sábado, 7 de abril de 2012

SPD 90

------------------------------------------

¿Cambio, actualización, transformación… Hacia dónde va Cuba?
Ovidio D´Angelo Hernández

El Estado cubano, luego de una amplia consulta popular y la decisión de la dirección partidista sobre las líneas a seguir en la “Actualización del Modelo Económico” optó, en la Conferencia nacional del Partido, por ajustar ciertos mecanismos organizativos en el ámbito del funcionamiento político.

Hay, quizás en el fondo, la idea de que un Cambio no sería conveniente…al menos un cambio abierto hacia una “transición capitalista”. La palabra “Cambio” ha sido proclamada por sectores de derecha y de la disidencia más pro-capitalista y pro-imperialista, de manera que es un término machacado y con una carga semántica que lo hace impracticable.

“Actualización”, por otra parte, suena más acomodada a los propósitos declarados, a la idea de “perfeccionamiento” de lo que ya existe y es, esencialmente, similar o afín. Por cierto, es la traducción del italiano del término “agiornamento”, empleado por la Iglesia Católica en un período de ajuste sin cambiar su esencia.

No obstante, la “actualización”, tal como ha sido esbozada en los Lineamientos, ha quedado expuesta de manera muy indefinida en varios temas cruciales, como para pronosticar claramente el curso futuro del proceso. Varios nos hemos referido en otras ocasiones a algunas de esas “imprecisiones”.

Al no disponer de una conceptualización programática novedosa y adecuada a las demandas sociales, filosóficas y políticas del momento, la Actualización ha quedado a merced de la “implementación” de los lineamientos; es decir, sujeta a la pragmática de los grupos decisores y a lo que ellos entienden que son los intereses nacionales que se deben preservar; o sea, a lo que estiman que “cambie lo que deba ser cambiado” (Fidel Castro).

El propio Marino Murillo afirmó en la Conferencia del PCC –a propósito del tema de una mayor descentralización y autonomía de las empresas- que, después del “reordenamiento laboral” en marcha (que implica la racionalización de cientos de miles de trabajadores a favor de un “cuentapropismo” expansivo) , ahora se entraba en otra fase mucho más difícil que era la de la “implementación” de cuál sería el papel de las direcciones de las empresas y de los colectivos obreros en esa descentralización (pronunciamiento, por demás, positivo, ya que en los Lineamientos por ninguna parte aparecen referencias al papel de estos colectivos; pero, a su vez, hecho insólito porque no se puede “implementar” lo que no ha sido concebido ni argumentado sólidamente ni concertado con las bases partidistas ni la población).

Lo mismo ocurre en temas cruciales como las formas de propiedad “no estatales” y a las formas de gestión participativa obrera y de la población, a una mayor autonomía de los municipios, etc.

La Actualización, por demás, no se circunscribe al campo económico, porque este no existe aislado de las demás dimensiones políticas y sociales. El mismo tema de las formas posibles de participación popular y obrera en los temas económicos, ya aborda aspectos políticos esenciales.
Entonces, podríamos preguntarnos, si no se trata de Cambios (de sistema social, económico y político), ¿en el momento presente de la evolución de los sistemas sociales y los fracasos del socialismo real, es suficiente “actualizar”?, ¿o se necesita de transformaciones profundas que reencaucen por caminos novedosos el socialismo frustrado en sus esencias democráticas y participativas populares, ya anunciadas por Marx en el lejano siglo XIX?.

En efecto, “Transformación” sería el término que indica remoción de las bases obsoletas (autoritarismo del poder político, estatización más no socialización de la propiedad y de las decisiones fundamentales) y su reemplazo por estructuras, instituciones y dispositivos sociales y políticos que, en su raíz, rescaten la esencia de un verdadero poder popular democrático.

Esta no parece ser la tendencia en que se mueven los acontecimientos.

Así, la Actualización proclamada en los Lineamientos, queda abierta a cualquier interpretación posible en su implementación, que es lo que parece que definirá el curso de las acciones futuras en el campo económico.

Por otra parte, en recientes declaraciones del propio Murillo (Cubadebate-27 de marzo de este año), se afirma: “No habrá cambios políticos en Cuba, pero actualizaremos todo lo necesario del modelo económico”.

Lo anterior podría interpretarse, benévolamente, en el sentido que tratamos el término Cambio anteriormente. Al respecto añadió que “en Cuba lo que hay es una actualización del modelo económico cubano, que haga al modelo de nuestro socialismo sustentable y que tiene que ver con el bienestar de nuestro pueblo” y afirmó taxativamente: “en Cuba no va a haber una reforma política”.

Aunque no disponemos de la versión completa, sino de la síntesis de Cubadebate, cabría pensar si es que se está aludiendo a la “reforma” en el mismo sentido en que peyorativa e intencionadamente se ha tratado el término Cambio por una derecha que sólo aspiraría al restablecimiento de sus poderes económicos y los beneficios para los más “capaces”, no para los excluidos y el pueblo llano; es decir, como sinónimo de viraje hacia otro sistema (capitalista).

Sin embargo, la enunciación tajante y taxativa de Murillo deja entrever otra interpretación menos elocuente: ¿es que se desconocerá la necesidad, siquiera de “perfeccionamiento” del sistema político cubano en aras de preservar “nuestro socialismo”?, ¿es que este no necesita ser transformado en la práctica de sus aplicaciones, para retomar sus esencias históricas más edificantes?, ¿no entra ello en lo que “debe ser cambiado” y es cuasi perfecto?.

Si retomamos las ideas esenciales del marxismo y de la tradición histórica democrática, en un sentido creador y novedoso, es evidente que nuestra sociedad debe avanzar...y puede...hacia un camino de real participación del pueblo y sus sectores de pensamiento, en la construcción de una sociedad más justa, más libre y más comprometida con la edificación del futuro “de todos, desde todos, con todos y para el bien de todos”.

En efecto, Cuba no necesita cambios ni reformas en lo económico, social, político, jurídico; lo que necesita son Transformaciones reales, profundas y efectivas que hagan renacer la esperanza socialista y comunitaria del autogobierno popular y democrático que se haga cargo de sus destinos.

La “explosión” cuentapropista actual, si bien flexibiliza las formas de ingreso de la población y descarga al Estado de gastos excesivos, plantea otros problemas, ya que de la manera en que se ha aplicado no promueve el asociasionismo y la socialización sino, más bien, el individualismo extremo, además de propiciar todo tipo de manejos y trapicheos de los recursos al no existir un mercado mayorista, lo que incrementa las ilegalidades, el robo masivo y la corrupción estatal. No se explotó la vinculación comunitaria con esta forma de propiedad y se ha creado una economía del timbiriche que, si bien resuelve algunos servicios básicos, no constituye la base de un despegue económico del país, lo que parece reservado a los sectores asociados con la inversión extranjera, tampoco concertados con la población.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

José de la Luz y Caballero: formación ciudadana
Por Dimas Castellanos
A pesar de que Cuba cuenta con una rica y diversa herencia de pensamiento social, antes y ahora las autoridades del país la omiten en su quehacer práctico. Uno de los últimos ejemplos de esa conducta fue el Informe Central al VI Congreso del PCC donde se mencionaron figuras fundacionales de la cultura y la política cubanas como José de la Luz y Caballero, a la vez que se soslayan aspectos esenciales de su ideario.
José de la Luz y Caballero (1800-1862) nació y murió en La Habana. Bajo la influencia de su tío, el presbítero José Agustín Caballero, fue educado en un medio religioso donde el amor a sus semejantes lo inclinó a la vida clerical y al claustro. Estudió en el Convento de San Francisco, en la Real y Pontificia Universidad de La Habana y en el Seminario San Carlos, donde una vez graduado de Bachiller en Filosofía y en Leyes sustituyó a José Antonio Saco en la cátedra de Filosofía.
José Ortega y Gasset, en Misión de la Universidad y otros ensayos afines, sentenciaba: El hombre pertenece consustancialmente a una generación y toda generación se instala no en cualquier parte, sino muy precisamente sobre la anterior. Esto significa que es forzoso vivir a la altura de los tiempos y muy especialmente a la altura de las ideas del tiempo. A este profundo pensamiento hay que añadir que vivir a la altura de los tiempos implica contar con los hombres preparados para ello y si no los hay se impone primero su formación. Esa fue el reto que asumió Luz y Caballero en su época, quien comprendió que los procesos para fundar pueblos tienen como premisa la preparación de los sujetos históricos y de los cimientos morales para su realización.
Durante sus viajes por Estados Unidos y Europa Luz y Caballero se relacionó con figuras célebres de la ciencia y la cultura, entre otros con Cuvier , Michelet ; Longfellow , Scott y Goethe , se nutrió de las ideas más avanzadas de Europa, de lo mejor del pensamiento cubano y dedicó su vida a la enseñanza.
Además de su labor formadora en la cátedra de Filosofía del Seminario San Carlos, proyectó fundar un colegio con el nombre de El Ateneo, asumió la dirección del Colegio San Cristóbal y fundó El Salvador de La Habana, una escuela donde transcurrieron los últimos años de vida y en la que todo lo valioso que acumuló de José Agustín Caballero, de Félix Varela y de los más insignes hombres de su época, lo amalgamó con los últimos adelantos de la pedagogía, lo enriqueció con su sapiencia, lo adaptó a las condiciones de Cuba y lo depositó en sus alumnos, entre ellos a Rafael María de Mendive, el maestro de José Martí.

Luz y Caballero, a quien le tocó vivir la época de modernización de la clase política cubana, estableció una relación entre educación, política e independencia y comprendió que los procesos para fundar pueblos tienen como premisa la preparación de los sujetos históricos y de los cimientos morales básicos para su realización. Concibió así el arte y la ciencia de la educación como premisa de los cambios sociales. De ahí su convicción de que como el poeta, el músico y el pintor, el maestro es también un artista y, acaso, el más divino de los artistas, porque si Miguel Ángel crea el Moisés, si Shakespeare crea el Hamlet, el maestro crea un hombre . Ese era su credo, confirmado por la historia e ignorado en el presente. Luz consideraba a cada hombre libre de sus pensamientos, por lo que las discrepancias e ideas las consideraba normales y necesarias. Planteaba que en toda revolución hay que tener en cuenta la oportunidad, es decir, el momento preciso para la acción. Y afirmaba que la libertad es “el alma del cuerpo social”, sin más freno que la razón y la virtud. Su obra explica el merecido calificativo de padre de la pedagogía cubana.
Luz se consagró a lo más difícil, a lo mediato, a iluminar las conciencias e infundir un alma nueva. Sabio y virtuoso entre los cubanos, fue el más grande pensador de su tiempo, que en vez de emplearse como sabio en el extranjero, para lo cual estaba dotado, prefirió permanecer en Cuba y desde aquí, desde la educación, formar los sujetos para los cambios sociales. Su encomiable labor está estrechamente vinculada con nuestra historia, fue lo que su época demandaba: un gran maestro y un precursor. Sin su obra política-pedagógica no pueda entenderse el independentismo del 68 ni del 95, contiendas en las que participaron más de 200 de sus discípulos, entre ellos un contingente de alumnos y profesores de la Real y Literaria Universidad de La Habana que influido por su labor abandonaron las aulas, salieron del país y desembarcaron por la actual provincia de Camagüey.
La vigencia de su pensamiento está en que los profundos cambios sociales que actualmente demanda la sociedad cubana son imposibles en ausencia de las tesis que él adelantó como la libertad para la participación cívica, sin la cual es imposible la conversión de los cubanos en sujetos activos de los cambios. Precisamente la ignorancia de esas ideas permite comprender con mayor claridad la historia política cubana durante el pasado siglo XX. Una breve ojeada a esa historia devela un ciclo repetitivo, caracterizado por la ausencia del ciudadano como sujeto, integrado por: el arribo al poder, el intento de no abandonarlo y el empleo de la violencia contra los que se oponen, lo que nos conducido al pasado en materia de libertades ciudadanas. Es cierto que se habla de Luz, pero también es cierto que ese Luz se entrega castrado de las ideas que no se avienen al orden establecido.
En el primer ciclo, el presidente más honrado que tuvo Cuba, Tomás Estrada Palma, tomó la decisión de reelegirse, provocando la Guerrita de Agosto de 1906 y la segunda intervención norteamericana en Cuba. En 1917 Mario García Menocal, al culminar su período presidencial proclamó la intención de ser reelegido, dando lugar a la rebelión conocida por la Chambelona. En 1927, Gerardo Machado reformó la Constitución de 1901 para poder reelegirse, provocando la respuesta estudiantil que desembocó en la Revolución del 30. Después de los desencuentros e inestabilidades ocurridos entre 1933 y 1940 se inició un nuevo ciclo que se extendió hasta 1952, en el que los tres presidentes electos democráticamente, carentes de verdadera cultura democrática, dirigieron el país de espaldas al pueblo. En 1952 tras el Golpe de Estado, Fulgencio Batista derogó la Constitución de 1940, la sustituyó por los Estatutos Constitucionales, disolvió el Congreso y asumió como Jefe de Estado y del Ejército, provocando un nuevo ciclo de predominio de la violencia. En los tres períodos los sujetos principales fueron las élites políticas y no la mayoría de los ciudadanos carentes de una formación cívica para la participación en la política.
De ahí la importancia de la acción cultural en la preparación ciudadana, pues en los pocos cambios que se están introduciendo y en los muchos que faltan por introducir tienen que estar presente los gérmenes de la democracia del mañana. De ahí el valor de las enseñanzas de Luz trasladadas al presente: preparar los sujetos con la cultura cívica necesaria párale debate, la mediación, el diálogo y la negociación. Es decir, se impone una acción cultural de la que no se habla, porque se le teme al ciudadano. En La rebelión de las masas, al referirse a las multitudes que se incorporan impetuosamente como sujeto de cambios sociales, José Ortega y Gasset decía: puede, en efecto, ser tránsito a una nueva y sin par organización de la humanidad, pero también puede ser una catástrofe en el destino de lo humano. No hay razón para negar la realidad del progreso, pero es preciso corregir la noción que cree seguro este progreso. Y añadía: Todo, todo, es posible en la historia –lo mismo el progreso triunfal e indefinido que la periódica regresión .
La experiencia teórica y práctica, nacional e internacional, indica que los esfuerzos encaminados a la democratización sin los sujetos capaces de exigir, promover e impulsar los cambios, serán nulos. Entre el actual contexto y la democracia media la formación de una cultura de derechos. Parafraseando el concepto de acción afirmativa, en nuestro medio se impone una acción educativa, dirigida a lograr que los valores cívicos y la visión integral de los derechos humanos se conviertan en una incorporación cultural tan profunda y sólida, que no sea necesario pensar en el recurso de la rebelión para salir del estancamiento y hacer valer la dignidad y la integridad de la persona humana. En esa empresa, a pesar de lo manipulado que ha sido su figura, tendrán que estar las enseñanzas de José de la luz y Caballero.
La Habana, 30 de marzo de 2012
J. ORTEGA Y GASSET. La rebelión de las masas. El País. Clásicos del siglo XX. Madrid. 2002, pp.119-120.
2 Georges Cuvier (1769-1832), naturalista francés, considerado el creador de la anatomía comparada y la paleontología, especializado en la reconstrucción de fósiles.
3 Jules Michelet (1798-1874), escritor e historiador francés especialista en la Revolución Francesa.
4 Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882) uno de los poetas estadounidenses más populares de su época.
5 Walter Scott (1771-1832), novelista, poeta, historiador y biógrafo escocés, una de las más prominentes figuras del romanticismo inglés.
6 Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), poeta, novelista, dramaturgo y una de las figuras señeras de la literatura alemana.
7 M. SANGUILY. José de la Luz y Caballero; estudio crítico, p.45

No hay comentarios:

Publicar un comentario