«A
                                                    la memoria del loco
                                                    más cuerdo que haya
                                                    conocido jamás
                                                    (...)», expresa  el
                                                    doctor Luis
                                                    Calzadilla en la
                                                    dedicatoria a su
                                                    libro Yo soy
                                                  el Caballero de París.
                                                  
Bajo de estatura, pero
                                                de fornida personalidad,
                                                el doctor Luis
                                                Calzadilla Fierro (La
                                                Habana, 1947) no pone
                                                reparos para la foto y
                                                me comenta con
                                                desenfado: «Hay cosas
                                                que todavía no sabemos
                                                sobre el límite entre la
                                                cordura y la locura». Me
                                                ha recibido en los bajos
                                                de su consulta, sita en
                                                Amargura esquina Aguiar,
                                                donde radica el Centro
                                                Comunitario de Salud
                                                Mental de La Habana
                                                Vieja. Coincidentemente
                                                es una fecha
                                                significativa para la
                                                trayectoria profesional
                                                de este reconocido
                                                maestro de la
                                                psiquiatría cubana: 11
                                                de julio. Un día como
                                                este, pero de 1985,
                                                murió el más célebre de
                                                sus pacientes: José
                                                María López Lledín,
                                                conocido como «El
                                                Caballero de París».
                                                «A la memoria del loco
                                                más cuerdo que haya
                                                conocido jamás (...)», 
                                                expresa Calzadilla en la
                                                dedicatoria del libro
                                                que escribió para
                                                reconstruir la vida del
                                                famoso orate, combinando
                                                testimonios, entrevistas
                                                y algo primordial: la
                                                experiencia del contacto
                                                humano. Esta le permitió
                                                diagnosticar a López
                                                Lledín como un ejemplo
                                                de parafrenia, mientras
                                                otros colegas lo
                                                consideraban un
                                                esquizofrénico
                                                paranoide: «La paranoia
                                                es una historia bien
                                                contada; la
                                                esquizofrenia, un
                                                lenguaje simbólico y
                                                hermético, y la
                                                parafrenia, un mito
                                                poético».
                                                El libro acaba de ser
                                                publicado por primera
                                                vez en Cuba, pues las
                                                dos ediciones anteriores
                                                salieron en España y
                                                pronto se agotaron.
                                                Escrito con soltura y
                                                amenidad, enseguida
                                                atrapa al lector en dos
                                                planos simultáneos: la
                                                reconstrucción de la
                                                vida de su protagonista
                                                por boca de terceros y
                                                los ejemplos de su
                                                delirio imaginativo. La
                                                premisa ética de la
                                                relación
                                                médico-paciente, se
                                                enuncia desde el
                                                prefacio: «Hay
                                                informaciones que
                                                guardaré para siempre
                                                porque el Caballero no
                                                me autorizó a
                                                revelarlas».
                                                
                                                Usted es un
                                                  psiquiatra con una
                                                  fuerte formación en
                                                  antropología social y
                                                  cultural, aunque esté
                                                  mayormente implicado
                                                  en la clínica.
                                                  ¿Influyó su visión
                                                  cultural en el
                                                  diagnóstico de El
                                                  Caballero de París?
                                                
                                                Por supuesto, al punto
                                                que puedo decirte que
                                                Lledín no necesitaba
                                                ningún psiquiatra.
                                                Recuerdo la primera vez
                                                que durmió en el
                                                Hospital, a donde había
                                                sido llevado por su
                                                estado físico
                                                deplorable. A la mañana
                                                siguiente se armó un
                                                revuelo tremendo porque
                                                había desaparecido. Las
                                                sábanas de su cama
                                                estaban tan lisas como
                                                la noche anterior.
                                                Creíamos que se había
                                                fugado, hasta que por
                                                fin lo encontramos
                                                gracias a la suspicacia
                                                de otro demente. Estaba
                                                durmiendo plácidamente
                                                debajo de la cama,
                                                envuelto en papel
                                                periódico.
                                                
                                                En cierta medida,
                                                  los locos eran
                                                  ustedes.
                                                
                                                Exactamente. La cultura
                                                es muy importante para
                                                la comprensión de
                                                síntomas, síndromes o
                                                trastornos mentales. El
                                                psiquiatra debe tener
                                                muy en cuenta el
                                                comportamiento cultural
                                                del paciente para tratar
                                                de determinar si está
                                                influyendo en la
                                                manifestación que trata
                                                de evaluar. Como
                                                habíamos internado al
                                                Caballero de París, ya
                                                dábamos por sentado que
                                                se había escapado,
                                                cuando también cabía que
                                                estuviese asustado o que
                                                prefiriese dormir en el
                                                suelo, acostumbrado como
                                                estaba a vivir en la
                                                calle. Quiero decir: tan
                                                importante es la
                                                influencia cultural en
                                                el paciente, como la
                                                influencia cultural en
                                                el psiquiatra.
                                                
                                                ¿Cuánto influyeron
                                                  los estudios de José
                                                  Ángel Bustamante en su
                                                  interés por la
                                                  psiquiatría
                                                  transcultural?
                                                
                                                Entre los psiquiatras
                                                cubanos que he conocido,
                                                me sobrarían los dedos
                                                de las manos para
                                                señalar a quienes se han
                                                interesado seriamente
                                                por la relación entre
                                                psiquiatría y cultura.
                                                Por supuesto, Bustamante
                                                es el primero de ellos.
                                                Recuerdo su visita a mi
                                                pueblo natal, cuando ya
                                                era vicepresidente de la
                                                Academia de Ciencias.
                                                Estábamos en un corte de
                                                caña y él comenzó a
                                                preguntarle la charada a
                                                Lázaro, un retrasado
                                                mental que tenía una
                                                gran memoria mecánica y
                                                podía identificar todos
                                                sus números: uno,
                                                caballo; dos, mariposa;
                                                tres, marinero... y así
                                                hasta cien.
                                                 Fue un mediodía de
                                                1966, si no recuerdo
                                                mal, que en el Hospital
                                                Oncológico esperábamos
                                                una clase y se me acercó
                                                un amigo y compañero de
                                                curso, Narciso Calles
                                                Bajos, para preguntarme
                                                si deseaba integrar el
                                                primer grupo de alumnos
                                                ayudantes de la
                                                asignatura Psicología
                                                Médica, bajo la tutela
                                                de Bustamante. Nos
                                                reuníamos con el
                                                profesor, por las
                                                noches, en el sótano de
                                                una sala de clínica del
                                                Hospital Calixto García.
                                                Ciertamente, allí debió
                                                nacer mi interés por la
                                                psiquiatría
                                                transcultural, tal y
                                                como Bustamante la
                                                definió, entendiéndola
                                                como el estudio de las
                                                variantes que a los
                                                cuadros psiquiátricos
                                                imponen los factores
                                                culturales. Dentro de
                                                ese corriente se enmarca
                                                mi trabajo sobre una
                                                secta de espiritistas de
                                                cordón, una modalidad
                                                ritual que nada más
                                                existe en Cuba y que
                                                algunos atribuyen
                                                incluso a los primeros
                                                indocubanos.
                                                 
                                                Más allá de la
                                                  locura y la cordura
                                                  ¿Considera que su
                                                  libro sobre el
                                                  Caballero de París es
                                                  una contribución a la
                                                  historiografía de la
                                                  psiquiatría?
                                                
                                                Cuando le dije a Lledín
                                                que estaba escribiendo
                                                un libro sobre él, se
                                                puso muy contento y me
                                                auguró que ganaría mucho
                                                dinero. Todavía lo estoy
                                                esperando (sonríe). Pero
                                                ya en serio: creo que
                                                cualquier aproximación
                                                historiográfica a los
                                                enfermos mentales
                                                permite dilucidar la
                                                manera en que el
                                                contexto sociocultural
                                                influye en la
                                                construcción de los
                                                parámetros usados por
                                                los psiquiatras para
                                                comprender los límites
                                                entre locura y cordura.
                                                El Caballero de París
                                                padecía un delirio de
                                                grandeza, crónico, de
                                                mecanismo imaginativo,
                                                que determinó su
                                                conducta. El contenido
                                                fantasioso de ese
                                                delirio está coloreado
                                                por la época y la
                                                cultura. De hecho, puede
                                                decirse que el propio
                                                Lledín contribuyó a que
                                                se tejieran historia y
                                                leyenda alrededor de su
                                                figura hasta convertirlo
                                                en el más famoso
                                                personaje popular cubano
                                                del siglo XX.
                                                
                                                Usted cuenta que
                                                  recuperó la cordura a
                                                  punto de morir y le
                                                  hizo algunas
                                                  confesiones. ¿Por qué
                                                  sucede ese tipo de
                                                  fenómeno?
                                                
                                                Tal fue el destino de
                                                Don Quijote: que
                                                acreditó su
                                                ventura/morir cuerdo y
                                                vivir loco, según reza
                                                el epitafio que ideó
                                                para su tumba el
                                                bachiller Sansón
                                                Carrasco. Hay cosas que
                                                todavía no sabemos sobre
                                                el límite entre la
                                                cordura y la locura.
                                                Creo que las grandes
                                                respuestas a la
                                                psiquiatría las darán en
                                                el futuro las
                                                neurociencias.
                                                
                                                ¿Qué es lo que más
                                                  recuerda de López
                                                  Lledín?
                                                
                                                Su dignidad, sin dudas.
                 
 Argel
                                                  Calcines
                                                Editor general de Opus
                                                  Habana
 
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