viernes, 22 de mayo de 2020

"LA ECONOMIA SOCIALISTA , NO ES LA SUPRESION DEL MERCADO"


Progreso Semanal
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Julio Carranza: “La economía socialista no es la supresión del mercado”
https://secure.gravatar.com/avatar/68235f0ed82eb1e0531b944f5117874e?s=26&d=mm&r=gPor Progreso Semanal Actualizado May 21, 2020
LA HABANA. En intercambio con el equipo de Progreso Semanal, el profesor y académico cubano Julio Carranza ofrece algunas opiniones sobre el actual escenario económico en Cuba, relacionadas con la necesidad de acelerar la implementación de las reformas económicas pendientes en el país.
El momento actual que vive Cuba requiere cambios imprescindibles. Y existen muchas opiniones al respecto. ¿Cuáles señalaría usted?
En primer lugar debo decir que en mi opinión el proceso de cambios necesarios de la economía cubana se ha ido retrasando. En lo que a mi y otros compañeros se refiere venimos planteando esta necesidad desde el año 1995 en que se publica nuestro libro “Cuba: la Reestructuración de la Economía, una propuesta para el debate”, entonces la situación era diferente pero considero (otros quizás no) que en esencia el tipo de transformaciones son las mismas que planteábamos allí, al trazo grueso me refiero, obviamente con las actualizaciones y los cálculos necesarios que se derivan de los detalles de la situación actual.
https://progresosemanal.us/wp-content/uploads/2020/05/portada-r2.jpgNo es hasta hace algunos años que, con la evolución del panorama cubano y los diferentes acontecimientos nacionales e internacionales, se alcanzó un consenso más claro al respecto, expresado en importantes documentos oficiales, como la Conceptualización del modelo económico cubano, que da un amplio marco para la realización de ese proceso, y luego la nueva Constitución, que reafirma esos espacios.
Algunas importantes transformaciones se han realizado desde entonces, pero aún se está lejos de alcanzar la profundidad y la integralidad necesaria.
Sobre las diferentes propuestas existentes, comparto con otros compañeros el criterio de que el país debe marchar hacia una economía socialista descentralizada, eficiente, diversa e incluyente. En ningún caso hacia una restauración capitalista.
El proceso que argumentamos y que proponemos desde la publicación del libro mencionado supone la diversificación de las formas de gestión y de propiedad, incluyendo la propiedad estatal (o pública), la propiedad cooperativa y la propiedad privada para pequeñas y medianas empresas, todas integradas en un sistema con instituciones fortalecidas y legalmente reconocidas. Otra característica es la prevalencia del liderazgo de las empresas estatales (públicas), las cuales deberán alcanzar un importante nivel de descentralización y actuar en un mercado regulado que le plantee fuertes restricciones financieras. Pero la existencia de otras formas de propiedad es esencial para permitir una mayor eficiencia a aquellas (estatales), que a su vez es un factor imprescindible en el establecimiento de un liderazgo armonioso sobre el resto de los agentes económicos del sistema.
Dicho proceso supone también otra serie de medidas para que la economía funcione adecuadamente como un sistema dinámico. Entre ellas se incluyen la reforma monetaria/cambiaria y de la empresa estatal —ambas cuestiones son esenciales—, el establecimiento legal de las PYMES, el ajuste del gasto presupuestario, la creación de mercados de medios de producción (mayoristas), la mayor activación del crédito, el ajuste de la política inversionista nacional y extranjera, la descentralización del comercio exterior, el ajuste de la política fiscal y el establecimiento de un marco regulatorio para articular todo lo demás. Todas estas medidas han sido detalladas en textos anteriores, así como las han analizado otros colegas. En resumen, estas deben dar lugar al crecimiento de la eficiencia económica, pero también de la eficiencia social, basada en el crecimiento de la productividad del trabajo y del empleo digno, factor esencial de la inclusión social.
Aquí quiero destacar algo, las transformaciones o se abordan de manera integral, cuidando la secuencialidad y la simultaneidad entre las diferentes medidas o no funcionarán bien. Esa es una cuestión esencial, no quiere decir todo al mismo tiempo, pero todo en una secuencia adecuada y bien pensada.
Pongo un ejemplo: En las condiciones actuales, al no tener de dónde obtener parte de sus insumos sistemática y legalmente, el sector no estatal que se ha establecido asiste con frecuencia a vías ilegales o alegales, que son las que le quedan a falta de los necesarios mercados mayoristas de productos, herramientas, maquinarias, etc. Esto da lugar a desvíos de recursos, con frecuencia desde las empresas estatales, entrando toda clase de agentes económicos en dinámicas de corruptelas que afectan fuertemente la economía y también la conducta ética de muchas personas, con todas las implicaciones que eso tiene. Una reforma integral puede en gran medida impedir todo esto y organizar el conjunto de la economía y la sociedad en una dinámica positiva y productiva. Habrá problemas y contradicciones que atender siempre, pero cuando el sistema funciona estas se pueden controlar y superar adecuadamente.
Estoy cada vez más convencido de que el camino es el avance integral en la reforma. Las recientes declaraciones del Presidente de la República en reunión del Consejo de Ministros parecen ser una importante señal en la dirección correcta.
Comencé señalando el atraso de la reforma económica. Ahora el problema se complica porque la situación es muy tensa y todos los pronósticos advierten sobre notables contracciones de la economía como consecuencia de la actual crisis mundial provocada por la pandemia de Coronavirus y la criminal política de bloqueo reforzada cada vez más por la actual administración de Trump, lo cual tiene impactos fuertes debido al carácter abierto de la economía cubana. Esto no quiere decir que el bloqueo tenga la capacidad de paralizar la economía ni su proceso de transformación, pero no se pueden olvidar sus consecuencias y condicionantes.
O sea, hay que manejar la crisis y a la vez hacer avanzar adecuadamente las transformaciones pendientes, complejo proceso pero posible, en mi opinión es la alternativa necesaria.
El avance debe ser sistémico y coherente, lo cual, como apunte anteriormente, no quiere decir todo a la vez, hay que definir etapas. De nada vale avanzar en un sector sin la coherencia del otro. Por ejemplo, la reforma de la empresa estatal no sería efectiva si se aborda como un ente aislado, sin que se den pasos de avance con las PYMES no estatales, y viceversa. Sin un marco institucional adecuado no podría avanzar efectiva y legalmente ninguna empresa de ningún tipo.
También hay otros aspectos importantes sobre los cuales es necesario actuar. El gobierno ha trabajado en ello, como la definición de los sectores estratégicos para concentrar la inversión en las actuales circunstancias. En este sentido el impacto de la pandemia implica muchos cambios. En el caso del turismo, los estudios indican que a corto plazo ya no tendrá las potencialidades de antes por la afectación de los mercados. Este sector ha tenido una alta tasa de inversión durante los últimos años, cuyo efecto queda temporalmente anulado debido a la crisis, mientras la producción de alimentos es cada vez más importante. Es imprescindible poner a funcionar al máximo posible las capacidades instaladas que tiene el país en sectores que tengan condiciones para operar en las actuales condiciones, e invertir en ellos. Desde esa perspectiva, el sector agropecuario (incluida la agricultura y la industria) es el más importante ahora.
Esto no quiere decir que el turismo no mantenga su importancia estratégica para el futuro, pues las condiciones naturales y culturales del país son muy favorables para esta actividad y la infraestructura ya establecida es muy notable, pero no tendrá impacto positivo inmediato para manejar y superar la crisis. El centro de gravedad de la economía, si vale la expresión, deberá desplazarse temporalmente a otros sectores.
En mi opinión, es hora de abordar todo esto rigurosamente.
Se habla de la importancia del sector privado en la economía cubana, tanto en el presente como en el futuro, en dependencia de las condiciones de desarrollo que se le permita. ¿Cuál es su criterio? Específicamente en el ámbito social, ¿qué impactos podría tener la ampliación del llamado cuentapropismo en Cuba?
Como señalé antes, es necesario un sistema económico único, más diverso y dinámico donde las diferentes formas de propiedad y gestión formen parte orgánica de él, bajo el liderazgo del sector estatal, donde este esté descentralizado y con formas de planificación más flexibles y estratégicas, a la vez que un mercado regulado desde el estado pero con regulaciones económicamente fundamentadas al cual asisten todos los agentes económicos, estatales y no estatales.
El sector no estatal (cooperativo y privado) no tendría el liderazgo de la economía, pero su existencia legalmente reconocida en pequeñas y medianas empresas dinámicas es imprescindible para que todo el sistema funcione bien. Primero porque genera gran cantidad de empleo que el sector estatal no puede retener si pretende ser eficiente; segundo, porque garantiza determinadas producciones y servicios que pueden contribuir notablemente al crecimiento de la economía y que, como ha demostrado la evidencia histórica, el sector estatal no las puede realizar con eficiencia; y tercero, porque permite movilizar capitales internos (ahorros) y externos (remesas), que de otra forma estarían inactivos o no llegarían al país.
Ya los llamados trabajadores por cuenta propia dan cuenta de casi la tercera parte del empleo. Además, el sector no estatal es el más importante productor de alimentos, actividad absolutamente esencial para el desarrollo y la seguridad nacional. A todo esto habría que añadir que el sector no estatal ha estimulado la creatividad y la iniciativa, sobre todo de las generaciones más jóvenes, actualmente muy impactadas por la migración y por lo general con altos niveles de calificación y aprendizaje tecnológico.
https://progresosemanal.us/wp-content/uploads/2020/05/jc-ail.pngJulio Carranza.
Es en ese sentido que considero muy importante el sector no estatal de la economía. Creo que es un error hablar de la parte socialista de la economía y la parte privada. La economía es una sola, es un sistema. En el caso de Cuba defendemos y argumentamos el carácter socialista de ese sistema, al cual se integrarían dinámicamente todos los sectores, estatal y no estatal, con las proporciones y regulaciones necesarias pero todos interactuando dinámicamente.
A la pregunta de si puede haber sectores sociales afectados por esta dinámica, la respuesta es sí. Cualquier política económica es acompañada por efectos de ese tipo. De hecho, como consecuencia de las difíciles condiciones que ha enfrentado la economía cubana desde los noventa, en combinación con algunas de las medidas que se tomaron para enfrentarla, los índices de desigualdad en Cuba han aumentado con el paso de los años. Aunque hace un buen tiempo no se publica el índice Gini —indicador que mide la desigualdad—, las observaciones especializadas muestran este hecho.
Este es un tema muy importante. En un sistema socialista es irrenunciable el principio de que nadie debe quedar desprotegido; es el papel de las políticas sociales dispuestas a atender a esos sectores vulnerables y compensar adecuadamente los efectos negativos de las políticas económicas. Pero estas deben ser más focalizadas y eficientes, no con subsidios generalizados a toda la población como ha sucedido hasta el momento. Eso no excluye —por el contrario, refuerza— el carácter universal y gratuito de determinados servicios sociales, como la educación, la salud, la seguridad pública, etc. Son conquistas irrenunciables. El abordaje conjunto de las políticas sociales y determinados subsidios estatales sería parte importante del sistema socioeconómico, pero con una correspondiente fundamentación económica y social que se apoye en una política fiscal adecuada y progresiva. Vistas así, son perfectamente viables y sostenibles por el estado.
En ese llamado al desarrollo de la mediana y pequeña empresa, ¿qué papel podrían desempeñar las cooperativas no agropecuarias? ¿Qué medidas se necesitarían, o qué obstáculos deberían eliminarse para que ese rol fuera posible?
Las formas cooperativas tanto agropecuarias como no agropecuarias deben ser parte importante de las nuevas formas de gestión y propiedad, ya se tiene una amplia experiencia sobre esto, lo cual permite identificar lo que funciona y lo que no funciona.
Parte de lo que afecta a las cooperativas es lo mismo que afecta a los otros agentes económicos, por ejemplo la falta de un mercado de medios de producción y de un sistema de créditos más dinámicos, además de una política fiscal más económicamente fundamentada y en condiciones de funcionar bien. En el caso específico de las cooperativas agropecuarias ha sido negativo el alto nivel de interferencia por parte de las estructuras de gobierno que actúan en el sector agropecuario, incluyendo la falta de eficiencia de los mecanismos de acopio, el manejo de los precios, etc. Estas lecciones también hay que tomarlas en cuenta para las cooperativas no agropecuarias.
Sobre el importante tema de la agricultura quiero subrayar que desde la década del noventa se han tomado decisiones que modificaron las formas de propiedad y gestión en ese sector estratégico. De una producción agropecuaria que en su mayoría era estatal, solo queda un 18 por ciento de las tierras cultivadas gestionadas directamente por el estado. El resto funciona bajo formas no estatales (diferentes tipos de cooperativas, usufructuarios, campesinos individuales, etc.). Sin embargo, el subsistema de producción agropecuaria, caracterizado por fuertes formas de intervención y control de las estructuras gubernamentales, incluyendo las actividades de comercialización y de asignación de recursos ejercidos monopólica e ineficientemente por Acopio, continúa siendo el mismo de antes de estos cambios. Esto es causa de disfuncionalidades en la producción agropecuaria y agroindustrial,  fundamentalmente de alimentos, que se expresa en los insuficientes resultados actuales, es un problema de la mayor urgencia que en mi opinión es necesario resolver. Es parte de la integralidad del cambio.
El día cero, referido al proceso de unificación Monetaria y cambiaria en Cuba, está anunciado hace un buen tiempo. Se han tomado algunas medidas que indican que este proceso ya ha comenzado, pero los pasos definitivos aún no llegan. ¿Considera usted que es este un buen momento para llevarlo a cabo?  ¿Por qué?
Las autoridades del gobierno, en sus más altos niveles, han reconocido en varias ocasiones la necesidad de la reforma monetaria y cambiaria y su voluntad para implementarla. Sin embargo, es aún una cuestión pendiente. Esta reforma, por un lado, es necesaria y urgente, y por otro es extraordinariamente compleja.
Es necesaria y urgente porque la existencia de la diversidad de tasas de cambio entre las diferentes monedas circulantes y la sobre valuación del peso cubano (CUP) en el sector estatal dan lugar a fuertes distorsiones en la medición de la economía. Se habla de la necesidad de una “mentalidad exportadora y de sustitución de importaciones”, pero las condiciones de la economía bajo el actual sistema monetario y cambiario conducen a todo lo contrario. Apelar a esa mentalidad es bueno, pero no cambiar las condiciones que la impiden es predicar en el desierto. Es, también, compleja. En sí misma supone un cambio importante en las proporciones y los tipos de recursos en manos de diferentes agentes económicos, incluyendo a las empresas, a los trabajadores y a la población en general. De hecho, habría empresas que podrían quebrar debido a la modificación de la tasa de cambio, porque en estos momentos se manejan con la sobrevaluación de la moneda nacional (CUP).
El punto esencial y más complejo de la reforma monetaria y cambiaria es precisamente la tasa de cambio. Esta es también un precio dentro del sistema económico, pero de tanta importancia que impacta en casi todos los demás. La actual diferencia entre las diversas tasas existentes es tal que su reforma implicaría la necesidad de una reforma general de precios, un tema que necesita ser abordado con los criterios adecuados, incluyendo el debate sobre el mercado, pero no solo sobre el mercado.
Un punto que cabe destacar es que la segunda moneda nacional establecida hace algunos años ya —el peso convertible (CUC)— pretendía sustituir la circulación directa de dólares. Esto suponía mantener determinada equivalencia entre los nuevo CUC y el dólar, además de una determinada oferta para esa moneda. Sin embargo, por diferentes razones, el carácter del CUC se ha ido desnaturalizando y ya no juega la misma función que en sus inicios, pues no tiene los mismos respaldos con los que fue concebido.
He aquí una razón de más para la unificación monetaria. Pero, en mi opinión, esto no excluye que se permita el uso directo de divisas en espacios específicos (zonas francas) que permita a los diferentes agentes económicos y a la población en general que disponga de esta moneda (remesas incluidas), acudir a estos lugares para realizar las llamadas “importaciones en frontera”. Hay que tener en cuenta que hoy millones de dólares salen del país en manos de importadores informales (no ilegales), que traen mercancías al país, las mismas que perfectamente podrían ser importadas por el estado (medios de producción incluidos) y ser vendidas en las zonas francas a precios adecuados, dejando una ganancia comercial razonable en las arcas del estado. Esto no quiere decir que se prohiban las importaciones particulares, pero el estado podría tomar el control de esa actividad en mejores condiciones y conveniencias.
Aunque algo de eso se ha hecho con las tiendas especiales en divisas que se han abierto, aún el mecanismo es inestable, ineficiente y lento.
Antes me refería a la necesidad de la integralidad en la transformación. El tema monetario y cambiario, que es parte de eso, tiene que ser abordado a pesar de su tremenda complejidad, pues se requiere simultanear la urgencia de la crisis con lo estratégico de la transformación. Esto no quiere decir que la devaluación o las devaluaciones secuenciales se implementen de manera inmediata, pero de lo que no hay dudas es que debe ser abordada lo antes posible y en correspondencia con el resto de las transformaciones.
Muchas decisiones se fueron postergando y ahora hay que asumirlas todas. Por etapas, con todas sus complejidades, pero se puede, hay que poder, puesto que no quedan muchas opciones. Entiendo que hay equipos de especialistas de alto nivel trabajando con el gobierno específicamente en la reforma monetaria y cambiaria, pero, insisto, esta no tendría sentido como una medida aislada, sino que es parte de una reforma integral.
Una idea final, en las actuales circunstancias internacionales cualquier alternativa socialista es difícil, pero a la vez no sólo necesaria sino posible. La actual pandemia le deja al mundo muchas interrogantes y también muchas lecciones, una de ellas es la incapacidad del capitalismo como sistema global, sobretodo en su versión neoliberal, de proteger efectivamente los intereses de las grandes mayorías de la humanidad a la vez que la sustentabilidad del planeta, hace tiempo que en este sentido las evidencias sobran y ahora se refuerzan dramáticamente en todas partes con los efectos de la pandemia del COVID-19.
Pero claro, en sentido general, la existencia de estas evidencias no quiere decir que el mundo necesariamente marchará de inmediato por una ruta alternativa, puesto que los límites siempre son políticos. Pero al hablar de una alternativa socialista es necesario debatir acerca de qué estamos entendiendo por eso, y sobre todo en las condiciones específicas de cada país.
Cuba vive situaciones complejas, pero tal como entiendo el socialismo, la economía socialista, no es la supresión del mercado. Tampoco la supresión total de la propiedad privada sobre los medios de producción. Se trata, en mi opinión, de la supresión de la hegemonía del capital, de la subordinación del interés privado al interés público y de la subordinación del mercado a la sociedad.
El estado y sus instituciones deben ser la garantía de todo esto en una dinámica de adecuada inclusión y representación. Un estado socialista y democrático en el sentido más profundo de ese concepto. En particular, la transformación de la economía requiere análisis técnicos y estadísticos muy rigurosos y especializados, pero estos no deben estar distanciados de consideraciones y objetivos sociales y políticos claros. De lo contrario caeríamos en “tecnicismos fríos”, que en nada contribuirían al proyecto de nación que comparto.
Aunque ha atravesado por dificultades enormes, ha obtenido logros extraordinarios y también ha cometido costosos errores, algunos sin justificación, la Revolución Cubana como proceso histórico es esencialmente un proyecto de nación que supone la plena independencia, la soberanía, la autodeterminación y la seguridad nacional del país, así como el desarrollo económico y social, la justa distribución de la riqueza, la inclusión y la democracia.
Ambas dimensiones forman parte del mismo proceso y se condicionan mutuamente. Sin soberanía y autodeterminación no habría un futuro para la nación donde quepan los intereses legítimos de los cubanos. ¿Es difícil alcanzar estos objetivos en los tiempos que corren? Sí, pero, ¿es imposible? No.
Nota: Julio Carranza es Doctor en Ciencias Económicas y profesor cubano.
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