viernes, 20 de octubre de 2017

EL MISMO PERRO CON EL MISMO COLLAR

El mismo perro con el mismo collar
Por Hedelberto López Blanch

Cuba, desde el triunfo de la Revolución en 1959 ha sufrido y padecido constantes ataques, atentados, artimañas desestabilizadoras, campañas de aislamiento y todo tipo de agresiones procedentes de Estados Unidos en su política para tratar de derrocar al Gobierno de la Isla.
La frustración de ese gobierno y de la agresiva emigración derechista cubanoamericana, por no haberlo logrado han provocado que cada día sean más sofisticadas sus acciones encaminadas a buscar una vía en esa dirección.
Recuerdo que desde principios y mediados del año 1997, ocurrieron en Cuba una decena de atentados dinamiteros contra instalaciones turísticas con el fin de debilitar la economía y cortar las entradas de capitales que la Isla comenzaba a obtener de la industria sin humo.
En aquella ocasión, los medios de prensa occidentales divulgaban que las bombas colocadas en hoteles de La Habana y Varadero eran autoría de “disidentes, militares del gobierno que se oponían a la Revolución, o de dementes solitarios”
En un artículo aparecido en El Nuevo Herald, el 11 de junio de 1997, escrito por Juan Tamayo, se indicaba que “analistas de asuntos cubanos, entre ellos algunos funcionarios estadounidenses, inicialmente advirtieron que las bombas podían ser labor de un demente solitario, o quizá de las propias autoridades cubanas, tratando de provocar agitación para justificar medidas más enérgicas de seguridad”.
Siempre esa ha sido la táctica empleada por los medios de comunicación occidentales en vías de denigrar a la Revolución cubana, entre los que también se han destacado los diarios españoles El País, ABC, El Mundo, el argentino Clarín y la mayoría de las televisoras, radios y prensa escrita de Estados Unidos.
El supuesto “ataque acústico” con una “sofisticada arma” a 22 miembros de la Embajada de Estados Unidos en La Habana,  resulta ahora el nuevo argumento para que el gobierno de Donald Trump recortara el personal de su embajada en La Habana y suspendiera la entrega de visas.
A falta de pruebas, ciertos medios utilizaban vías indirectas para acusar de este “incidente” a los servicios de inteligencia de Cuba, y nuevamente El país, ABC, El Mundo, Clarín, CBS News, Newsweek, inventaban a su antojo las mismas historias para tratar de involucrar al gobierno cubano.
Como declararon el canciller cubano, Bruno Rodríguez, y la directora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Josefina Vidal, las autoridades cubanas consideran “precipitada” la decisión del Departamento de Estado de aplicar recortes a su personal diplomático en La Habana y aseguraron que la medida “va a afectar las relaciones bilaterales”.
Bruno enfatizó que el Gobierno cubano “no tiene responsabilidad alguna con los hechos que se alegan y cumple seria y rigurosamente las obligaciones de la Convención de Viena sobre Relaciones diplomáticas de 1961, en lo que respecta a la protección de la integridad de los funcionarios diplomáticos extranjeros acreditados en Cuba y sus familiares sin excepción”.
Cuba ha demostrado ese limpio accionar diplomático en innumerables ocasiones y su proceder se ha considerado siempre intachable.
Pese a las declaraciones de Cuba y del propio departamento de Estado que no reconoce implicación del gobierno cubano en los posibles incidentes, ahora Estados Unidos expulsó a 15 funcionarios cubanos de su embajada en Washington. La obstinación y aberración de la administración Trump roza lo infinito.
El canciller cubano Bruno Rodríguez en conferencia de prensa rechazó las nuevas arbitrarias medidas de Washington y enfatizó que Cuba jamás ha perpetrado ataques de ningún tipo contra diplomáticos. 
Habrá que esperar por el resultado final de las investigaciones en la que los dos países, como señalaron las autoridades cubanas, tendrán que trabajar en conjunto para esclarecerlo.
Pero una verdad se hace cada vez más palpable: la presidencia de Donald Trump no tiene ningún interés en mantener relaciones normales con Cuba debido a la frustración de no haber podido, durante más de 50 años, desestabilizar al gobierno revolucionario pese a las diferentes acciones agresivas utilizadas por las administraciones norteamericanas desde 1959.

Y la otra realidad es que la ultraderecha cubanoamericana está volviendo a pilotar parte de la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba. 

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