domingo, 28 de julio de 2019

UN PEDAZO DE ALMA CUBANA

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 26 more Details
Un pedazo del alma cubana
Ciro Bianchi Ross

Veinte años, la habanera inmortal de María Teresa Vera, interpretada
en español por una niña franco-coreana de ocho años de edad, con
respaldo de su padre en la guitarra, y de un hermano de once años con
la trompeta y en el coro, fue un emotivo e inesperado regalo de la TV
en esta mañana de lunes. Es, esa melodía imbatible, una de las piezas
más reiteradas del cancionero popular cubano desde su estreno en 1935
y que durante décadas permaneció en una zona de misterio.
    ¿A quién la dedicó?,  preguntó a la compositora el poeta y periodista
Guillermo Villaronda en la entrevista que le hizo para la revista
Bohemia en febrero de 1958, en una época en que ella se hallaba sin
trabajo, olvidada, en plena miseria, agobiada por el presentimiento de
que, más temprano que tarde, tendría que salir a la calle a pedir
limosnas para comer.
    —Le seré sincera —respondió María Teresa. De ese número me
corresponde solo la mitad: la música.
    Sin darle un respiro, inquiere el entrevistador sobre el autor de la letra.
    La trovadora, apunta Villaronda, «quedó como enredada en la
incertidumbre. Se frotó las manos. Suspiró. Bajó y alzó la vista».
Dijo finalmente;
    —Yo de ninguna manera puedo pronunciar ante nadie el nombre de esa
señora que pertenece a la  alta sociedad y que posee un corazón de
poeta. Lo único que me atrevo a decirle es que, desde hace muchos
años, esa digna señora pone letras a mis mejores producciones, pero
advirtiéndome  contantemente que no quiere que se divulgue su nombre.
Su placer es escuchar en su alcoba mis audiciones radiales.
    Atreviéndose,  el periodista pregunta si se trata de un amor frustrado.
    —No insista, por favor —responde María Teresa Vera. A veces, me dicta
por teléfono sus versos que inmediatamente yo musicalizo. Pero nada
más… Lo que ella fue y lo que es ¡a nadie importa! Hay que dejarla
ahí, en su residencia de silencio, en su anonimato perpetuo. No desea
otra cosa. Es necesario complacerla si cumplimos con la soberanía de
nuestro corazón.
    Claro, el nombre de aquella mujer terminaría emergiendo a la luz. Se
trataba de Guillermina Aramburu, hija de un destacado periodista,
nacido  en  Guanajay, masón y hombre de ideas autonomistas, primero, y
luego separatistas que colaboró en numerosas publicaciones periódicas
y durante veinte años tuvo a su cargo la columna Baturrillos en el
Diario de la Marina. En la casa de Joaquín Aramburu prestaba servicio
como cocinera la madre de María Teresa, y allí la niña era vista como
alguien de la familia. Con los Aramburu aprendió la futura compositora
a leer y a escribir y gracias a ellos pudo asistir a una escuela
privada.  Guillermina es la autora de las letras de No puedes
comprender, Te acordarás de mí, Yo quiero que me quieras y Mi
venganza, entre otras melodías.
    Era aún adolescente cuando María Teresa se instala en La Habana.
Aprende a cocer y a  bordar en un colegio de monjas y gracias a un
tabaquero se entusiasma con la guitarra. Pronto tendría como maestros
a los trovadores Manuel Corona y Patricio Ballagas. Fue precisamente
con una obra de Corona, Mercedes, con la que debutó profesionalmente
el 18 de mayo de 1911. Fue en el Politeama Grande, en la azotea de la
Manzana de Gómez, en una función en beneficio de  Arquímedes Pous y le
pagaron veinte pesos por su actuación. Con el dinero en la mano corrió
a Guanajay para decirle a su madre, que ganaba veinte pesos mensuales
con  los Aramburu,  que ya no tendría necesidad de seguir trabajando
como doméstica. La señora de la casa dio al asunto una salida elegante
y altruista: la madre de María Teresa seguiría contando con el apoyo
de la familia cocinara o  no cocinara.
¿QUIÉN ERES TÚ?
María Teresa Vera nació en Guanajay el 6 de febrero de 1895,  hija de
una esclava liberta y de un militar asturiano que no quiso o no pudo
reconocerla. Tras su debut en el Politeama, Corona figuraría siempre
en el repertorio de la artista. Fue el compositor con el que alcanzó
mayor identificación profesional y humana, afirma el investigador
Jorge Calderón. Hace presentaciones, por quince pesos,  en el cine
Gris, en Zanja y Galiano, y luego en el cine Esmeralda, donde es
fichada por un representante de la casa disquera Víctor, que la quiere
en su catálogo. . En 1914 se inicia como compositora: estrena otra de
sus melodías imperecederas, el bambuco Esta vez tocó perder, con
versos de Emma Núñez Valdivia, otra de sus  letristas más asiduas.
    El dúo de María Teresa, voz prima, con Rafael Zequeira es un éxito
tanto en Cuba como en Estados Unidos. Hacen la pareja perfecta, tanto
que se rumora en su  momento que la relación va más allá de lo
artístico. Inquiere Villaronda sobre este aspecto en su entrevista de
1958. La trovadora se desconcierta ante la pregunta, pero  lo niega de
manera categórica. Fueron, sí, muy amigos; lo cuidó durante su
enfermedad y ya en el velorio, no se separó del cadáver un solo
minuto. Evocaba su entierro. Sesenta músicos hicieron sonar sus
instrumentos detrás del féretro. Dice en la entrevista con Villaronda:
«Tal como él lo deseó. Lo mismo que yo ambiciono para mí cuando me
llegue la hora».
    Muerto Zequeira hizo dúos con Miguelito García y Lorenzo Hierrezuelo.
Dúos que la crítica califica de emblemáticos.  En 1927 fundó el
Sexteto Occidente,  agrupación en la que  figuraba, en el contrabajo,
Ignacio Piñeiro, autor además de la mayor parte de los sones que
interpretaba el sexteto, entre ellos, Esas no son cubanas.
    En plena efervescencia del son, el Sexteto Occidente viajó a Nueva
York. Fue un éxito. Se  anuncia a la artista  como «la Champion de las
canciones, los boleros, los sones y la rumba».  Hizo presentaciones
en vivo y grabaciones para Columbia y otros sellos disqueros. María
Teresa Vera parecía estar en la cumbre de su carrera. Pero ya en La
Habana, abrupta e inesperadamente,  vende a Piñeiro su agrupación
musical, que empieza a llamarse Sexteto Nacional, y se retira de los
escenarios. Lo hizo, afirma Calderón, por imperativos religiosos. Sus
dioses le prohíben  que siga cantando. No dejó, sin embargo, de
componer. A esa etapa  corresponde Veinte años.
El retiro no sería definitivo. La invitan a cantar, en Radio Salas,
con el cuarteto de Justa García, una de las voces más destacadas de la
trova cubana, y con ese grupo se presenta asimismo en salas
cinematográficas, hospitales y centros de trabajo. Se disuelve el
cuarteto y quedan solos María Teresa y Lorenzo Hierrezuelo. Formarían
un dúo que duraría unos 27 años, hasta los años iniciales de la
Revolución. Solo en Radio Cadena Suaritos,  dejaron más de 900
grabaciones. Laureano Suárez, el propietario de esa emisora llegó a
ser un personaje muy popular y querido. Tenía una forma original de
asumir la publicidad, que le valió requerimientos y suspensiones.  En
uno de sus anuncios, por ejemplo, decía: «Señora, ¡póngase en cuatro!»
Y añadía enseguida: «Sí, en cuatro horas de La Habana a Nueva York». Y
otro: «Grandes, gordas y peludas… Toallas Antex… Acarician al secar».
O «Con chorizos Nalón, no hay fabada señorita».
    El nuevo dúo hace presentaciones en Cuba y en el exterior. Lo
contrata CMQ y en el programa Cosas de ayer, saludan a María Teresa
como La Embajadora de la Canción de Antaño. En Mérida, México, el
torero Manolete corre cada noche tras los cubanos: quiere que le
canten, una y otra vez, Doble inconciencia, un bolero de Corona.
Los llama también la TV y están en programas como Noche cubana, Jueves
de Partagás, El bar melódico de Osvaldo Farrés, El casino de la
alegría… Un disco de larga duración grabado en esos días deja escuchar
al dúo en Boda negra, de Villalón, y Pensamiento, de Teofilito…
    El triunfo de la Revolución sorprende a María Teresa Vera en plenitud
de facultades. Una noche, en el Anfiteatro de La Habana,  el público
la recibe con una larga y calurosa ovación y el reclamo de los
asistentes la obliga a interpretar ocho números fuera de programa. En
la emisora CMZ, del Ministerio de Educación, graba, junto con Lorenzo,
unas 500 piezas. Guanajay, su pueblo natal, le concede el título de
Hija Predilecta por su contribución a la difusión del cancionero
nacional.
    En 1962, sufre un infarto  cerebral. Ahora sí no regresará más a los
escenarios, aunque tuvo voluntad suficiente para orientar la grabación
de piezas de su autoría que para la disquera Egrem hizo el trío Veinte
años, del que entonces formaba parte Lorenzo Hierrezuelo.
    Falleció en La Habana el 17 de diciembre de 1965. Es, como dice su
biógrafo Jorge Calderón, «un pedazo del alma cubana».
CADÁVER DESAPARECIDO
Deshilvanó María Teresa Vera muchos de sus recuerdos en la entrevista
con  Villaronda publicada en Bohemia en febrero de 1958. De Patricio
Ballagas contó que cayó muerto mientras cantaba en la calle. Ya
inhumado, sus amigos quisieron llevarle flores al cementerio y para
recaudar el dinero necesario se reunieron varios trovadores, María
Teresa entre ellos. Rascándose los bolsillos, allegaron diez y ocho
pesos con treinta y dos centavos, y María Teresa expuso que lo ideal
sería entregar  los diez y ocho pesos a los hijos del amigo e invertir
los treinta y dos centavos en flores. Así se hizo, pero se continuó
pensando en un homenaje. Se quiso adquirir el terreno donde fue
enterrado y con ese fin se organizó un beneficio en el teatro Apolo
que arrojó una ganancia de cien pesos. A una de aquellas reuniones
asistió una mujer a la que nadie conocía y que se negó a dar su
nombre. Manifestó que ella se haría cargo de los restos de Ballagas y
que con aquellos cien pesos le rindiéramos el homenaje que
entendiésemos, aunque lo mejor, expuso, es que nos los bebiéramos en
ron.
    Grande fue nuestra sorpresa, decía María Teresa, al enterarnos en el
cementerio de Colón que los restos de nuestro amigo habían sido
exhumados y trasladados a un lugar desconocido. Concluía la autora de
Veinte años:
    —Los restos de Patricio desaparecieron para siempre y nadie volvió a
ver ni supo de aquella dama misteriosa. En cuanto al dinero, lo
entregamos al trovador Román León, que estaba ya muy enfermo y
falleció poco después



-- 
Ciro Bianchi Ross
 Reply  Reply All  Forward

No hay comentarios:

Publicar un comentario