sábado, 17 de noviembre de 2018

EL PRECIO DE BENITO REMEDIOS

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 45 more Details
APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross

El precio de Benito Remedios

Si usted  pregunta a cualquier cubano mayor de 70 años quién era
Benito Remedios, responderá, de manera sintética, que era un animal.
Un día en que venía de Pinar del Río le cayó a tiros a su propio
automóvil porque el vehículo se  encangrejó en la carretera. Durante
los largos años en los que fue representante a la Cámara, solo en una
ocasión pidió la palabra en el parlamento. Se la concedieron y sus
compañeros de hemiciclo aguardaron ansiosos su estreno como tribuno.
Entonces se irguió en su escaño, carraspeó, miró hacia un lado y hacia
otro, balbuceó frases  ininteligibles y volvió a sentarse. “Remedios
pidió la palabra y la perdió”, expresó no sin humor  Carlos Márquez
Sterling, que presidía ese cuerpo colegislador… Parco en el decir, el
hombre era, sin embargo, elocuente en los hechos, sobre todo en lo que
a la compra-venta de votos se refería. Dinero mediante no solo se
hacía elegir, sino que hacía elegir asimismo a su esposa y a su
hermana  y, en el momento de su muerte, se empeñaba en hacer elegir
también  a su hijo. Benito Remedios tenía una divisa electoral
infalible y  convincente. Decía: “Pago el doble que cualquiera”.
Era dueño del central azucarero Río Cauto, en Oriente, y de la
compañía ganadera Adelaida; de 126 fincas rústicas y de la empresa
piñera La Cubanita; de varias haciendas ganaderas en Las Villas y
Camagüey y de colonias  que rendían 25 millones de arrobas de caña por
zafra.  Era el mayor productor de la piña cubana y uno de sus más
grandes exportadores… Y lo mataron por querer evadir una multa de
tránsito.
Nació en la localidad habanera de Bauta, en 1888. De niño, fue
carretero, y luego, como peón de fincas, cortó caña y trabajó en la
cosecha de la piña.  Poco a poco, y no se sabe cómo -caso impactante
el suyo de movilidad social en ascenso-  fue enriqueciéndose, y,  ya
rico, jamás confió sus negocios a administradores ni apoderados, sino
que se ocupaba de ellos personalmente  y seguía paso a paso todas las
operaciones, por nimias que fueran.
Militó en el Partido Conservador, en el Conjunto Nacional Cubano, en
la Coalición  Socialista Democrática, en el ABC, en el Partido
Republicano… Cambiaba de filiación política con más facilidad que de
camisa. Tenía un récord.  Machadista primero y luego batistiano, ganó
todas las  elecciones en las que se presentó. Fue Representante a la
Cámara en 1926, 1938, 1942, 1946 y 1950, y Senador de la República en
1932, aunque no pudo concluir su periodo por la caída de la dictadura
de Machado. La vida parecía irle viento en popa cuando el martes 15 de
enero de 1952 un policía puso fin a su vida en la esquina de Reina y
Águila.
Ese día, sobre  las cuatro de la tarde, en los alrededores de la plaza
del Vapor,  Remedios ordenó a su chofer que aparcara el automóvil
donde pudiera y lo esperara mientras hacia una gestión.  El vigilante
Carlos Gutiérrez, de posta en el semáforo de la mencionada esquina,
vio al vehículo detenerse en una zona vedada de Reina entre Águila y
Galiano.  Pensó que hacía una parada momentánea, pero como los minutos
pasaban y  seguía en su mismo sitio, avanzó hacia el automóvil  para
conminar al chofer a  buscar otro espacio libre.
    -Este es el automóvil del representante Benito Remedios y puede estar
parado en cualquier sitio –dijo el chofer al policía.
    -No, sea quien  sea su dueño, usted  está infringiendo la ley. No
tengo más alternativa que multarlo.
    El chofer entregó  su cartera dactilar,  el vigilante lo notificó y
regresó  a su posta. Y en ella siguió como si tal cosa hasta que  vio
acercarse, pistola en mano, a un hombre excepcionalmente robusto y que
no aparentaba  los 64 años de edad que ya tenía.
    -¡Óigame bien! Soy el representante Benito Remedios y ni usted ni el
jefe de la Policía me pueden multar. ¡Rompa ese papelito ahora mismo!
–exclamó el legislador mientras sujetaba a su interlocutor por la
guerrera.
    Sobrevino el forcejeo. Sin perder de vista el cañón amenazador del
arma que blandía Remedios, el vigilante trataba de zafarse y ofrecer
una explicación al ofuscado legislador.  Pero el hombre no quería
entrar en razones y  descargó su pesada mano  sobre el rostro del
policía, acorralado ya contra una columna.
    -¡Te mataré como a un perro y no me pasará nada! –dijo y pegó la boca
de su pistola a un costado  del vigilante que se  abrazó  a Remedios,
sujetó el arma como pudo y la desvió de su cuerpo. Otro forcejeo y el
agresor cayó al suelo. La fractura de un brazo que sufrió a
consecuencia de la caída lo hizo soltar la pistola, pero logró
recuperarla Rápido entonces extrajo el vigilante su revólver
reglamentario y disparó tres veces sobre Benito Remedios, que llegó
cadáver a la casa de socorros. Su prepotencia fue mayor que toda su
fortuna y terminó perdiéndolo.



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Ciro Bianchi Ross

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