martes, 19 de mayo de 2015

LA DIPLOMACIA DEL RITMO

La diplomacia del ritmo Lorenzo Gonzalo Miércoles, 20 de Mayo de 2015 Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Con Raúl Castro, el gobernante cubano, se podrán tener muchas discrepancias pero también muchas coincidencias. Entre estas últimas podríamos nombrar su declaración más repetida de no hacer las cosas con prisa. Lo cual no difiere mucho del estilo de Obama, demostrado por su cautela en el trato con el Pentágono respecto al conflicto bélico que Estados Unidos sostiene en Medio Oriente y su concepción de cambiar las prácticas de la política exterior estadounidense y otras muchas. Los enemigos de oficio de Estados Unidos podrán alegar que la intervención en Medio Oriente desmiente los pronunciamientos de Obama. Sin embargo, quienes así se expresan demuestran mala intención o desconocimiento de la Constitución estadounidense y de las obligaciones inherentes al Presidente respecto a la Carta Magna. A pesar de esos lineamientos que ningún Ejecutivo puede cambiar por sí mismo, no es menos cierto que durante su mandato la guerra en Medio Oriente ha adquirido otros matices y cada acción armada es precedida por largas circunvalaciones que han evitado el desembarco y la agresión masiva. Cuando hablamos de Suramérica y el Caribe, la puesta en práctica de esa nueva política internacional es aún más palpable, algo que volvió a resaltar en la Cumbre de las Américas en Panamá y que hizo realidad con su determinación de establecer relaciones diplomáticas con la Isla. Esos opositores de oficio sólo resaltan viejos procedimientos aún al uso por parte de Washington, los cuales tampoco pueden descartarse de la noche a la mañana sin violar, herir o crear enemistad con aliados de su propio gabinete y enfrentarse inútilmente con los republicanos, quienes apelan a todas las armas para distraer a la Administración sobre asuntos que en ocasiones son de importancia vital para el país. Raúl Castro por su parte ha dicho que reformará el socialismo cubano y por varios años ha marchado en esa dirección, detenido únicamente, al parecer, por la tirantez con el poderoso vecino y el necesario cuidado de no hacer algo que facilite un escalamiento de la agresividad empleada por Washington durante la segunda mitad del Siglo XX y los primeros quince años del Siglo XXI. Ahora las cosas comienzan a cambiar y desde el anuncio de ambos gobernantes el 17 de diciembre para restablecer relaciones diplomáticas, la lentitud ha estado dada por la existencia de regulaciones que hacen imposible su establecimiento. Entre ellas eliminar a Cuba de la lista de países terroristas. Faltando pocos días para terminar con tan vil ensañamiento, Cuba anuncia su disposición de abrir embajadas. Detalles de poca importancia como la movilidad de los funcionarios y empleados de ambas sedes, quedarán resueltos de un plumazo. No obstante, puede que el Congreso estadounidense se oponga a la apertura de embajadas, en cuyo caso la solución sería establecer una Oficina de Negocios lo cual, a los efectos de un comienzo, sería lo mismo y no creo que tendría un carácter sensible para La Habana. También quedarán otros aspectos de mayúscula importancia, como la autorización para que Cuba pueda usar el dólar en sus transacciones comerciales, que los estadounidenses puedan viajar como turistas y normalizar las relaciones comerciales acorde con los estándares internacionales, asuntos que dejarían casi resuelto los obstáculos para que Cuba pueda avanzar bajo cierta protección de no ser agredida. Pero esas disposiciones, como otras muchas, sólo pueden ser derogadas por el Congreso. Esto lo sabe el Presidente Raúl Castro y por tanto, Obama no será enfrentado por no solucionar aquello que no está bajo su dominio. La paciencia ha sido la mejor filosofía de la diplomacia cubana y lo más destacado en esta nueva etapa ha sido su flexibilidad para negociar ante circunstancias que prometen enfundar los cañones que durante más de cincuenta años han apuntado al Morro desde el Norte. Ahora, finalmente se puede ser flexible, es necesario serlo y Raúl Castro ha demostrado la elegancia de la escuela fundada por el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro, quien la puso en boga cada vez que podía emplearla sin poner en peligro las costas del país. Hay quienes se han quejado de la lentitud de este proceso de relaciones, incluso se ha especulado, si desde Washington su Departamento de Estado se ha incomodado, pero parece ser que ambas partes saben que hay demasiados factores de por medio y hay que marchar al ritmo de un vals: con elegancia, flexibilidad, caballerosidad, sin portar armas y sin molestar, por imprudencias indebidas, a colaboradores y fieles seguidores. Las embajadas de Cuba y Estados Unidos están al doblar de la esquina, luego vendrán otras cosas. Así lo veo y así lo digo. *Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

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