miércoles, 13 de julio de 2016

PRESIDENTE MADURO, NO SUENE, NO VENCEMOS, DOS DAN UNA CONAZA

BLOG DE ELIGIO DAMAS] PRESIDENTE MADURO, NO SUEÑE. NO VENCEMOS, NOS DAN UNA COÑAZA
From:Eligio Damas <no-reply@blogger.com>
To:mareamia <mareamia@aol.com>
Date:Tue, Jul 12, 2016 4:59 pm

ELIGIO DAMAS

            Se trata de una vieja y hasta muy conocida anécdota del pugilismo. Uno de los combatientes, habiendo sonado el gong que cerraba el tercer acto de una pelea pactada a quince, con los ojos casi cerrados, los pómulos hinchados y los labios hecho hilachas; aparte de los efectos de las decenas de golpes recibidos en la línea media y ya trastabillando, al llegar a la esquina pregunta a su preparador, tan mal era su estado, esperando le diga que ha decidido tirar la toalla o no dejarlo salir para el acto siguiente:
         -“¿Cómo vamos?” Aquella pregunta era casi un llanto, un profundo lamento de quien tenía hasta el alma partida
        El interrogado, sin duda alguna, menos meditar, le respondió:
        -“Sigue bregando, golpea más fuerte que ya lo tenemos en salsa”. Dijo aquello sin explicarle cómo cumplir su orden, qué estrategia o recursos usar. Se limitó aquello tan común y singular de “síguele echándole bolas”, pasando por alto que no era él quien recibía aquella paliza descomunal.
        El pugilista hace lo posible por abrir los ojos, recordando que lleva ratos que no golpea sino recibe porrazos a diestra y siniestra, casi ya tiene la guardia baja, por lo menos eso es lo que consciente tiene; habla con la poca fuerza que le queda a su entrenador:
         -“¿Coño, le tengo en salsa? ¿Cómo decir está por caerse, sin que desde rato no le golpee, mientras yo siento que casi muero y no quiero seguir peleando? De mi esquina nada me indican, como si no viesen la pela ¿Quién carajo golpea a mi contrario para que esté en salsa ¿Cómo es eso que estamos venciendo?”
            Esta historia, la escuché varias veces, se me viene a la memoria cada vez que el presidente Maduro, después de hablar largo rato sobre el cantar de gesta, hace una pausa, toma aire,  dice como de manera queda, lo que en uno aumenta la duda, ¡estamos venciendo! Uno mira a quien tenga al lado y percibe el mismo estado de ánimo.
            Pero todavía animado por aquella poco convincente sentencia, mientras hacía cola para comprar lo que no logré porque al llegar se había acabado, por lo menos eso me dijeron, una joven maestra de una escuela oficial, sin ánimo ni resentimientos contra el gobierno, después de hacer una breve evaluación sobre los rasgos de la “guerra económica”, me dijo que 40% de los muchachos “de su escuela” este año habían desertado. Sin intentar llegar a las causas, pues era una conversación ligera e informal, lo asoció al hecho que en ella había sido eliminado el programa alimenticio. ¿Saben por qué? Porque el “rojo-rojito- que administraba el programa por contrato con un ente oficial, fue descubierto acaparando, bachaqueando y cobrando a su protector, el gobierno, a precio especulativo. La autoridad que le decomisó la mercancía acaparada a precio subsidiado, no la entregó a la escuela o hizo algo generoso con ella, sino que la desapareció y de ella nada se sabe. Del 40% de los muchachos sí; se fueron.
            Sí; de verdad, somos víctimas de una guerra, de una estrategia de la oposición y sus aliados; manejada con guión y maestro gringo; en ella hay productores, distribuidores en casi toda la cadena,  y es cada día más agresiva y abundante, donde gente del gobierno pareciera insertada, lo admito; pero parece triunfante; de dónde, es muy difícil, que uno entienda que en ella estamos venciendo. Además hay quintas columnas en abundancia, no hay duda. Y eso sucede, por lo menos por descuido. No es signo propio de vencimiento.
            Uno se arma de ánimo y optimismo, lleva una paca enorme de dinero, que nada vale, pues al sumarse es poca cosa para pagar donde no acepten tarjeta de débito y además se lleva la oferta del gobierno que estamos venciendo,  que todos los productos se vienen al suelo, porque el Dollartoday viene en picada o está estático y, cuando va a pagar, el sueldo, lo que porta en efectivo y contenido en la tarjeta de débito, no alcanzan para pagar las cuatro cosas que compra. ¡Pero estamos venciendo!
             He llegado a la conclusión que nuestro entrenador es exactamente el mismo de aquella anécdota boxística. ¿No será que hay un patuque?
             Es obvio que entre el público predomina la idea que paren la pela, que la den como un empate. Pues nadie se hace esperanzas. Uno y otro de los combatientes, quienes en la pelea nuestra dan muestras de no hacer nada positivo ni  siquiera señalarnos una ruta, carecen de pegada y de todo, son víctimas del rechazo del público. La gente casi toda quiere diálogo; parecemos un cacharro viejo metido en una enorme charca y para más vainas, el agua del mar vecino, al subir de nivel, a aquella llena y a nosotros nos llega a la nariz.
             Puede ser ese patuque, que el orgullo personal, sobre todo de quienes llegaron por un enorme enredo, lo que incluye a tirios y troyanos, una confusión donde todo quedó trastocado, a pesar de la incapacidad para atinar, quieren que la pelea siga hasta que la tarima quede deshecha y los combatientes fundidos. El público mismo se vaya, aun habiendo pagado su entrada y les deje sólo para ¿quién sabe? Algo así como un empate donde nadie tenga premio que cobrar. Ni siquiera unos raquíticos aplausos.
            No entiendo me digan, “estamos venciendo” cuando ya ni cola puedo hacer y si  la hago todo se ha acabado o no me alcanzan los reales. Pero veo como que de aquí y de allá, desde los más altos niveles y hasta dentro de la comunidad misma, gente se enriquece. ¿Venzo, vencen los míos? ¡Pero si ya las piernas no me dan ni para medio round! Para más vainas hasta los promotores desmontaron la taquilla, se cogieron los reales y de primeros tomaron cualquier camino del llano.

        

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