martes, 4 de diciembre de 2012

BOLETIN POR CUBA

PUBLICADO POR : Hector García Soto

De: Froilan y Adys <froilan@cubarte.cult.cu>
Asunto: Fw: [porcuba] Boletin Por Cuba (Año 10 Número 99)
Para: "Hector Garcias" <santaritatunas@yahoo.es>
Fecha: lunes, 3 de diciembre, 2012 21:34

 
----- Original Message -----
From: Pica
Sent: Friday, November 30, 2012 4:37 PM
Subject: [porcuba] Boletin Por Cuba (Año 10 Número 99)

 Por Cuba con emisiones periódicas le lleva la información del acontecer internacional relacionado con nuestro país y las batallas que libra por su pueblo y su soberanía; contiene espacios noticiosos y de opinión, seleccionados de medios de prensa internacional o generados desde nuestro país.  ISSN 1819-4044  
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Año 10 Número 99 | Fecha 2012-11-30
TITULARES
Opinión
EL TRIUNFO DE OBAMA Y LAS RELACIONES CON CUBA por Jesús Arboleya Cervera
ENTRE RETORNOS Y ASPIRACIONES (I PARTE) por Tania Chappi Docurro
DANIEL CHAVARRÍA Y SU ALIANZA CON EL SABER CONTAR CON PROFUNDIDAD Y AMOR por Astrid Barnet
COMO SE CONSTRUYE UNA CAMPAÑA MEDIÁTICA 
CUBA, EL DÍA Y EL AHORA DE LA MEDICINA LATINOAMERICANA por Wilkie Delgado Correa
Opinión
EL TRIUNFO DE OBAMA Y LAS RELACIONES CON CUBA
por Jesús Arboleya Cervera
La victoria de Barack Obama en las  pasadas elecciones de Estados Unidos ha animado nuevamente el debate sobre la  política de ese país hacia Cuba.

Los pronósticos transitan desde los escépticos, los cuales consideran que nada ocurrirá; hasta los entusiastas, que auguran  importantes avances en las relaciones entre los dos países. En mi caso, más que  tratar de “adivinar” lo que va a pasar, prefiero concentrarme en el entorno  político que condicionará estas decisiones.

Para comenzar, creo apropiado establecer el límite de las expectativas. Cuando se habla de “normalización de relaciones” en un conflicto tan antagónico como el existente entre Estados Unidos y Cuba,  probablemente a lo más que puede aspirarse es a establecer un clima de  convivencia, lo cual de por sí no resulta nada fácil dada la asimetría existente y los patrones que caracterizan la política exterior norteamericana. Sin embargo, si miramos la coyuntura actual, podremos observar que son muchos  más que antaño los factores que empujan en esta dirección y en esto radica la  potencialidad de los cambios.  

Devenida modelo revolucionario del Tercer Mundo e  importante factor en el balance de las fuerzas que determinaron la guerra fría, Kennedy comprendió mejor que nadie la repercusión internacional del proceso  revolucionario cubano y su destrucción se convirtió en una de las prioridades  de su política exterior.

Bajo estas premisas se configuraron los aspectos  esenciales de una política que rige hasta nuestros días, a pesar que hace rato desaparecieron los referentes internacionales que le servían de base. Cuba ya  no es el modelo revolucionario del Tercer Mundo ni se propone serlo, ni el  problema estratégico de Estados Unidos está determinado por la competencia con  la Unión Soviética.

Finalizada la guerra fría, tampoco se concretó la  pretensión de establecer un orden unipolar donde la Revolución cubana no tenía cabida y por todos lados se observa el deterioro relativo de la hegemonía norteamericana, hasta el punto que solo la fuerza militar es capaz de marcar la diferencia. Como la utilización de este recurso no siempre es viable, en  ocasiones Estados Unidos aparece huérfano de una política que se adecue a las  transformaciones que tiene que enfrentar, lo cual se cumple de manera especial  en el caso de Cuba.

En estos momentos, quizás el único asunto de carácter internacional donde Estados Unidos se encuentra totalmente aislado del resto del mundo, incluso de sus propios aliados y países dependientes, es el  referido a la política hacia Cuba. Podría pensarse que el poderío  norteamericano le permite desconocer esta realidad, pero ello tiene un costo que se concreta particularmente en América Latina, donde el caso cubano ha sido  una de las causas de la crisis del andamiaje panamericanista. Estados Unidos puede intentar revertir los cambios ocurridos, enajenándose aún más del  concierto latinoamericano, pero si intenta adecuarse, tendrá que revisar su  política hacia Cuba.    

Otro aspecto que ha influido en la política hacia Cuba, es la dimensión doméstica del tema cubano. Aunque este análisis pudiera  lucir anticuado, vale decir que aún pervive en ciertos sectores de ese país la mentalidad que concibe a Cuba como un territorio destinado a pertenecerle  debido a leyes tan inexorables como la “gravitación política” o la voluntad divina del “destino manifiesto”. Solo esta visión explica la persistencia de una obsesión fundamentalista que en muchas ocasiones se sobrepone al raciocinio,  poniendo en duda el “pragmatismo” que supuestamente caracteriza la política  exterior de Estados Unidos.

Esta dimensión doméstica se vio potenciada por el  establecimiento de una nutrida inmigración cubana. Concebida dentro de los  planes norteamericanos como la base social de la contrarrevolución, las tendencias políticas predominantes han estado caracterizadas tanto por su agresividad hacia Cuba, como por su imbricación con las corrientes más  conservadoras del espectro político estadounidense, influyendo tanto en la política local del sur de la Florida, como en el diseño y la implementación de  la estrategia hacia la Isla.

No obstante, como lo demuestran los resultados de  las últimas elecciones, tal balance ha sufrido modificaciones al debilitarse la extrema derecha cubanoamericana y los propios sectores ultraconservadores  norteamericanos que le sirven de sustento, facilitando iniciativas tendientes  al mejoramiento de las relaciones, las cuales pueden contribuir positivamente a  los intereses del Partido Demócrata en el sur de La Florida y otras áreas de la  vida política estadounidense, lo que refuerza la lógica de su conveniencia para  el actual gobierno.

A ello se suma el incremento de sectores económicos  interesados en hacer negocios en Cuba, potenciados dentro del contexto de la  crisis económica que vive ese país y las oportunidades que brindan las reformas del modelo económico cubano. Por último, están las fuerzas que  tradicionalmente, ya sea razones ideológicas o criterios constitucionales,  exigen la eliminación de las actuales restricciones a los viajes y otras formas  de intercambio entre los dos países. Tales manifestaciones abarcan todo el espectro político estadounidense, desde conservadores hasta liberales, lo que induce la posibilidad de concretar un consenso que también favorecería la política gubernamental, si este fuese su propósito.

En resumen, aunque el resultado electoral no resuelve totalmente las contradicciones existentes y efectivamente existen  importantes escollos que salvar, como la existencia de la Ley Helms-Burton, Obama cuenta con las facultades necesarias para promover cambios en las  relaciones entre los dos países y mejores condiciones que ningún otro presidente anterior para concretarlas, toda vez que, a diferencia del pasado,  cuando planteárselo tenía más costos que beneficios, ahora le reportaría  ganancias a escala nacional e internacional y a todas luces se corresponde con intereses y criterios mayoritarios en Estados Unidos.

En buena medida, lo que ocurra dependerá entonces de la voluntad del presidente y la presión que ejerzan los grupos interesados en  los cambios, sobre los cuales también pueden influir iniciativas cubanas, como  lo demuestra el impacto que han tenido en la comunidad cubanoamericana las  recientes reformas a la política migratoria del país.

Cuba, además, ha propuesto oficialmente comenzar un  diálogo en este sentido y aunque las posiciones de ambos gobiernos aún parecen demasiado distantes para imaginar un cambio radical, en el medio existen  innumerables puntos de posibles coincidencias que servirían para iniciar un  camino que, como dijo el poeta Antonio Machado, se hace al andar.
Fuente: Progreso Semanal
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ENTRE RETORNOS Y ASPIRACIONES (I PARTE)
por Tania Chappi Docurro
Un nuevo Último Jueves tuvo lugar en la sala Fresa y Chocolate, del ICAIC. Esta vez la revista Temas impulsó el intercambio de criterios en torno a “20 años. La reforma constitucional de 1992”. Según los presentes, los cambios realizados entonces a la Constitución fueron positivos, pues se flexibilizó la política económica, se elaboró una Carta Magna menos deudora de postulados del socialismo soviético, más acorde a las realidades y a la identidad cubanas. No obstante, afirmaron también, las transformaciones resultaron insuficientes y, debido al “proceso de actualización” por el que en estos momentos transita la Isla, cada vez lo son más. Por lo tanto, al decir de los panelistas, Cuba necesita volver a reformar su Constitución, e incluso, señalaron algunos, elaborar una nueva. Asimismo, expertos y público coincidieron en que los postulados de la Ley de leyes suelen desconocerse y violarse.

Desde el auditorio se formularon interrogantes como: ¿Qué tópicos deberá reflejar un nuevo proyecto constitucional? ¿Qué pasos se van a dar, a tono con las actuales relaciones entre la Iglesia y el Estado, en cuanto al marco jurídico para ellas?  Igualmente: ¿Por qué no funcionan los mecanismos que están en la letra de la Constitución y cómo se relacionan estos con otros mecanismos de poder como leyes complementarias? Otro de los asistentes se interesó por el hecho de que si los juristas y sociólogos cada vez hacen más referencia al emergente constitucionalismo democrático latinoamericano y Cuba se halla dentro del contexto del ALBA, eso ejercería alguna influencia en una futura reforma constitucional.

No me agradan las reseñas periodísticas que describen el traje y escamotean el alma —práctica tan en boga y de la cual tampoco yo he podido escapar—, y, por lo tanto, cederé el espacio a los protagonistas de esa tarde. Fueron ellos Rafael Hernández, director de la revista Temas, moderador del encuentro; Orlando Cruz, Dr. en Ciencias Históricas, investigador en el Instituto de Filosofía; Julio César Guanche, jurista e investigador; Ulises Aquino, cantante y director de la Ópera de la Calle; y una nutrida concurrencia, jurisconsultos incluidos, que desafió un verdadero diluvio para acudir a la cita.

Rafael Hernández comenzó con un viaje en el tiempo: “¿Cómo eran las cosas hace 20 años? Tuvieron que ver con el IV Congreso del Partido en octubre de 1991, uno de cuyos acuerdos fue proponerle a la Asamblea Nacional del Poder Popular una reforma de la Constitución de 1976. La Asamblea la sometió a reforma en 1992 y aprobó un texto constitucional nuevo. Según las estadísticas de entonces, en aquella sesión del 10 al 12 de julio de 1992 se produjeron 296 intervenciones de diputados, que dieron lugar a correcciones. La nueva versión de la Constitución suprimió 16 artículos presentes en la de 1976, se modificaron 64 y se introdujeron 13. En consecuencia, la mayor parte del texto constitucional fue modificado de manera parcial o total”.

¿Por qué y cómo se adoptó la reforma constitucional en 1992?

Julio César Guanche: “Se reformó por una serie de causas interrelacionadas, entre ellas el agotamiento del modelo constitucional del 76, y las condiciones socioeconómicas que Cuba tenía a mediados de los años 80.

“Entre las promesas del modelo del 76 se hallaban promover la participación, permitir mayor control de la población sobre las decisiones estatales y descentralizar y desconcentrar el poder estatal. A mediados de los 80 se empiezan a ver y a denunciarse múltiples problemas: institucionalidad hipercentralizada, persistencia del verticalismo en la toma de decisiones, ausencia de debate de alternativas en espacios estatales, control social no organizado de la actividad legislativa; un control social expresado más bien como opinión del pueblo que como cauce institucional para dicho control, escaso desarrollo de los poderes locales.

“A la altura de 1986 Fidel inicia el Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas. Había señales de lo que algunos sociólogos cubanos llaman precrisis: decrecimiento de la productividad del trabajo, estancamiento de la calidad de la producción y los servicios, no completamiento de la industrialización, profundización de la dependencia y el endeudamiento externo de la economía cubana. A este escenario se sumó la caída del campo socialista y la crisis consecuente de los 90. Toda esa situación se recoge también en el llamamiento al IV Congreso del Partido de 1990. Y la reforma se convirtió en una necesidad.

“Se reformó más de la mitad de los artículos de la Constitución. La Carta Magna del 76 establecía que el texto constitucional se podía modificar sin referendo siempre que la reforma fuera parcial, no afectara las atribuciones de la Asamblea Nacional ni de su Consejo de Estado, y no afectara los derechos de la ciudadanía. La Asamblea Nacional entendió que nada de eso se afectaba y enmendó la Constitución, sin referendo, en el 92.

“Entre otros aspectos, se modificó el régimen de la propiedad, se aprobó la inversión extranjera, se limitó la propiedad estatal a los medios fundamentales de producción, y se permitió indirectamente que los medios de producción estuvieran en manos de personas naturales, lo que creaba técnicamente la figura de la propiedad privada. También modificó la base social del Estado, tanto como su confesionalidad: ya no era un Estado de obreros y campesinos, sino ‘con todos y para el bien de todos’, y se comprometía con la no discriminación por motivos religiosos.

“También cambió la definición conceptual del Partido, en el 76 era ‘la vanguardia organizada de la clase obrera’ y ahora sería ‘el partido de la nación cubana’, una apelación a Martí  y a su partido. Se eliminó la referencia nominal al ‘centralismo democrático’ y a la ‘unidad de poder’ como clave de la organización funcional del Estado. La reforma planteó elecciones directas para todas las asambleas, eliminó la lista cerrada de las organizaciones sociales y de masas, por lo que podían crearse nuevas y estableció el estado de emergencia”.

Orlando Cruz: “La ley de leyes recoge y consolida logros, introduce tendencias, cambios ya presentes y lanza una mirada hacia el futuro previsible y deseable. Una Constitución es un marco jurídico esencial, no debe ser cambiada, salvo excepciones; pero en el panorama nacional e internacional aparecieron nuevos actores. Un aspecto es fundamental: se derrumbó el campo socialista, desapareció la Unión Soviética. Las condiciones externas cambiaron totalmente para Cuba. Había que establecer nuevas alianzas a nivel internacional, y eso debía reflejarse en la Constitución. Me parece que el documento no se propuso vigencia a largo plazo. Esas reformas estaban regidas por una coyuntura política interna y una geopolítica externa muy específicas, aunque después tuvieran un efecto de larga duración. Y no debemos olvidar la cercanía de los EE.UU. y su política sumamente hostil hacia Cuba; aunque esa realidad no debe paralizarnos a la hora de realizar cambios en la Isla.

“Durante el Proceso de rectificación se habían dado algunos pasos que se detuvieron en septiembre del 90, cuando comienza el periodo especial. A la vez, había que preservar el carácter socialista de la Revolución cubana, en ese sentido hay preceptos intocables; por eso en la Constitución del 92 no se modifican algunos aspectos esenciales, pero sí se da una apertura. Esta Constitución muestra cambios fundamentales, pero no permite por ninguna vía transformar el sistema político en Cuba, ni sus subsistemas.”

¿Qué efectos tuvieron esas reformas sobre nuestra vida económica, política, en qué medida cambiaron el funcionamiento del país?

Ulises Aquino: “Ni en la Constitución de 1976 ni en la de 1992 se incluyeron cambios que necesitaba el individuo, pues no reconocían determinadas libertades y derechos, me refiero en especial a los de las personas como entes individuales, más allá de los derechos sociales.

Julio César Guanche: “En lo institucional, varias transformaciones buscaron delimitar estado, gobierno y administración de justicia, se crearon los consejos populares en busca de potenciar participación desde la base, se eliminaron los comités ejecutivos de las asambleas municipales y provinciales para distinguir más entre estado y gobierno y se establecieron nuevas condiciones para la elección de jueces. En materia económica y social hubo muchos cambios: se autorizó el trabajo por cuenta propia en la esfera de los servicios, se viabilizó la existencia de mercados agrícolas con liberación de precios, se consagró la posibilidad de compartir la propiedad estatal con inversión extranjera. Se hizo una reforma tributaria.

“Esencialmente, no se modificó un valor muy presente en la cultura política con que se maneja el Estado cubano. Debo explicar que hay dos maneras de entender el uso de la ley: según una de ellas, la Constitución debe consolidar jurídicamente lo ya existente, es decir, el cambio se produce antes de promulgarse la ley: el cambio debe “madurar” y después ser consagrado por la ley. Otra visión, distinta, dice que las leyes deben regular los cambios y estos han de transcurrir dentro del marco que autoriza la legislación. En Cuba sobre todo ha prevalecido la primera forma. Eso trae varios problemas. Entre ellos el que se utilice muy poco la Constitución para lo que debe servir: como regla de derecho para delimitar el poder del Estado, para consagrar derechos ciudadanos, y para relanzar nuevos debates, programas y contenidos de libertad, justicia, dignidad. Porque se entiende la Constitución como una declaración de principios, no como un instrumento que permite regular la sociedad permanentemente. Dada esa razón, es muy raro encontrar, por ejemplo, menciones directas a la Constitución en un tribunal cubano.

“Algo que tampoco se modificó del todo tiene que ver con el origen de la Constitución del 76. Aquella Carta Magna se ubica en el centro del constitucionalismo de raíz soviética —los textos publicados en Cuba en los años 70 decían que la nuestra era un modelo ejemplar dentro de esa corriente—. La reforma del 92 fue una gran crítica, una gran impugnación a aquel constitucionalismo, pero todavía permanecen ciertas prácticas y no siempre se reconoce su origen. En cuanto a los derechos individuales y sus garantías, la Ley de leyes del 76 seguía la concepción soviética restrictiva que los consideraba nacidos de una matriz ‘burguesa’. Como partía de este principio: ‘el estado socialista siempre hará el bien’, no se necesitaban demasiados mecanismos para defender de modo individual a los ciudadanos. Creo que en el 92 no se avanzó, por ejemplo, de modo sustancial en una nueva argumentación en este campo.”

Orlando Cruz: “En el plano social la reforma fue importante, porque, digamos, en el interior del país teníamos un discurso incoherente respecto a los religiosos, diferente al que utilizábamos hacia el exterior y necesitábamos reconocer a los creyentes, pues ellos seguían dando su apoyo a la Revolución. Es cierto que la necesidad de defender la nación incidió en que se hiciera hincapié en los derechos y potestades sociales generales, mientras lo individual quedaba relegado. Toda Constitución está imbuida de la mentalidad, del espíritu de su época. Y existen grandes contradicciones, más cuando hay un partido único y el país estaba en una etapa de sobrevivencia.

“En lo económico, vino la introducción de diversas monedas. Además del reconocimiento al ‘cuentapropismo’, me parece que hubo una apertura a la cooperativización. No obstante, a veces lo establecido no se cumple por falta de suficientes leyes complementarias. A partir de 1992 son tantos los cambios introducidos en el país que ya hubiéramos podido hacer una nueva Constitución, lo que no es posible, porque un texto constitucional no se crea cada 10 años. En EE.UU., por ejemplo, la Constitución no se ha cambiado en más de 200 años.

“Gracias a las transformaciones de 1992 hubo una mayor participación democrática. En la Constitución incluso se admitía que 10 mil firmas podían llevar a una discusión en la Asamblea Nacional. El 50 porciento de la Asamblea Nacional se constituyó con delegados de base. Al crearse los Consejos Populares, surgió un eslabón intermedio, que supuestamente debía permitir que la participación directa del pueblo fuera más amplia. Pero una cosa son los deseos y otra la práctica. La Asamblea puede hasta revocar al presidente del Consejo de Estado. Por ley ella elige a ese Consejo y está facultada para cambiarlo. Es un régimen parlamentario fuerte; sin embargo, lo estipulado no se cumple y el poder ejecutivo domina a la Asamblea.

“También es importante lo siguiente: este es un sistema socialista, tenemos que defender la unidad del país. Y el Partido sí es rector o tiene el papel de ser el dirigente de la sociedad, todos deben verse representados por él.”

Continuará...
Fuente: La Jiribilla
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DANIEL CHAVARRÍA Y SU ALIANZA CON EL SABER CONTAR CON PROFUNDIDAD Y AMOR
por Astrid Barnet
Vivir y saber contar cada pasaje, hecho, inquietud, aspiración, problema…a través de su modesta épica escrita (como bien confiesa), mas dejando en cada relato –ya escrito u oral y, quizás sin saberlo--, la sapiencia de un hombre que ha logrado introducirnos (con sumo éxito) durante años en los vericuetos de sus personajes y respectivos contextos, ha sido el logro mayor de este escritor uruguayo-cubano. Su novelística, ya trasciende fronteras; su capacidad como narrador de vastísima cultura emula con cualquier consagrado; ironía, jocosidad, tristeza, nostalgia, enriquecen mediante hilos dramatúrgicos cada uno de sus relatos.

Pero, en mi modesta opinión, lo que más le destaca es su posición como escritor, honesta y desinteresada, con el pueblo (suyo también) de este Archipiélago caribeño. Daniel Chavarría, siempre en alianza con el saber contar con profundidad y amor.


. ¿Por qué la novela?  ¿Cuándo y por qué se inició como novelista?

Desde el punto de vista editorial me inicié con JOY en octubre de 1978. Pero sus contenidos no estaban destinados a una novela. Instigado por el enorme golpazo emotivo que me produjo el serial “Los diecisiete instantes de una primavera”, me propuse un libreto para TV de unos seis u ocho capítulos. Pero cuando tuve definido un  argumento en el que pergeñé, de mi exclusiva cosecha, un aparataje de inteligencia y llené el mundo de espías cubanos, mis amigos me dijeron que eso jamás me lo aceptarían. Los dirigentes de la TV se apengustiarían porque eso era vender al enemigo una información que muchos creerían real, y el Ministerio del Interior (MININT) nunca aprobaría mi libreto. Y yo, para santificarme, decidí entonces convertirlo en novela y mandarla justamente al concurso policíaco anual patrocinado por el MININT, donde sabrían perfectamente que todo era un soberano invento mío. Yo estaba seguro de hacerlos reír con mi osada inventiva y quizá hasta les sirviese para desinformar al enemigo. Y así fue. Gané el premio “Aniversario de la Revolución” y, para mi sorpresa, la novela tuvo gran acogida en Cuba y en todo el campo socialista. Y con tan inopinado éxito de publicaciones traducidas a tantas lenguas ¿Qué otro género podía yo escribir en lo adelante sino novelas?  

. ¿Algún antecedente escritor en su familia?

Hasta donde conozco mi árbol genealógico, ninguno.

. ¿Ha explorado en algún otro género…Poesía, teatro, ensayo?

Desde niño yo hice muchos intentos por escribir, incluida una obra teatral, pero nunca terminé nada. La poesía y el ensayo no son para mí; pero en mis novelas aspiro a dar alguno que otro brochazo poético y a abordar criterios con cierto rigor ensayístico.

. La novela se identifica con la épica, una de las formas más antiguas de la literatura. Ambas representan las formas más altas de la literatura narrativa. ¿Ha constituido esto su divisa como escritor?

Ya me han hecho esa pregunta y te responderé lo mismo que a uno de tus colegas hace ya una década:

Yo tuve el privilegio, en mi infancia, de oír a gauchos auténticos. Y creo que fue ahí donde nació mi vocación de oidor de cuentos y luego de narrador. Había un bardo magistral, ya sexagenario hacia 1940, que se llamaba Gorostiza. Era uno de los pocos gauchos todavía nómades que pude conocer. Nunca trabajó para nadie; y durante unas guerras civiles de 1904, había combatido en el mismo bando de mi abuelo. Luego, veinte años de trashumancia por el Sur del Brasil, la Mesopotamia Argentina y el Paraguay, le permitieron acopiar un anecdotario que lo convirtió en huésped siempre bienvenido en las estancias de aquella zona, donde no se conocía radio ni televisión. Y hoy creo que sus relatos me infundieron el deseo de desgarrar de mi familia e irme a ver el mundo. Pero recuerdo que yo no pensaba tanto en vivir mis propias aventuras, sino en saber contar lo que el destino me deparase. Fue una repentina vocación por volverme viejo y regresar un día a mis lares cargado de acontecimientos, para que la gente me oyera en silencio, deslumbrada, como a Gorostiza. Y eso hago yo, al inicio de mi octava década de vida. Mi épica es escrita, mucho más modesta, pero por ahí rumbea la cosa.

. He leído con interés su libro “Y el mundo sigue andando” (Memorias). En realidad, su vida es como una novela. Imagino que mucho de lo vivido le ha servido para escribir sus obras…


Un error de los jóvenes con vocación de novelistas es emular con sus venerados paradigmas. Y eso genera decepciones que frustran. El neófito de 18 o 20 años, con muy poca vida digna de contarse, relee sus textos inspirados en García Márquez, Jorge Amado, Borges, y la diferencia suele ser tan abismal que termina por romper y romper sus escritos hasta convencerse de no tener talento y abandonar el empeño para siempre. Yo también cometí ese error durante dos décadas hasta que un día con 45 años, escribí Joy sin imitar a nadie. Ya tenía voz propia y mucho que contar de mis vagabundeos geográficos o por mis espacios interiores; y sobre todo, no apunté muy alto: escribí una novela de espionaje. Luego descubrí que con técnicas tomadas de mi propia oralidad narrativa, siempre exitosa, podía lograr un gran público y apuntar bien alto. Ya en esa etapa me lancé con cierta confianza a la novela histórica y no me ha ido mal.

 . Su vida como escritor, ¿cuáles son sus hábitos y ritmo de trabajo?

Madrugón a las cuatro, café, una caminata fuerte de 30 minutos hasta mi panadería; vuelta a mi casa, baño, desayuno, y una tanda de tres horas en mi PC. Sigue un almuerzo frugal, siesta de una hora y otras tres de escritura. Salgo poco, casi no bebo, y mi gran disfrute es zambullir en los avatares de mi propia ficción. (A eso, sobre todo los malos escritores, le llaman “crear”; palabra que detesto por lo que tiene de endiosamiento;  sólo la empleo para recordar a los funcionarios de mi sector de que ese es mi quehacer durante seis horas diarias.)

. Me impresiona que haya escrito maravillosas novelas como “El ojo de Cibeles”, en la que demuestra un profundo conocimiento del mundo y de la historia de la Grecia antigua,  pero también es autor de novelas policíacas y guiones para cine como Plaff. ¿Cómo logra tales diferencias de contextos? 

Tengo que lograrlo porque no acepto dejar de escribir para ganarme la vida con docencia, traducciones, crítica  o periodismo. Eso me obliga a escribir para un público que me da prestigio y satisfacción con mi obra; y también para otro que me costea el sustento y eso calma los nervios.

. Estimo que pocos escritores cubanos han recibido tan numerosos premios. ¿Cuáles han sido los más gratos para usted?


Por distintas razones, todos los premios me son gratos. Pero el que más orgullo me da, no se ha instituido todavía y me lo gano todos los años: según me aseguran todos los bibliotecarios consultados, mis obras son las más robadas en la red nacional de bibliotecas.

. ¿Qué le falta por escribir?
Muchas cosas. La próxima será la biografía de mi compatriota Raúl Sendic, el fundador de la Guerrilla tupamara, en la que estoy apasionadamente enfrascado y espero publicar en septiembre del 2013. Y lo segundo, un libro de entrevistas. Te cuento. Hace unos años una despistada revista francesa, con su visión folclorizante y perdonavidas de este país, me hizo una entrevista y cuando la leí, bajo el título de La Cuba Profunda me sentí muy indignado. Habían incluido fotos de niños descalzos en las calles de La Habana, y viejitos desdentados que vendían cartuchos de maní a un peso; baches y paredes descascaradas de algunos barrios. Eso no es nada profundo ni original y en cualquier país de América se pueden obtener fotos más dramáticas de la miseria social. Para mí, la Cuba profunda es la que no ven los turistas de la inmediatez: el Ballet de Alicia Alonso; la restauración del mierdero que era La Habana Vieja; el rescate de nobles empedrados ocultos debajo del asfalto y la hidalguía castiza de sus plazas más antiguas, la de Armas, la de la Catedral, la Plaza Nueva; los ilustres conventos, iglesias, santuarios y mansiones señoriales que hoy sirven como hostales para el creciente turismo que visita la Isla; y el haber convertido en museos algunos establecimientos comerciales de la colonia y viviendas de los siglos XVI y XVII; y son Cuba profunda el bailarín Carlos Acosta, primerísima figura hoy día del London Royal Ballet y aplaudido en el mundo entero; por cierto, un patriota con proyectos de ayudar a la cultura cubana; y lo es Cacho, con obras expuestas en importantes museos de EE.UU y Europa; y los músicos, cantantes, instrumentistas, directores sinfónicos, compositores, y una pléyade de científicos de mérito internacional; y los deslumbrantes campeones olímpicos y mundiales, y no sólo en boxeo y béisbol, sino también en la garrocha, el tiro rápido con pistola (en que cualquiera de las armas de alta precisión cuesta 20 000 dólares y el actual campeón olímpico de ese deporte es un holguinero procedente de una familia humilde que jamás habría podido proporcionarle semejante arma); y lo es el ajedrez (con más de veinte Grandes Maestros y dos ELOS superiores a los 2 700 puntos; y muchos nacidos en la Ciénaga de Zapata, Cuchuflí Arriba o Remangalatuerca, y no campeones nacionalizados de los despojos soviéticos como los tienen los EE.UU., Israel y media Europa. En fin, ¿para qué seguir?
 
 . Daniel Chavarría, ¿qué más espera de la vida?


En relación con mi situación personal y familiar, espero seguir la misma vida que llevo en Cuba desde hace 43 años, sin tragedias ni calamidades, sin que me pisotee la bota imperial, en la sociedad más justa de nuestro tiempo, y morirme sin conocer la viudez ni los sufrimientos físicos de la ancianidad. Como ves, soy muy ambicioso.
Fuente: Cubarte
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COMO SE CONSTRUYE UNA CAMPAÑA MEDIÁTICA
Los Servicios Especiales Norteamericanos tienen una amplia experiencia en fabricar campañas de prensa y cuentan con el personal calificado para ello, así lo demuestra la historia en el último medio siglo.

Desde elevarle la imagen a un político o por el contrario desprestigiarlo para que no pueda postularse a un cargo importante, hasta llevar a la fama a un cantante o a una actriz; sobran los ejemplos; pero ahora el turno le tocó a la situación interna de Cuba.

Mortificados por los cambios favorables en la economía cubana con el incremento del trabajo no estatal, hasta la flexibilización de la ley migratoria que los sorprendió por su amplitud no calculada y que pone a temblar la llamada “Ley de Ajuste Cubano”, los especialistas de los Servicios a través de algunas organizaciones contrarrevolucionarias y otras gubernamentales que le sirven como pantalla, se han dado a la tarea de intentar desviar la atención internacional hacia la presente campaña, diseñada para crear la ilusión de que se incrementa la represión interna en Cuba.

Con ese interés tratan de desviar la atención en momentos en los que la grave crisis económica que azota a Europa, hacen palidecer hasta los más creyentes en los valores del “sistema democrático” ante una brutal ola represiva que incluyen salvajes palizas a los trabajadores, estudiantes y pueblo en general, que protestan ante la pérdida del bienestar de vida.

Para crear esa ilusión en contra de la revolución cubana, un minúsculo grupito de asalariados de Washington se han dado a la tarea de construir un escenario idílico de la supuesta represión que en nada tiene que ver con la realidad y mucho menos con lo vemos a diario en las calles madrileñas o atenienses. En este sentido, con el respaldo mediático que disponen, pretenden confundir asegurando que son detenidos, cuando realmente son conducciones a una estación policial, y su estancia en esa no dura más tiempo que el trámite de llenar los datos para una denuncia, no se les aplican amarres en las manos, ni palizas o empujones como si hacen los policías españoles y norteamericanos.

Desde el pasado 09.11.2012 se dio la arrancada a la campaña propagandística y de provocaciones, pero como primero se detecta a un mentiroso que a un cojo, ya se desmoronan las mentiras. Así es el caso de los supuestos maltratos físicos que le atribuyen a las fuerzas policiacas cubanas y al final cuando la prensa profesional entrevista a los supuestos reprimidos, se derrumban las falacias. Ejemplo de eso fue la entrevista de CNN a la bloguera oficialista de Washington, Yoani Sánchez Cordero, en la que ella reconoció ante las cámaras que no fue maltratada, ni golpeada, y que solo había sido conducida a la estación de la policía.

Otro tanto fueron las declaraciones de Yaremis Flores, abogada contrarrevolucionaria, preparada por la Sección de Intereses de los EE.UU. en la Habana como “periodista independiente” o mejor dicho, dependiente económicamente del dinero norteamericano, cuando al salir de la estación de la policía, declaró a periodistas del sitio Cubanet, España, que "… no fui maltratada físicamente; solamente interrogada y advertida oficialmente de que no debía seguir reportando de forma tan agresiva".

Otras declaraciones no constan, ya que se conoce que la mayoría de los asalariados de Miami están en la búsqueda de avales, que les permita emigrar bajo el programa de Refugiados Políticos que tiene el gobierno norteamericano y sin las denuncias de que han sido golpeados, maltratados y otros calificativos que brinden una imagen contra Cuba, de lo contrario no hay visas.

Es así como se construyen las campañas mediáticas. Las represiones pueden buscarlas en Madrid, New York, Atenas e incluso en Bruselas, porque en Cuba desde que el tirano Fulgencio Batista fue derrocado en 1959, no se observan escenas semejantes.

Si quiere comprobarlo dense un viaje a la Habana. Quizás por esa razón el gobierno norteamericano, en contubernio con la mafia anticubana de Miami, le prohíbe a sus ciudadanos viajar a Cuba.
Fuente: LA BAYAMESA
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CUBA, EL DÍA Y EL AHORA DE LA MEDICINA LATINOAMERICANA
por Wilkie Delgado Correa
“Unos hicieron el juramento de Hipócrates y otros hicieron el juramento de hipócritas”. Fidel

El 3 de diciembre se celebra el Día de la Medicina Latinoamericana en reconocimiento a Carlos J. Finlay, ilustre médico cubano nacido en esa fecha en 1833. Por su trascendente y visionario descubrimiento merece honor en las Américas y el mundo.

En el contexto epidemiológico, social, científico y cultural propio del siglo XIX, permeado por teorías confusas diversas en torno a la etiología de la fiebre amarilla, Carlos J. Finlay expuso su medular y genial trabajo en la sesión ordinaria de la Academia de Ciencias Médicas en La Habana, el domingo 14 de agosto de 1881. El título del trabajo fue "El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla". El mismo había sido precedido por una ponencia presentada el 18 de febrero de 1881 en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington.

En este trabajo Finlay postuló meridianamente su teoría: “Tres condiciones serán pues necesarias para que la fiebre amarilla se propague: 1o Existencia de un enfermo de fiebre amarilla, en cuyos capilares el mosquito puede clavar sus lancetas e impregnarlas de partículas virulentas, en el período adecuado de la enfermedad; 2o Prolongación de la vida del mosquito entre la picada hecha en el enfermo y la que deba reproducir la enfermedad; 3o Coincidencia de que un sujeto apto para contraer la enfermedad y que el mismo mosquito vaya a picar después”.

Tal como afirmara Finlay a continuación, “Tal es mi teoría, señores, y en verdad ella ha venido a robustecerse singularmente con las numerosas coincidencias históricas, geográficas, etnológicas, meteorológicas que ocurren entre los datos que se refieren al mosquito y lo que tenemos acerca de la fiebre amarilla, y también con la circunstancia de que podemos con su auxilio explicar circunstancias hasta ahora inexplicable por las teorías existentes”.

A pesar de su fundamentado estudio y su brillante y detallada exposición, su tesis tardó muchos años para ser aceptada, pues era una teoría que discrepaba esencialmente de las ideas que hasta entonces eran propagadas acerca de la fiebre amarilla. Incluso se intentó escamotear la gloria a Carlos J. Finlay, y adjudicarla ilegítimamente al médico norteamericano Walter Reed, quien recibió del sabio cubano todos los resultados, hallazgos y las fundamentaciones teórica y práctica.

Pasaron años y fue necesario una lucha tenaz de instituciones y científicos de Cuba para que se hiciera justicia a Carlos J. Finlay, y para que la historia de la ciencia reconociera la verdadera esencia de su descubrimiento. Uno, la teoría científica del contagio de la enfermedad, y otro, la identificación del mosquito como agente de transmisión o vector de la fiebre amarilla.

Finalmente un siglo después de su nacimiento y después de su muerte ocurrida el 14 de agosto de 1915, en 1933 le fue reivindicada y reconocida la paternidad de su aporte científico con el establecimiento el 3 de diciembre como el Día de la Medicina Latinoamericana.

Así se inició el papel trascendente de Cuba a la medicina latinoamericana y mundial. Después del triunfo de la Revolución Cubana el aporte a la medicina en estos ámbitos geográficos ha sido más directo y práctico a través del desarrollo de un modelo de colaboración excepcional para la atención sanitaria y la formación de los recursos humanos en el sector de la salud, así como la elaboración de vacunas y medicamentos de alto impacto.

De manera que el AHORA en América Latina y el Caribe, y también en gran parte de los países subdesarrollados del mundo, está signado por progresos en el campo de la salud de esos países en los cuales la ayuda y colaboración cubana ha sido decisiva.

Pero todo tuvo que empezar a partir de las transformaciones ocurridas en la educación cubana en todos los niveles, en particular el universitario, pues la nueva Universidad refundada por la Revolución Cubana sería, a partir del triunfo revolucionario, una universidad de nuevo tipo, desarrolladora y trascendente. Y como dijo Fidel, “la universidad, libre ya de los problemas políticos que la embargaban, libre ya del eterno conflicto con los gobernantes, porque el sentimiento universitario público, y el sentimiento del pueblo, y el sentimiento de los gobernantes, serán en lo adelante una sola cosa, libre ya de las batallas que antes libraba, porque ya no tendrá que librarlas, porque ya no habrá injusticia, porque ya no habrá tiranía, porque ya no habrá inmoralidades, la universidad podrá invertir su extraordinario caudal de energía y entusiasmo en preparar a los hombres, en preparar a la generación de hombres capacitados que la patria necesita, porque allí donde campeaba antes la politiquería, el oportunismo y el vicio, ha de campear en el futuro la virtud y la capacidad.”

En estos cincuenta años han surgido numerosas Universidades en Cuba y, por desarrollarse con una concepción nueva, hoy existe un país-universidad.

Fidel Castro ha expresado: “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. (…) Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación.”

Se ha dicho que el bienestar de las futuras generaciones dependerá de la cantidad y calidad de las reservas de recursos naturales, tanto de los no renovables como de los renovables, que sea capaces de legarles, y también dependerá, en gran medida, de cuánto se sepa hoy invertir en la formación del patrimonio humano de esas generaciones, fundamentalmente a través de la educación y la investigación.

Más de un millón de graduados universitarios en todas las ramas ha sido el fruto de las Universidades cubanas después del triunfo de la Revolución, que han hecho un aporte extraordinario a su país, mientras que un número de cientos de miles han contribuido al desarrollo de otros muchos países en todas partes del mundo, ejerciendo una labor de cooperación solidaria en los más variados campos.

En el campo específico de las Ciencias Médicas esto ha significado alcanzar una cosecha de futuro, construido en estos años, representada en las graduaciones de profesionales de las ciencias médicas que hoy se efectúan a lo largo del país, y que son reflejo de la lucha de Cuba, a nivel nacional e internacional, para garantizar el derecho humano a la vida, en primer término; para complementar la vida con el derecho a la salud, en forma gratuita, en segundo término; y para asegurar una calidad de vida como elemento indispensable del bienestar general de hombres, mujeres, niños, adultos y ancianos.

En el periodo comprendido entre 1959 y el 2010 se han graduado en el país más de 108 000 médicos, de los cuales, al cierre del primer trimestre del 2011, se encontraban en plena labor 73 025.

Y en el curso escolar que se inició en septiembre del 2012 se encuentran en las aulas 103 880 estudiantes de Ciencias Médicas –en el curso anterior la matrícula total fue de 118 914- que abarcan Medicina, Estomatología, Licenciatura en Enfermería, Psicología y Tecnología de la Salud.

Durante los cincuenta años transcurridos después del triunfo de la Revolución, incluso desde sus primeros años, se inició la formación de profesionales de la salud extranjeros en Cuba. Pero fue a partir de la creación de la Escuela Latinoamericana de Medicina, fundada el 15 de noviembre de 1999, que este proceso se incrementó con ritmo inusitado.

Si bien el objetivo inicial de esta institución fue la formación de Médicos Generales Básicos, orientados hacia el trabajo de la atención primaria de salud, como escenario fundamental de su actuación profesional y con una elevada preparación científica, humanista, ética y solidaria, capaces de actuar en su entorno para satisfacer las necesidades de la región latinoamericana y contribuir al desarrollo humano sostenible, la experiencia de la colaboración internacional ha extendido su misión al resto de países del mundo, incluyendo a los Estados Unidos de América, con un acento particular en jóvenes procedentes de los sectores humildes de esos países, que, a su vez, se comprometan a reciprocar estas oportunidades a las poblaciones o comunidades de los que son originarios. En la actualidad estudian miles de jóvenes de estos países, el 75% de ellos son hijos de obreros y campesinos; además de estar representadas con becarios 104 comunidades originarias de América Latina y también suman ya cerca de 15 000 los egresados de la institución.

El papel académico de esta institución resulta acrecentada con la derivación de los estudiantes, en distintas fases de formación, al resto de las 21 Facultades de Medicina con que cuenta el país.

Además, en el ámbito de la formación de profesionales extranjeros, tiene una significación especial la Escuela Caribeña de Medicina de Santiago de Cuba, dedicada a estudiantes de países de habla anglófona, que acogiera inicialmente a estudiantes procedentes de Haití.

Adicionalmente a este aporte de Cuba en la formación de personal de la salud para la América Latina y el resto del mundo, dentro del país, y la que llevan a cabo cientos de profesores universitarios dedicados a la docencia médica fuera del país, cabe recalcar la contribución que realiza a través de la colaboración que ofrecen miles de médicos, estomatólogos, enfermeros y tecnólogos de la salud cubanos en la atención médica gratuita a las poblaciones pobres.

En América Latina, la más desigual de las regiones del mundo en lo que respecta a la distribución de las riquezas, se ha avanzado mucho en lo que se refiere a la inclusión social, el acceso a los servicios de salud y la formación de los recursos humanos, partiendo del ejemplo y modelo cubano y su contribución solidaria con el programa integral de salud. Y esto se refleja en indicadores diversos de la salud pública de los países de este y otros continentes.

El día en que todos los países, sin excepción, se decidan a establecer y concertar las políticas de salud viables y necesarias, mediante la asignación de los recursos materiales y humanos indispensables, y en las que medie la solidaridad incondicional, el salto cuanti-cualitativo en lo social será gigantesco y asombroso. América Latina y el mundo esperan y merecen ese día en que el futuro se convierta en presente.
Fuente: Rebelión

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