domingo, 10 de diciembre de 2017

¡TODO EL PODER PARA CORRUPTOS Y LEALES! ¡VIVAN LA PEPA Y LAS GUABINAS!


ELIGIO DAMAS


            Si algo ha logrado la sociedad venezolana de hoy, los grupos dirigentes, tanto dentro del gobierno y la oposición, es descalificar la disidencia, sobre todo aquella que reclama, no volver al pasado, aquel paraíso de las trasnacionales, privatizaciones y regalo de los recursos nacionales al extranjero. Ya no es sólo aquello de “no le hagas caso a ese pendejo quien, para más vainas, está loco”. Ahora el proceder es intrincado y cruel.
            Es un ya demasiado manejado truco, que quienes de Venezuela huyen por ladrones, al exterior van dándoselas de víctimas y hasta héroes; y por allá se les recibe como tales.  El proceder no es curioso y menos extraño, pues si llevan dólares o ya los tiene allá, en buenas cantidades para invertir, eso les compra aquellos títulos, como quien antes adquiría a buen precio uno nobiliario. Pero si está dispuesto, como es lógico que lo esté, por darle “brillo” a su nombre, a decir lo que convenga y servir de arma para agredir a quienes antes apoyó y abusó, mucho mejor para recibirlos, como a aquel personaje, presidente derrocado por un movimiento popular, que encarnó Charlie Chaplin en una de sus primeras películas habladas. El personaje, un dictador de la derecha, con perdón de la redundancia, al llegar a suelo gringo, lo primero que dijo fue algo parecido a esto, “que bueno para un demócrata como yo, ser recibido con todo merecimiento en este país de libertades”.
            Ha sucedido también que gente del gobierno ha sido procesada y hasta encarcelada por corrupción, cosa poco frecuente, que han apelado al recurso de mostrarse como disidentes, discrepantes y críticos y eso ha sido suficiente para que la oposición les tome como figuras dignas de reconocimiento y hasta liderazgo. Luisa Ortega, al margen de lo que haya hecho, por acción u omisión, eso lo sabe bien Maduro y Tarek William Saab, al llegar donde llega trata de ganar indulgencias hablando hasta por los codos y diciendo lo que las autoridades de allá esperan justamente diga, hasta contrariando lo que antes decía ser, lo mismo por lo que no sólo llegó a las alturas del poder sino gozó de muchos privilegios.
            Pero el gobierno, en fin de cuentas, también resulta beneficiado por tal proceder. No hay mal que por bien no venga, podrían decir los jerarcas del mismo. Ha sido habitual en Venezuela que la gente común viendo u oyendo a alguien discrepar desde adentro o cerca de quienes manejan el gobierno, razone sobre aquello interrogándose “¿Qué le habrán negado o no lo dejaron tomar que decidió irse de donde hay y anda con tanta quejadera?”
            Hay hoy, diría que un amplio campo de “opinión”, haciéndose eco, inmediatamente, a priori, partidario de la idea que “los investigados por corruptos” en PDVSA, lo son de verdad por disidentes. Eso lo ha venido sosteniendo un conocido columnista de Aporrea y, en una de sus recientes declaraciones, lo afirmó Rafael Ramírez. Lo que pudiera ser cierto, la vida es muy rica; es posible que alguno de ellos esté limpio de culpas. No lo pongo en duda, porque dudar es una obligación de la inteligencia. Pero también es seguro que en la empresa petrolera todavía hay corruptos en abundancia que hasta pudieran no sacar por miedo a tirar de la cuerda, no vaya a ser cosa que del otro lado haya un “histórico” y además de los “leales”. Y Hasta miedo de lo que pueda “salir pa´ fuera”. Por esto,  ante la explicación dada por Jonathan Marín, alcalde Guanta, hasta ratificado por la Cámara, de irse a escondida,  sin hacer los trámites pertinentes, como pedir permiso a aquella, esa del hijo enfermo, que parece como infantil, es suficiente para dejarlo en el olvido. ¿Quién pudiera estar pegado al otro lado de la cuerda? En este país hay demasiados “Protectores” y “Comendadores” y pese todo lo constitucional, “Fuenteovejuna” todavía no sale de terapia.
           Pero, si hay algo de verdad en lo que dice Ramírez, es eso que la corrupción no sólo está en PDVSA, es un cáncer que hizo metástasis.

           Los corruptos descubiertos y denunciados por el Estado se hacen pasar por disidentes y se exhiben como mártires buscando se les tienda la alfombra en cualquier sitio dónde vayan y se les utilice como “testigos” del diablo. Pero es evidente que ese sólo hecho les denuncia como lo que han sido, fueron y serán siempre.
             Entonces, corruptos y gobiernos, en este sentido comparten la misma práctica para beneficiarse. Porque hay corruptos que no se van porque nadie les denuncia como tales pese los hechos, escándalos, la simple vida cotidiana que es el vivir a sus anchas en un país donde la pobreza se ha expandido. Ellos se aprovechan de las circunstancias y se muestran como demasiados “leales”, pese la ostentosa vida que llevan. Basta que todo vean como bien, luz estando todo oscuro y avance justo donde  una enorme cuneta tiene atrapado todo lo que hasta ella llegue.
           Es más, pareciera que hay corruptos que parecen no saberlo y así no se califican. Ven como muy natural, es su cultura, no trascendieron lo que antes fueron y el espacio y escuela vieja en la cual se formaron, beneficiarse de todo cuanto esté a su alcance. Aquel que reparte las bolsas o cajas del CLAP, para poner un ejemplo sencillo, cree muy natural y hasta justo, apropiarse de lo reduce en el contenido de ellas. Para gerentes, de los muy leales, no es pecado ni trasgresión de la moral revolucionaria, ni siquiera de la simple moral, “recibir” su comisión en cada operación y contrato. Y este personaje de ahora, agregado al bachaquero, pero hasta más asqueroso, que reúne efectivo para venderlo. Estafa, no sé si bien lo sabe o no le importa, mientras el gobierno se hace su cómplice al ignorarlo, porque es un secreto que todo el mundo sabe. Porque eso es lo natural y normal en la moral, cultura y lógica capitalista y ellos eso no han trascendido. La corrupción es su estado natural. La lealtad, la de ellos y esas prácticas no están reñidas, menos cuando la primera sirve de coraza protectora.
          Lo riesgoso en este país nuestro es ser disidente, discrepante por inconforme cómo se maneja la cosa pública. Manifestarse en contra de todas esas lacras. Por estar del lado del cambio, de un país distinto al que quieren agiotistas y enemigos del interés nacional, conscientes de lo mal que se hacen las cosas y denunciarlo. Porque eso es ponerse en el medio de dos fuerzas colosales que por lo menos te invisibilizan y hacen pasar por “loco y pobre diablo”. Estar en desacuerdo como se hunde el país en la pobreza y una minoría se enriquece, acumula más y más y todo eso sucede mientras quienes gobiernan se dicen “socialistas”, e intentan, en el discurso, deslindarse de una forma imperialista, se entregan como gozosamente a otra u otras. Denunciar como se  intenta sustituir un rentismo por otro. Oponerse a una práctica a lo interno, donde el derecho de las mayorías está secuestrado por un cogollo, en poco diferente al pasado. Contrariar a quienes se hacen pasar por demócratas, partidarios de lo participativo y protagónico mientras ponen en práctica aquello viejo de la publicidad “ARS”, “déjennos pensar por usted”. A quienes contradicen de hecho aquello de Chávez que “hasta las piedras hablen” por “quédate tranquilo que todo tenemos bajo control”.
               ¿Cómo no  arrecharse viendo como el venezolano de hoy para adquirir dinero “efectivo” para alguna emergencia, lo que sucede mayormente a los pobres, tenga que comprarlo pagando un interés altísimo, mientras el gobierno se hace el loco, evade, dedicándose a discursear sobre temas de poco interés colectivo como ofrecernos una moneda encriptada para el lejano futuro mientras el hambre está aquí mismo? ¿Cómo soportar tranquilamente que unos cuantos, hasta intelectuales, a esta conducta le hagan  coro o callen haciéndose cómplices, por omisión, de todo eso?
            A este tipo de disidente se le anula cuando se le asocia a los “disidentes” corruptos laureados por el bando opositor, factores políticos y económicos externos, deseosos de   engrosar sus filas y darle el lustre que mucha falta hace. ¡No importa la moral ni la verdad!

           El disidente verdadero, distinto al adulante, inconforme, consecuente y limpio, en el más amplio sentido de la palabra que tantos hay, es  señalado y vituperado por quienes no aciertan, incumplen pero se refocilan en el poder,  lo gozoso que este tiene y los interesados que todo siga como viene o vuelva a lo que antes era. Pero también por los corruptos mismos a quienes no les importa de qué se les acuse, pues su cielo les acoge como almas piadosas.


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 12/10/2017 04:10:00 a. m.

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