domingo, 22 de noviembre de 2015

LOS LORENZO, PARACHOQUES Y ESCONDOZA

ELIGIO DAMAS Lorenzo Parachoques, fue aquel célebre personaje de las comiquitas que solíamos disfrutar en diarios y revistas; hijo desheredado de un magnate inglés. Lorenzo terminó siendo empleado de un jefe regañón e histérico. Esas “tiras” cómicas, precisamente más de las veces las encontrábamos en El Nacional, aquel diario que fue muy progresista mientras estuvo bajo la influencia de Miguel Otero Silva, intelectual brillante, novelista, poeta, ensayista, humorista, ensayista, orador lleno de gracia y sabiduría, hijo de un empresario rico, y quien encontró en su padre, cosa poco usual entre capitalistas, un mecenas para poder escribir, crear, hasta militar en el Partido Comunista de Venezuela y luchar incansablemente por la soberanía nacional. La generosidad de Parachoques era evidente. Se casó con Pepita, una jovencita de clase media cuyos afanes no fueron más allá de cuidar de su familia, su hogar, hasta el mantener excelentes relaciones con sus amistades y hacer feliz a su “torpe y poco ingenioso” marido. Justamente, por el acierto de este “nada ingenioso” hombre salido de la clase alta empresarial, quien cambió la herencia de su padre por el tesoro de Pepita, su padre rompió con él y habiendo nacido entre los mandantes terminó siendo mandado por un capataz iracundo y rabioso. Aunque al parecer, la falta de ingenio de Parachoques era no saber disimular y sí ver el mundo lleno de Pepitas y cosas hermosas que no se podían comprar, había que ganárselas con amor. Lorenzo Parachoques, adoraba el comer y casualmente Pepita fue una excelente cocinera que ayudó a Lorenzo, de poco ganar como empleado, a mantener la familia y la mesa de la casa bien surtida. Pues la jovencita hizo de sus habilidades culinarias una forma de contribuir con el ingreso familiar. Entre Lorenzo y Pepita hubo pues por todo eso una relación armónica y bella. Pese que Lorenzo también era dado a montar en cólera y mucho a comportarse torpemente, por lo general era generoso, desprendido y particularmente atento con todos aquellos que le rodeaban. Como que Lorenzo hubiese renunciado radicalmente a aquellos defectos, prejuicios propios de su clase, los mismos que llevaron a su padre a romper con él cuando se prendó de toda la belleza de Pepita. Lorenzo Escondoza, en algunos aspectos, uno no sabe cómo es. En veces, esos tipos tienen la habilidad de los mejillones, ante cualquier presencia que les parezca imprudente se cierran herméticamente o son unos artistas para, en esos casos, fingir lo que no son. Casualmente, Escondoza cuida su imagen, tiene una cabellera bien cuidada, estudiadamente larga que le hace aparecer mucho más joven de lo que es, que aunada a unos lentes livianos caídos de manera calculada le dan la imagen de intelectual y rockero o las dos cosas a la vez, lo que nada habla de contradicción. Además Escondoza tiene real “como sorgo”, igual que el padre de Parachoques, porque a él no lo desheredaron, pues cuidó ser lo que sus ascendientes quisieron que fuese. Y el gato, siempre donde vaya, pese las dificultades, querrá que su hijo case ratón y para eso lo entrena. Por no aceptar aquel código a Parachoques le echaron de la familia. Parachoques, no quiso repetirse en su padre. Su generosidad, que no es suficiente cuando sólo llega hasta el límite familiar, era tan grande y especial que, ante aquel conflicto clasista que obnubiló a su progenitor, le permitió prendarse de las cualidades de Pepita y unirse a ella lo que significó romper con la fortuna y los patrones de su padre. Algo así como que Parachoques y Pepita formaron no sólo una pareja, sino una forma más hermosa de mirar la vida. Parachoques fue, en medio de su presunta torpeza, un hombre lleno de ternura, solidaridad y ajeno a malas acciones, subalterno de un empresario egoísta. Por Pepita, su padre y luego con su jefe, pudo calibrar las diferencias en el comportamiento humano. Lorenzo Escondoza, es todo lo contrario de Parachoques. Nadie le manda, por lo menos dentro de su empresa inmensa que ha sido capaz de emitir tentáculos que vienen apareciendo donde uno menos lo imaginaba; tanto es su afán de estar en todo y apropiarse también de todo que hasta quiere que el gobierno sea suyo. Y sus cualidades le hacen propicia la tarea. Le formaron en una escuela donde la lógica y la ley demandan apoderarse de todo lo existente. La vida es un campo de guerra donde sólo prevalecerán los fuertes, entendiendo como tales a los egoístas. Su concepto del trabajo, muy loable en el mundo y la escuela donde le formaron, tiene ese fin personal y cuando más familiar; no sólo se debe ganar, sino todo lo que más se pueda y para ello hacer lo que sea necesario, hasta lo que los demás no pueden o quieren por esas cosas inútiles que incumben a la moral. Parachoques es solícito con sus amigos y vecinos; por demás atento y caballero con las amigas de Pepita, pese que en su caso intentaron formarlo como a Escondoza. En cambio este no es así, desde cuando muchacho y jugaba al besibol, siendo guantes, bates, pelotas, almohadillas suyas y para más, de su familia el terreno de juego. Si no estaba de cuarto bate, campocorto y novio de la madrina, acababa con el juego, recogía sus peroles y echaba de su espacio a quienes allí llegaron a instancias suyas. De allá le vienen a Escondoza, cosas o hábitos censurables desde la óptica de Parachoques, como hacer helados con grasa de cerdo, harina de maíz con transgénicos y promoverlos por televisión como muy sanos. Y son muchas las cosas como esas que si uno las relata no acabaría nunca y porque todavía no hemos hablado del rasgo fundamental de Escondoza. La “gatica de María Ramos” según el decir de los vecinos de esta, tiene por costumbre “tirar la piedra y esconder la mano”, algo así como “yo no fui”; sólo que aquella, la gatica, no decía nada porque le bastaba con mirar a otro lado. Pero Escondoza, aprendió a esconder cuanto puede y no pierde el tiempo disimulando nada, poco le importa. Es más, aunque de eso le acusen, no disimula y lo sigue haciendo. No le preocupa que le acusen de querer tumbar al gobierno y además, porque eso de esconder lo que sus empresas producen para que aumenten de precio, lo que es lo mismo manipular la sacrosanta “Ley de la oferta y la demanda”, lo aprendió desde chiquito. Es asunto vital de su moral. Que los demás tengan que pagar el doble o el triple de lo que alguna mercancía vale para ganarse un realero demás, es una treta genial y casi heroica que aprendió en su educación inicial. ¿Quién ha dicho que eso es malo? Al contrario, piensa Escondoza, eso hicieron mis antepasados y aquí estamos con un poco de gente que ve en nosotros la casta ideal y como mandada hacer para que este país funcione como debe. ¿Qué cómo es eso? Muy fácil. Que quienes tienen real coman y quienes no, que se fuñan. Parachoques, su apellido lo indica, tomado después que le echaron del núcleo familiar por preferir a Pepita, era frontal. No disimulaba sus rabias ni sus afectos. Nunca tuvo cartas escondidas. Siempre iba de frente o, como se dice en lenguaje coloquial, pa´ lante con los faroles. Escondoza no; es poco dado a hablar por lo menos como para que le escuche mucha gente; por eso siempre anda por los rincones, cenáculos, grupos que repiten su cántico sin mencionarle. Anda “escorao”, como quien va para un lado y en verdad coge para otro para no topar de frente. Esa conversación sobre dólares del FMI se conoció porque lo cazaron infraganti. Lo de Escondoza, contrario a Parachoques, es esconder todo lo que pueda para sacarlo cuando convenga y obtener muy buen provecho. -- Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 11/19/2015 03:08:00 p. m.

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