martes, 28 de marzo de 2017

!A MUERTO VLADIMIR RAMIREZ !

DE PEDRO FRAGA , 

! Ha muerto Vladimir Ramirez!
Nuestra cultura, nos impone preguntar ¿Cómo? ¿Dónde? ¿De qué?
Esas preguntas, son vicios de nuestra cultura, que no aplican con respecto a la muerte.
La muerte, es un acto absoluto, no tiene circunstancia ni tamaño.
El frio no existe, es simplemente la ausencia de calor, la muerte tampoco, es la ausencia de vida, al menos tal cual la conocemos. Lo que nos duele, no es la muerte de quien queremos, sino la interrupción de su trayecto.
Tal vez lo que nos duela, es su ausencia, porque no hemos aprendido a sentir la presencia de la trascendencia, o de la muerte. Porque a lo mejor, nadie sabe, la muerte es trascendente. No podemos asimilar a plenitud este fabuloso misterio de estar vivos, menos podemos ni siquiera sospechar el fenómeno de morir.
¡Ha muerto Vladimir Ramírez!
Hay virtudes o cualidades tan invasivas, que toda una vida, se identifica por ellas. Rocky Marciano fue un boxeador, no fue nunca derrotado. Si suponemos, exagerando,  que tuvo doscientas peleas, y que cada una duro tres horas, fueron exactamente seiscientas horas (solo 25 días) de su vida las que pasó peleando. Sin embargo, vivió 46 años, a pesar de ello, para nosotros, su vida, fue solo un resumen de veinticinco días.
No pecará por mentir, quien asevere que Vladimir Ramírez se connotó por su inteligencia. Se connotó por ello, y por la aplicación que hizo de esa inteligencia, en dos segmentos vitales de la vida:
Vladimir fue un terapeuta psicoanalítico, especializado en análisis directo, que permitía rescatar a pacientes de la sicosis, mediante largos tratamientos. Una buena parte del tiempo, ejerció su práctica, acompañado por otros terapeutas a los que lideró y formó teóricamente, en la prisión de Isla de Pinos, y en otras prisiones, procurando alivio a compañeros, que sin esa ayuda, no hubieren podido sobrevivir no  a la prisión, sino tan siquiera a la vida.
Abordar el otro segmento donde Vladimir hizo aportes vitales con su inteligencia, exige una previa definición, desde diferentes perspectivas,  de lo que fue la prisión de Isla de Pinos.
A simple vista, la prisión de Isla de Pinos, representa un núcleo de unos diez mil hombres,  concentrados en muy reducido espacio en construcciones circulares, sometidas continuamente a torturas y represiones, ejecutadas por un grupo de tarados, al servicio de todos los miembros y simpatizantes del partido comunista cubano, en el periodo comprendido entre 1959 y 1967.
El párrafo anterior, define lo que pudiere ser, una descripción visual de dicha prisión. Pero como hablamos en última instancias de cosas humanas, es obligatorio detallar que propósitos tenían los seres humanos albergados en esas facilidades carcelarias,  para justificar ser  torturados.
Hay una opinión universal, de que la prisión de Isla de Pinos, era un bastión anticomunista, lo cual era cierto, y no hay nada malo en ello. Los comunistas, en cualquiera de las versiones que se nos presenten, hay que enfrentarlos. Son ellos, simples heraldos de la miseria, la violencia, y la tortura.
El comunista no es un ser humano investido de una ideología, es un perfil psicológico dañado. El primitivismo de nuestra cultura, nos hace definir la pertenencia o militancia en nuestra especie, a través del DNA biológico. No obstante, aunque la falta de desarrollo espiritual y técnico, nos impide hacerlo, debería existir una definición excluyente, que eliminara como componentes de la especie, a grupos que no tuvieren un mínimo de aprecio y amor por el prójimo. Lo anterior, suena horrible, pero suena aun peor, los sesenta millones de muerto que se les atribuye, en las prácticas de represiones masivas en el periodo del 1918 al 1954. Mientras que hemos hecho todo lo posible por evitar el retorno de los campos de concentración nazis, no hemos realizado ningún esfuerzo en evitar el retorno de los gulags. Debemos reconocer en honor a la verdad, que los comunistas no solo asesinan a sus enemigos, sino que organizan ocasionalmente razias internas, asesinando a millares de sus compañeros, sin embargo, a pesar de que es una costumbre que todavía aplauden, en la práctica la han ido abandonando.
La prisión de Isla de Pinos, era con estrechez conceptual, anticomunista, ese anticomunismo lo justificaban y alimentaban, las hordas represivas de la guarnición, que lo recorrían continuamente, en permanente quehacer sanguinario.
Hoy, unos por ignorancia, y otros por remordimientos, vienen, con humildad no genuina, a justificar aquel pasado, esgrimiendo, no interpretaciones de la realidad pasada, sino batiendo las ingenuas ilusiones que les inculcaron, cuando se creyeron abanderados de la justicia. ¡Infelices ladronzuelos!
Los que promocionaron la mentira, no tienen otra manera de renacer en la verdad, sino reconociendo y denunciando su responsabilidad con la mentira pasada. Siendo  expertos en la autocrítica, deberían practicarla.
Los cosos comunistas, (y el comunismo es simplemente una modalidad de despreciar al ser humano) son incapaces de asociar: a Lenin, como la causa de Stalin, y a Chávez, como la causa de Maduro, (le pido excusa a los dos primeros por la comparación). Existen  miríadas de libros que hoy nadie lee, tratando de disociar a los dos primeros.
Si bien todo lo anterior es cierto, también lo es que una cantidad imprecisa de presos en la prisión de Isla de Pinos, se percataron que el problema que enfrentaban era mucho más agudo y complejo, que el que representaba los esbirros que los rodeaban, y el loco hipnotista de morones, que en cuanto se subía a una tribuna, hacia caer en trance a una inmensa cantidad de cubanos, dispersos por las explanadas de las plazas donde se realizaban los discursos, rodeados a su vez, por otra multitud no  menos numerosa, que presenciaban atónitos aquella estupidez, a la que habían asistido, por no perder el empleo, o evitar buscarse problemas con la seguridad.
Así, entre los discursos de un psicópata, una masa de morones en trance, y otra masa de gente asustada, se trazaba el destino de la nación cubana, y miríadas de cubanos en su mayor parte estupefactos, salían en gloriosos contingentes a aterrorizar al resto del mundo, batiendo tambores y anunciando la liberación del proletariado. Otras cosas no, pero locura e ilusiones estúpidas, sobraban en la isla. Y además, tienen categoría de permanentes, porque van languideciendo, pero todavía entonan, con cierto éxito,  el mismo canto que ya nadie cree. Lo que queda, es la represión, el miedo, y una complicidad mediocre, de una minoría perversa y malvada, asida, por un abrazo traidor, al capitalismo retrogrado de los Rockefellers, los Soros y sus asalariados operativos: los  demócratas. 
Mientras lo anterior ocurría hace casi sesenta años en la isla grande, en la prisión de Isla de Pinos, diez mil hombres, acosados por un enjambre de esbirros, se enfrentaban sin saberlo, en un combate a muerte e infinito, por evitar la desaparición de la verdad, en el escenario de la Nación cubana.
Lo que da merito a la hazaña, es que siempre hubo puertas abiertas para abandonar la trinchera. El gobierno permitía el  reingreso a la sociedad, a los que aceptaran como buena, o al menos invencible, a la locura que se había apoderado del país.
Los presos, lucharon, aislados, con el exclusivo apoyo de un exilio que braceaba por su propia existencia, que era a su vez, acosado en su retaguardia, por un capitalismo totalitario que se identificaba con los tiranos de la isla, que despuntaba ya disimuladamente, bajo los auspicios de los Rockefellers. El exilio, no identificó al enemigo solapado. Solo sintió sus mordidas.
En medio de ese escenario, diferentes grupos de hombres, se plantearon la lucha en su total complejidad.  Lo hicieron, no como ejercicio intelectual, ni como mera actividad subversiva de trinchera, sino como ambas.
Tuve la honra de compartir militancia ideológica con un pequeño grupo de hombres, que tuvo, por mentor teórico, a Vladimir Ramírez.
Cuanto acontece hoy, lo supimos ayer, lo que decimos hoy, es una repetición de lo venimos diciendo hace cuarenta años. Lo saben, aun los que no nos entendieron en aquel entonces, y que por no haber sabido identificar a sus enemigos todos, pensaban que nos enfrentábamos a sus aliados.
Tuvimos dos publicaciones escritas a mano en la prisión, una se llamaba “De Pie”, y la otra “VIR” (Vanguardia Ideológica Revolucionaria”
Y sí, si éramos una vanguardia ideológica revolucionaria. Nuestro enemigo era el Poder, y dentro del Poder, el comunismo era, no el más poderoso, pero si  una de sus enfermizos componentes. Y el capitalismo tenía un estrato, que resultaba absolutamente coincidente con los partidos comunistas.
El marxismo, era una teoría de poder,  errada, bajo la crítica de nuestra teoría: “Teoría General de las Necesidades”. El concepto de clases, se asfixiaba por sí misma, analizado bajo la perspectiva de una doctrina humanista y libertaria. El estado se naturalizaba sin desaparecer, con las exclusivas funciones de: organizar, normar, regular, las estructuras relacionales de la sociedad.
La Teoría General de las Necesidades, fue creación exclusiva de Vladimir Ramírez, acompañándolo fraternalmente en la tarea, otro prisionero, que lleva el mismo nombre que el Apóstol,   José Martí.
La teoría, recogía el aporte hecho por todas las teorías estructuralistas existentes hasta los años cincuenta, incluía también aportes orteguianos, lo cual, permitía: otorgar rango y categoría de existencia a las relaciones, y los conceptos, lo cual a su vez, autorizaba a reconocer y operar dinámica y conceptualmente con las estructuras sociales, al categorizarlas, según el caso, como relacionales, (las sociales) y como conceptuales, (el estado).
El ser humano se le concebía como perfectible, y su libertad, estaba marcada por un individualismo determinado por el concepto freudiano del inconsciente el cual, pesaba de manera determinante en  la conducta. El inconsciente, estaba incorporado al concepto del yo. Las estructuras relacionales sociales, tenían como función, friccionar con el inconsciente para debilitarlo y liberar al individuo.
El descubrimiento de que las estructuras evolucionaban a un ritmo más rápido que las teorías, y que las masas, eran más proclive a seguir y obedecer a quienes las manipulan, que a quienes tenían intención de ilustrarlas,  tuvo consecuencias nefastas para un grupo, que había consumido dieciséis años en la prisión, agobiados por las faenas teóricas, la docencia revolucionaria, y los esbirros del sistema que parecían entretenerse matando y maltratando presos. A pesar de lo magno de la tarea que nos habíamos impuesto, el instinto de supervivencia, nos imponía a veces, prestarle atención, al entorno que el sistema comunista, había convertido en sanguinario.
Hoy, al parecer, Marx tenía razón, y las clases existen, pero no están conformadas por proletarios y capitalistas, sino por malvados, cándidos e imbéciles. Y lo peor, todos ellos se creen genios.
Valga decir, que de no haber conocido a Vladimir Ramírez, no es que no hubiere sido incapaz de denunciar lo que continuamente denuncio, sino que ni siquiera, hubiere sido capaz de ver lo que denuncio.
La poesía en Vladimir Ramírez, era el menor de sus tonos, sin embargo, su capacidad teórica se agrandaba, por un dominio semántico absoluto del idioma, que le permitía, cuando incursionaba en la poesía, resultados que a mí me parecen soberbios, va aquí, un poema dedicado a Sofía, la esposa de Martí, el cual, lo acompañó durante toda la aventura de creación teórica.



A  Sofía
hermana

           VI
Cuando nació la voz
Se iluminó la cueva.
El hielo se hizo río.
La tundra fue pradera.
Un animal sin nombre
se hizo señor del mundo.
Cortó una flor…
para besarla
y así inauguró
la primavera.
Yo me abrazo
a la voz..
A la voz
que hecha palabra
le dio nombre a la estrella
-qué fiebre bautismal
qué garra de sonidos
jazmines , violetas,
luceros, latidos-
Todo un universo
en la cuna del beso.
El labio fue el umbral
de la sonrisa.
Y en la garra del diente
y en el filo del beso
anidó la palabra
que es mordisco
y caricia.
Yo me abrazo
a la risa
a la carne y al labio
a la voz y la espera
al trino y a la flor
a la oscura raíz
y a la pluma que vuela.
Yo abrazo la palabra
que me hizo dios y mundo,
la buena palabra
que fue semilla y fruto,
la que hizo arado
al hierro
y calentó la piedra
para entibiar las noches
de primigenia espera.
Yo abrazo la palabra
Que fue rumor y rezo
Admonición y sueño,
que consagró el amor
cuando los labios fueron
las fronteras de un beso.
Yo abrazo la palabra
porque es carne
hecha sueños,
porque me puso alas,
me hizo dueño del fuego
-con él vencí las sombras
y me libré del miedo-
Con la buena palabra
pude ordenar el mundo,
los días y las selvas
los sueños y el futuro;
por ella amé la luz
y miré al cielo
y empecé a crecer
para nacer de nuevo.

¡Ha muerto Vladimir Ramírez!
Yo me siento orgulloso de haber sido su amigo y su discípulo.







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