lunes, 9 de marzo de 2020

NUESTRO PRIMER URBANISTA

APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross

Nuestro primer urbanista

Hacia 1770 la ciudad de La Habana vivía preocupada por aumentar sus
defensas. Alarmada por las guerras continuas y las expediciones y los
saqueos enemigos, solo se habían construido en la ciudad los
castillos, las murallas y un número respetable de iglesias y
conventos. Como plazas, existían las de Armas y la de San Francisco,
la del Cristo y la llamada Vieja, pero no se pensaba en trazar paseos
ni existía la idea más remota de edificar un teatro. El
entretenimiento de la vecinería se reducía a las fiestas y procesiones
religiosas y las paradas y los desfiles militares. Un entretenimiento
muy recurrido era pasear por la calle de los Mercaderes y de la
Muralla, cuyos comercios, alumbrados por lámparas y quinqués cuyos
comercios alumbrados presentaban por las noches el espectáculo de un
gran bazar o feria. No existía aún la Santa Iglesia Catedral ni el
Palacio de Gobierno, y sus respectivas plazas eran terrenos cenagosos
y yermos.
    En esas condiciones estaba La Habana al asumir el mando de la Isla el
capitán general Felipe de Fons de Viela, Marqués de la Torre. Procedía
de la corte de Carlos III, pródiga en adelantos y mercedes para los
cubanos. A Felipe de Fons de Viela, Marqués de la Torre, se le
considera nuestro primer urbanista.
Desde su llegada el Marqués de la Torre prohibió el uso del guano en
la ciudad pues para entonces el guano era la cubierta de las pequeñas
casas que se levantaban con paredes de tapia o embarrado… Proyectó
acometer diversas obras. Quiso dotar a la ciudad de un paseo, levantar
un teatro, edificar la Casa de Gobierno y demoler la Parroquial Mayor
para dar impulso, con la venta del terreno, a la iglesia de los
jesuitas, Catedral después, que estaba paralizada.
    Aquel teatro recibió el nombre de Principal, y el Paseo fue el de
Paula, llamado así porque frente a uno de sus extremos se levantaba el
hospital erigido bajo la advocación de San Francisco de Paula.
La iglesia adjunta al antiguo hospital, la llamada iglesia de Paula,
es una de las reliquias más atrayentes de la Colonia. Se construyó a
partir de 1668 y se abrió al culto y al servicio público en 1672.
Iglesia y hospital fueron destruidos por un ciclón, pero se
reedificaron en 1745. Muchos años después el hospital y el templo
fueron clausurados. En 1907 una empresa particular adquirió el
edificio, y en 1937 sus propietarios, que eran los Ferrocarriles
Unidos, pretendieron derribarlo completo, a lo que se opuso el
Ayuntamiento de La Habana. Después de una larga pugna entre el
Municipio y los dueños, pugna en la que intervino la Junta Nacional de
Arqueología y Etnología, los propietarios demolieron la parte
correspondiente a hospital, pero el presidente Grau salvó la iglesia
al declararla, en 1944, Monumento Nacional. En 1946 el gobierno de
Grau la expropió, reconstruyó y restauró.
    Contó el hospital de Paula con una sección llamada El Palenque para
el refugio de negras viejas. Como servía asimismo de asilo y prisión,
aparece en la novela Cecilia Valdés como el lugar donde la
protagonista de esa novela se reunió con su madre, de quien estuvo
separada casi desde su nacimiento.
    El teatro construido por iniciativa del Marqués de la Torre, nuestro
primer urbanista, llevó el nombre de Coliseo y era de mampostería y
madera. Fue obra del arquitecto habanero Antonio Fernández de Trebejo,
el mismo arquitecto del Palacio de los Capitanes Generales, y se
construyó entre 1773 y 1776. Era, dicen testimonios de la época, de
arquitectura majestuosa y muchos visitantes lo consideraron el más
bello teatro de la monarquía.
    Con el andar del tiempo, bajo el mandato del Marqués de Someruelos,
el Coliseo sufrió modificaciones y ampliaciones y se llamó Teatro
Principal. Y en 1846 volvió a ser ampliado y hermoseado por iniciativa
del gobernador Leopoldo O’Donnell.
Se le llamó asimismo Teatro de la Ópera porque estuvo consagrado a ese
género musical, aunque no quedaban fuera de su escenario dramas y
comedias franceses y españoles. Muy importantes compañías operísticas
pasaron por ese edificio, entre ellas la del bajo Vicente García y su
hija, la famosísima María Malibrán.
El ciclón de 10 de octubre de 1847 dejó en estado de ruina al Teatro
Principal y fueron vanos todos los intentos que se hicieron para
restaurarlo. Así, fue subastado en 1861

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Ciro Bianchi Ross
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