jueves, 11 de septiembre de 2014

SE OYE UN TAMBOR A LO LEJOS


Viernes, 18 de julio de 2014

SE OYE UN TAMBOR A LO LEJOS




A lo lejos se oye el tronar de tambores. El pueblo despierta con el cantar de campanas. Todo anuncia que habrá fiesta.
En casa de Jacinta, sus hijas han despertado con la ilusión de ver el baile de tambores. Gracia, la mayor desde un tiempo para acá siente por todo su cuerpo el sonar de unos timbales que semejan unos bambúes, que cuando el viento juega con ellos, hace que su cuerpo adquiera un vibración extraña en ella.
Se abre la puerta de su cuarto y lo que sale es la alegría personificada, no puede dejar de bailar, el ritmo lo lleva por dentro. Sus ojos brincan como dos metras en pleno juego.
Sus piernas, tostadas y muy bien moldeadas describen pasos hilarantes de goce. Sus brazos van al son de la música dibujando movimientos ondulantes.
Su pequeña cintura se dobla permitiéndole a sus caderas que se muevan de una manera generosa a los ojos de quién la ve.
Sus senos, pequeños retozan bajo su blusa hecha de una tela muy delgada por las altas temperaturas del lugar, erizándose en el momento en que el tambor repiquetea con más fuerza.
Su madre, la observa y eleva sus ojos al cielo, al mismo tiempo que dice, ¡Dios ilumíname!
La madre le grita y le dice –Gracia deja de moverte así que los santos abandonaran sus nichos- La chica se detiene y baja la vista ante la mirada encolerizada de Jacinta, su madre.
Ni te imagines que irás al toque de tambor que tienen donde Raquel. Eso es para gente mayor y tu “mijita” (colocándose las manos en la cintura) estás muy pollita para esos menesteres.
Gracia se voltea y sin decir nada se regresa a su cuarto.
Las otras hermanas son menores que ella y lo único que quieren es jugar con el perro que les acababa de regalar su tío Ignacio.
Por la calle de atrás viene una romería con sus cantos alegóricos al santo y golpean los cueros con tanta fuerza que pareciera que están en el patio trasero de la casa.
Los muchachos se arremolinan al paso de los tambores y comienzan a danzar frenéticamente al compás del cuero.
Gracia, que oye el alboroto, corre de un lado hacia otro, tratando de ver quién están tocando el tambor mayor. Desde hace algún tiempo, al salir de misa, ha visto a un jovencito de ojos color verde como el ámbar que la inquieta las veces que se han cruzado sus miradas.
Su madre en la cocina, se seca las manos con el delantal y sale a echarle un ojo a la muchacha para ver si no ha salido de la casa.
Ya era el mes de junio y en las plazas y casas donde le tenían fe a San Juan se preparaban para el toque de tambor. Esa es una fecha de mucho colorido en el lugar. Colocaban globos y guirnaldas por todas las calles y al final de la principal colocaban un templete donde se suben los tamboreros para tocar y así la gente baila en honor al santo.
Las vecinas comienzan a preparar los trajes que lucirán ese día. Las ventanas son ataviadas con flores y frutas porque en ese pueblo pensaba que a San Juan le gustaba comer mucha fruta. Hasta hacían concursos para la ventana mejor arreglada. Ofrecían premios metálicos pero nunca vieron ni un solo centavo. Sin embargo la gente no le interesaba, solo querían competir con el vecino de al lado.
El movimiento de la casa sigue en su apogeo. La madre de Gracia sabe que siempre se detienen los tambores frente a su puerta y repican tan fuerte para que les den aguardiente. La familia les ofrece las bebidas espirituosas y algo de comida.
Gracia se puso el vestido que recién le regalara la tía Francisca para sus catorce años y se colocó una cayena roja detrás de su hermosa oreja, haciendo contraste con el negro de su larga y ondulada cabellera.
Ni se atrevía a salir del cuarto para evitar que su madre al  la hiciera cambiar de ropa. Seguía en su movimiento de un lado para otro y de vez en cuando volvía asomarse por la ventana.
Los San Juaneros llegan frente a la casa de Doña Jacinta, entre ellos venía Rosita quien era la que cantaba canciones al Santo.
Gracia, con mucha cautela se asoma un momento y logra ver al muchacho de los ojos verdes que se coloca bajo su ventana. Ella nunca había visto tanta fuerza en una mirada como la de ese joven.
Ismael estaba encargado del tambor mayor y acometía contra él sacándole más ritmo y fuego del que estaban acostumbrados a oír
El pueblo que lo rodeaba se quedaba en silencio viendo con la vehemencia con que golpeaba su tambor y hasta la madre de Gracia se dio cuenta para quien iba dirigido ese concierto y levantando la vista vio a su hermosa hija Gracia en su ventana que refulgía cual estrella en plena explosión.
El joven se percata que es el único que está tocando y detiene sus manos. Todo apenado coloca el tambor en el suelo y baja la mirada.
Gracia despierta del momento mágico y lo único que atina a ver son los ojos enfurecidos de su madre.
Sin darle tiempo a que subiera Gracia sale del cuarto y baja las escaleras de dos en dos y se refugia en la cocina, donde está su abuela.
La música continúa y siguen sirviéndoles bebida y comida a los músicos.
El joven Ismael tratando de que nadie lo viera, se desliza, cual gato, dentro de la casa buscando a la joven quien lo traía tan enamorado.
Gracia en su escondite va asomando la nariz poco a poco hasta que llega a la puerta
En ese mismo instante Ismael estaba entrando a la cocina y quedaron uno frente al otro, tan cerca que sus ojos se hablaron y sus cuerpos respondieron al despertar de sus deseos como hombre y mujer.
No se atrevieron a moverse ni a pronunciar una sola palabra. Lo que estaban sintiendo era tan extraño y delicioso a la vez que crían que ese era el verdadero sentimiento que un hombre y una mujer pueden sentir.
Para ellos ese momento fue eterno. Lo único que no pudieron evitar fue darse un beso. Sus rostros se acercaron como la abeja busca la miel y es allí cuando hubo el estallido de sentimientos, cual bomba atómica, donde no importaban los daños colaterales ni si podían ser vistos. Fue un beso eterno, sus cuerpos temblaban por tantas sensaciones juntas al mismo tiempo. Pero la madre de Gracia se acercaba a la cocina. En eso entró la abuela, mujer muy conocedora del alma humana en cosas del amor y logró separarlos mandando al muchacho que saliera por la puerta trasera y a Gracia le dijo que corriera a su cuarto pero ésta no logra moverse del sitio.
Ismael sin saber qué le había pasado huyó por donde le dijo la señora.
La madre llega y ve a su hija como si estuviera en trance. Le habla y no le contesta. Decide llevarla a su cuarto y acostarla y le dice a una de las mujeres de la limpieza que fueran por el médico.
Gracias se deja llevar, ya que no tiene ninguna fuerza para discutir con su madre.
Ya en el cuarto y viendo que no responde a ninguna de sus preguntas y su expresión era la de una persona en estado catatónico sale corriendo a buscar al padre. Mientras corría por la casa sabía que no sería fácil conseguirlo porque seguro estaba repartiendo aguardiente  a todos allá abajo.
Mientras tanto Ismael no atinaba a golpear el tambor como era su costumbre. Desde  muy pequeño su padre observó lo mucho que le gustaba golpear una lata por toda la casa y no había manera de quitársela. Al ir creciendo vio que continuaba con el mismo afán de golpear cuanta cosa se le atravesara por el medio logrando sacarle música a lo que tocaba. Eso hizo que lo llevara a la escuela de música del pueblo para que aprendiera a tocarlo como debía ser.
Es por eso que Gualberto, el padre de Ismael se da cuenta de que algo le pasaba al muchacho porque se veía sin fuerza o interés en hacerlo. Atraviesa el recinto y se le acerca a Ismael dándole un golpe en la cabeza, le pregunta ¿qué le pasaba, estás como embobado y no repicas bien el tambor? Ismael no le contesta y seguía con los ojos bien abiertos pero sin expresión alguna.
El padre le arranca el tambor y llama a otro muchacho del grupo y se lo da y manda a Ismael para la casa.
Se retira del sitio pero no se va para su casa. Necesitaba volver a ver esa visión de mujer que tuvo entre sus brazos.
Al cuarto sube el padre junto a la madre y se sientan al lado de Gracia y le tocan la frente para ver si tenía fiebre y se dan cuenta que la temperatura la tiene alta y que su cuerpo está temblando.  El padre le pregunta a Jacinta que si ya mandó por el Doctor y esta le dice que si pero que en estos momentos está atendiendo un parto y que no llegará por ahora.
La madre la levanta y la lleva al baño, que estaba en la parte de abajo y le dice que se moje para ver si con eso le baja la fiebre. En ese tipo de casas, los baños tenían una parte del techo destapado para así lograr darse baños de sol en privado.
La fiesta seguía en su apogeo y los padres sabían que tenían que atender a toda esa gente antes de que los desvalijen y le dicen a Gracias que ya regresan en un momento.
Mientras Ismael estudiaba la forma de subir al cuarto de Gracias ya que se moría si no la veía en ese momento. Lo menos que él quería era meterse en el cuarto de Doña Jacinta y su esposo.
Gracias en el baño medio entendió a su madre y empezó a quitarse el vestido y lo lanzó a una esquina del baño. Aún tenía que quitarse el fondo hecho de puro algodón y con encajes hermosos y delicados. Éste también rodó hasta la esquina, al igual que su ropa interior. Se dirigió hacia la regadera y en el momento que iba abrirla, aparece en la parte de arriba Ismael. Ella, torpemente trata de taparse con las manos pero era imposible ya los ojos de él estaban abiertos hasta más no poder la habían visto. El no se movió de la sorpresa tan grande que se llevó, cuando la teja donde él estaba montado se rompe y hace que caiga hacia dentro del baño. El golpe no fue tan fuerte pero como un gato se paró inmediatamente sacudiéndose los pantalones.
Ambos quedaron asustados y sin moverse por un rato. Gracia siente que su cuerpo va a estallar y la temperatura le sube aún más. Sin darse cuenta fueron acercándose lentamente hasta llegar a sentirse uno al otro, en toda su expresión de excitación. Ismael no pudo evitar la erección inmediata que sufría en ese momento.
Los cueros sonaban con furia y ellos sintieron que los tenían dentro del baño. Cual seres desesperados se abalanzaron uno hacia el otro en un apretón fulminante. Ismael la besaba por todas partes y ella le recorría con sus manos su cuerpo, con ansias desmedidas de sentir su sexo y se lo agarra con furia y lujuria.
El suelo del baño fue testigo del despertar de ambos jóvenes. Sin el mayor conocimiento, solo actuando según sus instintos se entregaron y volcaron toda la pasión que llevaban por dentro.
El la carga sobre sus caderas y como quien lleva algo precioso, la deposita sobre el paño que coloca antes. Empieza acariciarle las piernas tan suave que parece una ala de mariposa que está rozando esa hermosa piel. Luego pasa a la otra pierna y le hace lo mismo. Gracias se retuerce en el suelo mientras emite sonidos de placer.
El sube hacia sus pechos y sin tocárselos, se los sopla dándole la vuelta a ese pezón de niña pero que al estímulo se erecta inmediatamente. Luego pasa acariciarle su rostro como si no quisiera dejar huella de que sus dedos pasaron por allí y eso la enerva más.
Luego vuelve abajo y ya no con las manos sino con la lengua empieza a subir desde su dedo, alternándose ambas piernas hasta llegar a su pubis, el cual no lo toca, solo sube a su vientre y llega de nuevo a sus senos. Allí si hace una estadía más larga mientras se los lame y succión al mismo tiempo. Llega a su cuello y acercándose a sus hermosas orejas le susurra lo que le hará y que no tuviera miedo que solo sentirá placer. Esto a ella la pone a punto de gritar.
La besa como nadie había osado posar sus labios sobre esa boja jugosa y virgen. Le dice que la abra y le enseña que tiene que hacer con su lengua, cuando la suya entre y se deleitan ambos del goce conseguido.
Vuelve a bajar y sabiendo Ismael que Gracia no aguantaría más, sube con su boca a su sexo y empieza a besárselo con dulzura, con tranquilidad pero sin tocarle el clítoris. Su boca baja hasta llegar a la unión de la vulva con su ano y le estimula esa parte que algunos piensan que es un Tabú. Cuando sube va derecho al clítoris, quien lo recibe en erección y se lo besa suavemente. Gracia no aguanta, mientras que él le dice ¡aguanta un poco más y disfrutarás más también! y ella obedece y siente como le chupa su parte mas excitada que tiene y como se la rosa con sus dientes. Este hecho fue suficiente para que Gracia se descargara con múltiples orgasmos que la dejaron temblando en el suelo.
Ismael atento al sonido de los tambores y viendo que seguían con furia. Se sienta y hace que Gracia lo haga también y con las piernas abiertas ambos frente uno al otro el logra penetrarla con suavidad primero pero luego sus instintos de hombre no le permitieron mayor delicadeza y entra en ese país de las maravillas con una furia implacable. Los gritos de Gracias se mezclaron con las personas de la casa y así pudieron quedar satisfechos ambos.
Se recuestan uno al lado del otro pero Ismael pendiente de cuando dejan de sonar los tambores. Se para y se viste y sale por el mismo sitio por donde entró. Gracias queda dormida sobre el suelo y no se da cuenta.
Al instante aparecen los padres y consiguen la situación de que la chica estaba en el suelo y al levantarla se dan cuenta que había sangre en sus muslos. La madre la baña, sin siquiera imaginar qué había pasado en ese baño.
9 meses después nació un negrito hermoso al cual apodaron San Juan ya que pensaron que había nacido por milagro ya que su hija había estado sola en ese baño. Por lo que todos los años sacan al niño a bailar el San Juan ya que él era su hijo.
Carmen Pacheco
18 de julio de 2014





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