sábado, 25 de junio de 2016

LO QUE BIEN SE ENSENA, NUNCA SE OLVIDA


LO QUE BIEN SE ENSEÑA, NUNCA SE OLVIDA….



CRÓNICAS CUBANAS,

Por Félix Sautié Mederos.

Confieso que nunca he podido olvidar las enseñanzas de mi primer maestro, un negro de confesión bautista, poeta y maestro normalista que en Cuba entonces era una profesión importante, quien fue mi preceptor los primeros años de mi vida en que en que me era muy difícil salir de mi casa porque apenas podía caminar y tuvieron que rehabilitarme. Lamentablemente mi niñez comenzó así algo triste y dolorosa porque veía a mis hermanos jugar sin yo poder hacerlo. Con mi preceptor, en aquellas circunstancias de la década de los 40 del Siglo pasado, aprendí a leer, escribir y los primeros valores de amor, paz y espiritualidad, básicos para un niño que se abre a la vida. Posteriormente cuando ya podía caminar mejor cambiaron mis posibilidades de movilidad, aunque nunca bien del todo porque nací con esos defectos en 1938 y aún hoy tengo dificultades acentuadas por mi edad. Entonces por recomendaciones de mi Maestro bautista, mi padre masón me matriculó junto con mis hermanos menores en el Colegio Champagnat de los Hermanos Maristas en el barrio habanero de La Víbora, porque lo consideró el mejor en la enseñanza y como era un libre pensador lo hizo sin vacilaciones ni prejuicios religiosos de ninguna índole. Era entonces un hermoso plantel de varios pisos de altura  que cubre una manzana completa circundado por cuatro calles viboreñas con nombres significativos e ilustres como José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, San Mariano y Vista Alegre, que nunca he podido olvidar; incluso a veces me parece estar viéndolas en mi mente. En definitiva como todos los colegios privados dl momento en Cuba fue nacionalizado a finales de 1959 principio de 1960 y los hermanos Maristas salieron de Cuba, para regresar largos años después cuando mejoraron las relaciones Iglesia Estado como parte del proceso previo al  IV Congreso del Partido Comunista de Cuba en el año   1991,   y  de  la reforma constitucional de 1992  que cambió el estatus de Estado confesional ateo por el de estado laico que preconizó José Martí.  Estos hitos marcan muchas luchas, heridas y frustraciones, que poco a poco se han ido restañando y que no es posible relatarlas en el breve espacio de una crónica de prensa.

Mi  primer curso fue el de 1947 – 1948, ya ha llovido mucho desde entonces, pero no olvido tampoco al Hermano Rafael el primer religioso católico que me tocó como mi primer profesor. Era una época boyante para mi familia, pero en lo social convulsa, como botón de muestra de lo que sucedía en aquellos años 40  puedo decir que recuerdo el tiroteo a batalla campal entre políticos pistoleros de la época, denominado de la Calle Orfila que  transmitió íntegramente la a radio local como si fuera una novela de ficción. Después vino la dictadura de Batista y con ella la lucha insurreccional y la Revolución; y yo me hice un combatiente revolucionario, lo que no he dejado de ser en toda mi vida. (1)

Y, aquí viene el meollo de lo que quiero expresar, referido al reconocimiento de la influencia cultural y espiritual que sembraron en mi los hermanos maristas con que me eduqué. Fueron como el Sembrador de la Parábola de Jesús (Mateo 13, 3 en adelante) que pusieron las semillas de la virtud y del bien en  la conciencia de sus alumnos niños y adolescente; y posteriormente todo dependió de nosotros mismos, si fuimos o no las tierra fértiles en que aquellas siembras pudieron fructificar. El trabajo del Sembrador de seres humanos es activo y sublime porque sembrar y cosechar a personas de bien es la más hermosa actividad que puede existir de la cual incluso depende el futuro de la sociedad e inclusive de la naturaleza. En medio de los desasosiegos y desorientaciones del momento en que vivimos remontar las cumbres de la virtud y del amor  devienen los verdaderos activos contra el odio y los rencores que nos dividen, porque por muy malas que se presenten las circunstancias de la vida, enfrentarlas con amor es lo único recomendable que nos permitirá alcanzar lo que tantas veces no me canso de reiterar en mis Crónicas Cubanas: Una República en donde quepamos todos, con todos y el para el bien de todos.

Esa labor no tiene precio alguno cuando se hace con el alma y la vida y con independencia de los avatares que viví en aquellas épocas convulsas y cambiantes que incluso relato en mi novela Testimonio SIN TIEMPO PARA MORIR, publicada en Madrid 1999 por la Editorial Nueva Utopía, reconozco que tengo  una deuda de gratitud que no se paga con bienes materiales por muchos que puedan ser en el mundo, establecida para siempre con quienes sembraron en mi la Fe, el amor por la virtud, por la justicia y por la Paz. Ser agradecido no solo es ético y moral. Ser agradecido es ante todo una de las manifestaciones externas de un modo de vida del que puede depender la salvación definitiva del mundo en decadencia que estamos viviendo en las actuales coyunturas.

Todas estas cuestiones revivieron en mí cuando un ex condiscípulo de los Maristas me llamó hace algunos días para avisarme de una actividad en la Parroquia de Jesús, María y José en el  Casco histórico de La Habana en conmemoración de un nuevo aniversario del fundador de los hermanos Maristas el Padre Marcelino Champagnat  en la también convulsa época de la Revolución Francesa. Realmente no me quedaba mucho tiempo disponible para más compromisos porque en unos muy pocos días tenía que viajar a España, pero fue algo ante lo que no podía claudicar porque durante los años de mi niñez y mi juventud en que me estuve educando en el Colegio de los Hermanos Maristas, el ejemplo de Marcelino Champagnat fue una enseñanza sistemática de virtud, de perseverancia , de firmeza de carácter y de nobleza con que se forjaron los valores mismos que a mí en lo personal me convirtieron en un inconforme  y en un luchado por la justicia, la equidad y la paz. Con el ejemplo del hoy San Marcelino me enseñaron muchos valores que marcaron mi identidad y mi vida para siempre  y en aquella humilde Parroquia de La Habana Vieja están sus continuadores junto a los niños de barrio, con el pueblo de más a pie, en una actitud proactiva de sembradores del bien; y esas cosas son las que necesitamos .  Así lo pienso y así lo afirmo con mis respetos para el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular.

(1)   Ver en Por Esto! SOY MILITANTE, NO LO PUEDO NEGAR NI LO NEGARÉ,…Sección de Opinión el viernes 15 de abril del 2016.

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