquellos bien formados, utiles si para trabajos serviles, pero acomodados para la vida civil, que consiste en el manejo de los nego­cios de la guerra y de la paz; pero muchas veces sucede lo contrario, y a unos les cabe cuerpo de esclavo y a otros alma de libre. No hay duda que, si en el cuerpo se aventajasen tanto algunos como las ima­genes de los dioses, todo el mundo seria de parecer que debieran servirles aquellos que no hubiesen alcanzado tanta gallardia. Si esto es verdad hablando del cuerpo, mucho mas lo es hablando del alma; bien que no es tan facil ver la hermosura de esta como la de aquel; y asi no puede dudarse que hay algunos hombres nacidos para la libertad, asi como hay otros nacidos para la esclavitud: esclavitud que a mas de ser util a los mismos esclavos, es tambien justa".
Miserable filosofia! que para sostener un estado degradante necesi­taba apelar a tamañas cavilaciones, achacando a la naturaleza la in­tencion de procrear diferentes castas, nacidas las unas para dominar, las otras para servir: ¡filosofia cruel! la que asi procuraba quebrantar los lazos de fraternidad con que el Autor de la naturaleza ha querido vincular al humano linaje, que asi se empeñaba en levantar una barrera entre hombre y hombre, que asi ideaba teorias para sostener la des­igualdad; y no aquella desigualdad que resulta necesariamente de toda organizacion social, sino una desigualdad tan terrible y degradante cual es la de la esclavitud.
Levanta el Cristianismo la voz, y en las primeras palabras que pro­nuncia sobre los esclavos los declara iguales en dignidad de naturaleza a los demas hombres: iguales tambien en la participacion de las gra­cias que el Espiritu Divino va a derramar sobre la tierra. Es notable el cuidado con que insiste sobre este punto el apostol san Pablo: no parece sino que tenia a la vista las degradantes diferencias que por un funesto olvido de la dignidad del hombre se querian señalar; nunca se olvida de inculcar la nulidad de la diferencia del esclavo y del libre. "Todos hemos sido bautizados en un espiritu, para formar un mismo cuerpo, judios o gentiles, esclavos o libres". (1 ad Cor. c. 12. v. 13). "Todos sois hijos de Dios por la fe que es en Cristo Jesus. Cualesquiera que habeis sido bautizados en Cristo os habeis revestido de Cristo: no hay judio ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay macho ni hembra: pues todos sois uno en Jesucristo". (Ad Gal, c. 3. v. 26, 27, 28)., "Donde no hay gentil ni judio, circunciso e incircun­ciso, barbaro y escita, esclavo y libre, sino todo y en todos Cristo". (Ad Coloss. c. 3. v. 11).
Parece que el corazon se ensancha al oir proclamar en alta voz, esos grandes principios de fraternidad y de santa igualdad; cuando acabamos de oir a los oraculos del paganismo, ideando doctrinas para abatir mas y mas a los desgraciados esclavos, parece que despertamos de un sueño angustioso, y nos encontramos con la luz del dia, en medio de una realidad halagüeña. La imaginacion se complace en mirar a tantos millones de hombres que encorvados bajo el peso de la degradacion y de la ignominia, levantan sus ojos al cielo, y exhalan un suspiro de esperanza.
Acontecio con esta enseñanza del Cristianismo lo que acontece con todas las doctrinas generosas y fecundas: penetran hasta el corazon de la sociedad, quedan alli depositadas como un germen precioso, y desenvueltas con el tiempo producen un arbol inmenso que cobija bajo su sombra las familias y las naciones.
Como esparcidas entre hombres no pudieron tampoco librarse de que se las interpretase mal, y se las exagerase; y no faltaron algunos que pretendieron que la libertad cristiana era la proclamacion de la libertad universal. Al re­sonar a los oidos de los esclavos las dulces palabras del Cristianismo, al oir que se los declaraba hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, al ver que no se hacia distincion alguna entre ellos y sus amos, ni aun los mas poderosos señores de la tierra, no ha de parecer tampoco muy extraño que hombres acostumbrados solamente a las cadenas, al trabajo, y a todo linaje de pena y envilecimiento, exagerasen los principios de la doctrina cristiana, e hiciesen de ella aplicaciones, que ni eran en si justas, ni tampoco capaces de ser reducidas a la practica.
144 Sabemos por San Jeronimo que muchos, oyendo que se los llamaba a la libertad cristiana, pensaron que con esta se les daba la libertad; y quizas el Apostol aludia a este error, cuando en su primera carta a Timoteo (c. 6. v. 1) decia: "Todos los que estan bajo el yugo de la esclavitud, que Honren con todo respeto a sus dueños para que el nombre y la doctrina del Señor no sean blasfemados". Este error habia tenido tal eco, que despues de tres siglos andaba todavia muy valido, viendose obligado el concilio de Gangres, celebrado por los años de 324, a excomulgar a aquellos que, bajo pretexto de piedad, enseñaban que los esclavos debian dejar a sus amos, y retirarse de su servicio. No era esto lo que enseña el Cristianismo; y ademas queda ya bastante evidenciado que no hubiera sido este el verdadero camino para llegar a la emancipacion universal.
EL OTRO PERTENCE AL PLANO HUMANO , SE PODRIA DECIR POLITICO Y EN ESE PLANO SE DEBIA TRATAR
Asi es que el mismo Apostol, a quien hemos oido hablar a favor de los esclavos un lenguaje tan generoso, les inculca repetidas veces la obediencia a sus dueños; pero es notable que mientras cumple con este deber impuesto por el espiritu de paz y de justicia que anima al cristianismo, explica de tal manera los motivos en que se ha de fun­dar la obediencia de los esclavos, recuerda con tan sentidas y vigoro­sas palabras las obligaciones que pesan sobre los dueños, y asienta tan expresa y terminantemente la igualdad de todos los hombres ante Dios, que bien se conoce cual era su compasion para con esa parte desgraciada de la humanidad, y cuan diferentes eran sobre este parti­cular sus ideas de las de un mundo endurecido y ciego.
Se alberga en el corazon del hombre un sentimiento de noble inde­pendencia, que no le consiente sujetarse a la voluntad de otro hombre, a no ser que se le manifiesten titulos legitimos en que fundarse puedan las pretensiones del mando.
Si estos titulos andan acompañados de razon y de justicia, y sobre todo si estan radicados en altos objetos que el hombre acata y ama, la razon se convence, el corazon se ablanda, y el hombre cede.
Pero si la razon del mando es solo la vo­luntad de otro hombre, si se hallan encarados, por decirlo asi, hom­bre con hombre, entonces bullen en la mente los pensamientos de igualdad, arde en el corazon el sentimiento de la independencia, la frente se pone altanera y las pasiones braman.
Por esta causa, en tra­tandose de alcanzar obediencia voluntaria y duradera, es menester que en el que manda se oculte, desaparezca el hombre y solo se vea el representante de un poder superior, o la personificacion de los motivos que manifiestan al subdito la justicia y la utilidad de la sumision: de esta manera no se obedece a la voluntad ajena, por lo que es en si, sino porque representa un poder superior, o porque es el interprete de la razon y de la justicia; y asi no mira el hombre ultrajada su dignidad, y se le hace la obediencia suave y llevadera.
No es menester decir si eran tales los titulos en que se fundaba la obediencia de los esclavos, antes del Cristianismo: las costumbres los equiparaban a los brutos, y las leyes venian, si cabe, a recargar la mano, usando de un lenguaje que no puede leerse sin indignacion. El dueño mandaba porque tal era su voluntad, y el esclavo se veia pre­cisado a obedecer, no en fuerza de motivos superiores, ni de obliga­ciones morales, sino porque era una propiedad del que mandaba, era un caballo regido por el freno, era una maquina que habia de corres­ponder al impulso del manubrio.
Que extraño, pues, si aquellos infelices, abrevados de infortunio y de ignominia, abrigaban en su pecho aquel hondo y concentrado rencor, aquella virulenta saña, aquella terrible sed de venganza, que a la primera oportunidad reven­taba con explosion espantosa?
El horroroso degüello de Tiro, ejem­plo y terror del universo, segun la expresion de Justino, las repetidas sublevaciones de los penestas en Tesalia, de los ilotas en Lacedemonia, las defecciones de los de Quio y Atenas, la insurreccion acaudillada por Herdonio, y el terror causado por ella a todas las familias de Roma, las sangrientas escenas, la tenaz y desesperada resistencia de las huestes de Espartaco,
Que eran sino el resultado natural del sistema de violencia, de ultraje y desprecio con que se trataba a los esclavos?
No es esto lo mismo que hemos visto reproducido en tiempos re­cientes, en las catastrofes de los negros de las colonias?
Tal es la na­turaleza del hombre: quien siembra desprecio y ultraje, recoge furor y venganza.
Estas verdades no se ocultaron al Cristianismo, y asi es que si pre­dico la obediencia, procuro fundarla en titulos divinos;
si conservo a los dueños sus derechos,
tambien les enseño altamente sus obligacio­nes;
y alli donde prevalecieron las doctrinas cristianas, pudieron los esclavos decir: "somos infelices, es verdad: a la desdicha nos han condenado, o el nacimiento, o la pobreza o los reveses de la gue­rra, pero al fin se nos reconoce por hombres, por hermanos; y entre nosotros y nuestros dueños hay una reciprocidad de obligaciones y de derechos". -
146 Oigamos si no lo que dice el Apostol: "Escla­vos, obedeced a los señores carnales , con senci­llez de corazon como a Cristo, no sirviendo con puntualidad para agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo de corazon la voluntad de Dios, sirviendo de buena voluntad, como al Señor, y no como a los hombres.
Sabiendo que cada uno recibira del Señor el bien que hiciere, sea esclavo, sea libre.
Y vosotros, señores, haced lo mismo con vuestros esclavos, ELIMINANDO vuestras amenazas; sabiendo que el Señor de ellos y vuestro esta en los cielos; y delante de el no hay acepcion de personas". (Ad Ephes. c. 6. v. S, 6, 7, 8, 9,).
En la carta a los colonenses (c. 3) vuelve a inculcar la misma doc­trina de la obediencia, fundandola en los mismos motivos; y como consolando a los infelices esclavos les dice: "del Señor recibireis la retribucion de la Heredad. Servid a Cristo Señor. Pues quien hace injuria recibira su condigno castigo: 3. no hay delante de Dios acep­cion de personas". Y mas abajo (c. 4. v. 1) dirigiendose a los señores añade :
"señores, dad a los esclavos lo que es justo y equitativo; sabiendo que tambien vosotros teneis un Señor en el cielo".
Esparcidas doctrinas tan beneficas, ya se ve que habia de mejorarse en gran manera la condicion de los esclavos, siendo el resultado mas inmediato el templarse aquel rigor tan excesivo, aquella crueldad que nos seria increible, si no nos constara en testimonios irrecusables.
Sabido es que el dueño tenia el derecho de vida y de muerte, y que se abusaba de esta facultad hasta matar a un esclavo por un capricho, como lo hizo Quintio Flaminio en medio de un convite; y hasta arrojar a las murenas a uno de esos infelices por haber tenido la desgracia de quebrantar un vaso, como se nos refiere de Vedio Polion. Y no se limitaba tamaña crueldad al circulo de algunas familias que tuviesen un dueño sin entrañas, no, sino que estaba erigida en sistema: resul­tado funesto, pero necesario, del extravio de las ideas sobre este punto, del olvido de los sentimientos de humanidad : sistema violento que solo se sostenia teniendo hincado sin cesar el pie sobre la cerviz del esclavo, que solo se interrumpia cuando pudiendo este prevalecer, se arrojaba sobre su dueño y lo hacia pedazos. Era antiguo proverbio: "tantos enemigos cuantos esclavos".
Ya hemos visto los estragos que hacian esos hombres furiosos y abrasados de sed de venganza, siempre que podian quebrantar las cadenas que los oprimian; pero a buen seguro que no les iban en zaga los dueños cuando se trataba de inspirarles terror. En Lacedemonia, temiendose un dia de la mala voluntad de los ilotas, los reunieron a todos cerca del templo de Jupiter, y los pasaron a cuchillo (Tuc., 1. 4); y en Roma habia la barbara costumbre de que, siempre que fuese asesinado algun dueño, fueran condenados a muerte todos sus esclavos.
147 Congoja da el leer en Tacito (Anzz. 1. 44,43) la horrorosa escena ocurrida despues de haber sido asesinado por uno de sus es­clavos el prefecto de la ciudad, Pedanio Secundo. Eran nada menos que 400 los esclavos del difunto, y segun la antigua costumbre debian ser conducidos todos al suplicio.
AGREGO YO ALGO PARECIDO PASA EN EL MUNDO..O NO????
Espectaculo tan cruel y lastimoso en que se iba a dar la muerte a tantos inocentes, movio a compasion al pueblo, que llego al extremo de amotinarse para impedir tamaña carniceria. Perplejo el senado, deliberaba sobre el negocio, cuando tomando la palabra un orador llamado Casio, sostuvo con energia la necesidad de llevar a cabo la sangrienta ejecucion,, no solo a causa de prescribirlo asi la antigua costumbre, siglo tambien por no ser posible de otra manera el preservarse de la mala voluntad de los esclavos.
En sus palabras solo hablan la injusticia y la tirania; ve por todas partes peligros y asechanzas; no sabe excogitar otros pre­servativos que la fuerza y el terror; siendo notable en particular la siguiente clausula, porque en breve espacio nos retrata las ideas y costumbres de los antiguos sobre este punto : "Sospechosa fue siem­pre a nuestros mayores la indole de los esclavos, aun de aquellos que por haberles nacido en sus propias posesiones y casas, podian desde la cuna haber cobrado aficion a los dueños; pero despues que tenemos esclavos de naciones extrañas, de diferentes usos y de diversa religion, para contener a esa canalla no hay otro medio que el terror". La crueldad prevalecio: se reprimio la osadia del pueblo, se cubrio de soldados la carrera, y los 400 desgraciados fueron conducidos al patibulo.
Suavizar ese trato cruel, desterrar esas horrendas atrocidades, era el primer fruto que debian dar las doctrinas cristianas; y puede ase­gurarse que la Iglesia no perdio jamas de vista tan importante objeto, I DENTRO DE SUS POSIBILIDADES ,procurando que la condicion de los esclavos se mejorase en cuanto era posible; que en materia de castigos se sustituyese la indulgencia a la crueldad; y lo que mas importaba, se esforzo en que ocupase la
razon el lugar del capricho, que a la impetuosidad de los dueños su­cediese la calma de los tribunales : es decir, que anduvieran aproxi­mando los esclavos a los libres, rigiendo con respecto a ellos, no el hecho sino el derecho.
La Iglesia no ha olvidado jamas la hermosa leccion que le dio el Apostol cuando escribiendo a Filemon intercedia por un esclavo, y esclavo fugitivo, llamado Onesimo, y hablaba en su favor un lenguaje que no se habia oido nunca en favor de esa clase desgraciada.
"Te ruego, le decia, por mi hijo Onesimo : ahi te lo he remitido, recibelo como mis entrañas, no como a esclavo sino como a hermano carisimo; si me amas, recibelo como a mi; si en algo te ha dañado, o te debe, yo quedo responsable". (Ep. ad Philem).
No, la Iglesia no olvido esta leccion de fraternidad y de amor, y el suavizar la suerte de los esclavos fue una de sus atenciones mas predilectas.( ERA LO UNICO QUE PODIA CONSEGUIR PUE NO TENIA EL PODER)
El concilio de Elvira, celebrado a principios del siglo IV, sujeta a penitencia a la mujer que haya golpeado a su esclava.
El de Orleans, celebrado en 549 (can. 22), prescribe que si se refugiare en la Iglesia algun esclavo que hubiere cometido algunas faltas, se le vuelva a su amo, pero haciendole antes prestar juramento de que al salir no le hara daño ninguno; mas que si le maltratare que­brantando el juramento, sea EXCOMULGADO
Este canon nos revela dos cosas: la crueldad acos­tumbrada de los amos, y el celo de la Iglesia por suavizar el trato de los esclavos.
Para poner freno a la crueldad nada menos se necesitaba que exigir un juramento; y la Iglesia, aunque de suyo tan edificada en materia de juramentos, juzgaba sin embargo el negocio de bastante importancia, para que pudiera y debiera emplearse en el augusto nombre de Dios.
El favor y proteccion que la Iglesia dispensaba a los esclavos, se iba extendiendo rapidamente : y a lo que parece, debia de introdu­cirse en algunos lugares la costumbre de exigir juramento, no tan solo de que el esclavo refugiado a la iglesia no seria maltratado en su per­sona, pero que ni aun se le impondria trabajo extraordinario, ni se le señalaria con ningun distintivo que le diera a conocer.
De esta costumbre, procedente sin duda del celo por el bien de la humanidad, pero que quizas hubiera traido inconvenientes aflojando con demasia­da prontitud los lazos de la obediencia, y dando lugar a excesos de parte de los esclavos, encuentranse los indicios en una disposicion del concilio de Epaona (hoy segun algunos Abbon) celebrado por los años de 517, en que se procura atajar el mal, prescribiendo una prudente moderacion, sin levantar por eso la mano de la proteccion comenzada.
En el canon 39 ordena, que si un esclavo reo de algun delito atroz se retrae a la iglesia, solo se le libre de las penas corpora­les; sin obligar al dueño a prestar juramento de que no le impondra trabajo extraordinario, o que no le cortara el pelo para que sea cono­cido. Y notese bien, que si se pone esa limitacion es cuando el esclavo haya cometido un delito atroz, y que en tal caso la facultad que se le deja al amo, es la de imponerle trabajo extraordinario, o de distin­guirle cortandole el pelo.
149 Quizas no faltara quien tizne de excesiva semejante indulgencia, pero es menester advertir que cuando los abusos son grandes y arrai­gados, el empuje para arrancarlos ha de ser fuerte; y que a veces, si bien parece a primera vista que se traspasan los limites de la pruden­cia, este exceso aparente no es mas que aquella oscilacion indispen­sable que sufren las cosas, antes de alcanzar su verdadero aplomo.
Aqui no trataba la Iglesia de proteger el crimen, no reclamaba in­dulgencia para el que no la mereciese; lo que se proponia era poner coto a la violencia y al capricho de los amos; no queria consentir que un hombre sufriese
la muerte, porque tal fuese la voluntad de otro hombre.
El establecimiento de leyes justas, y la legi­tima accion de los tribunales, son causas a que jamas se ha opuesto la Iglesia; pero la violencia de los particulares no ha podido consentirla nunca.
De este espiritu de oposicion al ejercicio de la fuerza privada, espi­ritu que entraña nada menos que la organizacion social, encontramos una muestra muy a proposito en el canon 15 del concilio de Merida, celebrado en el año 666. Sabido es, y lo llevo ya indicado, que los esclavos eran una parte principal de la propiedad, y que estando arreglada la distribucion del trabajo conforme a esta base, no le era posible prescindir de tener esclavos a quien tuviese propiedades, sobre todo si eran algo considerables.
La Iglesia se hallaba en este caso; y como no estaba en su mano el cambiar de golpe la organizacion social, tuvo que acomodarse a esta necesidad, y tenerlos tambien.
Si con respecto a estos queria introducir mejoras, bueno era que empezase ella misma a dar el ejemplo; y este ejemplo se halla en el ca­non del concilio que acabo de citar.
En el, despues de haber prohi­bido a los obispos y a los sacerdotes el maltratar a los sirvientes de la iglesia
, dispone el concilio que si cometen algun delito, ASESINATO POR EJ se los entregue a los jueces seglares, pero de manera que los obispos moderen la pena a que sean condenados.
Es digno de notarse que, segun se deduce de este canon, estaba todavia en uso el derecho de mutilacion, hecha por el dueño particular; y que quizas se con­servaza aun muy arraigado, cuando vemos que el concilio se limita a prohibir esta pena a los eclesiasticos, y nada dice con respecto a los legos.
En esta prohibicion influia sin duda la mira de que derramando sangre humana, no se hicieran incapaces los eclesiasticos de ejercer aquel elevado ministerio, cuyo acto principal es el augusto sacrificio en que se ofrece una victima de paz y de amor; pero esto nada quita de su merito, ni disminuye su influencia en la mejora de la suer­te de los esclavos : siempre era reemplazar la vindicta particular con la vindicta publica; era una nueva proclamacion de la igualdad de los esclavos con los libres cuando se trataba de efusion de sangre; era declarar que las manos que derramasen la de un esclavo quedaban con la misma mancha que si hubiesen vertido la de un hombre libre Y TUVIESEN IGUAL PENA.
150 Y era necesario inculcar de todos modos esas verdades saludables, ya que estaban en tan abierta contradiccion con las ideas y costumbres antiguas; era necesario trabajar asiduamente en que desapareciesen las expresiones vergonzosas y crueles, que mantenian privados a la ma­yor parte de los hombres de la participacion de los derechos de la humanidad.
En el canon que acabo de citar hay una circunstancia notable que manifiesta la solicitud de la Iglesia para restituir a los esclavos la dig­nidad y consideracion de que se hallaban privados. El rapamiento de los cabellos era entre los godos una pena muy afrentosa, y que segun nos dice Lucas de Tuy, casi les era mas sensible que la muerte. Ya se deja entender que cualquiera que fuese la preocupacion sobre este punto, podia la Iglesia permitir el rapamiento, sin incurrir en la nota que consigo lleva el derramamiento de sangre, pero sin embargo no quiso hacerlo; y esto indica que procuraba borrar las marcas de humillacion, estampadas en la frente del esclavo. Despues de haber prevenido a los sacerdotes y obispos, que entreguen al juez a los que sean culpables, dispone que "no toleren que se los rape con igno­minia".
Ningun cuidado estaba de mas en esta materia; era necesario ace­char todas las ocasiones favorables, procurando que anduviesen des­apareciendo las odiosas excepciones que afligian a los esclavos. Esta necesidad se manifiesta bien a las claras en el modo de expresarse
el concilio decimoprimero de Toledo, celebrado en el año 675. En su ca­non 6 prohibe a los obispos el juzgar por si los delitos dignos de muerte, y el mandar la mutilacion de los miembros; pero vease como juzgo necesario advertir que no consentia excepcion, añadiendo "ni aun contra los siervos de su iglesia".
El mal era grave, y no podia ser curado sino con solicitud muy asidua; por manera que aun limi­tandonos al derecho mas cruel de todos, cual es el de vida y muerte, vemos que cuesta largo trabajo el extirparle. A principios del siglo VI no faltaban ejemplos de tamaño exceso, pues que el concilio de Epaona en su canon 34 dispone "que sea privado por dos años de la comunion de la Iglesia el amo que por su propia autoridad haga qui­tar la vida a su esclavo". Habia promediado ya el siglo IX, y todavia nos encontramos con atentados semejantes: atentados que procuraba reprimir el concilio de Wormes, celebrado en el año 868, sujetando a dos años de penitencia al amo que con su autoridad privada hubiese dado muerte a su esclavo.
CAPiTULO XVII
La Iglesia defiende con celo la libertad de los manumitidos. Manumision en las iglesias. Saludables efectos de esta practica. Redencion de cautivos. Celo de la Iglesia en practicar y promover esta obra. Preocupacion de los romanos sobre este punto. Influencia que tuvo en la abolicion de la esclavitud el celo de la Iglesia por la redencion de los cautivos. La Iglesia protege la libertad de los ingenuos.
MIENTRAS se suavizaba el trato de los esclavos, y se los aproximaba en cuanto era posible a los hombres libres, era necesario no descuidar la obra de la emancipacion universal: pues que no bastaba mejorar ese estado, sino que ademas convenia abolirle.
La sola fuerza de las doctrinas cristianas, y el espiritu de caridad que al par con ellas se iba difundiendo por toda la tierra atacaban tan vivamente la esclavi­tud, que tarde o temprano debian llevar a cabo su completa abolicion; porque es imposible que la sociedad permanezca por largo tiempo en un orden de cosas, que este en oposicion con las ideas de que esta imbuida.
*****************************************************
Segun las doctrinas cristianas, todos los hombres tienen un mismo origen y un mismo destino, todos son hermanos en Jesucristo, todos estan obligados a amarse de todo corazon, a socorrerse en las necesidades, a no ofenderse ni siquiera de palabra; todos son iguales ante Dios, pues que seran juzgados sin acepcion de personas;
******************++
el Cristia­nismo se iba extendiendo, arraigando por todas partes, apoderandose de todas las clases, de todos los ramos de la sociedad :
como era po­sible, pues, que continuase la esclavitud, ese estado degradante en que el hombre es propiedad de otro, en que es vendido como un bruto, en que se le priva de los dulcisimos lazos de familia, en que no participa de ninguna de las ventajas de la sociedad?
Cosas tan con­trapuestas podian vivir juntas?
Las leyes estaban en favor de la esclavitud, es verdad, y aun puede añadirse mas, y es que el Cristianismo no desplego un ataque directo contra esas leyes; pero en cambio
que hizo?
152 Procuro apoderarse de las ideas y costumbres, les comunico un nuevo impulso, les dio una direccion diferente, y en tal caso
que pueden las leyes?
Se afloja su rigor, se descuida su observancia, se empieza a sospechar de su equidad, se disputa sobre su conveniencia, se notan sus malos efectos, van caducando poco a poco, de manera que a veces ni es necesario darles un golpe para destruirlas : se las arrumba por inutiles, o si merecen la pena de una abolicion expresa, es por mera ceremonia, son como un cadaver que se entierra con honor.
Mas no se infiera de lo que acabo de decir que, por tanta im­portancia a las ideas y costumbres cristianas, pretenda que se aban­dono el buen exito a esa sola fuerza, sin que al propio tiempo cuidara la Iglesia de tomar las medidas conducentes demandadas por los tiem­pos y circunstancias, nada de eso, antes, como llevo indicado ya
, la Iglesia echo mano de varios medios, los mas a proposito para surtir el efecto deseado.
Si se queria asegurar la obra de la emancipacion, era muy conve­niente en primer lugar poner a cubierto de todo ataque la libertad de las manumitidos;
libertad que desgraciadamente no dejaba de verse combatida con frecuencia, y de correr graves peligros.
De este triste fenomeno no es dificil encontrar las causas en los restos de las ideas y costumbres antiguas,
*en la codicia de los poderosos,
*en el sistema de violencia generalizado con la irrupcion de los barbaros, y
*en la pobreza, desvalimiento y completa falta de educacion y moralidad, en que debian de encontrarse los infelices que iban sa­liendo de la esclavitud;
porque es de suponer que muchos no conoce­rian todo el valor de la libertad, que no siempre se portarian en el nuevo estado conforme dicta la razon y exige la justicia, y que en­trando de nuevo en la posesion de los derechos de hombre libre, no sabrian cumplir con sus nuevas obligaciones.
Pero todos estos inconvenientes, inseparables de la naturaleza de las cosas, no debian impedir la consumacion de una obra reclamada por la religion y la humanidad;
era necesario resignarse a sufrirlos, considerando que en la parte de culpa que caber pudiera a los manumitidos, habia muchos motivos de excusa, a causa de que el estado de que acababan de salir embargaba el desarrollo de las facultades intelectuales y morales.
Se ponia a cubierto de los ataques de la injusticia, y quedaba en cierto modo, revestida de una inviolabilidad sagrada la libertad de los nuevos emancipados, si emancipacion se enlazaba con aquellos ob­jetos que a la sazon ejercian mas poderoso ascendiente.
Hallabase en este caso la Iglesia, y cuanto era de su pertenencia; y por lo mismo fue sin duda muy conducente que se introdujese la costumbre de ma­numitir en los templos.
153 Este acto, al paso que reemplazaba los usos antiguos, y los hacia olvidar, venia a ser como una declaracion tacita de lo muy agradable que era a Dios la libertad de los hombres;
una proclamacion practica de igualdad ante Dios, ya que alli mismo se ejecutaba la manumision, donde se leia con frecuencia que delante de Dios no hay acepcion de personas, en el mismo lugar donde desapa­recian todas las distinciones mundanas, donde quedaban confundidos todos los hombres, unidos con suaves lazos de fraternidad y de amor.
MANUMISION,
Verificada de este modo la manumision, la Iglesia tenia un derecho mas expedito para defender la libertad del manumitido;
pues que habiendo sido ella testigo del acto, podia dar fe de su espontaneidad y demas circunstancias para asegurar la validez, y aun podia tam­bien reclamar su observancia, apoyandose en que faltar a ella era en cierto modo una profanacion del lugar sagrado, era no cum­plir lo prometido delante del mismo Dios.
No se olvidaba la Iglesia de aprovechar en favor de los manumiti­dos semejantes circunstancias; y asi vemos que el primer concilio de Orange, celebrado en 441, dispone en su canon 7, que es menester reprimir con censuras eclesiasticas a los que quieren someter a algun genero de servidumbre a los esclavos a quienes se haya dado libertad en la iglesia, y un siglo despues encontramos repetida la misma prohi­bicion en el canon 7 del 54 concilio de Orleans, celebrado en el año 549.
La proteccion dispensada por la Iglesia a los esclavos manumitidos era tan manifiesta y conocida de todos, que se introdujo la cos­tumbre de recomendarselos particularmente.
Haciase esta recomenda­cion a veces en testamento, como nos lo indica el CONCILIO DE ORANGE poco ha citado; ordenando que por medio de las censuras eclesiasticas se impida que no sean sometidos a genero alguno de servidumbre los esclavos manumitidos, recomendados en testamento a la Iglesia.
No siempre se hacia por testamento esa recomendacion, segun se infiere del canon 6 del concilio de Toledo, celebrado en 589, donde se dispone que cuando sean recomendados a la Iglesia algunos manumitidos, no se los prive ni a ellos ni a sus hijos de la proteccion de la misma.
Aqui se habla en general, sin limitarse al caso de mediar testamento. Lo mismo puede verse en otro
CONCILIO DE TOLEDO,
celebrado en el año 633, donde se dice que la Iglesia recibira unicamente bajo su proteccion a los libertos de los particulares que se los hayan reco­mendado.
Aun cuando la manumision no se hubiese hecho en el templo, ni hubiese mediado recomendacion particular, no obstante la Iglesia no dejaba de tomar parte en la defensa de los manumitidos, en viendo que peligraba su libertad.
154 Quien estime en algo la dignidad del hom­bre, quien abrigue en su pecho algun sentimiento de humanidad, se­guramente no llevara a mal que la Iglesia se entrometiese en esa clase de negocios, aunque no consideraramos otros titulos que los que da al hombre generoso la proteccion del desvalido; no le desagradara el encontrar mandado en el canon 29 del concilio de Agde en Lan­guedoc, celebrado en 506, que la Iglesia, en caso necesario, tome la defensa de aquellos a quienes sus amos han dado legitimamente li­bertad.
En la grande obra de abolicion de la esclavitud, ha tenido no escasa parte el celo que en todos tiempos y lugares ha desplegado la Iglesia por la redencion de los cautivos. Sabido es, que una porcion consi­derable de esclavos debia esta suerte a los reveses de la guerra. A los antiguos les hubiera parecido fabulosa la indole suave de las guerras modernas: ay de los vencidos! podiase exclamar con toda verdad; no habia medio entre la muerte y la esclavitud.
Se agravaba el mal con una preocupacion funesta que se habia introducido contra la re­dencion de los cautivos; preocupacion que tenia su apoyo en un rasgo de asombroso heroismo. Admirable es sin duda la heroica fortaleza de Regulo, erizanse los cabellos al leer las valientes pinceladas con que le retrata Horacio (L. 3. od. 5); y el libro se cae de las manos al llegar al terrible lance en que:
Fertur pudice conjugis osculum
Parvosque natos, ut capitis minor,
A se removisse, et virilem
Torvus humi posuisse vultum.
Pero sobreponiendonos a la profunda impresion que nos causa tanto heroismo, y al entusiasmo que excita en nuestro pecho todo cuanto revela una grande alma, no podremos menos de confesar que aquella virtud rayaba en feroz; y que en el terrible discurso que sale de los labios de Regulo hay una politica cruel contra la que se levantarian vigorosamente los sentimientos de humanidad, si no estuviera em­bargada y como aterrada nuestra alma, a la vista del sublime despren­dimiento del hombre que habla.
El Cristianismo no podia avenirse con semejantes doctrinas: no quiso que se sostuviese la maxima de que para hacer a los hombres valientes en la guerra, era necesario dejarlos sin esperanza; y los ad­mirables rasgos de valor, las asombrosas escenas de inalterable fortaleza y constancia, que esmaltan por doquiera las paginas de la historia de las naciones modernas, son un elocuente testimonio del acierto de la religion cristiana, al proclamar que la suavidad de costumbres no estaba reñida con el heroismo.­
155 Los antiguos rayaban siempre en uno de dos extremos: la molicie o la ferocidad; entre estos extremos hay un medio, y este medio lo ha enseñado a los hombres la religion cristiana.
Consecuente, pues, el Cristianismo en sus principios de fraternidad y de amor, tuvo por uno de los objetos mas dignos de su caritativo celo el rescate de los cautivos; y ora miremos los hermosos rasgos de accio­nes particulares que nos ha conservado la historia, ora atendamos al espiritu que ha dirigido la conducta de la Iglesia, encontraremos un nuevo y bellisimo titulo para granjear a la religion cristiana la grati­tud de la humanidad.
Un celebre escritor moderno, Chateaubriand, nos ha presen­tado en los bosques de los francos a un sacerdote cristiano esclavo voluntario, por haberse entregado el mismo a la esclavitud, en rescate de un soldado cristiano que gemia en el cautiverio, y que habia dejado a su esposa en el desconsuelo, y a tres hijos en la orfandad y en la pobreza.
El sublime espectaculo que nos ofrece Zacarias, sufriendo con serena calma la esclavitud por el amor de Jesucristo y de aquel infeliz a quien habia libertado, no es una mera ficcion del poeta; en los primeros siglos de la Iglesia vieronse en abundancia semejantes ejemplos, y el que haya llorado al ver el heroico despren­dimiento y la inefable caridad de Zacarias, puede estar seguro que con sus lagrimas ha pagado un tributo a la verdad. "A muchos de los nuestros hemos conocido, dice el Papa San Clemente, que se entrega­ron ellos mismos al cautiverio para rescatar a otros". (Carta 1 a los Corin. c. S5.).
===============================================
Era la redencion de los cautivos un objeto tan privilegiado, que es­taba prevenido por antiquisimos canones, que si esta atencion lo exigia, se vendiesen las alhajas de las iglesias, hasta sus vasos sagrados en tratandose de los infelices cautivos, no tenia limites la caridad, el celo saltaba todas las barreras, hasta llegar, al caso de mandarse que por mal parados que se hallasen los negocios de una iglesia, primero que a su reparacion, debia atenderse a la redencion de los cau­tivos. (Caus. 12. Q. 2.).
================================================
Al traves de los trastornos que consigo trajo la irrupcion de los barbaros, vemos que la Iglesia, siempre constante en su proposito, no desmiente la generosa conducta con que habia principiado. No cayeron en olvido ni en desuso las disposiciones beneficas de los antiguos canones, y las generosas palabras del santo obispo de Milan en favor de los cautivos encontraron un eco que nunca se interrumpio, a pesar del caos de los tiempos. (V. S. Ambros. de Of f. 1. 2, c. 15) .
156 Por el canon 5 del CONCILIO D E MACON, celebrado en 585, vemos que los sacerdotes se ocupaban en el rescate de los cautivos, empleando para ello los bienes eclesiasticos; el de CONCIOLIO DE RIMS , celebrado en el año 625, impone la pena de suspension de sus funciones al obispo que deshaga los vasos sagrados; añadiendo em­pero generosamente: "por cualquier otro motivo que no sea el de redi­mir cautivos"; y, mucho tiempo despues hallamos en el canon 12 del de CONCILIO DE VERNEUIL,celebrado en el año 844, que los bienes de la Iglesia servian para la redencion de cautivos.
Restituido a la libertad el cautivo, no le dejaba sin proteccion la Iglesia, antes se la continuaba con solicitud, librandole cartas de reco­mendacion; seguramente con el doble objeto de guardarle de nuevas tropelias en su viaje y de que no le faltasen los medios para repararse de los quebrantos sufridos en el cautiverio. De este nuevo genero de proteccion tenemos un testimonio en el canon 2 del CONCILIO DE LYON, celebrado en el año 583, donde se dispone que los obispos deben poner en las cartas de recomendacion que dan a los cautivos, la fecha, y, el precio del rescate.
Documento notable, que si bien nos manifiesta el espiritu de orden y de equidad que dirige a la Iglesia, no deja al propio tiempo de indicarnos cuan profundamente estaba grabado en los animos, lo santo, lo meritorio, lo generoso que era el dar libertad a los cautivos, pues que algunos llegaban al exceso de persuadirse de que la bondad de la obra autorizaba la violencia.
Es tambien muy loable el desprendimiento cie la Iglesia en este pun­to : una vez invertidos sus bienes en la redencion de un cautivo, no queria que se la recompensase en nada, aun cuando alcanzasen a hacerlo las facultades 'del redimido.
157 De esto tenemos un claro testi­monio en las cartas del Papa San Gregorio, donde vemos que estando recelosas algunas personas libradas del cautiverio con la plata de la Iglesia, de si con el tiempo podria venir caso en que se les pidiera la cantidad expendida, les asegura el Papa que no, y manda que nadie se atreva a molestarlos ni a ellos ni a sus herederos, en ningun tiempo, atendido que los sagrados canones permiten invertir los bienes ecle­siasticos en la redencion de los cautivos (L. 7. ep. 14.).
Este celo de la Iglesia por tan santa obra debio de contribuir so­bremanera a disminuir el numero de los esclavos; y fue mucho mas saludable su influencia por haberse desplegado cabalmente en las epocas de mas necesidad: es decir, cuando por la disolucion del imperio romano, por la irrupcion de los barbaros, por la fluctuacion de los pueblos que fue el estado de Europa durante muchos siglos, y por la ferocidad de las naciones invasoras, eran tan frecuentes las guerras, y tan repetidos los trastornos, y tan familiar se habia hecho por doquiera el reinado cie la fuerza.
A no haber mediado la accion benefica y libertadora del Cristianismo, lejos de disminuirse el inmen­so numero de los esclavos legado por la sociedad vieja a la sociedad nueva, se habria acrecentado mas y mas; porque dondequiera que prevalece el derecho brutal de la fuerza, si no le sale al paso para contenerla y suavizarla algun poderoso elemento, el humano linaje camina rapidamente al envilecimiento, resultando por necesidad el que la esclavitud gane terreno.
Ese lamentable estado de fluctuacion y de violencia, era de suyo muy a proposito para inutilizar los esfuerzos que hacia la Iglesia en la abolicion de la esclavitud; y no le costaba escaso trabajo el impedir que se malograse por una parte lo que ella procuraba reme­diar por otra.
La falta de un poder central, la complicacion de las relaciones sociales, pocas bien deslindadas, muchas violentas, y todas sin prenda de estabilidad, hacia que estuviesen mal seguras las pro­piedades y las personas, y que asi como eran invadidas aquellas, fue­ran estas privadas de su libertad. Por manera que era menester evitar que no hiciese ahora la violencia de los particulares, lo que antes hacian las costumbres y la legislacion.
Asi vemos que en el canon 3 del con­cilio de Lyon, celebrado por los años de 566,
Se excomulga a los que retienen en la esclavitud a personas libres; en el canon 17 del de Reims, celebrado en el año 625, se prohibe bajo
pena de excomunion el perseguir a personas libres para reducirlas a escla­vitud; en el canon 27 del de Londres, celebrado en el año 1012, se prohibe la barbara costumbre de hacer comercio de hombres cual si fueran brutos animales; y en el capitulo 7 del concilio de Coblenza, celebrado en el año 922, se declara reo de homicidio al que seduce a un cristiano para venderlo.
158 Declaracion notable, en que la libertad es tenida en tanto precio, que se la equipara con la vida.
Otro de los medios de que se valio la Iglesia para ir aboliendo la esclavitud, fue el dejar a los infelices que por su pobreza hubiesen caido en ese estado, camino abierto para salir de el. Ya he notado mas arriba, que la indigencia era una de las fuentes de la esclavitud; y hemos visto el pasaje de Julio Cesar, en que nos dice cuan general era esto entre los galos. Sabido es tambien que por el derecho anti­guo, el que habia caido en la esclavitud, no podia recuperar su liber­tad sino conforme a la voluntad de su amo; pues que siendo el esclavo una verdadera propiedad, nadie podia disponer de ella sin consen­timiento del dueño, y mucho menos el mismo esclavo.
Este derecho era muy corriente supuestas las doctrinas paganas, pero el Cristianis­mo miraba la cosa con otros ojos; y el esclavo, no dejaba por esto de ser hombre. Asi fue que la Iglesia no quiso seguir en este punto las estrictas reglas de las otras propiedades; y en mediando alguna duda, o en ofreciendose alguna oportunidad, siempre se ponia de parte del esclavo.
Previas estas consideraciones, se comprendera todo el merito de un nuevo derecho que introdujo la Iglesia, cual es que las personas libres que hubiesen sido vendidas o empeñadas por necesidad, tornasen a su estado primitivo, en devol­viendo el precio que hubiesen recibido.
Este derecho que se halla expresamente consignado en un concilio de Francia, celebrado por los años de 616, segun se cree, en Boneuil, abrio anchurosa puerta para recobrar la libertad: pues que a mas de dejar en el corazon del esclavo la esperanza, con la que podia discurrir y practicar en medios para obtener el rescate, hacia la libertad de­pendiente de la voluntad de cualquiera, que compadecido de la suerte de un desgraciado, quisiese pagar o adelantar la cantidad necesaria.
Recuerdese ahora lo que se ha notado sobre el ardiente celo desper­tado en tantos corazones para esa clase de obras, y que los bienes de la Iglesia se daban por muy bien empleados siempre que podian acudir al socorro de un infeliz, y se vera la influencia incalculable que habia de tener la disposicion que se acaba de mentar; se vera que esto equivalia a cegar uno de los mas abundante manantiales de la esclavitud, y abrir a la libertad un anchuroso camino.
CAPITULO XIX
Doctrinas de San Agustin sobre la esclavitud.
Importancia de esas doctrinas para acarrear su abolicion. Se impugna a Guizot.
Doctrinas de Santo Tomas sobre la misma materia.
Matrimonio de los esclavos. Disposicion del derecho canonico sobre ese matrimonio. Doctrina de Santo Tomas sobre este punto. Resumen de los medios empleados por la Iglesia para la abolicion de la esclavitud. Impugnase a Guizot.
Se manifiesta que la abolicion de la esclavitud es debida exclusivamente al Catolicismo.
Nin­guna parte tuvo en esta grande obra el Protestantismo.
Asi ANDABA la Iglesia deshaciendo por mil y mil medios la cadena de la servidumbre, sin salirse empero nunca de los limites señalados por la justicia y la prudencia: asi procuraba que desapareciese de entre los cristianos ese estado degradante que de tal modo repugnaba a sus grandiosas ideas sobre la dignidad del hombre, a sus generosos senti­mientos de fraternidad y de amor.
Dondequiera que se introduzca el Cristianismo, las cadenas de hierro se trocaran en suaves lazos, y los hombres abatidos podran levantar con nobleza su frente. Agra­dable es sobremanera el leer lo que pensaba sobre este punto uno de los mas grandes hombres del cristianismo:
San Agustin. (De Civit. Dei, 1. 19, 14, 15, 16).
Despues de haber sentado en pocas palabras la obligacion que tiene el que manda, sea padre, marido o señor, de mirar por el bien de aquel a quien manda, encontrando asi uno de los cimientos de la obediencia en la misma utilidad del que obedece; des­pues de haber dicho que los
justos no mandan por prurito ni sober­bia, sino por
el deber y deseo de hacer bien a sus subditos: neque enini dominarsdi cupiditate iniperant, sed of ficio consulendi, nec praecipiendi superbia, sed providendi misericordia;
despues de haber proscrito con tan nobles doctrinas toda opinion que se encaminara a la tirania, o que fundase la obediencia en motivos de envilecimiento; como si temiese alguna replica contra la dignidad del hombre, se enardece de repente su grande alma, aborda de frente la cuestion, la eleva a su altura mas encumbrada, y desatando sin rebozo los nobles pensamientos que hervian en su frente, invoca en su favor el orden de la naturaleza y la voluntad del mismo Dios, exclamando: el hombre es libre!!!"asi lo prescribe el orden natural, asi crio Dios al hombre; dijole que do­minara a los peces del mar, a las aves del cielo y a los reptiles que se arrastran sobre la tierra. La criatura racional hecha a su semejanza, no quiso que dominase sino a los irracionales, no el hombre al hombre, ”
168 Este pasaje de San Agustin es uno de aquellos briosos rasgos que se encuentran en los escritores de genio, cuando atormentados por la vista de un objeto angustioso sueltan la rienda a la generosidad de sus ideas y sentimientos, expresandose con osada valentia.
El lector asombrado con la fuerza de la expresion, busca suspenso y sin aliento lo que esta escrito en las lineas que siguen, como abrigando un recelo de que el autor no se haya extraviado, seducido por la nobleza de su corazon, y arrastrado por la fuerza de su genio; pero se siente un pla­cer inexplicable cuando se descubre que no se ha apartado del cami­no de la sana doctrina, sino que unicamente ha salido cual gallardo atleta, a defender la causa de la razon, de la justicia y de la humani­dad.
Tal se nos presenta aqui San Agustin: la vista de tantos desgra­ciados como gemian en la esclavitud, victimas de la violencia y capri­chos de los amos, atormentaba su alma generosa; mirando al hombre a la luz de la razon y de las doctrinas cristianas, no encontraba motivo por que hubiese de vivir en tanto envilecimiento una porcion tan considerable del humano linaje; y por esto mientras proclama las doctrinas que acabo de indicar, lucha por encontrar el origen de ta­maña ignominia, y no hallandola en la naturaleza del hombre, la bus­ca en el pecado, en la maldicion.
"Los primeros juntos, dice, fueron mas bien constituidos pastores de ganados que no reyes de hombres, dandonos Dios a entender con esto lo que pedia el orden de las cria­turas, y lo que exigia la pena del pecado; pues que la condicion de la servidumbre fue con razon impuesta al pecador; y por esto no encontramos en las Escrituras la palabra siervo hasta que el justo Noe la arrojo como un castigo sobre su hijo culpable. De lo que se sigue que este nombre vino de la culpa, no de la naturaleza".
Este modo de mirar la esclavitud como hija del pecado, como un fruto de la maldicion de Dios, era de la mayor importancia; pues que dejando salva la dignidad de la naturaleza del hombre, atajaba de raiz todas las preocupaciones de superioridad natural que en su desvane­cimiento pudieran atribuirse los libres.
Quedaba tambien despojada la esclavitud del valor que podia darle el ser mirada como un pensa­miento politico, o medio de gobierno; pues solo se debia considerarla como una de tantas plagas arrojadas sobre la humanidad por la colera del Altisimo.
En tal caso los esclavos tenian un motivo de resigna­cion, pero la arbitrariedad de los amos encontraba un freno, la compasion de todos los libres un estimulo; pues que habiendo nacido todos en culpa, todos hubieran podido hallarse en igual estado; y si se envanecian por no haber caido en el, no tenian mas razon que quien se gloriase en medio de una epidemia, de haberse conservado sano, y se creyese por eso con derecho de insultar a los infelices enfermos.
169 En una palabra, el estado de la esclavitud era una plaga y nada mas; era como la peste, la guerra, el hambre u otras semejantes; y por esta causa era deber de todos los hombres el procurar por de pronto ali­viarla, y el trabajar para abolirla.
Semejantes doctrinas no quedaban esteriles; proclamadas a la faz del mundo, resonaban vigorosamente por los cuatro angulos del orbe catolico: y a mas de ser puestas en practica como lo acabamos de ver en ejemplos innumerables, eran conservadas como una teoria preciosa al traves del caos de los tiempos.
Habian pasado ocho siglos, y las vernos reproducidas por otra de las lumbreras mas resplandecientes de la Iglesia Catolica:
Santo Tomas de Aquino (1 P. Q. 96, art. 4.). En la esclavitud no ve tampoco ese grande hombre ni diferencia de razas, ni la inferioridad imaginaria, ni medios de gobierno; no acierta a ex­plicarsela de otro modo que considerandola como una plaga acarrea­da a la humanidad por el pecado del primer hombre.
Tanta es la repugnancia con que ha sido mirada entre los cristianos la esclavitud, tan falso es lo que asienta M. Guizot de que "a la so­ciedad cristiana no la confundiese ni irritase ese estado".
Por cierto que no hubo aquella confusion e irritacion ciegas, que salvando todas las barreras; no reparando en lo que dicta la justicia y aconseja la prudencia, se arrojan sin tino a borrar la marca de abatimiento e ig­nominia; pero si se habla de aquella confusion e irritacion que resultan de ver oprimido y ultrajado al hombre, que no estan empero reñidas con una santa resignacion y longanimidad, y que sin dar treguas a la accion de un celo caritativo, no quieren sin embargo precipitar los sucesos, antes los preparan maduramente para alcanzar efecto mas cumplido; si hablamos de esta santa confusion e irritacion,
Cabe protesta mas elocuente contra la dura­cion de la esclavitud que la doctrina de los dos insignes doctores, que como acabarnos de ver, la declararon un fruto de maldicion, un castigo de la prevaricacion del humano linaje, que no la pueden con­cebir sino poniendola en la misma linea de las grandes plagas que afligen a la humanidad?
Las profundas razones que mediaron para que la Iglesia recomen­dase a los esclavos la obediencia, bastante las llevo evidenciadas, y no puede haber nadie imparcial que se lo achaque a olvido de los dere­chos del hombre. Ni se crea por eso que faltase en la sociedad cristiana la firmeza necesaria para decir la verdad toda entera, con tal que fuera verdad saludable.-
170 Tenemos de ello una prueba en lo que sucedio con respecto al matrimonio de los esclavos: sabido es que no era reputado como tal, y que ni aun podian contraerle sin el consen­timiento de sus amos, so pena de considerarse como nulo.
Habia en esto una usurpacion que luchaba abiertamente con la razon y la justi­cia;
que hizo, pues, la Iglesia? Rechazo sin rodeos tamaña usurpacion.
Oigamos si no lo que decia el Papa Adriano 1: "Segun las palabras del Apostol, asi como en Cristo Jesus no se ha de remover de los sacra­mentos de la Iglesia ni al libre ni al esclavo, asi tampoco entre los esclavos no deben de ninguna manera prohibirse los matrimonios; y si los hubieren contraido contradiciendolo y repugnandolo los amos, de ninguna manera se deben por eso disolver". (De conjug. serv. 1. 4, t. 9, c. 1).
Esta disposicion que aseguraba la libertad de los esclavos en uno de los puntos mas importantes, no debe ser tenida como limitada a determinadas circunstancias; era algo mas, era una proclamacion de su libertad en esta materia, era que la Iglesia no queria consentir que el hombre estuviera al nivel de los brutos, viendose forzado a obedecer al capricho o al interes de otro hombre, sin consultar siquie­ra los sentimientos del corazon. Asi lo entendia Santo Tomas, pues que sostiene abiertamente que en punto a contraer matrimonio, no deben los esclavos obedecer a sus dueños (2?-. 2-, Q. 104, art. S.)
------------------------------
En el rapido bosquejo que acabo de trazar, he cumplido, segun creo, con lo que al principio insinue: de que no adelantaria una pro­posicion que no la apoyara en irrecusables documentos, sin dejarme extraviar por el entusiasmo a favor del Catolicismo, hasta atribuirle lo que no le pertenezca.
Velozmente, a la verdad, hemos atravesado el caos de los siglos; pero se nos han presentado en diversisimos tiempos y lugares
__________ pruebas convincentes de que el Catolicismo es quien ha abolido la esclavitud, a pesar de las ideas, de las costumbres, de los intereses, de la leves que formaban un repare, al parecer invencible; y todo sin injusticias, sin violencias, sin trastornos, y todo con la mas exquisita prudencia, con la mas admirable templanza. _______________
Hemos visto a la Iglesia Catolica desplegar contra la esclavitud un ataque tan vasto, tan variado, tan eficaz, que para quebrantarse la ominosa cade­na no se ha necesitado siquiera un golpe violento; sino que expuesta a la accion de poderosisimos agentes, se ha ido aflojando, deshaciendo hasta caerse a pedazos.
Primero se enseñan en alta voz las verdaderas doctrinas sobre la dignidad del hombre, se marcan las obligaciones de los amos y de los esclavos, se los declara iguales ante Dios, reducien­dose a polvo las teorias degradantes que manchan los escritos de los mayores filosofos de la antigüedad;
Luego se empieza la aplicacion de las doctrinas, procurando suavizar el trato de los esclavos, se lucha con el derecho atroz de vida y muerte, se le abren por asilo los tem­plos, no se permite que a la salida sean maltratados, y se trabaja por sustituir a la vindicta privada la accion de los tribunales; al propio tiempo se garantiza la libertad de los manumitidos enlazandola con motivos religiosos, se defiende con teson y solicitud lo de los inge­nuos, se procura cegar las fuentes de la esclavitud, ora desplegando vivisimo celo por la redencion de los cautivos, ora saliendo al paso a la codicia de los judios, ora abriendo expeditos senderos por donde los vendidos pudiesen recobrar la libertad.
-------------------------------------
Se da en la Iglesia el ejem­plo de la suavidad y del desprendimiento, se facilita la emancipacion admitiendo a los esclavos en los monasterios y en estado eclesiastico, y por otros medios que iba sugiriendo la caridad: y asi a pesar del hondo arraigo que tenia la esclavitud en la sociedad antigua, a pesar del trastorno traido por la irrupcion de los barbaros, a pesar de tantas guerras y calamidades de todos generos, con que se inutilizaba en gran parte el efecto de toda accion reguladora y benefica, se vio no obstante que la esclavitud, esa lepra que afeaba a las civilizaciones antiguas, fue disminuyendose rapidamente en las naciones cristianas, hasta que al fin desaparecio.
No se descubre por cierto un plan concebido y concertado por los hombres; mas por lo mismo que sin ese plan se nota tanta unidad de' tendencias, tanta identidad de miras, tanta semejanza en los medios, hay, una prueba mas evidente del espiritu civilizador y libertador en­trañado por el Catolicismo; y los verdaderos observadores se compla­ceran sin duda en ver en el cuadro que acabo de presentar, cual con­cuerdan admirablemente en dirigirse al mismo blanco,
los tiempos del imperio,
los de la irrupcion de los barbaros, y
los de la epoca del feudalismo; y mas que en aquella mezquina regularidad que distingue lo que es obra exclusiva del hombre, se complaceran, repito, los ver­daderos observadores, en andar recogiendo los hechos desparramados en aparente desorden, desde los bosques de la Germania hasta las campiñas de la Betica, desde las orillas del Tamesis hasta las margenes del Tiber.
------------------------------------------------------------------------------
Estos hechos yo no los he fingido: anotadas van las epocas, citados los concilios; al fin de este volumen encontrara el lector originales y, por extenso, los textos que aqui he extractado y resumido; y alli po­dra cerciorarse plenamente que no le he engañado.
----------------------------------------------------------------------
172 Que si tal hu­biera sido mi intencion, a buen seguro que no hubiera descendido al terreno de los hechos: entonces habria divagado por las regiones de las teorias, habria pronunciado palabras pomposas y seductoras, habria echado mano de los medios mas a proposito para encantar la fantasia y excitar los sentimientos; me habria colocado en una de aquellas posiciones, en que puede un escritor suponer a su talante cosas que jamas han existido, y lucir con harto escaso trabajo las galas de la imaginacion y la fecundidad del ingenio. Me he impuesto una tarea algo mas penosa, quizas no tan brillante, pero ciertamente mas fecunda.
Y ahora podremos preguntar a M. Guizot cuales han sido las otras causas, las otras ideas, los otros principios de civilizacion, cuyo completo desarrollo, segun nos dice, ha sido necesario, para que triun­fase al fin la razon de la mas vergonzosa de las iniquidades.
Esas causas, esas ideas, esos principios de civilizacion, que segun el ayuda­ron a la Iglesia en la abolicion de la esclavitud, menester era explicar­los, indicarlos cuando menos, que asi el lector hubiera podido evitarse el trabajo de buscarlos como quien adivina. Si no brotaron del seno de la Iglesia, Donde estaban?
Estaban en los restos de la civilizacion antigua? Pero los restos de una civilizacion desastrosa, y casi aniqui­lada,
Podrian hacer lo que no hizo, ni penso hacer jamas, esa misma civilizacion cuando se hallaba en todo su vigor, pujanza y lozania?
Estaban quizas en el individualismo de los barbaros, cuando este in­dividualismo era inseparable compañero de la violencia, y por consi­guiente debia ser una fuente de opresion y esclavitud?
Estaban quizas en el patronazgo militar, introducido, segun Guizot, por los mismos barbaros, que puso los cimientos de esa organizacion aristo­cratica, convertida mas tarde en feudalismo? Pero
que tenia que ver ese patronazgo con la abolicion de la esclavitud, cuando era lo mas a proposito para perpetuarla en los indigenas de los paises conquis­tados, y extenderla a una porcion considerable de los mismos conquis­tadores?
Donde esta, pues, una idea, una costumbre, una institucion, que sin ser hija del Cristianismo, haya contribuido a la abolicion cie la esclavitud? Señalese la epoca de su nacimiento, el tiempo de su des­arrollo, muestresenos que no tuvo su origen en el cristianismo, y entonces confesaremos que el no puede pretender exclusivamente el honroso titulo de haber abolido estado tan degradante; y no dejare­mos por eso de aplaudir y ensalzar aquella idea, costumbre o institu­cion, que haya tomado una parte en la bella y grandiosa empresa de libertar a la humanidad.
Y ahora bien se puede preguntar a las iglesias protestantes, a esas hijas que despues de haberse separado del seno de su madre, se empeñan en calumniarla y afearla: donde estabais vosotras cuando la Iglesia Catolica iba ejecutando la inmensa obra de la abolicion de la esclavitud?
173 Como podreis achacarle que simpatiza con la servi­dumbre, que trata de envilecer al hombre, de usurparle sus derechos?
Podeis vosotras presentar un titulo, que asi os merezca la gratitud del linaje humano?
Que parte podeis pretender en esa grande obra, que es el primer cimiento que debia echarse para el desarrollo y gran­dor de la civilizacion europea?
Solo, sin ayuda, la llevo a cabo el Catolicismo; y solo hubiera conducido a la Europa a sus altos destinos, si vosotras no hubierais venido a torcer la majestuosa mar­cha de esas grandes naciones, arrojandolas desatentadamente por un camino sembrado de precipicios: camino cuyo termino esta cubierto con densas sombras, en medio de las cuales solo Dios sabe lo que hay. VER NOTA 15
CAPiTULO XX
Cuadro de la civilizacion moderna. Bosquejo de las civilizaciones no cristianas. Tres elementos de la civilizacion: individuo, familia, sociedad. La perfeccion de estos tres elementos dimana de las doctrinas.
EL mas bello timbre de la civilizacion europea, la conquista mas pre­ciosa en favor de la humanidad, cual es la abolicion de la esclavitud, ya hemos visto a quien se debe: a la Iglesia Catolica; por medio de sus doctrinas tan beneficas como elevadas, y de un sistema tan eficaz como prudente, con su generosidad sin limites, su celo incansable, su firmeza invencible, abolio la esclavitud en Europa; es decir, dio el primer paso que debia darse en la regeneracion de la humanidad, sento la primera piedra que debia sentarse en el hondo y anchuroso cimiento de la civilizacion europea: la emancipacion de .los esclavos, la abolicion para siempre de este estado tan degradante: la libertad uni­versal.
Sin levantar antes al hombre de ese abyecto estado, sin alzarse sobre el nivel de los brutos, no era posible crear y organizar una civi­lizacion llena de grandor y dignidad; porque dondequiera que se ve a un hombre acurrucado a los pies de otro hombre, esperando con ojo inquieto las ordenes de su amo, o temblando medroso al solo mo­vimiento de un latigo; dondequiera que el hombre es vendido como un bruto, estimadas todas sus facultades y hasta su vida por algunas monedas, alli la civilizacion no se desenvolvera jamas cual conviene; siempre sera flaca, enfermiza, falseada, porque donde esto se verifica la humanidad lleva en su frente una marca de ignominia.
174 Probado, pues, que fue el Catolicismo quien quito de en medio ese obstaculo a todo adelanto social, limpiando, por decirlo asi, a la Eu­ropa de esa repugnante lepra que la infectaba de pies a cabeza, entre­mos ahora en la investigacion de lo

__._,_.___

No hay comentarios:

Publicar un comentario