lunes, 11 de febrero de 2013

COMO MURIO GONZALO CASTAÑON


Cómo murió Gonzalo Castañón


Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
9 de Febrero del 2013 18:55:16 CDT

La imputación mendaz adquirió ribetes de verdad inconclusa y el
desenlace sobrevino en un abrir y cerrar de ojos. El 25, el gobernador
político de La Habana formuló la acusación y dos días después, el 27
de noviembre de 1871, a la una de la tarde, ocho estudiantes del
primer año de Medicina de la Universidad de La Habana eran condenados
a penas de muerte por fusilamiento, en tanto que otros 35 alumnos del
mismo curso recibían penas de presidio. Se les acusó de haber
profanado el nicho que, en el cementerio de Espada, guardaba los
restos del periodista español Gonzalo Castañón, director de La Voz de
Cuba, ídolo y vocero del odioso e intransigente cuerpo de voluntarios,
y que fuera ultimado, el 31 de enero de ese año, en Cayo Hueso, por un
patriota cubano.

No hubo prueba alguna contra los supuestos profanadores que, pese a su
inocencia, afrontaron la muerte con entereza digna de su cubanía. Los
detalles de ese suceso, uno de los más horrendos del colonialismo
español en Cuba, son suficientemente conocidos. No sucede así con el
hecho que desencadenó de manera indirecta ese crimen monstruoso, esto
es, la muerte de Castañón en Cayo Hueso. Varían las versiones de ese
incidente ocurrido hace 142 años. Este escribidor prefiere atenerse al
recuento que del acontecimiento ofrece el historiador Gerardo
Castellanos en su libro Motivos de Cayo Hueso, publicado en La Habana
en 1935. Hijo de un emigrado revolucionario, Castellanos nació en 1879
en ese peñón del sur de la Florida; vivió allí hasta 1900, cuando se
instaló en Cuba, y debió haber escuchado muchas veces de boca de sus
mayores el relato de la muerte de Castañón.

He aquí los hechos.

CASTAÑÓN ATACA

Los cubanos refugiados en Cayo Hueso no escatimaban esfuerzos en apoyo
a la Revolución y, hasta donde les era posible, seguían día a día el
desarrollo de la guerra iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10
de octubre de 1868. Las autoridades coloniales veían con ojeriza lo
que sucedía en el islote y vigilaban de cerca las actividades de los
emigrados. A medida que la colonia cubana crecía en el Cayo y la
cooperación con el Ejército Libertador se hacía más frecuente y
comprometida, era mayor el encono de los españoles y se les redoblaban
las ganas de aniquilar a sus adversarios allí asentados.

En 1870, prácticamente en los comienzos de la Guerra Grande, Juan
María (Nito) Reyes, fundó el periódico El Republicano e instaló su
oficina en una casa de la calle Duval, la principal del islote, que
atraviesa de norte a sur. Quedaba frente a Russell House, un hotel de
madera. Nito era uno de los miembros más activos de la comunidad
cubana, abierto a todo empeño de cultura y reputado lector de
tabaquería, ocupación de prestigio y bien pagada.

En El Republicano, Reyes contó con la ayuda de José Dolores Poyo,
también lector de tabaquería, que se convirtió en su editor hasta que,
en 1878, fundó él mismo el periódico Yara. Ambos, el 11 de noviembre
de 1871, abrieron las puertas del Instituto San Carlos, templo patrio
de la cubanía en el Cayo, y al año siguiente, fundaban la Logia
Masónica Félix Varela. Eran tiempos en que los cubanos eran mayoría en
el territorio y tenían acentuado peso en la política local.

Solo daba a conocer El Republicano materiales relativos a la
Revolución redactados de manera vehemente, incendiaria casi. En La
Habana aparecía el periódico La Voz de Cuba, bajo la dirección de
Castañón, hombre soberbio, valor temerario y posturas intransigentes
que había llegado a Cuba en 1866. No ocultaba Castañón su virulencia
contra los patriotas criollos y dedicó no pocas páginas de su
periódico a flagelar a los emigrados establecidos en el Cayo e incluso
a sus mujeres, a las que tildó de prostitutas. Dice Gerardo
Castellanos que con ese proceder esperaba exacerbar los ánimos de los
periodistas cubanos exiliados y llevarlos a un terreno que había ido
abonando a su favor. Contaba con la solidaridad y el apoyo de los
españoles más retrógrados y reaccionarios.

No demoraron su respuesta los cubanos. Nito Reyes, en El Republicano,
dio una riposta enérgica y viril al periodista español. Tan pronto el
artículo llegó a poder de Castañón, el ofensor, en guardia, puso en
marcha la primera parte de su plan. En representación de los
voluntarios, viajaría al Cayo y allí abofetearía a Reyes y humillaría
así a sus compañeros. Con el fin de destapar el escándalo, hizo
publicar, el 21 de enero de 1870, una carta en la que demandaba
explicaciones al director de El Republicano. Su intención era la de
provocar un duelo. Sus seguidores se relamían de contento, confiados
en el éxito de la maniobra. Castañón se paseó por La Habana, otorgó
testamento y se hizo un retrato heroico en la fotografía de Cohner.
Pidió a su amigo León Lenzamuzga que escribiera su biografía si lo
mataban, extremo este cumplido imperfectamente por Lenzamuzga en su
libro Recuerdos de ultramar.

CUBANOS, HAN OFENDIDO A CUBA

El 28 de enero partió Castañón. Lo acompañaban un par de amigos, un
médico y dos criados. Sus partidarios confiaban en el triunfo de la
expedición; esperaban que el plan, cuidadosamente pensado, se
desarrollara sin tropiezos. Castañón, luego de abofetear en público a
Reyes, eludiría los ataques y cualquier reto a duelo. Se escurriría y
aparecería en La Habana como un héroe.

El 29, Castañón y sus acompañantes se hospedaron en Russell House y
comenzaron la provocación. Bien sabía el español que el duelo estaba
prohibido en el Cayo y esperaba que su algarada pudiera llevar a un
proceso judicial.

Escribe Gerardo Castellanos en sus Motivos de Cayo Hueso:

«La emigración cubana era de relieve y agresividad. Funcionaban
diversas sociedades y clubes revolucionarios. Las tabaquerías ocupaban
a millares de obreros. Existía fraternal identificación entre los
nativos y las autoridades. Eran escasos los españoles avecindados. La
presencia de Castañón, conocidos su historia y sus flagelos
periodísticos contra los cubanos y sus mujeres, produjo revuelo en
todos los centros. Las autoridades se dieron cuenta de las
consecuencias que aquella atrevida visita podía provocar en el
pacífico islote. Pocas veces Cayo Hueso había estado tan alarmado. Los
hombres de acción sabían que se imponía algo rápido y muy efectivo. O
castigar sin compasión al provocador o resignarse al escarnio. En
realidad, no hubo concierto. Las pasiones actuaban aisladamente.
Algunos grupos rodeaban y se paseaban frente a Russell House y por la
acera de El Republicano para proteger a su director.

«Castañón supo quién era Reyes. A través de sus amigos, propuso una
entrevista al cubano. El encuentro tuvo lugar en el restaurante El
Louvre, en la calle Front. Reyes acudió cándidamente, sin recelo y
desarmado. Se desconoce por qué procedió de esa manera, porque de las
cartas cruzadas y de las amenazas de Castañón se desprendía que no
habría acuerdo alguno entre el español petulante y agresivo y el
modesto patriota. Apenas iniciada la entrevista, Castañón sacó del
bolsillo un número de El Republicano y le preguntó si había escrito el
artículo que le señalaba. Reyes contestó afirmativamente. Entonces su
interlocutor, colérico, le estrujó el papel en la cara y lo abofeteó.
Reyes, ante la agresión inesperada, salió a la calle. Gritó: «Cubanos,
han ofendido a Cuba».

DUELO IRREGULAR

Se formó un tumulto. Los cubanos corrieron a Russell House. La policía
tuvo que intervenir. Denuestos contra Castañón. Se pedía venganza.
Cerraron las fábricas de puros. Se abrió un proceso judicial contra el
español. El juez le impuso 200 dólares de fianza y fijó el juicio para
el primero de mayo siguiente. Sus objetivos estaban casi logrados:
había abofeteado a Nito Reyes con el escándalo consiguiente. Por lo
demás, el señalamiento del juicio para una fecha tan lejana, le daba
la oportunidad de esfumarse de la escena de los hechos.

No sospechó siquiera que a partir de ahí el problema entraría en una
crisis verdadera. De inmediato recibió Castañón varios retos a duelo,
entre estos el de José Botello, oficial del Ejército Libertador.
Castañón dio largas al asunto y discutió uno por uno los lances a los
que lo habían retado, incluido el de Mateo Orozco, un virtuoso
patriota que se ganaba la vida como vendedor de pan.

Jugaba Castañón dos cartas a la vez. Discutía los posibles lances y no
le importaba seguirlos discutiendo porque tenía lista ya la retirada.
Aceptó por fin un duelo irregular.

A esas alturas Castañón acariciaba una posibilidad que los cubanos
desconocían o pasaban por alto. Precisamente al día siguiente tocaría
Cayo Hueso, en su ruta Nueva Orleans-La Habana, un vapor al que los
cubanos llamaban La Vaca, por la frecuencia con que transportaba
ganado. Los españoles, a esa hora, tenían sus equipajes preparados y
estaban listos para embarcar sigilosamente en dicho buque. Castañón
había dicho, de manera que llegase a los oídos del público, que no
estaba dispuesto a batirse con personas de baja calaña.

Enterado Mateo Orozco del ofensivo comentario y con la sospecha de que
Castañón desaparecería en cualquier momento, acudió a Russell House a
pedirle explicaciones.

Eran las 11 de la mañana del 31 de enero. Orozco apostrofó al español;
Castañón lo empuja. El cubano entonces, como respuesta, le propina
unas bofetadas y Castañón corre hacia el interior del hotel a fin de
ocultarse tras la escalera central y disparar desde allí sobre su
adversario. Dispara también Orozco desde la puerta y acierta por dos
veces; una de estas en la ingle de su rival. Se dice que Castañón
gritó antes de morir: «¡Viva España con honra!». Orozco pudo escapar.

UN ATAÚD DE HIELO

Los voluntarios de La Habana, en lugar de un héroe, recibieron un
cuerpo embutido en un ataúd de hielo. El entierro fue un
acontecimiento. Los voluntarios siguieron al féretro hasta el
cementerio de Espada. En la puerta de la necrópolis, el bilioso poeta
Francisco de Campodrón recitó una composición en homenaje al difunto.

Un tribunal de Cayo Hueso estimó que Mateo Orozco había actuado en
legítima defensa de Nito Reyes y lo absolvió de toda culpa. Se
convirtió en un héroe.













-- 
Ciro Bianchi Ross
ciro@jrebelde.cip.cuhttp://wwwcirobianchi.blogia.com/http://cbianchiross.blogia.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario