miércoles, 26 de octubre de 2011

DEL SUENO DE MARTIN LUTHER KING A PESADILLA DE OBAMA

DEL SUEÑO DE MARTIN LUTHER KING A PESADILLA DE OBAMA



¡Eso te pasó por asomado!



Eligio Damas

Antes de hablar de lo que Obama hace y dice, recordemos como Martin Luther King soñó “que un día los hombres se levantarán y percibirán que están hechos para vivir unos con otros como hermanos. Que un día la guerra llegará a su fin….y no se estudiará más el arte de la guerra.”

Barack Obama, a quien según nuestro parecer, alguien cual Diógenes, buscó meticulosamente entre la población americana afro descendiente para ponerle de presidente y compartiese con la clase dirigente mayormente caucásica, los efectos de la crisis que vendría y los atropellos a cometer a nivel planetario para intentar enderezar las cargas, se ha sumergido, ¡el pobre!, en la oscurana.

Esta oscurana no tiene absolutamente nada que ver con su piel y la totalidad de sus rasgos étnicos, sino con “falta de luz”, condición de androide, marioneta o títere bajo control de crueles manipuladores.

La calidad humana mostrada por Obama, debe tener muy avergonzados a académicos suecos, si es que en ellos anidan valores que se cree allí les tienen.

La promesa electoral que le llevó a la oficina oval, hizo creer a jóvenes americanos, en gran medida le apoyaron, vendrían otros tiempos. El espíritu guerrerista anidado en Bush se concibió derrotado y que aquellos zapatos volando hacia su rostro, lanzados por periodista de un país invadido y humillado, sería sólo gesto para recordar. La llegada del afroamericano, un tipo algo así como de la misma gente atropellada, cambiaría las cosas y ya no verían los americanos, caucásicos, negros o latinos, con tristeza y dolor profundo, de los suyos regresar en una bolsa negra de allá de los lejanos campos de batalla.

En Trinidad, en la oportunidad cuando el presidente de Venezuela regaló a Obama el conocido y valioso libro de Eduardo Galeano, “las Venas Abiertas de América Latina”, éste llamó a olvidar el pasado, centrarnos en el futuro, en un intento de evadir la revisión de las relaciones de su país con nuestro espacio, sugiriendo el inicio de era nueva, la suya. “Ya todo quedó atrás”, pareció sugerir. Y muchos fingieron que creían.

No tardó que, con su orden o pasándole por encima, lo que no descartamos, los halcones derrocaran a Zelaya a la vieja usanza. Bajo su gobierno continuaron las operaciones y abusos en Afganistán, Irak y la persistente prédica por perturbar la paz y tranquilidad mundial en relación a Irak. El premio Nobel de la Paz, que lo es Obama, no el presidente iraní, no da muestra alguna de querer encontrar forma para prodigar las mejores relaciones.

Cuba, que no significa ningún peligro para EEUU, pues más de cincuenta años de historia lo confirman, sigue siendo atropellado y dañado en diversos sentidos por el gobierno de este país. No importan los acuerdos de la Asamblea General de la ONU. Nosotros, los hijos de los pueblos víctimas, debíamos olvidar el pasado. Pero se cuidó de decir, por aquellos que nada quieren entender y menos intuir, que él y sus mentores no lo harían. Que seguirían en lo mismo.

El gran poder económico norteamericano, el Diógenes que se encontró a Obama para ponerle por delante como gallo de careo, después de elogiarle, aplaudirle y exagerarle sus virtudes, como las del gran “Patriota”, dignificador de su gente, le puso en mano un libreto tanto de su gustó, que ya no sabe si es él quién habla, gesticula, hace o el personaje del drama.

¿Es Obama, el muchacho de padre nigeriano, apoyado por los defensores eternos de los derechos civiles, a quién se creyó heredero de Martin Luther o el simple personaje de libreto de drama necrofílico, quién siguió de cerca, en vivo y directo, el asesinato de Bin Ladem?

¿Quién es este Obama que se declara orgulloso de los hechos en Libia por fuerzas mercenarias, incluyendo el atroz asesinato de Gadafi?

Entre Bush y Obama es poco probable que uno encuentre diferencias sustanciales. No obstante, si se hace un esfuerzo, es posible que algo hallemos. El primero, desde sus comienzos y por su escuela, predicaba lo que hizo. La guerra fue su caldo de cultivo y la violencia su carga pedagógica. Como presidente, no le tembló el pulso en invadir pueblos, atropellar poblaciones y destruir culturas. Tampoco a la hora de mandar a los jóvenes a morir malamente y sin saber por qué a los campos de batalla. Sometido a la vergüenza de hacer de conquistador contra patriotas, de injustos contra justos. Bush fue un tipo coherente y sin fingimientos.

A Obama, de humilde origen, de aquellos que debían sentarse en la parte de atrás del autobús, Diógenes le convirtió en conquistador de su propia gente. En negro capataz de la negrada esclava o de las multitudes explotadas del sitio donde le encontraron.

Sólo que para que el negocio sea mejor para los inversionistas de la guerra, ahora, no se sabe hasta cuándo, procuran mandar pocos soldados de la recluta americana, y apelan a crueles bombardeos con aviones no tripulados e infiltran mercenarios, perros de la guerra, capaces de atropellar, vejar y cometer los más crueles desmanes como los que ya se denuncian en Libia. ¡Si mueren, nadie les reclama, así funciona el negocio!

¡Pobre Obama! ¡Lo qué contigo han hecho! Eso, te pasó por asomado.

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