martes, 27 de marzo de 2018

TEODORO, EL COCHERO CARAQUEÑO. ¿Y QUÉ DEL ALCALDE, GOBERNADOR Y PROTECTOR


ELIGIO DAMAS

            No sé si es valedero llamar esta la pregunta de las ochenta mil lochas. La duda  no está montada por lo que la locha fue, un octavo del viejo bolívar de plata,  que pudiera inducir a alguien pensar nada vale o valía, desconociendo que entonces un dólar sólo costaba 3.35 de ellos, sino por los funcionarios sugeridos en el título, quienes parecen estar jugando al escondido, la candelita o comportándose como fantasmas que sólo aparecen en noches oscuras y rincones sombríos. Alguien pudiera pensar que la pregunta no tiene validez. Pues diría que únicamente es valedera al aludir al gobernador y otro, tan iluso o leal como el primero, pensará en el Alcalde y hasta el “Protector”, así con mayúscula, aunque de este no creo nadie espere nada, vista las “glorias” pasadas..
               Pero, aunque no está señalado en la pregunta, también está envuelto en esto el ex alcalde de Guanta Jonathan Marín. Y pensando en él, no asumo la pregunta con el valor de las lochas, sino en toda la madeja de telaraña, como una manera de recordar a Elías Jaua, tendida cual chinchorro a lo largo de la playa, para ocultarle, pase desapercibido y no forzarlo a decir todo cuánto oculta. Porque si alguna vez ha tenido validez aquella expresión, “se fue con la cabuya en la pata”, es en esta huída de Marín, tanto que si a alguien se le ocurre halar esa cabuya puede encontrar en ella amarrado muchas cosas y personas. Quizás por esto mismo hay como un acuerdo tácito en dejar eso en el baúl de los recuerdos y esté bajo una pesada lápida.  Porque, no es ajeno pensar dejó muchas cosas atrás y hasta cómplices que seguramente siguen donde antes estaban. No es de creer que al irse dejó sólo un lazo de viento que se espantó con una ráfaga que se le vino encima.
          ¿Acaso su manera de escaparse o irse, como prefiera el lector, que sugiere? ¿Algo distinto a una huída azarosa por temor a la justicia o posibles represalias?
                En caso de Marín, la pregunta pertinente no es esa, la de “¿dónde anda su alma o su voluble espíritu?, sino más bien ¿en qué quedarán sus cosas y sus vínculos?   ¿Tendrá el susodicho algún dios que le prodigue tanta sombra, como la oscuridad necesaria para que nadie pueda verle? 
               Lo que sí es asombroso cómo se desapareció Marín, logró penetrar los espacios del olvido, pese sus infantiles excusas, el anormal procedimiento que usó para irse dejando atrás todo, hasta su “liderazgo revolucionario”, como un cura a quien metieron obligado en el seminario y en éste nadie pudo convencerle. Pero dejó, al irse, a la iglesia desolada y su feligresía mirándose las caras. Sus íntimos o cómplices, ruegan que de él nadie se acuerde, no por él, sino los demonios que pudiera desatar. Pero más asombra, como quienes si deberían recordarlo, es su deber, parecen haberlo borrado de su memoria. El baúl, de roble grueso, duro como la roca, tiene una cerradura indestructible.
            Por la Constitución, otras leyes y recientes elecciones, uno sabe que en Barcelona hay un alcalde. Hasta creo, si mi memoria no es mala, se llama Luis José Marcano. Vino de Caracas, como en los tiempos coloniales, enviado a encargarse del gobierno en estas tierras abandonadas y habitadas por gentuza. Justo como cuando a Emparan, en 1810, le enviaron a Caracas, desde Cumaná, a encargarse de la Capitanía General de Venezuela. Hay un gobernador, del bando opositor, un señor cuyo nombre no me acuerdo en el momento de escribir esto y ya esto es todo un discurso. Por esto, que el gobernador de Anzoátegui es opositor, le ganó al del gobierno nacional,  hay un personaje designado como “Protector” del Estado, porque arriba suponen que el gobernador nos dejará en el abandono; es decir, el “Protector” estará en sus funciones presuntamente para hacer lo que antes no hizo cuando fue gobernador. Estará con nosotros, valiéndose de omnipresencia, a protegernos como para que el actual primer gobernante del Estado, no haga lo mismo que él ya hizo, nada.
             El alcalde lleva meses en el cargo, casi tantos como quien funge de gobernador. Pero pese eso, el ciudadano por el estado de las calles, la abundante basura, inseguridad, es decir toda la cotidianidad de la gente, no se ha enterado todavía que ellos existen. Pero hay más un silencio cuajado, denso, como que no hay nade que decir.
            Porque si existen deben ser fantasmas que, como suele suceder, sólo salen en las noches oscuras y se materializan solamente ante un caminante o personaje solitario. Son apariciones fugaces, por eso pocos les ven. Casi todo el mundo ignora ambas existencias y si a alguien le salen no espantan, sino más bien asombran. Como me sucedió una noche avanzada, bajo una luz casi mortecina, en una esquina de Sabana Grande; me “salió” Teodoro, llegando él y yo, desde y con direcciones distintas en una esquina,  en su coche tirado por dos caballos, un viejo recuerdo de la Caracas de antaño. Nunca había escuchado de su existencia y no era mucho el tiempo que vivía en aquella ciudad. Me quedé embobado, perplejo cómo y quién de repente hubiese viajado violentamente en retroceso y llegado al pasado. Menos mal que el amigo que esa noche me acompañaba no era como yo, un carajito provinciano, sino un caraqueño de pura cepa, quien me calmó diciéndome:
        -“Tranquilo, no es un fantasma, es simplemente Teodoro”.
        Y me habló del personaje que aún recorría aquellos espacios de la ciudad paseando generalmente parejas de enamorados. Ese mismo a quien Billo Frómeta escribió aquella canción llamada ¡Epa Teodoro!”. Era un personaje real, material, copiado del pasado y de la era romántica. Luego ya entrado en la ciudad, intimidado con ella, varias fueron las veces, siempre en madrugadas friolentas y casi oscuras, pude encontrarme con Teodoro.
            Todo sigue igual como antes o, para decirlo mejor, pues el venezolano lo supone, toda empeora. Pinte el lector el cuadro que le dicta no su imaginación sino la propia realidad de su entorno y así andamos en estos pueblos orientales y hasta quizás peor, sobre todo en Barcelona, que tiene gobernador,  alcalde y hasta “Protector”, recién entrenados o entrando. El primero de AD, llamado Barreto Sira, al fin me acordé, casi catorce horas después, tal es su marca y trascendencia; el segundo y más el tercero, del PSUV o de la “revolución”.
            ¿Y cómo son los tres?
            Igualitos, tanto que parecen uno solo, un trio de fantasmas que, para verles y escuchar sus quejidos, hay que madrugar y posarse en el rincón más oscuro. Y Jonathan Marín, como tan “protegido”, pese haber sido alcalde de Guanta, también parece lo mismo, solo un fantasma y lo que es más, de alguien quien nunca existió. Y los cómplices de éste, sus “protectores” al mismo tiempo,  no ruegan al señor nadie lo devuelva a la vida o la memoria de quien debe investigarlo, sino andan  con el puño derecho metido en el bolsillo correspondiente, apretando la llave que aquello pudiera abrir.
             


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 3/24/2018 01:04:00 p. m.

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