lunes, 18 de enero de 2016

CUANDO UN PINTOR CHILENO FUE ACUSADO DE AGRAVIAR A BOLÍVAR. ¿CÓMO HACERLO?

[BLOG DE ELIGIO DAMAS] CUANDO UN PINTOR CHILENO FUE ACUSADO DE AGRAVIAR A BOLÍVAR. ¿CÓMO HACERLO?
From:Eligio Damas <no-reply@blogger.com>
To:mareamia <mareamia@aol.com>
Date: Sun, Jan 17, 2016 4:48 pm

 

ELIGIO DAMAS


El Bolívar de Juan Dávila
           Nota: En artículo anterior donde llamamos a Ramos Allup arrogante, tratamos de un asunto donde según algunos se agravió a “El Libertador”, porque por no gustarle por razones muy conocidas, el presidente actual de la Asamblea Nacional, se hizo grabar un video que luego guindó en las redes, o lo guindaron los suyos, donde manda u ordena a un carretillero que echase en la basura un cuadro del “padre de la Patria”. Y dijo que, sólo aceptaría aquel que el propio Bolívar admitió “que más se le parecía”; una imagen recogida por un artista en un instante de la vida del héroe, el mismo cuya herencia se quiere borrar de la memoria colectiva. Es decir, de acuerdo a Ramos, toda la iconografía de nuestro máximo héroe, menos el cuadro por aquél escogido, en un momento de su vida debería llevársela el aseo urbano. Lo grave y hasta curioso es que eso lo dice alguien que asegura representar a quienes aspiran “rescatar la democracia y las libertades en Venezuela”.
            Por este desagradable asunto reponemos un trabajo escrito en 1994, cuando en Venezuela se armó un revuelo y se llamó a desagraviar a Bolívar, porque un pintor chileno había pintado un cuadro que se juzgó no le hacía honores o le hacía aparecer grotesco y hecho sólo para llamar la atención. La discusión de entonces, aparte de la solicitud de desagravio, se centró más bien en gustos estéticos. La diferencia de ahora es que, nada y nada menos que el presidente de la Asamblea Nacional, por no gustarle un cuadro, que según su razonable juicio, si ese fuese el caso, debería limitarse a decir que no le gusta, pero no mandarle a la basura porque forma parte inevitablemente de la iconografía bolivariana. El pintor, un desconocido, logró con su cuadro no solo molestar a muchos sino llamar la atención en América Latina por varios días. Pudiera ser que Ramos Allup, como bien le gusta, entre otras cosas quiso alcanzar lo mismo que Dávila, el pintor chileno, un momento de “gloria”. Por cierto, de acuerdo con todo lo dicho y expuesto en esta nota y la que sigue, a los caricaturistas deberían prohibirle, desde la Asamblea Nacional, seguir haciendo su trabajo, declararles ilegales y hasta recogerles en carretilla y lanzarlos en pipotes de basura.
        
        Les invito a leer ese artículo y hacer las comparaciones.





              Un  tal  Dávila,  de  nacionalidad  chilena  y pintor de profesión, pintó un cuadro y le llamó Bolívar. Todo  el mundo, en este país y en aquellos que se llaman bolivarianos,  ha hablado  hasta  el cansancio del "irrespeto o la  osadía"  en  el
gesto del "artista".
              Toda pintura está sujeta a una evaluación como obra  plástica,  pero en este caso, nadie, por lo menos  en  esta parte del mundo, se ha ocupado de ello.
             Pareciera  que  el señor Dávila,  nos  hubiese hecho una jugada pesada.  Nunca tanta gente en este país se  había interesado por una obra pictórica y.....  ¡Sin haberla visto!

                   Como  si  hubiese pensado de esta forma,  "si nadie  hasta  ahora se ha ocupado de mi trabajo por  la  forma  e intención  de  mis brochazos, con este Bolívar  los  haré  hablar sobre mi y que me obedezcan".
                   Aquiles  Nazoa,  hablando  de  "Cien  años  de Soledad" y de su autor, dijo una vez que la mayor felicidad de un buen  escritor  estaba en que, de una manera u  otra,  sus  obras entrasen   en una “rocola”. Un personaje, aquel de  las  mariposas amarillas,  de  la novela de García Márquez, fue cantado en  una rítmica canción caribeña que sonó con insistencia en las “rocolas” pueblerinas.
                   Este chileno, con un cuadro que nadie elogia, logró que por días el país sólo se ocupase de él. Todas  nuestras tragedias pasaron a segundo plano.
                  Unos intelectuales condenaron a Dávila y  hasta casi  pidieron su cabeza. Y si se la entregan, con la  rabia  que tenían,  la  hubiesen frito y colocado en la Puerta  de  Caracas. Otros, porque en este país estamos empeñados en ir de un  extremo al otro, protegieron al sureño. Pero en verdad, no por la obra  en sí;  ese  el  caso de Cabrujas o de Ibsen  Martínez, si no  por llevarle la contrario a aquellos que hablaron primero del  asunto y, en exagerado gesto, solicitaron la hoguera.
                   Un  señor Jurado Toro, por  culpa de Dávila  y en  nombre de la democracia, señaló a Cabrujas como merecedor  de unos tiros porque éste consideró impropio condenar al pintor  por su  obra  e  inoficioso y pueblerino  que  el  gobierno  exigiese explicaciones. Y  José Ignacio Cabrujas, quien "piensa que no  vale  la  pena hablar del asunto", ni ocuparse tanto por una obra que como  tal poco interés ha despertado, escribió hasta un segundo artículo y, en nombre de la libertad, apostrofó al señor Jurado Toro.
                   ¿Y  a todo esto, qué pasó con Bolívar?  ¿Lo ofendió el pintor de marras? ¿Acaso su gloria  se puede  vulnerar tan fácilmente?
                  La  obra  existe; esa es la opinión  que  a  un individuo le merece Bolívar. El tiene todo el derecho a pensar  y expresarse  libremente.  Nuestra concepción de  la  libertad  lo reconoce.  
                 Pero  si  Bolívar es el hombre  grande a quien cantó otro grande de Chile llamado Pablo Neruda, las pequeñeces y los gestos exhibicionistas le resbalan.
                   Dejen  al artista descansar en  paz. Bolívar, como  dijese el otro chileno, despierta con el pueblo  cada  cien años.                       

Barcelona, 04 - 09-94


 
 
           Nota: En artículo anterior donde llamamos a Ramos Allup arrogante, tratamos de un asunto donde según algunos se agravió a “El Libertador”, porque por no gustarle por razones muy conocidas, el presidente actual de la Asamblea Nacional, se hizo grabar un video que luego guindó en las redes, o lo guindaron los suyos, donde manda u ordena a un carretillero que echase en la basura un cuadro del “padre de la Patria”. Y dijo que, sólo aceptaría aquel que el propio Bolívar admitió “que más se le parecía”; una imagen recogida por un artista en un instante de la vida del héroe, el mismo cuya herencia se quiere borrar de la memoria colectiva. Es decir, de acuerdo a Ramos, toda la iconografía de nuestro máximo héroe, menos el cuadro por aquél escogido, en un momento de su vida debería llevársela el aseo urbano. Lo grave y hasta curioso es que eso lo dice alguien que asegura representar a quienes aspiran “rescatar la democracia y las libertades en Venezuela”.
            Por este desagradable asunto reponemos un trabajo escrito en 1994, cuando en Venezuela se armó un revuelo y se llamó a desagraviar a Bolívar, porque un pintor chileno había pintado un cuadro que se juzgó no le hacía honores o le hacía aparecer grotesco y hecho sólo para llamar la atención. La discusión de entonces, aparte de la solicitud de desagravio, se centró más bien en gustos estéticos. La diferencia de ahora es que, nada y nada menos que el presidente de la Asamblea Nacional, por no gustarle un cuadro, que según su razonable juicio, si ese fuese el caso, debería limitarse a decir que no le gusta, pero no mandarle a la basura porque forma parte ya inevitablemente de la iconografía bolivariana. El pintor chileno, un desconocido, logró con su cuadro no solo molestar a muchos sino llamar la atención en América Latina por varios días. Pudiera ser que Ramos Allup, como bien le gusta, entre otras cosas quiso alcanzar lo mismo que Dávila, el pintor chileno, un momento de “gloria”. Por cierto, de acuerdo con todo lo dicho y expuesto en esta nota y la que sigue, a los caricaturistas deberían prohibirle, desde la Asamblea Nacional, seguir haciendo su trabajo, declararles ilegales y hasta recogerles en carretilla y lanzarlos en pipotes de basura.
        
        Les invito a leer ese artículo y hacer las comparaciones.





              Un  tal  Dávila,  de  nacionalidad  chilena  y pintor de profesión, pintó un cuadro y le llamó Bolívar. Todo  el mundo, en este país y en aquellos que se llaman bolivarianos,  ha hablado  hasta  el cansancio del "irrespeto o la  osadía"  en  el
gesto del "artista".
              Toda pintura está sujeta a una evaluación como obra  plástica,  pero en este caso, nadie, por lo menos  en  esta parte del mundo, se ha ocupado de ello.
             Pareciera  que  el señor Dávila,  nos  hubiese hecho una jugada pesada.  Nunca tanta gente en este país se  había interesado por una obra pictórica y.....  ¡Sin haberla visto!

                   Como  si  hubiese pensado de esta forma,  "si nadie  hasta  ahora se ha ocupado de mi trabajo por  la  forma  e intención  de  mis brochazos, con este Bolívar  los  haré  hablar sobre mi y que me obedezcan".
                   Aquiles  Nazoa,  hablando  de  "Cien  años  de Soledad" y de su autor, dijo una vez que la mayor felicidad de un buen  escritor  estaba en que, de una manera u  otra,  sus  obras entrasen   en una “rocola”. Un personaje, aquel de  las  mariposas amarillas,  de  la novela de García Márquez, fue cantado en  una rítmica canción caribeña que sonó con insistencia en las “rocolas” pueblerinas.
                   Este chileno, con un cuadro que nadie elogia, logró que por días el país sólo se ocupase de él. Todas  nuestras tragedias pasaron a segundo plano.
                  Unos intelectuales condenaron a Dávila y  hasta casi  pidieron su cabeza. Y si se la entregan, con la  rabia  que tenían,  la  hubiesen frito y colocado en la Puerta  de  Caracas. Otros, porque en este país estamos empeñados en ir de un  extremo al otro, protegieron al sureño. Pero en verdad, no por la obra  en sí;  ese  el  caso de Cabrujas o de Ibsen  Martínez, si no  por llevarle la contrario a aquellos que hablaron primero del  asunto y, en exagerado gesto, solicitaron la hoguera.
                   Un  señor Jurado Toro, por  culpa de Dávila  y en  nombre de la democracia, señaló a Cabrujas como merecedor  de unos tiros porque éste consideró impropio condenar al pintor  por su  obra  e  inoficioso y pueblerino  que  el  gobierno  exigiese explicaciones. Y  José Ignacio Cabrujas, quien "piensa que no  vale  la  pena hablar del asunto", ni ocuparse tanto por una obra que como  tal poco interés ha despertado, escribió hasta un segundo artículo y, en nombre de la libertad, apostrofó al señor Jurado Toro.
                   ¿Y  a todo esto, qué pasó con Bolívar?  ¿Lo ofendió el pintor de marras? ¿Acaso su gloria  se puede  vulnerar tan fácilmente?
                  La  obra  existe; esa es la opinión  que  a  un individuo le merece Bolívar. El tiene todo el derecho a pensar  y expresarse  libremente.  Nuestra concepción de  la  libertad  lo reconoce.  
                 Pero  si  Bolívar es el hombre  grande a quien cantó otro grande de Chile llamado Pablo Neruda, las pequeñeces y los gestos exhibicionistas le resbalan.
                   Dejen  al artista descansar en  paz. Bolívar, como  dijese el otro chileno, despierta con el pueblo  cada  cien años.                       

Barcelona, 04 - 09-94





No hay comentarios:

Publicar un comentario