martes, 5 de junio de 2018

INDEXACIÓN Y ESCALA MÓVIL DE SALARIOS: ¿nO SON PURO ECONOMICISMO Y MÁS DE LO MISMO?



Por: ELIGIO DAMAS

            El tema de la indexación salarial y la escala móvil de salarios, que en fin de cuenta son la misma cosa, no es asunto nuevo en Venezuela. Décadas anteriores en el movimiento de trabajadores y particularmente entre la izquierda  se debatió sobre ese asunto.
            Si algo debe llamar la atención ahora es como en nuestro país, los trabajadores y casi la gente toda, están como en estado de inercia, parálisis colectiva,  esperando que el gobierno, los militares, fuerzas extranjeras y todo cuanto la imaginación aporte, por separado o juntos, concurran a resolvernos los problemas. Lo menos que se piensa es en cómo usar las fuerzas, creatividad de esos trabajadores y toda esa gente, en un país cuya constitución establece los principios participativo y protagónico, para no sólo mejorar la situación económica, luchando contra viento y marea, “tirios y troyanos”, empresarios agiotistas, parásitos, ineficiencia o alcahuetería oficial y hasta dando respaldo quienes fuese necesario, para impulsar las cambios que aquellas anhelan y la crisis demanda.
            Casi todo la fuerza de trabajo y la que no lo es también, pasa su tiempo frente al televisor esperando que el presidente anuncie nuevos bonos y aumentos de salario, los que la hiperinflación absorbe más “rápido que inmediatamente”. Apenas se aprueba un aumento salarial o un bono, nos ponemos en atención, o en guardia en espera por la próxima oportunidad que Miraflores hable de lo mismo. Y las fauces del caimán se abren desmesuradamente para engullir todo eso en un instante. ¡Alegría de tísico!, solemos decir ante cosas como esas.
            Los trabajadores todos, los consumidores, estamos como en un estado de mendicidad a espera que de arriba caigan los mendrugos. Somos sólo una cosa, un objeto.
            Los debates dados en las décadas anteriores, cuando se habló de la escala móvil de salarios, de alguna manera previeron esta situación. Recuerdo como esa propuesta, en principio tomada por la izquierda como algo novedoso, con capacidad para defender el salario, en un país donde todavía no se tenía suficiente experiencia sobre el fenómeno inflacionario, por no haber sufrido intensamente rigores como los de ahora, de lo que si bien conocían los países del sur, sin hablar de Europa, fue desechada por considerar que, siendo el salario una causa o motivo importante para las luchas por él mismo y todas las necesarias por dar para hacer la sociedad más equilibrada, se perdería como tal para impulsar otros cambios y ayudar a la conquista de otras metas. Es decir, se pensó que la lucha por el salario no debía burocratizarse, amarrarse a una ley, sino dejar que ella se desatase e impulsase otros cambios, hasta en la conciencia de los trabajadores.
            Es cierto que las contrataciones de los trabajadores se convirtieron en oportunidades sólo para velar por un economicismo barato, casi de dádivas, mientras la acumulación de capital aumentaba desmesuradamente. Por las desviaciones entre la dirigencia de todos los bandos tampoco sirvió para introducir cambios importantes favorables para la clase obrera y los trabajadores en general. El economicismo impuso su ley y domó a la “vanguardia”.
            Con la relativa prosperidad rentista del período de Chávez y las Misiones, el Estado asumió el rol de impulsar cambios y lograr conquistas que debían estar en los programas de acción y combate de los trabajadores. El Estado pareció asumir el rol de la vanguardia y de las masas. Los partidos todos, particularmente aquellos que por su definición asumían la conducción de las luchas de los trabajadores se postraron frente al Estado y asumieron el papel del público que acude al espectáculo a mirar y aplaudir y hasta terminaron por renunciar a sus responsabilidades o les llevaron a eso.
           Bajo el gobierno de Maduro, cuando la crisis comenzó a desarrollarse y la inflación a hacer triza los salarios, se impuso la práctica ahora vigente de los aumentos periódicos por vía de decreto presidencial, que hace que el ingreso de los trabajadores ande, como se decía antes, en una loca e inútil carrera por detrás y cada vez más distanciado de los precios. Y mientras este criminal fenómeno se agudiza, los trabajadores y quienes fungen y hasta fingen de sus dirigentes, juegan el rol de observadores y hasta mendigos que esperan lo que caiga desde arriba mientras todo se agrava y se pierden conquistas como las de la salud, educación, gratuitas y de calidad y otras tantas más.
          En medio de este cuadro dramático, y creo que pocas veces la calificación tiene tanto valor, desde sectores que uno, por lo menos por las apariencias y esto no tiene ninguna mala intención, sino que los elementos de juicios que manejamos son poco confiables, calificaría de izquierda, se saca como del baúl de los recuerdos la escala móvil de salarios bajo la calificación de “indexación salarial”, sujeta al índice de precios, canasta básica o alzas del dólar.
         Tal propuesta, en lo formal, no difiere de lo que viene haciendo el gobierno; el cual, cada cierto tiempo, hace esos ajustes, otorga bonos, aunque siempre por debajo del índice inflacionario y generando inmediatamente en la cadena productiva y comercial alzas que no tienen proporción con aquellos. Respuesta ante la que el gobierno, que ha asumido el rol de las clases trabajadoras y consumidoras se muestra desarmado. Y mientras eso ocurre, como ya dijimos, las víctimas apenas hacen el rol de espectadores y la miseria, con todas sus facetas, se agudiza.
            El “soberano”, con derecho “protagónico y participativo”, está limitado a participar en los abundantes procesos electorales que aquí se realizan. Los sindicatos, los grupos de distinta índole y naturaleza, las clases necesitadas de cambios fundamentales y de sostener las conquistas recientes, han sido desarmados. Incluso aquella consigna un tanto romántica y bella de Chávez, “Comuna o nada”, al margen de la interpretación y la pertinencia que cada quien pueda darle, se volvió humo. El Estado se ha creído con el derecho de asumir el rol de vanguardia, que no le corresponde y hasta de la gente toda en la lucha por la supervivencia y el crecimiento. Los gremios, sindicatos y todas loa organizaciones populares solo hacen de pública en este decadente teatro.
          Ante este estado de cosas, uno que no tiene el don de los teóricos y de esos, que como dice Cortázar “se adornan” o visten elegantemente con las citas de otros teóricos más altos que ellos, pero si la suerte de haber vivido bastante, se pregunta:
          ¿Es la indexación salarial, la carta más novedosa, con fuerza y contenido de cambio de las clases explotadas, asalariadas, trabajadoras y todas aquellas víctimas de esta masacre que es la vida venezolana? ¿No dejaría ella por detrás las demás consignas que demandan la transformación social para mantener el equilibrio y la justicia? ¿No es ella en sí misma una propuesta puramente economicista?
         Como suele decir alguien, a quien lamentablemente ahora no recuerdo, “no sé, sólo pregunto por preguntar”.


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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 5/08/2018 11:12:00 a. m.

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