domingo, 27 de mayo de 2018

PRESIDENCIALES (IV)

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 53 more Details
Presidenciales (IV y final)
Ciro Bianchi Ross
ciro@juventudrebelde.cu

Concluimos hoy el recuento de la vida de los presidentes cubanos tras
su salida del poder. Toca ahora el turno a Federico Laredo Bru, Ramón
Grau San Martín, Carlos Prío Socarrás y Fulgencio Batista.
EL PRESIDENTE ACCIDENTAL
Laredo Bru fue un presidente accidental. El último de los miembros del
Ejército Libertador que se avecindó en Palacio. Ganó la
vicepresidencia de la República en 1936 en el ticket de la Alianza
Tripartita que llevó a Miguel Mariano Gómez a la primera magistratura.
Destituido este el 24 de diciembre del propio año, ocupó Laredo Bru
la presidencia hasta el 10 de octubre de 1940, mientras que el poder
verdadero seguía radicado en el campamento militar de Columbia. Al
cesar en el cargo, se retiró a la vida privada, pero su sucesor, el
presidente Batista, lo sacó de ella al designarlo ministro de
Justicia, puesto que ocupó hasta el fin del gobierno batistiano, el 10
de octubre de 1944. Entonces su retiro sí fue definitivo. El 7 de
julio de 1946 murió repentinamente en su casa de la calle I esquina a
21, en el Vedado. Con los ahorritos familiares, su viuda, Leonor
Montes (Nonona) construyó un edificio en la esquina de 23 y N en la
época en que La Rampa empezaba a convertirse en el lugar más céntrico
y codiciado de La Habana
EL INVIERNO LARGO
En las elecciones del 1 de junio de 1944 el pueblo cubano no votó solo
por Grau San Martín; votó en contra de Batista en la persona de su
candidato, Carlos Saladrigas, que de seguro lo habría reinstalado en
la jefatura del Ejército. En los comicios generales de 1940 el coronel
pudo darle la mala a su adversario; quiso hacer lo mismo esta vez,
pero se aconsejó a tiempo y, llegado el momento, traspasó el poder y
salió al exterior. Dijo a sus colaboradores más íntimos: Tenemos que
prepararnos para un invierno largo.
Dio el ex presidente un vuelco a su vida personal. Se divorció de
Elisa Godínez, a la que había conocido en el Wajay, donde ella era
lavandera y él, custodio de la finca del presidente Zayas, y con la
que tenía tres hijos, y contrajo matrimonio con Martha Fernández, con
quien mantenía relaciones desde sus tiempos de casado. Cómo llegó
Martha, una muchacha pobre de la barriada de Buenavista, en Marianao,
a la vida del gobernante, es un tema no aclarado. Se dice que se
vieron por primera vez cuando el automóvil presidencial la atropelló
mientras ella iba en bicicleta. Batista asumió entonces los gastos de
hospitalización de la muchacha, la visitó en la clínica y terminó
enamorado. Esa es sin duda una buena historia, pero es falsa. No la
recoge, ni nada dice sobre los inicios de esa relación, el hermano de
Martha en su libro Mis relaciones con el general Batista. Se asegura
asimismo que fue Andrés Domingo y Morales del Castillo, hombre de
confianza y testaferro del dictador, quien los presentó. Hay otra
versión. Martha formaba parte de un grupo de muchachas que rodeaba a
Mary Morandeyra, poetisa y escritora gallega que tendría una larga
permanencia en La Habana. La autora de Plenilunios y El hombre visto a
través del corazón de una mujer le haría conocer a algunas figuras
poderosas, entre ellas a Batista, y, mucho más joven que él y muy
bonita, lo engrampó. Con el divorcio Batista, de una fortuna
confesada de 22 millones de pesos debió entregar a Elisa la
mitad. Viajó extensamente el ex presidente por América Latina y
escribió (o le escribieron) el libro que recoge sus impresiones de
viaje. Se estableció por breve tiempo en México y en Nueva York. En
Miami Beach le hicieron el feo por el color de su piel y siguió
entonces, manejando él mismo el automóvil, hasta Daytona Beach, donde
se asentó. . Lo corroía el ansia de volver al poder y de una manera o
de otra estuvo detrás de todas las conspiraciones encaminadas al
derrocamiento de Grau. Gracias a una coalición de liberales y
demócratas fue electo en ausencia, en 1948, senador por la provincia
de Las Villas, y el presidente Prío le ofreció todas las garantías
para que regresara al país; le dio incluso la posibilidad de que
escogiera a los militares que formarían su escolta. Con ellos comenzó
a conspirar. Terminaba el invierno largo y organizó Acción Unitaria,
un partido político de bolsillo con el que pensaba concurrir a las
elecciones presidenciales de junio de 1952. Esos comicios no se
celebraron. Semanas antes Batista se apoderó de la República.
Salió riquísimo de su segundo paso por Palacio.. Nunca se ha podido
saber con precisión cuánto logró sacar de Cuba.
No es cierto, como suele repetirse, que no se inmiscuyó en la
contrarrevolución. Organizó y pagó, en una fecha tan temprana como
enero de 1959, un atentado frustrado contra la vida del líder de la
Revolución; el primero de una larga cadena de más de 600. Vivió en la
República Dominicana hasta que Washington presionó a la cancillería
brasileña para que le buscara asilo en Portugal. Nadie lo quería y el
gobierno de Lisboa lo confinó en las islas Madeiras hasta que, con el
tiempo, le dio acceso al resto del país.
Ya en España, los integrantes de la escolta que llevó desde Cuba le
pidieron aumento de sueldo. Martha se negó a la petición y presionó a
Batista para que los despidiera y buscara nuevos guardaespaldas, pese
a que algunos de ellos lo acompañaban desde antes del 10 de marzo y
ese día habían entrado con él en Columbia. Solo quedó a su lado el
coronel Hernández Volta, su ayudante de toda la vida. A veces mandaba
por alguno de sus viejos cúmbilas para recordar la época ida, pero
pasado un tiempo prudencial lo retornaba a Miami. Washington no le
permitió nunca entrar en territorio norteamericano.
Publicó algunos libros, como Respuesta, especie de memoria de su
periodo presidencial y de la insurrección que lo derrocó contados
desde su punto de vista. Y dejó inéditas su autobiografía y por lo
menos dos novelas. Murió en Marbella, España, el 6 de agosto de 1973.
Está enterrado en Madrid.
NUEVOS RUMBOS
Damos ahora un salto atrás en el tiempo. El 16 de enero de 1934,
después de que Batista lo obligara a renunciar, Grau salió de la Isla
con destino a México. Su dimisión ponía fin al llamado gobierno de los
cien días, que en verdad fueron 127. Más de cien mil personas lo
despiden en el puerto habanero. Por primera vez en nuestra historia un
gobernante había sido capaz de enfrentarse a Washington, que nunca
reconoció su mandato, de respetar los dineros del pueblo y de hacer
realidad justas demandas populares siempre preteridas. Con esa aureola
retornaría a la presidencia.
El 8 de febrero de 1934, en la sede de la revista Alma Mater, sus
seguidores, encabezados por Félix Lancís, organizan el Partido
Auténtico. Regresa Grau a Cuba, pero no hay garantías para su vida y
el partido le ordena que salga de nuevo al exterior. Otra vez en
México. En Panamá imparte conferencias sobre el proceso revolucionario
del 30. Se establece en Miami hasta que Batista accede a una de las
principales demandas de la oposición, la de convocar a una asamblea
constituyente. Grau, que gana en cinco de las seis provincias su
escaño de delegado, es electo para presidir la convención que
elaborará la Constitución de 1940. Renunciará a esa presidencia
cuando el pacto Batista-Menocal hace que se disuelva la mayoría
oposicionista que lo apoyaba.
Al cesar en la primera magistratura el 10 de octubre de 1948, siguió
Grau en la política. No demoró en romper con su sucesor y discípulo,
Carlos Prío, empeñado en una política de «nuevos rumbos». Abandonó el
Partido Auténtico y organizó el Partido de la Cubanidad. Más tarde
disolvió esa organización e inscribió el Partido Auténtico como suyo.
Fue la única figura que se prestó a participar, como candidato a la
presidencia, en las elecciones de 1954 convocadas por Batista con la
intención de legitimar el régimen del 10 de marzo. La falta de
garantías, sin embargo, lo obligó al retraimiento en vísperas de la
jornada comicial. Figuró asimismo como candidato a la primera
magistratura en la farsa electoral del 3 de noviembre de 1958.
Grau permaneció en Cuba tras el triunfo de la Revolución. Si bien no
se involucró en actividades contra el nuevo proceso social cubano, en
su casa de Quinta Avenida esquina a 14, en Miramar, se gestaron, con
la participación de sus sobrinos Ramón y Leopoldina, planes
contrarrevolucionarios y en particular contra la vida del Comandante
en Jefe. Su residencia fue escenario de una parte significativa de
la macabra Operación Peter Pann.
En marzo del 64 murió Paulina Alsina, su cuñada, y al año siguiente
son detenidos y condenados sus sobrinos. No tiene otros familiares
cercanos el ex mandatario. Tampoco tiene ingresos económicos. Los
presidentes cubanos no tenían pensión y él, que fue un gran
casateniente, no quiso presentar demanda alguna para que lo
compensaran por sus propiedades tras la entrada en vigor de la ley de
la reforma urbana. Le diagnostican un cáncer en la boca. Sus comidas
se reducen a tres vasos de leche al día y algún que otro huevo
hervido. Se depaupera. Apenas sale. Solo a la tumba de Paulina y a la
cárcel de mujeres de Guanabacoa, donde está recluida su sobrina. Se
queja continuamente de la falta de dinero. Insiste en irse a pedir
limosnas a Galiano y San Rafael con un sombrero en la mano. Los
amigos no lo abandonan y el Gobierno Revolucionario le concede una
ayuda de 500 pesos mensuales. Sin embargo cuando, tras su muerte, su
casa pasó al Ministerio de Educación se encontraron 50 000 dólares
ocultos en la contratapa de la caja fuerte. Pierde el control de sus
esfínteres. Llora. No sale ya de su cuarto. El final se acerca. El
doctor Zoilo Marinello, en el Hospital Oncológico, lo atiende con
esmero, consciente de que asiste a un hombre que en dos ocasiones fue
presidente de la nación y un médico y profesor de Medicina eminente.
Murió en dicho hospital, a las 10:23 de la noche del 28 de julio de
1969.
EL SUICIDA
Tras su derrocamiento, Carlos Prío se fue a México. Pasó luego a EE
UU. Regresó a Cuba en 1956. Lo acosa la policía de Batista y el
Servicio de Inteligencia Militar lo detiene tras los sucesos del
cuartel Goicuría, en Matanzas. Lo dejan en libertad, pero queda
retenido en La Chata, su finca de recreo en Arroyo Naranjo, donde
elementos de la 14ª Estación le impiden salir y recibir visitas. Esa
situación se mantiene hasta que Batista decide sacarlo del país. En
Miami, autoridades de Inmigración lo pasean esposado por la calle.
Entre otros empeños anti batistianos, Prío colaboró con una
importante cantidad de dinero para la compra del yate Granma. En enero
del 59 esperó, confundido en la multitud, el paso de la Caravana de
la Libertad que traía a Fidel desde Oriente. No tengo aspiraciones
personales, declaró entonces el ex mandatario. Apartado de todo se
refugió en su finca hasta que decidió salir del país. La divisa estaba
ya fuertemente controlada y se necesitaban de permisos especiales para
llevar dólares al exterior. En el Palacio Presidencial entregaron a
Prío el dinero necesario para el viaje.
Fuera de Cuba, se inmiscuyó hasta el tuétano en la contrarrevolución.
Se suicidó en Miami, el 5 de abril de 1977. Se dice que en una carta
que dirigió a su esposa e hijas pidió que sus restos se mantuvieran en
EE UU durante cinco años, pero que transcurrido ese tiempo se trajeran
a Cuba a fin de que descansaran al lado de los de su madre, doña Regla
Socarrás, capitana del Ejército Libertador, en la necrópolis de Colón.
Si es así, sus familiares no han querido cumplir su voluntad.










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Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu

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