domingo, 26 de abril de 2020

SETENTA CUBA LIBRES POR SEGUNDO

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APUNTES DEL CARTULARIO

Setenta Cuba libres por segundo

Ciro Bianchi Ross

En los días de la ley seca en Estados Unidos (1920-1935) el coctel
cubano vivió su época de oro. Entonces, decía Alejo Carpentier, La
Habana era de las pocas ciudades del mundo capaz de satisfacer el
paladar curioso del viajero.  Pero desde entonces muchas mezclas de
bebidas quedaron en el camino y no son hoy más que meras referencias.
Y a veces ni eso. Digamos de paso que, al conjuro de la ley seca, que
empujó hacia la Isla una buena parte de la corriente turística
norteamericana, se abrieron en Cuba unos siete mil bares y salas de
fiesta.

Aunque los gustos cambian de un bebedor a otro, los diez mejores
cocteles cubanos, los clásicos, son Mary Pickfords, Havana Special,
Mojito, Isla de Pinos y Presidente. Cuba Libre, Saoco, Mulata, Ron
Collins y Daiquirí. De todos ellos, solo el Daiquirí figura entre los
diez grandes cocteles del mundo junto al old fashioned, el wiski sur y
el Manhattan. Aun así, el coctel cubano más extendido y solicitado es
Cuba libre. Se calcula que se beben en el mundo setenta Cuba libres
por segundo. Nació alrededor de 1902, fecha de la instauración de la
República en el Floridita, de La Habana, aunque esto no ha podido
precisarse de manera concluyente.  Una sencilla mezcla de ron blanco y
refresco de cola, enfriada con dos o tres cubos de hielo y que se
adorna con una rodaja de limón.

El bar cubano más famoso ha sido siempre el Floridita. Otras cantinas
notables fueron en su momento las de los hoteles Plaza e Inglaterra, y
la del restaurante El Patio, en Prado esquina a Genios. También la del
desaparecido hotel Almendares, en Marianao. Y la del Jockey Club, en
el Hipódromo. Hasta los años 50, el bar de mayores ventas era el
Sloppy Joe’s, en Zulueta esquina a Ánimas, con su barra de cincuenta y
un pies de largo. El turismo norteamericano lo prefería, pero el
norteamericano residente en Cuba se decidía por Mes Ames, en Séptima y
42, en Miramar. El bar del balneario de La Concha, inaugurado el 24 de
junio de 1922, fue célebre en los años 30 del siglo pasado por su
mojito batido; coctel que pasa luego a la cantina del Hotel Florida,
en Obispo y Cuba, antes de ganar carta de ciudadanía internacional en
La Bodeguita del Medio.  Panamerican, en Bernaza número 1 esquina a
O’Reilly, fue el primer bar habanero que dispuso de la maravilla del
aire acondicionado.  El Floridita, a menos de cien metros, se sintió
amenazado y su propietario terminó instalando asimismo un
acondicionador de aire, a lo que, con el apoyo de Hemingway, cliente
habitual del establecimiento, se había negado hasta el momento.

Entre 1957 y 1958 los cabarets de lujo habaneros experimentaron un
auténtico momento de esplendor. En corto tiempo y ante la atónita
mirada de los habaneros, se edificaron en el Vedado los hoteles Habana
Riviera, Capri y Habana Hilton, tres grandes y suntuosos
establecimientos provistos de sus respectivos cabarets, bares y salas
de juego. En Galiano y Malecón, el Deauville abrió sus puertas el 17
de julio de 1958 y otro tanto acontecía en la ciudad de Santa Clara
con la apertura en enero del 57, del cabaret Venecia y su elegante
casino.

En febrero de 1959, declaraba a la revista Bohemia Nat Kahn, gerente
del hotel Riviera: «Tres nuevos hoteles de lujo en La Habana, que se
inauguraron el año pasado, fueron factores decisivos para arrebatarle
la clientela a la Florida». Con el juego legalizado como atracción
principal, La Habana tuvo su mejor temporada turística entre 1957 y
1958.
   
Existían bares y cabarets de segunda y tercera categorías y hasta de
cuarta.  Casi todas las bodegas disponían de barra. El servicio de bar
en la bodega era hasta las siete de la noche. Si se extendía, el
propietario debía pagar impuestos no como bodega, sino como bar, que
eran más elevados.  Lo mismo sucedía con los cafés. De ahí que, en
atención a sus tributos al fisco, hubiera cafés con y sin alcohol.

Cuando la ofensiva revolucionaria (13 de marzo 1968) fueron
expropiados 955 bares en La Habana y 1 377 en Oriente. En la capital
además fueron expropiadas 1 578 bodegas, muchas de las cuales tenían
cantinas. Nadie pudo explicar entonces de dónde sacaban esos
establecimientos los licores que vendían a sus clientes si la empresa
de bebidas hacía más de cuatro meses que no efectuaba suministros.

Tanto en los bares como en las simples bodegas era habitual el
saladito. Queso en lascas o en dados, aceitunas, chicharrones o una
lasca de jamón… estimulaban al cliente a que siguiera bebiendo. Muy
sabrosas eran las galletitas preparadas que obsequiaban en La
Princesa, de Concepción y 16, en Lawton, con jamón, queso, pepinillo
encurtido y pierna de cerdo, que se asaba allí mismo.

En bares y bodegas, sobre todo en las bodegas, era frecuente el juego
de cubilete. El que perdía pagaba la ronda siguiente.














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Ciro Bianchi Ross

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