domingo, 9 de diciembre de 2018

CRONICA DE PIEDRA

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 45 more Details
Crónica de piedras
Ciro Bianchi Ross

Miles de españoles emigraron a Cuba durante los años iniciales del
siglo XX. Por esa misma época llegan también a La Habana miles de
campesinos empobrecidos  que, al igual que los españoles, buscan aquí
la forma de sobrevivir y salir adelante. Esa avalancha da pie a una
crisis habitacional en la capital cubana, lo que hace proliferar los
barrios insalubres y los solares o casas de vecindad. Se calcula que
en 1904 había 2 839 de esos conventillos con unas 32 200 habitaciones
que daban albergue a alrededor de 86 000 personas, cifra que no
incluía a las que se alojaban en mercados como el de Colón y la Plaza
del Vapor. Uno solo de esos solares, situado en la calle Amistad, a
una cuadra del Capitolio, contaba, en 1938, con 121 habitaciones. Las
ocupaban otras tantas familias; unas mil personas en total.  Los
asentamientos marginales o villas miseria aparecieron en Cuba antes
que en otros países americanos, afirma Juan de las Cuevas en su libro
500 años de construcciones en Cuba, publicado en el año 2001.
    En 1926 surgió, en La Habana,  el barrio de Las Yaguas. Lo poblaron
damnificados del ciclón de octubre de ese año y debió su nombre a que
en una fábrica de tabaco cercana regalaban a quienes la pidiese toda
la yagua con la que se envolvían los tercios de tabaco y que los
menesterosos empleaban como paredes y techos de sus viviendas
precarias. Latas, cartones y pedazos de zinc se utilizaban asimismo en
esas construcciones. Carecían de puertas, las divisiones interiores,
si las había, eran de sacos viejos. No disponían de electricidad ni
agua potable. Tampoco de servicios sanitarios.
    Isla de Pinos, El Fanguito, Hacendados, Quinta Avenida, La Pelusa, La
Timba, Cueva del Humo, Llega y Pon… son los nombres de algunos de esos
barrios insalubres. El dictador Batista quiso eliminar aquellos que
interferían con sus planes de desarrollo turístico. Con gran alharaca
y despliegue de prensa  entregó unas pocas casas a sus moradores y
ordenó que los barrieran con buldóceres, con lo que la mayoría de la
gente quedó peor de lo que estaba.
EL CAMPO COMENZABA EN BELASCOAÍN
En 1850 la urbanización de La Habana llegó a la Calzada de Galiano,
con lo que el área urbanizada total alcanzó unos cuatro kilómetros
cuadrados y la población fue de alrededor de 140 000 habitantes. Ese
desarrollo prosiguió de manera ininterrumpida hacia el oeste y ya en
1870 sobrepasaba la Calzada de Belascoaín, con una superficie de siete
kilómetros cuadrados y unos 170 000 habitantes. La capital estaba
encerrada entonces entre el río Chàvez, el mar y Belascoaín, y para un
habanero definitivo como Manuel Sanguily, todo lo que quedara más allá
de esa vía  era, sencillamente, «el campo». Demoró en urbanizarse el
espacio comprendido entre Belascoaín e Infanta. Ocurrirá después de
1890. El barrio de Cayo Hueso, por ejemplo, se fomenta a partir del
fin de la Guerra de Independencia, con tabaqueros que regresan desde
Estados Unidos.  La Habana de 1902 tenía ya un cuarto de millón de
habitantes. Se había extendido hacia el sur, con la barriada del
Cerro, que contaba con unas pocas calles en 1863,  y el Vedado, que
acusaba un desarrollo incipiente hasta la calle 15.
¿POR QUË LA LISA?
El origen de La Lisa hay que buscarlo en 1820 cuando a la orilla del
camino de Guanajay y pasado el río Quibú se estableció un portazgo
para el cobro del peaje y junto a él una taberna que se llamó Lisa
para la restauración y el hospedaje de los que viajaban hacia Vuelta
Abajo,  aseveran Félix Mondéjar y Lorenzo Rosado en Marianao en el
recuerdo, un excelente y disfrutable libro que vio la luz en el 2017
con el sello de Ediciones Boloña. Añaden los referidos autores que se
cuenta que el plato estrella del lugar era un pescado llamado lisa que
acompañaban  de una buena jarra de vino y que los viajeros al
aproximarse a la taberna en cuestión comentaban si se detendrían o no
«en la lisa», lo que hizo, por la fuerza de la costumbre,  que el
territorio adquiriera el nombre que ostenta.
    Su verdadero avance sin embargo tuvo lugar con la construcción, en
1832, del puente Francisco Arango y Parreño que facilitó el cruce del
río. «El puente, la taberna, el portazgo y las visitas de los
veraneantes, determinaron la urbanización de este barrio», dicen
Mondéjar y Rosado.
    Cinco años después el heredero de la estancia Santa Ana solicitó al
Gobierno Superior Civil la autorización para parcelar una parte de sus
tierras con vistas al fomento del poblado de La Lisa como un ensanche
de Marianao. Obtuvo el sujeto el permiso pertinente para su proyecto
de 80 manzanas y 21 calles. Fueron familias habaneras las que
adquirieron los solares en venta y construyeron las primeras casas a
fin de asegurar alojamiento en las temporadas de verano. «Esa es la
génesis del poblado que, en 1862, contaba con127 habitantes», escriben
los autores citados. Pero a partir de 1875  el desarrollo de La Lisa
se hace lento. La contaminación de las aguas aleja a los veraneantes
y esa contingencia provoca la eliminación del portazgo. Sería bien
avanzado ya el siglo XX cuando se reporta en el territorio una
evolución urbanística más acelerada.
    La Lisa desde sus primeros tiempos pertenecía al Partido de El Cano
en la Tenencia de Gobierno de Santiago de las Vegas. Estaba, sin
embargo, más cerca de Marianao, dependiente entonces del municipio de
La Habana. En 1860, don Salvador Samá, Marqués de Marianao, y otras
prominentes figuras pidieron al gobierno que La Lisa pasara a formar
parte del Partido de Los Quemados de Marianao, a lo que se opusieron
tanto el Ayuntamiento de Santiago de las Vegas como la Capitanía de El
Cano y también vecinos de La Lisa. Estos últimos cambiarían de opinión
con el tiempo. Es así que el 8 de julio de 1878 tiene lugar en el
Teatro Concha una trascendental junta de vecinos que pide al Gobierno
la creación del municipio de Marianao. A esa reunión acudió un grupo
de liseños que solicitó  la incorporación de La Lisa al nuevo
municipio. Las autoridades accedieron y el barrio de La Lisa quedó
incluido en el  término naciente, lo que obligó a su segregación de
Santiago de las Vegas.
    Refieren Mondéjar y Rosado en su Marianao en el recuerdo que en los
años anteriores a la guerra del 95,  en la esquina de Real —Ave. 51— y
Santa Brígida —calle 156— se construyó el Hotel La Lisa que los
adinerados convertirían en el sitio preferido para sus vacaciones. Un
incendio redujo a cenizas ese hotel en 1912. Con el paso de los años
sería muy conocido el llamado Casino de La Lisa. Antes, en 1893, se
inauguró en ese barrio una plaza de toros y hubo,  en 1895,  en El
Palenque, un hospital del ejército español. Un hospital cubano
funcionaria en la finca La Ofelia al concluir la Guerra de
Independencia.
    Creció La Lisa con la parcelación, en 1914, del reparto Torrecillas y
se acometieron lujosas urbanizaciones en Barandilla y La Coronela. Se
edificó la bella ermita de Santa Elena, de estilo neoclásico, y
funcionó el cabaret San Souci, uno de los centros nocturnos más
suntuosos del país  antes de 1959, cuya historia se opaca o minimiza.
    Escriben los autores de Marianao en el recuerdo:
    «Este pueblo,  rural en sus inicios, fue aumentando su población al
nutrirse, generalmente, con familias provenientes del occidente del
país. A partir de la década del veinte, fue el punto escogido para la
terminal de los ómnibus-automóviles que comenzaron a circular entre La
Habana y Marianao. Desde 1945 comenzaron a surgir nuevos repartos:
Alturas de La Lisa y sus ampliaciones, Versalles, San Rafael, San
Gabriel y San Agustín. Todos ellos unieron a este territorio con el
poblado de Arroyo Arenas».
    Pero el verdadero desarrollo de La Lisa ocurrió luego de 1976 cuando
se constituyó como municipio. «De un barrio semirural se convirtió, a
finales del siglo XX, en una verdadera ciudad». Todo fue posible
entonces en La Lisa: la surcaron grandes avenidas, acogió importantes
hospitales y centros de investigación científica, empresas productoras
de medicamentos, hoteles…
CRECE LA CIUDAD
Belascoaín enlazó a San Lázaro con Monte, e Infanta enlazó a San
Lázaro con Agua Dulce. En Monte y Belascoaín se rellenó una marisma y
surgieron los Cuatro Caminos.  El caserío de Jesús del Monte existía
ya a mediados del siglo XVIII. El Puente Alcoy se construyó en 1850 y
fue durante casi cien años la única salida hacia el este con que contó
la capital. Con los puentes sobre el Almendares se desarrollaron los
repartos de Miramar (1911-1918) Country Club (1914) y Playa de
Marianao (1916). En ese mismo año comienza el trazado de la Quinta
Avenida, y la Avenida 23, trazada en 1862, que llegaba solo hasta la
calle L se prolongó hasta el mar. También en 1916 llegó al mar
Infanta, que hasta  entonces se extendía solo hasta San Lázaro y era
de tierra desde Carlos III. A partir de 1926 se extiende el Malecón y
se acomete la Avenida del Puerto. Es asimismo en 1926 cuando el Plan
Regulador de La Habana fija el centro de la ciudad en lo que sería la
Plaza de la Revolución. El Paseo del Prado adquirió su fisonomía
actual en 1928.  La Calzada de Boyeros se inicia en 1935, y entre 1943
y 1944 se extiende la Calzada de Columbia desde el Puente Almendares
hasta el Hospital Militar sobre las actuales vías de 28, 31 y 41.
Después de 1944 empieza la construcción de la Vía Blanca y se tira la
Avenida 26 que empata con 23 y sigue hasta Línea.  La Ley de Propiedad
Horizontal, de 1952, hizo que La Habana creciera hacia arriba.  El
Túnel de La Habana, impulsó, en 1958, nuevas urbanizaciones en el este
de la ciudad y facilitó el acceso a toda una constelación de hermosas
playas. Y en esa misma fecha el Malecón llegó a su límite natural del
Almendares. Gracias a otro túnel, que nunca fue inaugurado, Calzada
entró en la Quinta Avenida que se prolongaba ya hasta San Fe y
Jaimanitas.
    
    
        
    
    



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Ciro Bianchi Ross

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